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07


─ ¡¿Cómo es posible que haya desaparecido así?! ─Magalí observa a su hermana mientras camina de un lado a otro en la comisaría de la ciudad.

─No lo sé, le dije que fuera por sus figuras para galletas y tardó, fui a verlo y estaba prácticamente listo para saltar por la ventana de su habitación, lo tomé asustada para llevarlo conmigo, sin perderlo de vista pero en dos segundos había desaparecido ─explica casi a los gritos─. Te juro que no puede haber salido solo, no es natural, no es tan veloz, ¡Por el amor de Dios, tiene seis años nada más!

─Dios... ─susurra la mujer al borde del colapso, los oficiales han notificado a las patrullas que hay un niño desaparecido pero, ¿Qué más puede hacer ella que no sea esperar a que ocurra un milagro?

─No se ha reportado nada inusual, hemos dado la descripción del niño y lo que traía puesto para que sea más fácil reconocerlo para los oficiales que se encuentran patrullando en las calles, ¿Tiene idea de si pudo haber ido a visitar a sus amigos del vecindario? ─pregunta la oficial al mando.

─No, pregunté a todos los que conoce ─niega Emilie.

─ ¿Qué hay del padre? ¿Abuelos? ─observa a ambas hermanas.

─No tiene padre, sus abuelos se encuentran en su casa, viven al otro lado de la ciudad ─suspira.

Mientras siguen tomando nota de los pequeños detalles que pudieran ayudar a hallar al niño, la televisión en una de las esquinas de la sala principal de la comisaria se mantiene encendida dando las últimas novedades del mundo, allí, para sorpresa de todos los que se encuentran presentes dan informe del último y extraño suceso en Alemania, las imágenes impactan a todos; por un momento, Magali se pierde en el periodista que comparte los videos e imágenes sobre la catástrofe, la cantidad de personas que han fallecido debido al misterioso fenómeno, ver el cielo abrirse de tal manera y luego todo el caos que se desataba causa que trague duro. Sus ojos se desvían ligeramente a la hora que se marca en el primer video, "11:11 a.m.", frunce el ceño sintiendo algo de preocupación por la hora; el ajetreo del lugar retoma su funcionamiento y es cuando toma su móvil para llamar a sus padres y averiguar si saben algo del niño, pero antes de siquiera pensar en marcar el contacto de su madre sus ojo se clavan en la hora, "11:10 a.m.". Rápidamente sale disparada de la central de policía, corre por la acera escuchando los gritos de su hermana que la sigue a duras penas sin comprender qué es lo que ha pasado con ella, está más que segura que algo malo va a suceder, no puede ser una casualidad, algo en su interior le está gritando desaforadamente que lo peor está por suceder y su pequeño está solo ahí afuera, sin saber qué hacer en situaciones de peligro.

Por otro lado, Tomassin camina a paso seguro atravesando el parque principal de San Francisco, observa a su alrededor notando el comportamiento cotidiano de todas y cada una de las personas que intentan llevar a cabo su día a día; toma por una de las calles principales, a unas dos o tres cuadras de distancia se muestra la escuela primaria St. Pauls, dónde al menos unos doscientos niños se encuentran en clases en esos instantes.

─ ¿Es allí? ─pregunta por lo bajo observando a quien lo acompaña, este asiente lentamente─. ¿Por qué? ─no recibe respuesta─, ¿Debo hacer algo verdad? ─observa nuevamente esperando una respuesta pero tan sólo obtiene una mirada que poco ayuda, suspira volviendo a colocar sus ojos en el edificio, cruza la calle con rapidez y sube los peldaños con parsimonia, toma el picaporte de la enorme puerta y la abre con tanta facilidad que asombra y así se adentra en el interior de la escuela─. Vengan conmigo, síganme ─habla con total normalidad mientras comienza a recorrer los pasillos, las aulas a los costados se encuentran cerradas ya que dentro los niños atienden a sus maestros─. Salgan ─continúa─, Vengan conmigo─. A medida que el niño camina las puertas a sus lados se abren, los alumnos de todas las edades caminaban detrás de él siguiéndolo sin pedir explicaciones, los maestros asomaban sus cabezas extrañados, incluso algunos decidieron ponerse en contacto con el director del establecimiento para poder saber cómo manejar tamaña situación.

Repentinamente la alarma contra incendios comienza a sonar ensordecedoramente, Tomassin ha ingresado en el salón de prácticas mientras todos los demás niños lo siguen sin chistar, el enorme lugar se encuentra abarrotado con todos los estudiantes dentro; Tom voltea lentamente hacia dónde la sala de maestros se encuentran, están todos allí intentado apagar el ruidoso sonido, tal parece que no hay incendio por lo que no debería estar alertando de esa manera, el niño suspira lentamente, cuando una de las maestras voltea a verlo con el ceño fruncido para luego posar la vista en todos los menores que han ingresado en el salón de prácticas es cuando la gran explosión detona, tan rápido que nadie lo ve venir, las llamaradas parecen engullir todo a su alrededor, no hay tiempo para huir, más explosiones se hacen presentes mientras que la estructura se estremece logrando que los vidrios de las ventanas y puertas revienten en miles de pedazos, todo es un caos y la gran muralla de fuego se levanta imponente frente a Tom para luego prácticamente engullirlo haciéndolo desaparecer en su interior.

Del otro lado de la calle principal, las personas no podían con todo lo que ocurría, los ciudadanos que caminaban por la vereda fueron lanzados por los aires, el lugar era un caos, las ruinas, el fuego, la desesperación en su máximo apogeo... Pronto pudieron escucharse las sirenas de las patrullas de policías, los camiones de bomberos llegaron apenas pudieron y pronto las ambulancias y equipos de rescates de la misma estación de bomberos comenzaron a hacer su trabajo; la bomba fue puesta en marcha, pronto las mangueras bombeaban tanta cantidad de agua como les era posible para menguar las llamaradas que escapaban hacia el cielo en forma de aterradoras y descomunales columnas y humaredas como si del mismo infierno se tratara. Los periodistas no tardaron en llegar, las notas cubriendo la zona con lo que sucedía para poder transmitir por radio o televisión e informar a toda la ciudad, de más está decir que los padres de todos y cada uno de los estudiantes y familiares de maestros y adultos que se encargaban del mantenimiento de la institución.

Magali bajó del taxi que había tomado, observó horrorizada sin entender qué es lo que había pasado, lo único que tenía claro era que la calle obstruida le prohibía seguir la búsqueda de su pequeño hijo y no cabía en si con la desesperación, ¿Dónde estaba Tomassin? ¿Qué había pasado con él? Las lágrimas no tardaron en aparecer en sus ojos, estaba entrando en pánico, temía por la seguridad del niño, si era raptado no volvería a verlo nunca más.

─Dios ─susurró conteniendo los sollozos.

─Magali ─una voz la obligó a voltear sobresaltada encontrándose con aquel misterioso sujeto de cabellos azabaches, el mismo que había conocido en el hospital cuando su hijo tuvo una crisis─, No temas, él está bien.

─ ¿Dónde está? ¿Quién eres? ¿Cómo sabes de Tom? ─se apresuró a decir mientras caminaba perdiendo el control de sus emociones.

─Tomassin, está haciendo un gran trabajo ─sonrió─, No te preocupes.

─ ¿Qué? ─no comprende a que se refiere.

─ ¡Por aquí, los niños están aquí! ─grita un bombero desde dentro de lo que queda de la construcción mientras comienzan entre varios de sus compañeros de bomba sacar a los infantes, las ambulancias llegan tantas como se puede, los paramédicos toman a cada niño con cuidado esperando poder darles a todos los cuidados pertinentes y asegurarse que se encuentran sanos y salvos.

Asombrosamente todo el lugar se incendió, las paredes ardieron sin problema a excepción de la sala de prácticas dónde ni siquiera el humo de los materiales quemándose fue capaz de llegar por lo que los estudiantes estaban en perfectas condiciones, no había ni un rasguño, ni una secuela en los menores y eso alegró a todos y cada uno de los profesionales que trabajaban en el lugar en ese momento; Magali se acercó unos pasos cuando reconoció entre los niños a su hijo, sus cabellos desordenados, sus ojos azules observando detenidamente todo hasta que se posaron en ella y le sonrió. Madre e hijo corrieron hasta encontrarse, la mujer tomó al pequeño en sus brazos estrechándolo hasta más no poder, Tom envolvió sus brazos en el cuello de su progenitora y escondió su rostro en el hueco que formaba este, su madre agradecía entre llantos que nada le hubiera sucedido.

─ ¿Dónde estabas, Tom? ¿Por qué te fuiste de esa manera? ¿Qué pensabas? ─susurró entre lágrimas.

─Tenía que venir, mamá ─respondió bajito─, No te preocupes, todo estará bien. Ellos no me harán daño, tengo que seguirlos.

─ ¿Qué? ¿De qué estás hablando? ─lo observo seriamente, comenzaba a asustarse por el raro comportamiento de su hijo.

Tomassin observaba el cielo con una sonrisa de labios, su madre lo imitó esperando encontrar algo, pero para su sorpresa, solo nubes se veían en el mismo, humo de las explosiones y demás; los ojos de la morena regresaron con lentitud al rostro infantil, invadida por miles de preguntas, ¿Por qué su hijo estaba ahí? ¿Cómo habían salido ilesos de semejante tragedia? ¿Por qué solo la parte del gimnasio estaba intacta, donde, casualmente todos los menores se refugiaron? ¿Quién los llevó allí? Por primera vez, en lo que va de su vida, Magali creyó que algo de índole superior a ellos estaba sucediendo y no se equivocaba.



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