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04


No tengo idea de cuánto tiempo he estado durmiendo pero me siento muy bien, descansada, como si llevara semanas sin hacer algo. Abro los ojos, lo primero que hago es ver a la cama donde estoy más que segura hace un buen rato presencié como un desconocido observaba a mi hijo, siento como mi cuerpo responde a mí, estoy aliviada, ¿Habrá sido un mero sueño? No, fue tan real... Me acomodo en la silla asombrada por lo que veo, Tomassin juega con algunos juguetes que la médica me dio para él en caso de que despertara y no quisiera quedarse en cama, me sonríe, me ve con sus hermosos ojitos azules y no puedo hacer más que saltar hasta donde él se encuentra para abrazarlo como nunca lo he hecho y es que he estado muy asustada por lo que pudiera pasarle. Me estrecha con fuerza, suspiro, lo peor ha pasado, una vez más, como siempre.

─Dios... ─susurro sonriendo─. ¿Cómo te sientes, Tom?

─Muy bien, tengo un poco de hambre ─me observa─. ¿Por qué estamos en el hospital, mami?

─No lo recuerdas ─susurro viéndolo.

─ ¿Estoy enfermo? ─frunce el ceño, verdaderamente no tiene idea, creo que es mejor así─. Mami, ¿Es mi asma?

─No, no, para nada ─sonrío─. Solo es rutina, para ver que todo esté en orden.

─ Bien ─me sonríe─. Sigo con hambre.

─Bien, veremos si puedes comer algo ─asiento, la enfermera ingresa en la habitación y se sorprende al verlo despierto y sonriente.

─Veo que te sientes muy bien, Tom, voy a tomarte la temperatura ─anuncia y mi pequeño asiente─. Bueno, es una sorpresa, no hay anda de nada pero me alegra.

─A mi igual ─habla─. Tenía mucho calor, estaba muy mal pero él vino y me ayudó, ahora estoy listo.

─ ¿Él? ─eleva una ceja la mujer mientras me observa de reojo.

─ ¿Listo para que mi amor? ─le sonrío abrazándolo.

─Para mi misión ─me observa─. Me estaba preparando, ya estoy listo.

─Tenemos un superhéroe en el hospital ─bromea la enfermera y yo solo puedo ver a Tom, es tan raro.

─Tomassin, es un placer conocerte ─la médica ingresa en el cuarto─. Veo que todo está muy bien en tus análisis clínicos, parece que has sido un buen chico.

─He comido todos mis vegetales ─asiente orgulloso de su pequeña hazaña.

─Eso es fantástico, me alegro de que así sea ─me observa─. Probablemente haya sido algún virus, suelen ser contagiosos y tan solo uno puede mantenerlos en control y observación, en cuanto el sistema inmunológico logra combatirlo este desaparece como si nunca hubiera estado, las virósicas son las enfermedades pasajeras y momentáneas más comunes entre los niños pequeños, nada de qué preocuparse.

─Eso es bueno, que alivio ─suspiro─. Siempre tenemos que estar alertas debido a su asma.

─Así debe ser, ahora está listo para ir a casa, firmaré los papeles necesarios y podrán marcharse ─agrega─. Mientras, las enfermeras te traerán algo para comer.

─ ¡Genial! ─vitorea Tom.

─Doctora, durante la noche, ¿Hubo personal médico? ─suelto sin más. Necesito saciar la curiosidad.

─Solo el personal de guardia médica, nadie más y los pacientes solo pueden tener un acompañante cada uno por lo que suele ser muy tranquilo durante las noches, ¿No? ─me sonríe.

─Sí ─susurro y la veo salir hacia otra de las habitaciones.

Me asomo a la puerta, allí puedo ver a Emilie llegar seguida de mi madre, suspiro y les sonrío, pronto podremos salir de este lugar y regresar a casa, aunque las dudas siguen allí, hay algo dentro de mí que me dice que no debo relajarme, algo va a suceder y lo peor es que me carcome por dentro, la ansiedad, los nervios, todo junto es un caos de emociones y responsabilidades a la vez por lo que decido que debo tranquilizarme y no ser tan paranoica, las cosas no se pueden poner tan mal.

Tras firmar los papeles de salida por alta médica, dejo a Tom con mi hermana unos minutos mientras me despido de la doctora, suelo verla seguido por obvias razones por lo que parece algo incorrecto marcharme sin al menos haberle agradecido por su esfuerzo y atención; observo de reojo a Em y mi hijo jugar y reírse, parecen querer contener las risas y el escándalo por lo que sonrío encantada, esos dos han nacido el uno para el otro, no me puedo quejar de la madrina que escogí para él. De un momento a otro, Tom deja de prestarle atención a mi madre y Emilie, observa hacia una de las habitaciones de enfrente, parece estar interesado en algo que allí se encuentra, puedo verlo claramente asentir y ver a uno de sus lados, como si estuviera prestándole atención a alguien más, alguien que no hay, que no existe. En cuanto adivino su intención me acerco a él, lo tomo por una de sus muñecas y esto parece devolverlo a lo que es el mundo real, le sonrío, anuncio que debemos irnos ya y me sigue sin refutar, soy consciente de que voltea hacia atrás varias veces pero después de unos minutos deja de hacerlo y corre hacia el auto que nos espera, mi padre lo recibe con fuerte abrazo y un beso en la mejilla, es tan extraño verlo hacer eso cuando conmigo no lo consiguió... Mi padre nunca pudo tener esa relación estrecha conmigo, supongo que ser abuelo y padre, son dos cosas demasiado diferentes.

Tras haber vuelto del hospital nuestra vida continúo de lo más cotidiana al igual que días anteriores al acontecimiento, Tom no ha presentado secuelas ni síntomas, no ha tenido ningún episodio de asma y yo me he podido relajar un poco, aunque a veces, por las noches tengo la sensación de que alguien está observándome o sueño con aquel extraño sujeto, como si reviviera una y otra vez la escena en el hospital, es extraño para mí.

─Magali, despierta un poco, regresa a la Tierra ─mi hermana me observa divertida.

─Lo lamento, tengo varias cosas en la cabeza ─río.

─Como siempre ─se burla Tom y le enseño la lengua divertida.

─Bueno, es nuestro primer almuerzo como familia en un buen tiempo, presta atención ─mi madre me observa de reojo.

─Parece que los noticieros no han dejado de dar la misma nota en toda la mañana, que frustrante ─suspira mi padre.

─ ¿Algo importante? ─frunzo el ceño.

─Hubo un atentado en Albania a las once de la mañana ─comenta Em─. Murieron más de doscientas cincuenta personas pero lo más raro es que, en España, a la misma hora, se suicidaron cinco adolescentes y aquí en California hubo un asalto a un camión blindado de la policía.

─ ¿Blindado? ─abro los ojos.

─Sí, ya sabes, los que transportan grandes cantidades de dinero a los bancos de la ciudad ─asiente.

─ ¿Todo al mismo tiempo? ─susurro─. Eso sí que es una gran casualidad.

─No solo eso, el oficial que estaba a cargo del blindado llevaba una placa de reconocimiento con el número "doscientos cincuenta", ¿Te das cuenta? ─susurra.

─Wow... ─asiento.

─Las casualidades no existen pero sí las causalidades ─Tom nos observa serio─. Es solo el inicio de todo, deberían prepararse.

─ ¿Para qué campeón? ─mi padre acaricia su cabeza.

─Para encontrar la manera de salir ilesos de lo que está a punto de llegar ─sonríe.

El silencio reina en la sala, no puedo creer lo que acaba de decir, nos observamos discretamente entre todos mientras que el pequeño tan solo prosigue con su almuerzo y observa la televisión de hito en hito como si fuera lo más interesante del mundo para él, trago duro, algo me causa repulsa y no sé qué es.

─Creo que mientras todos estemos seguros de la clase de persona que somos y de las buenas acciones que hemos hecho, no hay de qué preocuparse ─mamá sonríe.

─ ¿Y qué buenas acciones has hecho tú? ─pregunta Tom dándole un mordisco a un trozo de pan.

─He sido buena madre, buena esposa, he dado mi amistad, he podido ayudar a quienes lo necesitaban y no he olvidado asistir a misa los domingos ─comenta orgullosa de todo eso.

─No convences a nadie con eso, ¿Sabes? Eres tan culpable como el resto ─ríe─. Terminé, ¿Puedo jugar con mis juguetes?

─Claro ─asiento algo incómoda.

─ ¿Qué ocurre con ese niño? ¿Acaso le has llenado la cabeza con malos comentarios sobre nosotros? ─mi madre me observa molesta.

─Eleonor ─papá la ve horrorizado con la idea.

─No le he dicho nada sobre ustedes, apenas y los nombro ─suelto molesta─. No hay mucho para contar sobre ustedes dos y no soy esa clase de mujer, él no necesita verse involucrado en los errores o disputas de mayores, permiso. ─me pongo de pie y salgo al jardín principal.

─ ¡Magali, espera! ─Papá me sigue, lo que menos quiero es tener esta charla con él pero supongo que en algún momento esto iba a suceder, no se puede prolongar toda la vida─. Aguarda, debemos hablar, por favor.

─Papá, no quiero hablar, no hay nada que debamos aclarar ─lo veo.

─Solo quiero asegurarme de que vas a hablarle bien de nosotros, tal vez la situación entre nosotros sea complicada y delicada, pero amamos a Tomassin ─me ve serio.

─ ¿Ahora lo aman? ─lo observo incrédula, no puedo creer hasta dónde llega su hipocresía─. ¿Quieres recordarme quién tuvo la idea de que me deshiciera de él aun cuando ya era una mujer de veintiún años?

─Magali... ─cierra los ojos con pesar.

─ ¿Quieres recordarme quién me echó a la calle estando embarazada de tres meses solo porque mi vida no era la que habías soñado? ─me acerco a él─. No tienes derecho a pedirme algo en relación con mi vida o a la de mi hijo, tienes suerte de que siquiera lo traiga a tu casa y si lo hago, no es por ti sino por Tom, creo que tiene derecho a juzgar a su familia él solo.

─Tienes razón pero he cambiado, ¿Acaso no puedo haber entendido que es lo mejor que podía pasarte? ─niego divertida, sufrí tanto su desprecio que no puede convencerme con simples palabras.

─Papá, a las palabras se las lleva el viento, no significan nada ─paso por su lado molesta, tengo toda la intención de regresar al interior de la casa, terminar mi cena y volver a mi hogar; estando a pasos de la entrada principal de la casa un extraño sonido en el cielo me detiene, volteo asombrada, no he escuchado nada igual en mi vida. Mi padre me observa confundido, como si yo tuviera la respuesta a lo que pasa, me encojo de hombros y veo a Emilie salir a ver de dónde proviene el ensordecedor ruido, todos los vecinos lo hacen, que raro─. ¿Qué será?

─Pareciera el sonido de un avión volando muy bajo ─suelta papá.

─Pero multiplicado por mil ─ríe Em.

─ ¿Qué es eso? ─Eleonor asoma su cabeza al exterior, temerosa, preocupada.

─ ¡Ya vienen! ─grita Tom corriendo hasta donde estoy, rodea mis piernas con sus brazos y sonríe viendo el cielo nublado.

─ ¿Quiénes vienen? ─susurro.

─Los purificadores ─me susurra y cubro su boca.

─No inventes cosas, puedes asustar a los demás ─le sonrío y asiente, parece querer contradecir pero mantiene el silencio.

Luego de que el incesante sonido se detuviera repentinamente para darle paso a la profunda calma de la noche, regresamos dentro de la casa, terminamos la cena y me marché a casa, Tom se quedó dormido apenas subió al automóvil por lo que me permití relajarme, escuchar algo de música en bajo volumen y conducir por la carretera: tenía tanto en mente, tanto que no entendía, tanto que quería gritar y despotricar pero que no podía, Dios, dame algo de paciencia para soportar esta avalancha de desastre emocional. El camino fue rápido, no había vehículos en las carreteras y eso me permitió llegar pronto, bajé del auto a mi pequeño, entramos y cada uno tomó un baño para poder terminar el día, quería acostarme y tal vez leer un poco o solo hacer zapping en la televisión, mis vacaciones estaban a punto de terminar.

─Eso es ─coloco un sweater a Tom una vez ha terminado el baño, seco su cabello con una toalla mientras repaso algunas actividades que debo comenzar esta semana.

─Me gusta, es muy bonito ─me sonríe.

─Sí, tu abuelo te lo obsequió ─beso su frente.

─ ¿Por qué lo odias tanto? ─frunce el ceño.

─No lo odio, ¿De qué hablas? ─me pongo de pie mientras ordeno el resto de la ropa.

─Te puedes mentir a ti misma, más no a mi ─me responde y volteo rápidamente para verlo debido a la forma en la que me ha hablado, tan despectivo, pero ya no se encuentra allí, salgo del cuarto en su búsqueda, llego hasta la sala de estar donde lo encuentro viendo una serie animada y bien concentrado, ¿Qué fue eso?

De pronto el teléfono móvil suena, me llevo un buen susto pero finalmente lo tomo y observo los mensajes, parece que una de mis más antiguas vecinas está muy enferma y quieren hacer algo lindo por ella entre todos los de la zona, llevarle algo de alegría a la clínica médica en la que está internada pero no estoy de humor, no me apetece tener que pisar uno de esos lugares otra vez y mucho menos cuando hace tres días y medio he regresado con Tom; deberán disculparme, no quiero hacerlo, no puedo, prefiero quedarme en casa y planificar los horarios del colegio y los de mi trabajo ya que no cuento con una niñera.

─ ¿Estás bien? ─me observa curioso.

─Sí, solo es nuestra vecina, la señora Ramírez ─suspiro─. Está muy enferma.

─Oh ─suelta sin interés─. No te preocupes, morirá pronto.

─Tomassin, por favor, no digas esas cosas ─lo observo molesta─. Espero que Dios la ayude, es una buena mujer, no seas malo.

─Dios no va a ayudarla, pide en lugar de ello algo de paz y amor en el mundo, tal vez eso salve a los demás ─se pone de pie tomando el control remoto y cambiando de canal─. No soy malo, soy justo, una mujer que ahora intenta ser buena y condescendiente solo porque está enferma y porque sabe que su hora está cerca, no es buena, tan solo está asustada al saber que no hizo nada con su vida.

─Tomassin, ¿De qué estás hablando? ─lo tomo por los hombros─. ¿Qué ocurre contigo?

─Nada, ¿Qué puede ocurrir? ─me ve serio.

─Ve a tu habitación, no verás televisión hoy ─ apago el aparato bajo su atenta mirada.

─ ¿Por qué te enfadas? ─frunce el ceño─. No he hecho nada malo, ¿Acaso no te gusta que diga la verdad? ¿Prefieres que mienta?

─Prefiero que seas el niño que eres, deja esos pensamientos para gente adulta, no tiene caso que repitas lo que oyes por ahí ─gesticulo.

─No lo oí por ahí ─sale corriendo en dirección a su cuarto y yo resoplo por lo bajo.

─Pero, ¿Qué ocurre con ese niño? ─susurro molesta, creo que ambos necesitamos un descanso, esta noche no puede ser más rara.



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