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Capítulo 17: Presumidos

Hoy es lunes de universidad, lunes de ver la calva del señor Hugo. Que emoción.

Aunque estaba llevando la fiesta en paz con el profesor, aun no me agradaba del todo porque estoy segura que él me odiaba; a ninguno de mis compañeros de clase les cerraba la puerta por llegar un minuto tarde, excepto a mí.

Salí del baño en vuelta en mi toalla y el tonto de Belcebú me miro con desaprobación.

—Pareces un burrito mal amarrado—se burló.

—Y tu una cucaracha mal aplastada —me defendí.

Me miro de arriba abajo con desdén.

—Que infantil eres ángel.

Puse una mano en mi pecho con indignación, ¿Qué se creía ese demonio de quinta que le temía a los ratones de peluche?

—Pero si tu fuiste el que me dijiste burrito mal amarrado. —me cruce de brazos, harta.

—Porque pareces un burrito mal amarrado—comenzó a caminar hacia un espejo— en cambio yo, estoy tallado por los mismos dioses —se dio la vuelta para encararme— observa este rostro, este cuerpo, dime ¿Qué demonio conocerás tan bello como yo?

Presumido.

Rodee los ojos con desagrado. Yo no quería saber de ningún otro demonio por varias razones.

—Bájate de tu nubecita de ego —camine hasta el armario sin ganas de otro espectáculo por parte de Belcebú.

Él era guapo y lo sabía utilizar muy bien. Él era un demonio muy atractivo y coqueto, pero no pienso decírselo porque eso aumentaría su nubecita de ego.

«Pues ya lo sé» una vocecita resonó en mi cabeza.

Me vestí rápido con lo primero que vi sin importarme nada, necesitaba una explicación para saber que había pasado.

Abrí la puerta del armario tan fuerte que choco contra la pared.

—¿Qué diablos acabas de hacer? —cuestione alterada.

Belcebú se recostó al marco de la puerta con pereza.

—Solo me comuniqué contigo —se encogió de hombros.

«Estoy en tu mente otra vez» nuevamente la voz hablo con burla.

«Intenta decir algo, ángel»

«Ojalá y te de una sobredosis por tanto dulce de galletas» puso cara de indignación de inmediato. Esa fue mi señal para saber que si me había comunicado mentalmente.

—Que buenos deseos tienes. —me sonrió fingidamente.

—Quiero siempre lo mejor para ti, mí Belcebú. —lo hice a un lado para salir y él me comenzó a seguir.

Upss, me regañe mentalmente por que se me escapo ese , rogaba a quien fuera que no se hubiera dado cuenta.

—Ángel —se estremeció para que nuestros hombros chocaran— dijiste que soy tu Belcebú.

—Claro que no, tonto, escuchaste mal. —me defendí.

Me subí en el asiento del copiloto una vez llegábamos al carro, él se puso en marcha para llegar temprano a la universidad.

—Tienes que practicar decir tus sentimientos sin vergüenza—me animo.

—¿Y tú quién eres para decirme que hacer? —lo mire desde mi posición con desde.

Tu ángel de la buena surte. —sonrió pícaramente.

No supe que decir contra eso, pues si era mi ángel de la buena suerte.

—¿Crees que deba llevarle otro pastel a tu profesor favorito? —se burló.

—Claro que no, cada día estas más loco —le di un codazo—si sigues con esas cosas tendré que llamar a la policía —bromee.

—Y yo tendré que llamar a la policía, pero de la moda. —me miro de arriba abajo— ¿Como que un zapato negro y azul?

Mire mis pies y mis mejillas comenzaron arder de la vergüenza.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —lo regañe.

Porque no me había dado cuenta —se justificó— pero no te preocupes ángel, voy a pasar a una tienda de zapatos.

Por eso, anqué lo negara, amaba a Belcebú, siempre resolviendo, aunque a veces lo hacía mal, y sus formas eran borrar la memoria a o drogar a alguien, pero igual resolvía. Yo podía juzgar sus métodos, pero no sus resultados.

Belce se aparcó en el estacionamiento del centro comercial y cuando bajamos del auto tenía la intención de decirle que llegaría tarde a la universidad.

—No te preocupes ángel, ya tengo lo del tiempo resuelto—respondió como si me hubiera leído lamente, literalmente—toma mi mano para que no te pierdas.

—Vivo aquí, es obvio que no me voy a perder —rechiste.

Recordé cuando venía con Maya, siempre termina pidiéndole ayuda a alguien para que la llamaran por el altavoz. Así que termine tomando su mano.

Caminamos hasta llegar a la tienda de zapatos.

—Ya llegamos a tu destino ángel. —aviso.

Solté su mano para entrar a la tienda y ver que zapatos comprar.

—¡Bienvenidos a zapatos cómodos! —nos recibió un joven.

El chico que nos recibió no me quitaba la mirada, no me puedo quejar estaba pasable, pero al parecer al demonio que tenía al lado no le agrado mucho.

—Gracias, buscamos unos zapatos para mi novia —Belcebú se adelantó a decir.

—Oh, claro síganme.

Cuando el chico se volteó le di un codazo a Belcebú.

—¿Cómo que tu novia demonio loco? —susurre.

—Agradece que dije novia —me miro desde su posición— te iba a llamar mi esposa, mi bella y linda esposa Gala. —camino detrás del chico enojado, lo pude notar por su voz y sus ojos rojos.

—Y bien, ¿Cuál le gusta? —pregunto amablemente mientras miraba de reojo a Belcebú.

—Creo que optare por unas zapatillas —le sonreí para liberar un poco de tensión.

Medí alrededor de 5 pares de zapatos para el final escoger las zapatillas blancas que me probe desde un principio.

Belcebú pago y nos dirigimos al auto.

—¿Estas enojado? —cuestione luego de un rato.

—No. —contesto secamente.

—Yo sé que sí Belcebú, dime por qué —insistí.

—Estabas coqueteando con él, frente a mi —me miro mal— eso es una falta de respeto.

—No coquete con él —me defendí.

—Vi esas miradas ángel, no soy tonto.

—Pero, tú y yo no somos nada.

—Claro que sí, tenemos un trato.

Rodee los ojos con frustración, no quería pelear con él, así que acepte, pero a la vez me aprovecharía de eso.

—Bien —accedí— pero tú tampoco puedes coquetear con alguien.

—¿Celosa? —me miro con una sonrisa burlona.

—Claro que no, solo me parece injusto que tu si lo puedas hacer y yo no —explique.

Llegamos a la universidad justo a tiempo. Mientras caminaba hacia el aula de profesor Hugo Belcebú me seguía.

—¿A dónde vas?

—A tu clase —me miro raro— es obvio.

Suspire.

Al entrar al aula, el señor Hugo reconoció a Belcebú.

—Oh eres tú, que alegría verte por aquí —le sonrió— ¿acaso no tendrás otro pastel para mí?

¿Acaso él sabía que era droga?

—Disculpe, pero hoy no traigo —se excusó.

Al profesor Hugo se le borro la sonrisa.

—Bien, saquen sus hojas, hay examen sorpresa.

Mi mandíbula por poco cae al piso, yo no sabía ni en qué tema estábamos. Saque mi hoja solo sabiendo que tenía correcto mi nombre.

Miraba hacia los lados sin saber que hacer. Y para colmo la tonta de Maya no había venido hoy.

«Estoy intentando copiar de los demás, pero ninguno sabe» Me aviso Belcebú.

Seguía mirando hacia los lados nerviosa.

—Señorita Gala, deme su examen por intentar copear. —me acuso el calvo.

—No estaba intentando copear —me levante enojada.

—Piense dos veces antes de dirigirse de esa manear tan grosera, salga del aula —tome mi mochila y camine hacia su pupitre.

Moví mi melena un par de veces para que sintiera celos por su calvicie y salí del salón con mi demonio, ya no tan de la buena suerte de fondo.

—¿Qué fue eso ángel? —se burló.

—No hagas preguntas y llévame a un lugar donde despejar mi rabia —pedí.

—Bien, próxima parada el lago.

¡Hi, aquí Ale!

Lamento la tardanza, pero he hecho un nuevo horario para evitar esto.

Actualizaré todos los sábados a las 12:00pm

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Los quiere
Ale🕯

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