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Capítulo 19

Gabriel dejó su mirada fija en el teléfono que acababa de apagar, aún no se lo podía creer. La esposa de Emilio, Helena, le había invitado personalmente a su próxima fiesta. Eso iba más allá de las reuniones sociales para captar potenciales socios. Aquella fiesta tampoco tenía otro motivo que no fuera el ver y ser visto. Era una tarjeta de presentación en la alta sociedad madrileña, y le estaba abriendo la puerta para entrar, y no la puerta de servicio, no, la puerta grande. Lo que no entendía, era su insistencia en que llevara a Jimena. Él era hábil leyendo entre líneas, y lo que había percibido le parecía algo más que extraño. Sólo había una manera de despejar sus dudas, y era Jimena. Marcó el número y esperó.

- Hola, Gabriel.-

- ¿Ha pasado algo con tu familia, verdad?.-

Escuchó el aire salir pesadamente al otro lado de la línea.

- Las noticas vuelan. –

- No tengo idea de lo que ha ocurrido, pero quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites.-

- Acabamos de conocernos.-

- Puede ser, pero estoy seguro que sé más sobre ti de lo que lo hacen cualquiera de ellos.-

- Tú te has molestado en hacerlo.-

- Porque me interesas, Jimena. Lo sabes.-

Gabriel esperó su respuesta unos segundos, pero ella mantuvo el silencio, cómo si estudiara una respuesta que no podía dar.

- ¿Vas a decirme que ha ocurrido, o tendré que recurrir a métodos drásticos para conseguir que hables?.-

Ella no puedo evitar que una pequeña risa escapara de su boca, bien, al menos podía hacerla reír.

- Mi tío me dio un ultimátum.-

- ¿Qué ultimátum?.-

- En su casa no se toleran las relaciones indecentes, al menos por parte de las mujeres solteras.-

- ¿Indecentes?.-

- ¿Ah, no lo sabías?, pues al parecer eres tú el que me ha hecho una cualquiera al acostarme contigo.-

- ¿Eh?.-

- Eso mismo pensé yo.-

- O sea, que tenemos un lío sexual entre manos, y yo sin enterarme.-

- Menos mal que mi tío me dio la información, porque a mí también se me hubiese escapado ese dato.-

- No, en serio. Me encanta que te lo tomes con ese humor, pero tu tío tiene algo de razón. En su mundo, las apariencias lo son todo.-

- Tú lo has dicho, en su mundo. No en el mío.-

- ¿Eso quiere decir que seguiremos siendo amigos, diga lo que diga tu tío?.-

- ¿Tu quieres seguir siéndolo?.-

- No.-

- ¿No?.-

- No, Jimena. Yo quiero que seamos más que amigos.-

Otra vez el silencio al otro lado. ¡Maldita sea!, por eso tenía las conversaciones importantes cara a cara. No poder interpretar su expresión, le privaba de su mejor ventaja, interpretar lo que sentía.

- ¿Quieres más que amigos?.-

- He intentado no hacerlo, pero cada vez que estoy contigo, me sorprendo queriendo un poco más. Y créeme, es algo nuevo para mí. Así que estoy pisando terreno desconocido.-

- ¿Qué quieres decir con eso?.-

- Sí, puede sonar raro, porque he estado con infinidad de mujeres. Pero... con ellas sólo era pasar un buen rato, y nada más. Contigo...-

¿Cómo podía explicarlo sin delatarse?. Tenía clara la idea en su cabeza. Con ella, había descubierto que su objetivo ya no era buscar a alguien para llevarse a la cama, sino encontrar a alguien con el que desear despertar en ella. Sólo lo había hecho una vez, una maldita vez, sin sexo de por medio, y supo que daría su pierna derecha por volver a hacerlo, otra vez.

- ¿Conmigo...?-

- Es diferente. Y sí, suena a tópico, pero no sé qué otra cosa decir, es lo que siento.-

- Conoces a parte de mi familia. Tienes que estar loco si quieres una relación conmigo.-

- Uno no escoge a la familia.-

- Cierto. Pero estás atado a ella.-

- No me da miedo tu tío.-

Escuchó una carcajada al otro lado de la línea.

- Mi tío hace mucho ruido, pero es él el que debe tenerte miedo a ti.-

- No sé en qué te basas para esa suposición.-

Notó como Jimena se puso sería.

- Te he visto desenvolverte en tu club, he visto a mi tío babeando por hacer negocios contigo, y sobre todo, he visto como estudias a la gente con la que hablas. No supongo, sé que eres alguien con el que no se juega.-

- No soy el lobo feroz, Jimena, al menos, no contigo.-

- Yo tampoco te tengo miedo, Gabriel. Yo tampoco soy caperucita.-

- Entonces tendremos que buscar otro cuento.-

- Acepto sugerencias.-

- Podíamos ir a tomar un helado, conozco un sitio que sé que te gusta.-

- Sabes cómo convencerme.-

- Entonces te recogeré en media hora.-

- Eh... no estoy en casa de mis tíos.-

Gabriel notó la vacilación en su voz. Había allí algo más que decir.

- ¿Dónde te recojo?.-

- En el Hotel Indigo, en la Gran Vía.-

- ¿Qué?.-

- Te dije que mi tío me dio un ultimátum.-

- ¿Y te ha echado de casa?.-

- No, yo me fui.-

- Porque tienes un lío conmigo.-

- No, porque quiso ponerme un collar y exhibirme. Y yo no soy un perro, aunque sea de raza.-

- A mi chica nadie la controla, pero...-

- ¿Pero?.-

- Puede que sea mandón y fuera de lugar, pero ten preparadas tus maletas cuando llegue a recogerte.-

- ¿Qué?.-

- Vas a venir a mi casa.-

- ¿Qué?.-

- Oh, vamos. Como si fuera algo fuera de lugar. Ya has dormido allí antes, tengo la cama de invitados preparada y sé lo que te gusta para desayunar. Además, tenemos que mantener tu reputación de chica indecente.-

- Así que me acoges en tu casa.-

- Hey, no te creas que soy una ONG. Pienso cobrarme tu estancia.-

- ¿Ah, sí. ¿ Pues que sepas que no pienso pagar con favores sexuales.-

Gabriel se tensó en aquel momento, y Jimena lo notó. Él no podía decirle aún porqué no le gustó aquella sugerencia, porque todavía el pasado le perseguía de vez en cuando.

- Nunca te pediría algo así.-

- Lo sé.-

Pero tenía que devolver la sonrisa a Jimena, ella no tenía la culpa de haber golpeado donde no debía. Y descubrir sus puntos débiles tampoco era bueno. Y ella era demasiado buena encajando piezas, como para darle aquella pista.

- Aunque... pensándolo bien, no es una mala idea.-

- Puedo cocinarte uno de mis postres.-

- ¡Mierda!, sabes cómo terminar una negociación. Está bien, trato hecho. Te recogeré en media hora.-

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