Capítulo 9
Guido
La vida me había dado una lección fuerte, aquella que mis padres me repetían muchas veces y que no escuché. "Solo debes ir con calma y esperar", viendo a Cara tras el PC más delgada y con rostro triste lo comprendo. Solo debería mirar en escalas más grandes no de la sociedad, en de virtudes.
—¿Se lo has dicho? —niego a Slade sin dejar de ver a Cara.
—No lo va a entender. Han pasado cuatro meses y sólo hasta ayer me doy cuenta de la ausencia de ese anillo.
—Hablaba de Cara y tus sentimientos, —corrige y lo escucho reír —aunque eso también es importante ¿Qué anillo llevará Cara?
Está vez pienso ir en calma, no apresurarse y conocernos un poco más. Tengo a mi favor que ella es joven y no ha disfrutado de la vida, algo que puede hacer conmigo.
—Le ha dado duro lo de su padre, no lo dice en voz alta... Pero su comportamiento son casi gritos de auxilio.
Alejo la mirada de ella y la poso en Slade quien me contempla sonriendo. Lleva conmigo más de seis años, conoce parte de mi relación con Ainice, por lo que se siente con derecho de opinar. Asegura con Cara, mi comportamiento es diferente, ella lo es.
—No he podido hallarlo. No te preocupes, no voy a desistir.
Estira sus piernas acomodando su saco en el proceso, acto seguido se incorpora. Es difícil encontrar a quien no quiere ser hallado. Julius Murphy, al parecer se lo tragó la tierra.
—No tengo mucha esperanza. —confieso retomando mi trabajo.
—Encontré a Robert, aunque tuve ayuda. Podría tener la misma suerte.
Alguien con el civismo a un nivel muy alto, había llamado a la policía y dio la dirección del lugar en donde habían visto oculto a Robert y al chico que contrató para cuidar de las bodegas. Era probablemente, lo bueno a rescatar en estos cuatro meses. Que se confesara culpable, diera a conocer los detalles del robo y sus cómplices fue sin lugar a dudas un éxito.
El caso estaba por cerrarse con la entrega de las cajas que aún no habían sido distribuidas y los seis en espera de una condena. De las más de mil quinientas robadas, sólo se logró recuperar dos tercios.
—No dejes pasar otro día, alguien puede pegarte la delantera. —su consejo me trae de vuelta a la realidad.
Ahora que su padre no está y que vive sola, aquellos que muy seguramente han estado interesados en ella tienen el camino libre. Lo observo fastidiado en espera que sea una de sus bromas, pero su rostro es recio al decirlo.
—Es una chica hermosa, muy sometida por su padre. Es como esa ave que ha vivido todo el tiempo en jaula y al liberarla no sabe volar alto. —mueve sus manos imitando las alas, primero altas y luego baja las misma —volará bajo y volverá ser apresada por cazadores, quizás más crueles. Alguien más astuto que tú y con más cerebro puede quitártela.
—No volveré a cometer el mismo error, apresurarme en pedir matrimonio...
—No podrías, no tienes anillo que instalar en su dedo — interrumpe—después no digas que no te lo advertí.
Una vez se va recojo los documentos a revisar e intento ignorar lo que me ha dicho. ¡Imposible! Cada palabra parece bailar en mi cerebro mofándose de mí. Cara no tiene vida social, es tímida y solo tiene amigas. Elektra vive con ella y la cuida como su hermana menor, es imposible que caiga en otras manos.
Las ventas han subido de manera única, el Doyle-Turner atraviesa su mejor época "Alguien más astuto que tú y con más cerebro puede quitártela". Exasperado por la voz en mi cabeza golpeo el escritorio logrando que la pluma salga volando.
—¡Maldición! —el objeto cae a los pies de Cara quien entra en esos momentos y la recoge sin hacer comentarios dejándola en mi escritorio.
—Guido...
—¡Que! —mi voz sale violenta y su ceja se alza interrogante.
—¿Estás de mal humor?
—No.
—Lo parece.
—No estoy de mal humor.
—Cómo digas —que desista en saber lo que me sucede me enoja a un más. —necesito la tarde libre ¿Debo hacerlo oficial?
—¿Por qué la tarde libre y no horas? ¿A dónde vas? —quiero saber, exijo saber.
Me cruzo de brazos en espera de respuesta y reclino mi cuerpo en la silla. Ella por su parte, hace el mismo gesto, pero enojada.
—Tengo una cita...
—¿Con quién?
De nuevo el tono de voz sale más alto de lo normal y mi cuerpo se inclina hacia delante. Las palabras de Slade, retumban en mi cabeza y esta vez sí que se burlan abiertamente de mí. "Alguien más astuto que tú y con más cerebro puede quitártela", "después no digas que no te lo advertí"...
"tengo una cita"
—No tengo por qué decirlo...
—Soy tu jefe —le interrumpo y resopla molesta.
—Es mi vida privada Guido ¿Por qué estas tan insoportable hoy?
Al no poder responder a esa pregunta decido darle el puto permiso. Recojo el bolígrafo y la observo verme ¿Muy deseosa de ver a ese hijo de puta? ¿Con quién mierdas vas a verte Cara y por qué?
Mi mente es un remolino de pensamientos, todos ellos con una psicopatía diferente. Ella está despertando en mí, cosas que nunca he tenido el interés de hacer.
Matar, golpear, destruir.
¡Joder!
—¿A qué hora es la cita? —pregunto apretando los dientes y que mi voz no salga tan ansiosa.
—A las dos...
En la tarde no se tiene sexo y un lunes tampoco...pero si besar y nadie más que yo sé cómo acaba un beso cuando se hay ganas.
—¿Cuánto vas a durar? —pregunto ya exaltado, por mis locos pensamientos.
—Una o Dos horas, no sé, todo depende...
Y las imágenes de ella siendo besada por otro infeliz me hacen revolver el estómago y que la bilis suba por mi garganta. Le ordenó regresar a las 3,30, eso me permitirá verla y ver que tan Feliz llega. Acepta a regañadientes y sale de la oficina no sin antes torcerme los ojos y fulminarme con ellos.
Necesito hablar con mamá sobre ese anillo extraviado. Lo único que tengo registro es que me lo entregó justo el día que tuve la reunión con quien creí era Diago. Lo saqué cuando intenté decirle a Ainice por última vez que entre ella y yo todo estaba acabado, ese anillo le pertenecía a mi futura esposa, que no era ella.
—Cara llamó y lo guardé —empiezo a recordar.
Marco a mi madre y mientras la llamada sale, recuerdo que las siguientes horas fueron de correr mucho. Me vi obligado a decirle a Isabella lo que sucedía y luego a mi madre, quien ya conocía parte de la historia de mi asistente. Pudo remotamente caer en el castillo y alguien lo tomó.
—Buenos días cielo...
—Buenos días mamá, antes que nada, quiero recordarte soy tu hijo mejor y tu mayor tesoro... —empiezo a decirle y la escucho reír.
Sin humor alguno. Le detallo todas las veces que ha hablado de lo feliz que fue al saber de mi existencia y me escucha bufando cada vez más fuerte.
— ¿Qué hiciste esta vez?
—¿Recuerdas el anillo...
—Imagino te refieres a la joya familiar —me interrumpe —aquel objeto muy valioso para mí, que me dio tu padre y tu hermano decidió cedértelo.
—Ajan...
—Se lo has dado a Ainice y hasta hoy tienes el valor de decirlo...
—Espero ese sea el peor de los escenarios que te has imaginado mamá... Pero lo cierto es que lo perdí —lo siguiente es la descripción de cómo fue ese día.
No tuve tiempo ese día de decirle lo sucedido con Ainice, a Isabella si tuve la oportunidad de narrar los detalles, pero ella era bastante discreta en esos temas. Lo que nunca imaginé es que se tomará tan bien mi estupidez, pues al terminar de hablar mamá empezó a reír sin control.
—¿Estás bien? Te acabo de decir que perdí tu anillo y te ríes...
—Cielo, es que... Yo también debo confesar algo. —se aclara la garganta varias veces y puedo sentir que está aguantando las ganas de volver a reír —yo no quería que esa buscona llevara algo tan costoso...
—Ajá... —me apresuro a decirle incentivandola a que siga hablando. —¿Mamá?
— Quizás la joya familiar fue clonada...
—Mamá... —mi exasperación va en aumento con eso que acaba de insinuar.
Ella no iba a permitir que una mujer de su calaña usara una joya tan importante. Al valor económico se le sumaba el sentimental, pues verla era recordar el día en que papá le pidió matrimonio.
—No iba a manchar el mejor regalo que me dio tu padre después de ustedes... Así que mandé a realizar una copia exacta... Una bisutería de pocos dólares lo que esa se merecía.
Tras esa explosión de mal humor cuelga la llamada molesta. Sonrió al móvil, es la primera vez lo rencorosa de Laura Doyle puede llegar a ser me salva el trasero. Tengo el mal sabor que ella no confío en mí cuando le dije que no me casaría con Ainice, pero eso puedo entenderlo.
(...)
Guido
¿Demoras?
Prioridad
Aún no son las tres treinta Guido.
Guido
Lo sé, pero necesito hacer unas llamadas y no tengo la agenda.
Prioridad
¿A quién y yo lo hago?
Guido
Volverás en media hora puedo esperar
Prioridad
No sé si en media hora, no ha llegado.
Guido
¿Te han dejado plantada? No puedo creerlo. Desconfía de alguien que no es capaz de llegar a una cita a tiempo ¡Una hora esperando!
Prioridad
Tienes razón, mejor me voy... Yo te hago esa llamada al llegar.
Sonrió al guardar el móvil en el bolsillo de mi pantalón y observado por la ventana hacia su apartamento. Desde este edificio y mi oficina puedo verla llegar. Cinco minutos después sonrió a la figura que camina hacia el Doyle-Turner con la cabeza baja y hombros caídos ¿Era una cita amorosa?
"Alguien más astuto que tú y con más cerebro puede quitártela".
—Maldita seas Slade....
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