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Capítulo 6

Un mes después...

Desde la mañana en que fui golpeada no volví a saber de papá. Era la primera vez que se iba y no enviaba un mensaje, la primera semana estuve aliviada. A partir de la segunda empecé a preocuparme.

Que lo hiciera con la investigación del robo me asustó un poco. Igual seguía dándole en beneficio de la duda, apoyo la cabeza en la ventana del auto bus mientras miro a los transeúntes. Me levanto al ver que estoy en mi parada y bajo rápidamente, he llegado temprano, el señor Guido se ha ido a Escocia y me ha dado los dos días que siguen libres.

De camino a casa, vuelvo a marcar su móvil sin éxito. La diferencia es que esta vez sí tiene tono y aunque eso solo indica eso "tiene tono", mi esperanza crece al saber que esta bien.

Saludo a varios vecinos a mi paso. Todos están acostumbrados a que papá se ausente. De pequeña solían estar pendientes a mi, ahora lo hacen a la distancia. Mi padre es muy celoso y ve en todos, posibles amantes.

La prensa aun no dice nada sobre el robo y se debe solo a que el jefe no ha querido esa mala publicidad. Detengo mis pasos en la puerta de la casa, ingreso la mano en mi bolso en búsqueda de las llaves, pero la puerta se abre antes que pueda ingresar el objeto metálico en la ranura. Observo a mi padre quien me ve sin decir nada.

Viste en traje, sin corbata, es la ropa de mi graduación, la única vez que le he visto vestir asi. Se hace a un lado y entro con una simple inclinación de cabeza, no tiene los detalles del robo, pues ese día me fui sin darlos. No se en que tónica ha vuelto y espero que acorde a como viene vestido el día de hoy.

Te llame muchas veces —le digo sintiendo el olor a cordero.

—Tenia algo que solucionar... a la cocina —ordena.

Dejo en la mesa las llaves, mi bolso, cambio los zapatos que están siempre en la entrada y le acompañó. La experiencia me dice que me va mejor si obedezco y le sigo sin protestas. Se detiene en la mesa cuidadosamente armada, dos velas, rosas. Mis pies no dan un paso más al ver todo ante mí y solo logro alzar la mirada hacia él confundida.

—Siéntate por favor —me acerco a la silla que ha retirado para mi y se ubica en la del frente. —Es muy tarde para preguntarte ¿Qué sucedió exactamente?

—Nunca es tarde, siempre lo dices —extiende la mano y le entrego el plato, empezando a buscar las palabras correctas —¿Por dónde empiezo?

Lo mas extraño es tener una conversación común con él cuando nunca ha sido posible. Aun así, el tiene toda la disposición el día de hoy de escucharme sin señalarme. En la vieja mesa de comedor, el sitio que ocupo solo en navidad y si él está sobrio. Me aclaro la garganta antes de empezar a narrar mi problema, de vez en cuando alza el rostro o sus cejas oscuras se juntan, pero me permite acabar.

—Fuiste traslada a gerencia, justo cuando encontraste ese desfalco.

—Si. Nos pidieron un inventario, siempre estoy al día por lo que solo era cuestión de llenar los últimos embarques —comento.

—Robert, insiste en que no hay tal y te pidió callar. —guardo silencio al darme cuenta que une cabos —Yo aparezco borracho (por coñac) —aclara alzando un dedo hacia mí — Tengo una idea de donde saqué esa botella ¿Qué te dijo tu jefe cuando le constantes?

—Me envió a casa con el chófer y el escolta.

—Quería saber dónde vives, con quien —aclara —come. —ordena dejando el plato frente a mi —quizás ver los lujos en los que vives o el barrio, si vio tus golpes...

Tomo los cubiertos empezando a comer sin apetito, huele bien y sabe bien. Papá mira de vez en cuando mi rostro, responde un mensaje por móvil y luego posa sus ojos verdes en mí.

—¿Cuantas veces no te dije que no te hicieras cargo a cosas de valor? —sus preguntas es más un reclamo.

—Muchas, pero no me he robado nada.

—Eso no importa, para el rico no importa —recalca —tu eres la presa más fácil, con un padre alcohólico. Te lo recalqué muchas veces Cara y no me creíste.

—A los golpes.

Me mira con reproche y Me encojo de hombros restando importancia, que llegara a casa con esa botella lo hacía culpable. Parto un trozo de cordero y lo llevo a mi boca intentando no demostrar lo bien que sabe.

¡Estoy enojada con él!

—Vendí la casa —habla luego de una pausa y alzo le miro con incredulidad.

—¿Dónde vamos a vivir? Es todo lo que tenemos papá...tu eres un borracho, yo a puertas de ser despedida.

Deja los cubiertos en el plato, limpia la comisura de sus labios con la servilleta y la acomoda en sus piernas. Sus ademanes son elegantes en la mesa, nunca le visto hacer algo impropio en ella. Es demasiado culto en ella y asegura fueron los años en el ejército.

—¿Es lo que opinas del hombre que te dio la vida? —me reta con la mirada y por primera vez puedo sostenerla sin miedo.

—Eres mi padre... —corrijo.

—¿Qué diferencia hay? ¿No es lo mismo?

—NO, no lo es —corrijo —la que fue tu esposa me dio la vida y nos abandonó...tu eres mi padre, porque no solo me diste la vida, también sentido a ella.

—Entonces... crees que tu padre es capaz de lanzarte a la calle —corrige.

—¿Qué quieres que piense? Acabas de decirme que has vendido la casa —mirando a mi alrededor entiendo la pulcritud de todo.

—¿Pensé que era lo que siempre has querido? Que me aleje de tu vida y tu madre regrese por ti...

Niego sin poder creer que él no lo entienda. Quizás de pequeña era mi sueño, tener a mi madre conmigo o que volviera por mí. Con el tiempo, entendí que ella no quería hacerlo. Vivíamos en la misma casa, estaba en algunas ocasiones sola. Era muy fácil sacarme y llevarme lejos, incluso pudo esperar un descuido de mi padre para irnos las dos... no fue asi.

—Ella tuvo oportunidad de volver por mí—hablo con él nudo creciendo en mi garganta cada vez más—siempre hemos estado juntos... Yo. —mi voz se quiebra y suelto los cubiertos para verlo a los ojos esos que me ven en silencio sin decir nada —en mis quince años ¿Lo recuerdas? —afirma sin demostrar alguna emoción y sonrió con tristeza.

—Te compré tarta y dije que pidieras un deseo....

—Pedí que no volvieras a tomar y verte reír... Nunca lo haces. A partir de ese día siempre pedía lo mismo, hasta hoy es así... te amo papá y no quiero seguir en esta lucha de no ser como ella.

—No eres como ella —me corrige y lo veo a los ojos —nunca lo fuiste...

—¿A dónde iremos? —se lleva un trozo de cordero a la boca mientras me observa detenidamente.

—Me iré un tiempo, este barrio no es muy bueno para que vivas sola. —confiesa —Te compraré con ese dinero algo más pequeño y cerca de tu trabajo, buscaremos un buen abogado. Si no estuviera contigo, no estarías en problemas, es lo mejor Cara. —hace una pausa y me ve negar —Eres la víctima perfecta, tu propio padre ha contribuido a que esto sea así... Necesito ayuda.

Sorprendida lo veo mirarme fijamente y sus labios esbozan una media sonrisa. Nunca ha aceptado tener un problema y que lo haga hoy, es una buena señal. Sigue diciendo que estará internado un largo tiempo y que su único deseo es que este bien. Deja en la mesa la tarjeta de un abogado a quien contactar cuando necesite algo.

—¿Me dirás donde estarás? —asiente sacando una segunda tarjeta que deja encima de la otra, pero que no veo —¿Puedo acompañarte? —insisto.

—Las visitas son una vez al mes, te revisan demasiado y ...

—Iré... —le interrumpo y se queda viéndome un instante antes de volver la mirada a su plato.

—Antes de irme te dejo instalada y me aseguraré no estas en problemas... Yo me encargo de limpiar tu nombre.

No sé qué lo hizo cambiar o el gusano que le ha picado. Solo tengo agradecimientos para lo que sea le ha llevado a tomar esa decisión. El resto de la comida es en silencio y hasta cordial, no deja de intercambiar mensajes con alguien y sonríe

Dos meses después...

El ambiente en la oficina sigue tenso, en cada rincón no se habla de otra cosa más que del cargamento faltante y como la bodega ha sido intervenida. Es la primera vez que me enfrento a un chisme de pasillo, conmigo como protagonista.

Es en la hora del almuerzo en que suelo ponerme al día con los detalles. La gran mayoría de ellos los sé por las chicas quienes han estado buscando información en vista que a mí nadie me ha dicho nada.

—No has sido llevaba a declarar y eso bueno —habla Eris.

—Robert no ha llegado a trabajar, tampoco está en casa. —susurra Venus, cuando las cuatro vamos a almorzar. —se dice que escapó... eso también es bueno para ti.

Yo acompañaré a Elektra a recoger unos exámenes, ambas no tenemos apetito. Aunque nuestros motivos son distintos, nos une el miedo a un futuro incierto. Me ha pedido discreción, pues aún no ha enfrentado a su hermana, quien muy seguramente la lanzará a la calle. Pues el apartamento en el que vive es de ella.

—¿Te lo dijo Slade? —pregunta Eris. —¿Preguntaste por Cara?

—Habla Venus o juro que te saco información a pellizcos —la explosiva amenaza de Elektra la hace reír y a mi mirarla en búsqueda de una respuesta positiva.

—No hay nada que te ensucie, no ha querido dar detalles. —Se excusa alzando los brazos —solo que las cámaras han demostrado has dicho la verdad. "Hay que esperar" es todo lo que dice.

Bajo los hombros derrotada acompañando a Elektra en el sentido contrario de Venus y Eris. Las chicas no hacen comentarios y me imagino saben el problema en el que está metida. Lleva saliendo con alguien y a ambos les tomó por sorpresa el embarazo pues se cuidaban.

—Se pondrá feliz con la noticia —habla.

No hay brillo en sus ojos, salvo miedo a que le corroboren esta en embarazo. Por un momento imagino soy yo quien está en una situación asi, Elektra tiene una hermana, aunque no cuente mucho con ella. Es hasta donde dice, bastante egoísta y le cobra más de la mitad del arriendo.

—¿Le dirás a tu hermana?

—Si. Aunque se lo que va a decir.

No le he preguntado quien es el padre del niño, ella necesita tiempo para decirlo. Pienso que no tiene idea quien es, Elektra suele ir a discotecas y tener una vida sexual activa. Muy seguramente ese niño es producto de una de ellas. Entramos al laboratorio con ella cada vez más tensa por cada paso que da.

—Espérame aquí —me pide avanzando hacia un cubículo.

Apoyo mi cuerpo en una pared y espero que venga. Diez minutos después sale arrastrando los pies con un papel que aprieta en sus manos y llorando.

—¿Qué voy a hacer Cara? —me abraza y mi rostro queda en su cuello.

Elektra tiene 32 años, vive la vida a plenitud y busca de forma constante el amor de su vida. Salimos en silencio y veo el positivo en letras grandes, un niño debería ser siempre motivo de alegrías, nunca de llantos.

—No puedes ir a la oficina en ese estado— le pido —para todo hay solución.

Llorando me dice que no para eso, porque no abortara a su niño. No tiene idea de lo que hará, pero no será una solución. No es la primera madre soltera y tampoco la última. Detengo mis pasos y la obligo hacerlo, le señalo el segundo piso del viejo edificio del frente. Aquel que tiene una maceta en cuyo interior hay una campanilla amarilla.

—¿Vives allí? —sonrió con orgullo a diez minutos si vas a pasos lentos de la oficina.

—Está en el segundo piso, vivo sola. Tiene dos habitaciones disponibles, una para ti y otra para el bebé —me mira un instante y empieza a llorar.

—¿Cómo lo sabes?

Conozco la tristeza, he convivido con ella todos estos años. Me abraza dándome las gracias una y otra vez, continuamos el viaje a la oficina esta vez hay una sonrisa en sus labios Mi padre se aseguró el apartamento quedara cerca de la oficina, era un edificio viejo, pero todo era limpio.

—¿Tu padre?

—Me ayudarás con la renta y ese dinero le sirve para comprar lo que necesite —le digo —el domingo debo ir a verlo y le diré... pero no pondrá problemas

—¿Tienes problema en que me mude hoy mismo? —niego y sonríe —puedo hablar con tu padre... ¿Crees que pueda acompañarte?

Mi padre ha cambiado mucho en estos dos meses, no voy a decir que es amoroso. Lo que, si puedo decir es más accesible y no niego al decir que le preocupa viva sola.


—Será divertido tener compañía .... —me encojo de hombros y su sonrisa aumenta. —pediré un permiso extra y lleva biscochos... los ama...

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