Capítulo 29
Narrador
Desde el balcón de su habitación, Gino no pierde de vista a la chica sentada en el jardín. Charla animada con alguien por teléfono, alza los brazos y ríe en todas las direcciones. Lleva mas de una hora viéndola desde el balcón de su habitación, hablando con quien imagina es su padre.
Padre e hija les sirvió estar lejos y sanar sus heridas marcando una sana distancia. Su gran parecido con la esposa de su padre le ha trastornado. Mientras sus hermanos están felices por su parecido y lo ven como un mensaje, él no deja de pensar que es el karma.
Han sido muchos los años que se ha lamentado por su actuar cuando tan sólo era un adolescente. Ese fatídico día en que, llevado por el rencor le contó a su madre todo cuando sabía de la amante de su papá. Tras ser interrogado del porque Gael, lloraba tanto a Belliz y quien era.
—Lanzarte de la terraza no va a solucionar los problemas, espero lo sepas.
Sonríe al escuchar la voz de su hijo y siente sus brazos en su espalda mientras le abraza dejando apoyando su cabeza en sus hombros. Alza sus manos y acaricia su cabellera, tal cual lo hacia de niño.
—Pensé que te habías ido.
—Quise despedirme de mi héroe —le responde y siente su corazón hincharse de emoción, tal cual lo hizo la primera vez que lo tuvo en brazos.
—Tu eres el mío —confiesa y le ve sonreír como respuesta.
Estos años se han unido un poco más y los conflictos que están afrontando han creado un vínculo fuerte. Le suelta dejando un beso en su mejilla y se instala a su lado, notando a quien está viendo.
—El tío Gael esta emocionado a tal punto que la tía Gina viene esta tarde —comenta—el tío Guido ha pedido prudencia y es la única razón por la que Gerald y compañía no se han acercado a ella.
—Su parecido es increíble—habla un poco mas para si mismo.
—Se parece a Deidre, deberías verla...
—Es alta y de porte beligerante —le interrumpe apoyando sus manos en el muro de la terraza. —Belliz tenía una mirada serena, voz angelical, divertida, una sonrisa siempre en sus labios. Amaba a los niños, era menuda, ágil. Es como estarla viéndola cuando estaba embarazada.
Su Gino se cruza de brazos y le da la espalda al jardín, apoyando una pierna encima de la otra. Imagina son los años los que hacen revivir tus fallas, aunque él no ve como una lo hecho por su padre. No conoció a su abuela, pero ha escuchado tanto sobre ella que cree ya conocerla.
—Dudo mucho que tu silencio hiciera la diferencia.
—La culpa no escucha razones, yo actué en mala fe. —recuerda aquella época como si fuera ayer cuando fue hace más de siete décadas. —recibía golpes y azotes, incluso en una ocasión me lanzó por las escaleras fracturándome un brazo. Quería quedarme con ella, me dijo que no era posible, yo debía cuidar de mis hermanos. En ese tiempo no lo entendí, fue muchos años después.
Cuando conoció a Gina y vio todo lo que habían sufrido madre e hija, tras la desaparición de su esposo. El abuelo Ganzel, les pidió buscarla junto con la verdad de la muerte de su padre. Sabia que Gael era hijo de Belliz y su padre, por ello le dio todo cuando poseía y le encomendó la misión de buscar a su hermana.
—De pedírmelo a mí, no se si me hubiera apasionado tanto. —se confiesa y baja el rostro —Lessie sabía tocar cierta fibra de mi y hacerse parecer un imbécil. Por muchos años he soñado con ella, le intento pedir disculpas, pero mi voz nunca sale.
—¿Qué le dirías al tenerla frente a ti?
—Le pediría perdón...
Estimuló la hoguera que meses después ocasionaría ella perdiera al bebé, su hermano. Hizo a Lessie una víctima ante los ojos de su abuelo Ganzel, producto de ello a su padre le fue retirado el apellido.
Gino escucha esa confesión en silencio, conociendo solo desea desahogarse, el parecido de Cara con Belliz Walsh le hizo revolver sus demonios. Es absurdo el sentimiento de culpa, su padre conoció el nivel de maldad de Lessie.
Cuando su padre acaba su relato asiente sin decir nada por unos segundos. Por unos instantes sus ojos se posan en la alfombra de la habitación.
—Cuando tengas esos ataques de remordimientos y pánico —empieza —piensa que el abuelo vivió después de eso... ¿Catorce o quince años? —le pregunta —Feliz, al lado de la mujer que amaba, con la vida que siempre quiso vivir. —pregunta y su padre sonríe al notar a donde se dirige su hijo —seamos honestos en dos cosas...
La primera, de haber vivido con su abuela su vida sería un infierno y acabaría pegándose un tiro, si es que la desdichada no se lo daba a él. Segundo, Gino I, vivió la vida que todo Custodio quiso vivir y se atreve a decir, fue el único que logró ser feliz a la fecha.
—El pasado no puede torturarte, no fuiste un mal hombre. Solo tuviste la mala fortuna de tener una mala madre. Ni el abuelo, ni Belliz te señalarían de nada si tuvieras la oportunidad de tenerlos en frente.
Al verle decir todo aquello y calmar su agonía de una manera que nadie al día de hoy ha podido, no puede más que sentirse orgulloso de su hijo.
—Me atrevo a decir que de tener la oportunidad de volver a vivir y conociendo el resultado. El abuelo, escogería el mismo destino ¿Por qué?
—Porque nosotros haríamos lo mismo... —concluye por él y ambos sonríen.
—¡Exacto! "Una vez con Blanca nieves, es preferible a siete veces con los enanos"—al notar el rostro de espanto de su padre sonríe dejando un beso en su mejilla mientras se aleja.
—Empezaba a creer que al fin podíamos hablar sin discutir.
En respuesta sonríe en mitad de la habitación. Odiaba ver a su padre triste y la única manera de sacarle de esa depresión era hacerlo enojar.
—No me juzgues, soy el resultado de la crianza de tres hombres. La educación tuya, influencia del tío Guido y los consejos del tío Gael... Además, eres con el único que puedo tener una discusión inteligente.
—Solo porque no puedes golpearme y te toca debatir como los caballeros —ambos sonríen mientras se despiden
—Te quiero... —esa confesión de amor hace que su padre le vea preocupado, su hijo no es muy dado a ese tipo de demostraciones de afecto.
—Y yo a ti ¿Te sientes bien?
—Como nunca me he sentido...
Sale de la habitación de su padre y a pasos rápidos baja las escaleras en búsqueda de Cara. No tenía idea de cómo logró Guido ubicar a su suegro, pero sin duda fue acertada. Cara había cambiado para bien en estos últimos quince días. Hoy se sentía vencedor, su tío Claid le pidió ir a verle asegurando tenía buenas noticias. Guido y Gerald estaban en los juzgados, el día de hoy, le darán la noticia si el caso procede no.
—¿Te vas? —interroga su madre al verle cruzar el primer salón.
—Tengo una reunión con el tío Claid y debo llevarme a Cara se encontrará con Guido. Le mostrara la destilería y el museo. —se acerca a ella y le alza en brazos ocasionando que su madre sonría. —te amo mucho Veruzka, eres el motor de mi existencia.
—¿Qué te traes? —no hay comentarios sólo se queda viéndola un instante antes de dejar un beso en su frente.
—Nunca es tarde para decir Te amo... —sin decir nada mas la deja en el suelo acaricia su rostro y la rodea.
Su madre lo ve salir un tanto sorprendida, un poco feliz por ver tanta alegría en él. Lo observa detenerse en mitad del jardín y sonríe mirando a un costado del mismo. En ese sitio le encuentra su esposo y ambos se quedan viendo la alegría desbordada que hoy tiene su primogénito.
Alza su rostro al balcón y a quien imaginan es su esposa le sonríe lanzando besos. Gian y Girón corren hacia él para despedirse. La opresión que sienten sus padres al verle allí en ese cuadro no se justifica.
—No me siento bien —confiesa Veruzka al verle dejar a sus hijos en el suelo y su esposo le abraza.
Solo irá con Claid, de allí a la destilería. Se encontrará en este sitio con Guido, quien suele ser prevenido en todo. Cuenta con la mejor seguridad y hasta el día de hoy no ha tenido un solo problema por ser quien es.
—No hay nada que temer, solo esta feliz.
Guido
—No es posible que haga esto... —Deidre golpea con el puño cerrado el escritorio, tras escuchar la decisión del juez. —Buscaré otro psicólogo, uno que este más capacitado...
—Hay una larga lista a escoger señora, asegúrese el que busque esté en ella —habla el juez en calma.
—Cualquier juez llegara a la misma conclusión. Cara Murphy, es capaz de educar a sus hijos, cuenta con valores para ello —como era de esperarse mi primo no pudo soportar quedarse callado y el juez asiente.
—En caso de que no sea asi —golpea con fuerza el mazo en el escritorio al notar que no cesa de hablar impidiéndole seguir —... Los niños tienen un padre y este a su vez padres, hermanos, primos...
—Soy su abuela. Ella ni siquiera le han permitido verme.
—Es una lástima que solo ahora se dé cuenta que tiene una hija —no puedo evitar decirle.
Su rostro detona odio y enojo, sus labios delgados se pierden al apretarse. Su comportamiento solo logra divertirme ¿Cómo pudo pensar que su querella transcendería?
El juez llegó a la conclusión, tras leer ante todos los presentes el estudio del psicólogo, que no conocía a su hija. De otra manera, no se justifica que pretendiera tanto desatino.
—La señora Cara Murphy, ha pedido a este juzgado que no desea verla o tener contacto con usted... —habla el juez visiblemente molesto.
—También inició un proceso en Irlanda para retirar el Fleming de sus documentos. —Gerald le lanza la mejor de la sonrisa y ella parece que le saldrá humo de sus oídos.
—Este recinto dejará sentado, para procesos futuros que hay motivos distintos a los que usted ha planteado. Las leyes de este país no están para cumplir caprichos o venganzas señora...
Lo siguiente no lo escucho, no porque no tenga interés, es porque no dejo de ver el rostro de la mujer.
—Va explotar.
—Parece una tetera —susurra Gerald y ambos reímos.
El juez se levanta dando por terminado la reunión. Estrecho las manos de mi primo como agradecimiento, pues gracias a su labor hoy puedo respirar aliviado. Recibo su abrazo y golpes en la espalada viendo como la dama abandona la sala, mientras habla con alguien por móvil.
No encontraron bases legales para seguir. Cara podrá al fin dormir tranquila y su padre igual. La alegría de recuperar a su padre por completo estaba empañada por esto, ya no tenia motivos para estar asustada.
—No sé cómo agradecerte... —digo con su mano sostenida aun y recibiendo de su parte una mirada seria.
—Demostrándome que no estoy equivocado al defenderte—me responde golpeando nuestras manos estrechadas —recuerda es prima de Gadien, de Gael y mía...
—Lo tengo presente. ¿Vas a casa? —niega mirando el reloj.
—Debo visitar al fiscal que lleva el caso de la destilería ¿Y tú? —nos detenemos en la puerta del recinto y lo pienso un poco más
Estoy a pocas cuadras de la oficina de Claid, por lo que decido ir hasta allá. Ellos deberían está en ese sitio, Duncan tiene información importante sobre el proceso del Doyle-Turner.
—Iré por Cara... Le daré la noticia en persona.
—En ese caso, nos vemos esta tarde... Recuerda que la tía llega al medio día —afirmo mientras nos despedimos, tomando ambos caminos distintos.
Al llegar a la salida me encuentro que llueve. Contemplo el agua caer sobre transeúntes y coches. No me muevo de la puerta del edificio y miro a mi alrededor. El ambiente ha cambiado, los días lluviosos suelen tener ese toque triste y melancólico. Sin embargo, el día de hoy no tengo motivos para verlo asi,
Sacudo mis pensamientos oscuros y miro el sitio en donde he dejado el auto. En zona destapada haciendo imposible no mojarme al llegar a él. Al correr en dirección al vehículo, no dejó de pensar que no lograron lo que se quería. Julius Murphy, no saldrá del sitio en el que se encuentra. Gino y yo hemos prometido cuidar de su hija y nietos.
Confesar que su hija estaba embarazada de gemelos y yo era el padre no fue fácil. El hombre no me conocía, sin mencionar era consciente de todo cuando cuidaba a su hija para que algo asi no sucediera.
En un inicio se notó que la noticia le molestó, más cuando preguntó si estábamos casados. Cambió de opinión al yo mencionar estaba dispuesto a casarme con su hija, solo esperaba el momento que ella me aceptara. Algo que fue corroborado por Cara, fue enfática en decirle a su padre, que no estaba preparada para casarse y no lo haría por la premura de callar chismes.
La lluvia no cesa al avanzar y el parabrisas sólo logra hacer medio trabajo. Las calles se pierden a lo lejos, la cubre un manto blanco, ante el miedo de un accidente reduzco la velocidad. Sin dejar de respirar aliviado, pues al sitio al que voy esta solo a pocos kilómetros.
En efecto, cinco kilómetros más adelante, el auto se adentra al sótano del edificio. La sorpresa es que la lluvia ha quedado varios metros detrás y no sólo a mí me llama la atención.
Varios autos a mi alrededor se han detenido observando el extraño suceso. La naturaleza ha creado una línea imaginaria, mientras del lado que he dejado atrás llueve a cántaros, de este lado el sol empieza a salir. Salgo a la calle para observar tamaña muestra de belleza natural y escucho a alguien llamarme.
—¡Guido! —el grito de Cara me hace buscarla a mi alrededor.
A varios autos delante, justo frente al edificio en donde Claid labora la veo. Está al lado de Gino quien le sostiene impidiéndole acercarse. Lo que sigue ocurre cuando entro el auto, lo parqueo en la zona de visitantes y camino hacia ellos. Puedo verlos a ambos hablar y a ella reír por algo que le dice.
Mi sonrisa se esfuma al ver el acto violento de su parte, la toma por el brazo ocultándola detrás de sí. Apresuro el paso y todo sucede frente a mis narices. El sonido de proyectiles me hace bajar la cabeza y correr en dirección a ellos.
Pero demasiado tarde.
Varios hombres repelen el ataque, entre los que se encuentran Claid Duncan. Yo solo tengo ojos para la pareja que ha caído al suelo con su pecho teñido de rojo. Es la peor de mis pesadillas, mi corazón bombea más rápido de lo normal y mi voz sale casi irreal al llamarles a ambos.
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