Capítulo 28
Escucho el trote, las risas y los comentarios de los chicos, segundos después la puerta se abre de manera violencia golpeando la pared. Los dos chicos encojen sus hombros y sus ojos van de la puerta a mí, mi sonrisa relaja sus facciones y se acercan a mí a pasos rápidos.
—Ya nos vamos. —comenta Gregory.
—¿Vienes con nosotros? El abuelo y la abuela dicen que hay espacio de sobra...
—Él abuelo Jason me dijo lo mismo... El tío Gregory igual.
Hablan acercándose a mí, sin ocultar la felicidad que les da volver a ver a sus abuelos. Sus pequeños brazos intentan rodean mi cintura y veo a cada uno con el rostro apoyado en mi vientre. Gregory y Giacomo tienen su mejor atuendo el día de hoy.
En vista que las circunstancias no mejoran, la prensa asecha y no han logrado encontrar a los culpables. Las familias de Isabella y Maissa (sus padres mas que cualquiera), les han pedido volver a América y Estambul. Ambos hombres han asegurado protección no solo a los niños e hijas también a sus esposos.
Madre e hijo serán recogidos por el jet privado de cada familia. No obstante, y pese a que la invitación los menciona a ellos, Gianni y Gadien decidieron quedarse en Escocia y acompañar al custodio y a Guido.
No puedo decir que el padre de mis hijos ha cambiado de comportamiento. Siendo él, estaría igual de preocupado y me sentiría terrible. Ninguno le ha señalado de lo ocurrido, tal como dijo su madre no hace falta, su consciencia estaba haciendo un buen trabajo con ello.
Acaricio las mejillas de ambos, mientras busco una manera de explicarle las cosas. Crecí creyendo que tener papá y mamá era un lujo. Un hogar, abuelos y familia, eran para los más favorecidos, casi que ganarse la lotería. Ambos me ven en espera de respuestas y niego conteniendo las lágrimas.
—No puedo ir, porque necesito estar aquí y hablar con el doctor, luego con el Juez—explico. —por lo de mis bebés ¿Lo recuerdan?
Asienten y se ven entre si algo preocupados. Sus padres no suelen ocultarle nada de lo que ocurre a su alrededor. Para ellos es mejor que lo sepan todo en casa y no por los compañeros de escuela o medios.
—Te los quieren quitar, pero no se puede —comenta Giacomo —El abuelo me dijo que no y están en tu panza.
Adquiere un gesto de contrariedad mientras ve mi barriga, es imposible a su hijo e inocente cabeza que me quiten a mis hijos estando en mi vientre.
—El tío no los dejará—su seguridad es admirable.
Me gustaría tener su misma confianza. Con ambos a lado y lado, tomados de las manos bajamos para despedirlos. No dejo de pensar que su riqueza está lejos de ser sus abultadas cuentas.
Tienen un hogar formado, papás que lo aman, abuelos, primos, nietos, pero sobre todas las cosas son amados por cada uno de ellos. Daría la mitad de mis días para tener la tercera parte de esa felicidad.
A mitad de las escaleras la imagen de Isabella cruzando el salón principal a pasos rápidos me detiene. Últimamente y dado la crítica situación, cualquier cosa suele alterarme. La preocupación que se refleja sus ojos, su rostro se suaviza y los hombros se caen al vernos en las escaleras.
El alivio da paso a la colera, pues apoya ambas manos en sus caderas y mira a su hijo.
—Te advertí no despertarla. —le reprende y este sonríe antes de responder.
—¡Pero no la desperté! —se defiende con vehemencia.
La experiencia con papá me hace mantenerme callada. Julius odiaba que otra persona le dijera que hacer delante mía, solía pensar que perdía autoridad. Dado que es un conflicto entre madre e hijo y que de ella es su crianza decido guardar silencio.
Esperaré estar sola con ella o en una oportunidad, para decirles que no fueron un problema. Nunca lo serian, amo su compañía, sus travesuras y como tienen una respuesta bastante sencilla a cualquier situación. El mundo debería verse bajo la perspectiva de un niño, todo seria mejor sin dudas.
—¡No me respondas de esa manera! —le señala molesta y el pequeño infla sus cachetes.
—Nos queríamos despedir, lo siento tía fue mi culpa.
La suave voz infantil de Giacomo debería ser suficiente para calmar el demonio que lleva Isabella, quien parece no estar contenta con la manera que su hijo le responde.
—Lo siento. —dice al fin bajando su rostro. —pero no la despertamos. —asiento mirando a la mujer y mira a su hijo.
—Aun así, el tío Jason te ha advertido sobre decirme donde estas —asiente con la vista fija en el suelo y su madre sonríe —No nos iremos todavía ¿Lo recuerdas? Quedamos en que esperaríamos que visite al psicólogo...
—Cara. —la voz de Guido detrás de mí me hace girar. —tienes una llamada —me dice estirando el móvil en mi dirección.
Avanzo hacia él, la única persona que me llama es Venus. He apagado el móvil, por el acoso de diversos periodistas. No tengo idea de cómo lo lograron, pero han obtenido mi numero y no dejaban de insistir por una primicia sobre mi barriga, mi compromiso, fotos, etc.
—¿Hola? —saludo en un hilo de voz.
—Cara... llamaba para desearte buena suerte—se escucha la voz del otro lado y es Slade.
—Tengo miedo... no se que me aterra mas que me declaren incompetente para cuidar de mi bebé, que Guido le acusen de abusador o vivir con esa mujer.
Hablo alzando mi rostro en su dirección. Le estoy confesando, a ambos mis temores, su reacción me hace cerrar los ojos y pegarme aun mas a él. Pasa una mano por mi cintura o donde alguna vez estuvo y me atrae hacia él. Muy a pesar de todos sus problemas, debo admitir que siempre saca tiempo para los tres. Apoyo mi cabeza en su cuerpo y deja un beso en mi frente antes de hablar.
—No tienes nada que temer, no necesitaras mentirle a nadie —me calma Slade—simplemente di la verdad, de lo demás se encargara Guido.
—¿Cuándo vienes?
—Pronto. ¿Cómo se siente tener ahora familia?
—Igual...
Me alegra saber que mis hijos no repetirán mi historia y que, al igual que los niños contarán con una familia que los ama. Pero, yo sigo pensando en mí como alguien sin hogar. Ellos son primos lejanos, a quien no tienen porque querer o estimar.
—Ya te acostumbraras...
Deseándome muchos éxitos cuelga la llamada y entro al vehículo con Guido a mi lado. Agradezco que guarde silencio y que simplemente me abrace. Cierro los ojos en lo que dura el viaje dando una plegaria silenciosa sin poder evitar las lágrimas.
Si es verdad que existe un ser superior, creo que es un buen momento para hacerse notar y demostrar su poder. Se que papá no fue un buen ser humano y que no tiene justificación su actuar conmigo. Conocer el detalle de lo hecho por Deidre en contra suya, me hizo entenderlo un poco.
Un niño con padre militar y madre sumisa, que solo recibió golpes, al que desecharon en una escuela militar porque en casa estorbaba. Una mujer ambiciosa que nota rápidamente el hogar disfuncional. Deidre entró a la escuela de mi padre como profesora sustituta.
—¿Crees que el abuelo pudo ayudar a papá?
Inspira fuerte y la mano que rodea mis hombros va a mi brazo que acaricia suavemente proporcionándome calor. Apoyo mi cabeza en su pecho mientras espero que responda.
—Pienso que su actitud no ayudó. Fueron sus fallas las que llevaron a tu padre a buscar cariño y a Deidre en aprovecharse de ello...
—Si, tienes razón.
Ello no justifica sus actos, pero me hacen dar una idea de lo que pasaba por su mente.
—La decisión de seguir el mismo patrón de maltrato fue de Julius.
—Tal cual hoy día nos corresponde a los dos, decidir lo mismo con nuestros hijos.
Una mirada a la mano que acaricia mi brazo me hace ver el anillo que le obsequié en Paris. Lo llevaba en el dedo índice, pues fue en el único lugar en que le quedó. No se lo quita en ningún momento, pese a que no es algo valioso, es solo una baratija.
—Es mi anillo de compromiso —le escucho decir y alzo el rostro encontrándome con sus ojos risueños. —no me interesa que no lleves el tuyo... es suficiente con que traiga el mío.
Es justo que mis hijos nazcan en un hogar establecido, tienen derecho a crecer con su padre y yo...a ser feliz.
—No necesito de un título o anillo para amarte...
—Ni yo—responde serio tomando entre sus manos mi dedo anular —pero es mi manera de decirte que los amaré hasta el final de mis días, que no me iré de tu vida ni siquiera si tú lo quieres.
No hace mas comentarios. Se aleja de mi y saca algo debajo del cuello de la camisa. Una cadena plateada con el anillo de compromiso pendiendo de ella. Tras retirarla de su cuello me hace girar y la instala en el mío.
—Úsalo cuando te sientas segura de mis sentimientos... —afirmo sin hacer comentarios y sonríe tomando mi rostro entre sus manos —prometo que, sin importar los retos que pudieran separarnos... siempre encontraré un camino para que llegues a mí.
Frunzo las cejas y aprieto mis labios ¿Qué le hace pensar que soy yo y no él quien se aleje? Es un interrogante que no puedo formularle, ya que el auto se detiene.
—Llegamos señor.
El nudo que empezaba a formarse en mi estomago sube hasta mi garganta y allí se ubica. Introduzco la cadena por debajo de mi blusa mientras Guido abre la puerta.
—Esa mujer no es una rival como tal. No pudo ser una madre hace casi 25 años y no lo será ahora. Ningún psicólogo podrá decir que eres incompetente, cuando has logrado tanto tu sola. ¡Confía en ti!
Toma mis manos que entrelaza con las suyas y las quedo viendo un instante antes de salir. No estoy sola, parece decir su agarre fuerte y su mirada.
—Cuando quieras...
—¡Ya! —hablo decidida y sus ojos se iluminan al escucharme.
(...)
Bastante mayor de cabello marrón, nariz aguileña y ojos negros, su estatura es quizás la de mi padre. El hombre quien tiene mi vida y la de mis hijos en sus manos, me observa sin ningún tipo de emoción.
Su oficina tiene un juego de muebles a un costado derecho, del izquierdo un mueble reclinable y una silla con cojinería en cuero. Al entrar a ella noté la diferencia entre ambos sitios, estar en uno u otro hacia la diferencia entre ser sano o no.
Yo me negué a usar ese asiento y él no pareció molestarme cuando fui directo a uno de los sillones de su distinguido juego de muebles. Ocupó uno justo frente a mí y se cruzó de piernas, tras hacer las presentaciones pertinentes. Con un bolígrafo en sus manos y una libreta apoyada en sus rodillas me hace la entrevista desde hace media hora.
—¿Esta cómoda?
Observo el sitio en donde estoy. Con las piernas estiradas y cruzadas, manos en mi regazo. Me ha dado la confianza para relajarme, aunque no entiendo como va a deducir mi estado mental en base a las preguntas triviales.
—Si. —respondo al fin.
—¿Quieres hablar del pasado?
—Nadie debería vivir en el pasado. Fue doloroso, sufrí mucho, fueron días difíciles. Pero, ya pasó.
—¿Qué es lo más difícil de esa época?
—El amor de mi padre por el alcohol.
—¿Quiénes es Cara Murphy?
—Una mujer, que nada le ha sido fácil, que nunca se rendió y a la que hasta hace un par de meses, su único deseo era que su padre saliera del vicio del alcohol—finalizo y afirma con rostro serio escribiendo algo en esa libreta. —hoy día es una madre que anhela que la dejen vivir en paz.
—Esperaba escuchar que tu deseo era no ser golpeada...
—No sabía que debía responder lo que usted quería. Creo que entendí mal, creí que esto esta sección era para demostrar que no estoy loca. —le interrumpo y sonríe por primera vez.
—Nadie dijo que estaba loca.
—Deidre lo cree, para ella permanecer al lado de quien amas y velar por que sea alguien mejor es estar loco.
—¿Hablas de tu padre?
—¿Acaso no es por él todo esto?
—¿Siempre respondes con una pregunta?
—¿Tiene eso algo de malo? Si es así, me disculpo.
—¿Qué opinas de tu madre?
—No suelo dar una opinión de quien no conozco y no planeo conocer.
—¿Es tu manera de dar tu opinión de todo esto?
—No. Es la respuesta a su pregunta. —alzo la ceja divertida —me acaba de acusar de responder con otra pregunta siempre.
Cierra la libreta y cruza el bolígrafo en los aros metálicos de ella. Cuando apoya sus manos encima de la misma, todo él esta fija en mí.
—La sección a acabado... lo que voy a preguntarte no tiene nada que ver con mi juicio —comenta y afirmo —¿Por qué crees que tu madre te quiere a tu lado?
—¿Sinceramente? —afirma e inspiro fuerte —me vendió a los dos meses de edad a mi padre, aparece ahora que mi foto esta en todos lados y que mis hijos son Doyle... el chiste se cuenta solo.
Sonríe cuando se levanta y estira su mano en mi dirección para ayudarme a levantar. La reunión a acabado, ya me advirtió al empezar que una sola es imposible para que de una respuesta adecuada. Mis nervios no me permitirán dormir, si no se como me fue.
—¿Cuándo debo volver? —le pregunto al avanzar a la puerta.
—La siguiente es con su pareja. —empieza a decir —lo demás lo decide un juez.
Apoya la mano en el picaporte de la puerta y me suelto en espera que la abra. No deja de ver el objeto de madera por algunos segundos, cuando empieza a preocuparme su comportamiento gira su rostro hacia mí.
—Hay dos tipos de adultos con una niñez de maltratos, los que repiten las conductas como una herencia maldita... y los que trabajan para limpiar ese mal —su rostro se ha relajado al decir aquello. —es importante saber de que lado de la balanza no quieres estar.
En ese silencio e intercambio de miradas, sin decirnos nada y solo sonreír, entiendo que al igual que yo es un sobreviviente.
—Hasta la próxima, doctor...
—Muchos éxitos señora Doyle y felicidades, es usted una mujer valiente.
Camino en dirección a Guido quien me espera con rostro nervioso, no puedo evitar sonreír. La sonrisa en los labios es suficiente para él, que solo me abraza en silencio por largos minutos.
—Tengo alguien que desea hablarte, no quiso hacerlo antes de entrar para que no desviar tu opinión —deja el móvil en mi oído sin decir algo más, esperaba escuchar cualquier voz, menos la suya.
—¿Cara?
—Papá ...no vengas...
Mi voz es casi inaudible y si pienso que la sorpresa de escucharle es suficiente lo siguiente que dice hace que el nudo en mi garganta se vaya a mis ojos en forma de lágrimas.
—Te amo cariño... perdón por todo el daño que te hice, por hacerte culpable de mi desgracia, cuando solo fuiste una víctima.
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