Capítulo 25
Cara
"Te espero en el comedor, recuerda tenemos nuestra primera cita de control de maternidad a las diez. Los amo "
Acompaña la nota una rosa que llevo a mi nariz e inspiro su aroma. Hago lo mismo con la nota descubriendo que conserva rastros del perfume de su dueño y sonrío. No había tenido un detalle de estos conmigo y que lo hiciera hoy me hacía dar ilusiones.
Me incorporo en la cama, viendo uno de mis vestidos en una silla, y los zapatos a los pies. Retiro la cobija de mi cuerpo y avanzo al cuarto de baño, allí me detengo de manera brusca. La tina está lista, varias velas de incienso están encendidas y pétalos de rosa en el suelo.
Una versión mejorada de Julius Murphy, luego de darme una paliza. Papá hacia el desayuno (era buen cocinero), preparaba lo que solía gustarme ello dependiendo de la edad que tuviera y empezaba a darme los porque de mi paliza.
Pienso que no tenia otra manera de enseñar salvo esa. No puedo decir si era mal o buena hija, pero casi todas sus enseñanzas dejaron huellas en mi (literal).
No usar ropa ajustada o trajes cortos, no entrar a lugares sin autorización de los dueños, no robar, no hablar con extraños, no mentir, no besar o dejarme de tocar en zonas indebidas, etc. Fueron tantas que no me alcanzaría a describirlas en un día.
Guido en este instante me lo recuerda y no puedo evitar sentirme fatal por no saber en donde esta. ¿Se acordará de mí o solo fui un paquete molesto del que se deshizo? Regreso al decorado del sitio y sacudo mi cabeza.
El sentido común me pide no hacerme ilusiones. Ver el golpe en la pared y como quedó luego de enterarse de lo que esa mujer había dicho, debería ser suficiente para mí. Estaba destrozado ante los descubrimientos que a quien amaba le hizo tanto daño, solo quien ama en verdad sufre y hace lo que él hizo.
La noche anterior lo esperé por largas horas frente a la puerta, la ver la demora subí a mi habitación y me quedé dormida, al despertar me encontré con la sorpresa que seguía sola. No lo pensé dos veces, no había logrado hablar con él luego de la llegada de todos y quise hacerlo. Salí en su búsqueda y como hacía frío afuera me cubrí con una cobija.
Su tío me dijo donde lo dejaron la última vez y hacia allá fui. He recibido a lo largo de mis casi 25 años muchas decepciones y golpes, ninguna de ella causó en mi interior tanto dolor como ver el estado de esa pared y la marca de sangre.
Me asusté, su mamá me había alertado de lo que podría suceder y fue lo primero que recordé. Lo demás fue un conjunto de situaciones bastante afortunadas. Me topé con Maissa, ella me presentó a su esposo y hermano de Guido. Al no poder disimular mi miedo les referí lo que sabía y ellos me ayudaron en su búsqueda.
Lo vi en el suelo dormido con la mano herida apoyada en su vientre, rastros de sangre en su camisa azul y manos destrozadas. La experiencia que tenía con mi padre, me permitió manejar la situación, pese a lo doloroso que era.
Hice aquello que solía hacer con él cuando era pequeña...
Quedarme dormida a su lado, era el único momento en que podía sentirme amada.
No. No puedo hacerme ilusiones por lo que ha hecho esta mañana, es su manera de expiar sus culpas pues es consciente no puede amarme. Pensar que puede existir otra cosa solo lograra dañarme y ya no soy yo sola. Apoyo la mano en mi vientre y sollozo. Ya tengo por quien luchar, una personita que depende de mí.
—Eres mi verdadero amor, al único que merece decir Te amo, sin importar que no puedas decirme ¡Yo también!
Retiro mi ropa dejándola en un costado e ingreso a la tina con la mirada fija en el antiguo reloj que tengo enfrente. De esa manera vigilo el tiempo que me queda y disfruto del baño de espumas. Es de las pocas cosas que me agradan de la vida de lujos, las demás no tienen valor sentimental si no eres medianamente querida.
Anoche y mientras adormilaba a su lado viendo como había quedado tras saber la verdad de su ex lo supe. No cuento con las armas, medios o atributos para pelear, no merecía la pena desgastarme y no quería estar al lado de alguien que no me amara.
Una hora después, mejorada y habiéndome inyectado una fuerte dosis de autoestima, cubierto mi corazón y cuerpo en una armadura fuerte bajé en búsqueda del padre de mi hijo. Era una buena manera de llamarlo en adelante, pienso al bajar por las escaleras.
El padre de mi hijo...
—Lo dejé caer de pequeño, debí decirlo a tiempo. —escucho la voz de su padre. —pero Laura me mataría si lo dijera.
—Ello explica muchas cosas. Aunque yo me inclino más a lo bipolar —se escucha la voz de su hermano.
Las risas que siguen son bastante profundas y las bromas hacen como protagonistas a Guido. El sitio es demasiado inmenso y las voces hacen eco aquí y allá, me es difícil encontrar el lugar donde se origina. Bajo las escaleras lentamente agudizando el oído y dispuesta a ir en sentido contrario una vez sepa dónde están los hombres de la casa.
—De bipolar nada. Son dos idiotas en uno —está vez no logro distinguir al dueño de esa voz —¿Por qué aún no la conozco?
—Será porque les teme a tus bromas Gadien...
Más risas y encuentro el sitio exacto de las voces al llegar al primer piso. Puedo verlos desde donde estoy a todos reunidos en el salón, el grupo de hombres con los niños en sus piernas. Pongo ambos pies en el suelo, apoyo mis manos en las barandas de las escaleras observando al grupo sin ser vista.
—No podría, papá ya me advirtió... Insiste en que se parece a la abuela y a llamado a la tía Gina.
—Solo ella podría decir si hay o no parecido.
—Creo que es solo un deseo, es un capítulo que quedó inconcluso. Papá no logra perdonarse por lo que hizo... Sería una manera extraña que tendría el universo de compensarle —esa voz si la conozco y no porque tenga al señor Gino de frente, es porque era inconfundible.
—Yo no tengo dudas de su parecido, verla en ese balcón ayer fue viajar en el tiempo. —La voz del señor Guido es cargada de ansiedad y junto las cejas ¿Por qué insisten en lo mismo? —Nunca se supo de la familia materna de Gina, ella nunca tuvo interés pese a que Antonio y nosotros le insistimos. Inicié por allí les aseguro tendré noticias muy pronto.
Doy media vuelta y voy directo al comedor, bastante lejos de esos hombres. He llegado a la conclusión que después de los 30 los Doyle se les corre una teja. Me burlo ante aquello cuando atravieso el comedor y no veo rastros de él.
—¿Cara verdad? —me pregunta una chica de uniforme azul, rostro redondo y una sonrisa que llega a sus ojos. —el señor está la cocina... Venga es por aquí.
Con la curiosidad a mil, al no tener idea que hace en la cocina sigo los pasos de la mujer. Lo encuentro tras la orilla, lleva puesta una camisa blanca que ha enrollado a la altura de sus codos, pantalón gris oscuro y zapatos marrones. No luce en ese lugar, pese a que en apariencias parece saber lo que está haciendo. Tiene en sus manos una cuchara en madera con la que mueve algo que está cocinándose.
La primera en verme en su mamá que fricciona con destreza algo en un enorme mesón. A su alrededor hay varios moldes en tamaños y figuras diversas. Sus ojos grises se iluminan al verme en pie en mitad de la puerta y me hace señas que ingrese.
—Buen día linda ¿Qué tal noche pasaron?
—Bastante bien.
De apoco he empezado a adaptarme a la idea del plural, cuando se refieren a mí y al bebé. Gino gira al escuchar mi voz y sonríe alzando la pieza en madera en mi dirección.
—Mermelada de fresas tu preferida.
—¿Cómo lo sabes?
—Es tu fruta preferida.
Si es mi fruta preferida, amo los postres, helados y tartas de fresas. Lo que no recuerdo es haberle dicho eso, no lo tengo registrado en mi torre de control.
—Te gusta la mezcla de acidez y dulce, las prefieres normalmente acidas. —empieza a describir sin dejar de mover la pieza en madera en la cacerola. —me lo dijiste en parís, cuando te dieron el postre de fresas... registro en mi mente todo lo que dices cariño.
¡Lo recuerdo! Y ello hace que mis mejillas ardan. Fue justo después de nuestra primera vez, cuando sus ojos se encuentran con los míos y contemplo la intensidad de ellos puestos en mí.
—Recuerdo todo lo que realmente importa, tengo lagunas mentales para lo malo. Pero, lo excitante y maravilloso tiene mi total interés.
Es una conversación personal, que no deberíamos estar teniendo frente a su madre, quien distraída (sé que no, su sonrisa la delata). Le da golpes a la pieza de harina que está a horas de ser una tarta de algo.
Deja en el dorso de su mano restos de la conserva roja que hay en la cuchara y observo como pasa su lengua suavemente por ella. Me incomodo al ver ese gesto y descubrí no puedo seguir viéndole por lo que miro a su madre.
—¿Puedo ayudar? —le pregunto y mi voz sale demasiado aguda por lo que carraspeo.
—No tienen una cita ustedes.
—A las diez —respondo y mira a su hijo.
—A Guido, yo tengo todo bajo control —comenta señalando a su hijo a quien no deseo ver. —debes comer antes de irte, anoche no lo hiciste.
—Le falta algo... ¿Quieres ver que puede ser?
No. Pienso, pero no me da opción de responder, en dos zancadas elimina distancia y tiene la cuchara cerca de mis labios. Abro los labios con desgana sin poder verle a los ojos. Lo que sigue a continuación ocurre rápido, tras dejar restos de la jalea en mis labios acerca los suyos a ellos. Cierro los ojos al sentir sus labios en los míos y apoyo mi mano en su pecho. Un beso bastante intimo para hacerlo con tantos espectadores.
—Este es el ingrediente que necesita para ser perfecto — comenta alejando sus labios de los míos y solo entonces me permito verlo a los ojos —Buenos días nena.
Sus ojos brillan al decirlo y mis mejillas arden al sentir varios pares de ojos mirándonos. La mano que apoya en mi vientre ocasiona cierto cosquilleo y la intensidad de sus ojos grises vértigo. El suelo empieza a moverse y las paredes a bailar a mi alrededor.
Me mira de manera extraña y palidece al notar que estoy por caer. Sostengo mis manos en su camisa con fuerza y lo veo lanzar una maldición. La orden de su madre llega tarde, ya él me tiene en brazos.
—Cielo, no la sueltes se va a desmayar.
Cierro los ojos al no soportar como todo a mi alrededor se mueve. Apoyo la cabeza en su pecho empezando a sentir los latidos de su corazón acelerados. Empieza a llamar a alguien y noto su voz nerviosa ello causa que mi pulso tiemble al verle tan asustado.
—¿Dónde está Thomas? —La pregunta es cargada de miedo y me aprieta contra mí al tiempo que deja besos en mi cabeza.
—No camines tan rápido... La estas asustando. —se queja su madre.
Yo intento decirle que se detenga sus movimientos tan rápidos hacen estragos en mi estómago. Al abrir los ojos todo sigue dando vueltas, por lo que los cierro otra vez.
—¿Cuál es el...? ¿Qué le hiciste?
—Se ha desmayado.
—No tienes por qué alarmarte, esos mareos son normales...déjala en el sillón y la reviso.
—La llevare al control.
Han escogido un mal momento para discutir con su primo a quien no obedece porque no se detiene.
—Por lo menos deja que yo maneje en ese estado vas a ocasionar un accidente...
Y caigo en un profundo sueño sin tener idea de lo que sucede en torno a mí.
A mitad de camino desperté, por más que le advertí no era necesario ir antes a esa reunión me ignoró. Causó cierto escándalo en búsqueda que me atendieran antes de tiempo y lo logró.
Los exámenes mostraban que todo marchaba normal, aunque el insistía algo raro había por cómo según a su juicio la doctora vio los exámenes.
Hace varios meses atrás mi periodo fue irregular, pequeños sangrados, pero no le presté atención, el siguiente mes no llegó, ni los que siguen.
—¿Primer bebé? —pregunta la ginecóloga viendo a Guido, luego a mí que solo asentimos. —estos mareos son normales, no hay porque perder la cabeza.
—¿Está segura ella está bien?
Su terquedad sobre mi estado de salud está causando que la mujer se enoje. Intento cruzar miradas con él, pero permanece a la expectativa de lo que la doctora le dice.
—Antes de decirlo, Necesito este examen cuanto antes, lo haré hoy mismo. —estampa en la formula su firma y la rasga con fuerza entregándola a Guido —le obsequiaré algo.
Se incorpora da media vuelta y avanza hacia una pequeña biblioteca. Es una mujer de unos 40 años, quizás menos, alta de cabello corto negro y grandes ojos marrones. Su bien elaborada manicura pasa por cada uno de los libros y golpea uno de ellos.
—¡Aquí esta! Como ser un padre primerizo sin volver loco a tu esposa y a nadie —dice entregándole el libro a Guido y me divierte al ver el nombre real.
Nuestro primer embarazo...
—Lo pueden estudiar juntos, disolverá muchas dudas y si tiene algunas...les daré mi número personal —el parece calmarse con esto último y pongo los ojos en blanco — una enfermera les ayudara. Atiendo a esta última paciente y estaré con ustedes —sonríe al vernos levantarnos y nos señala la puerta.
¿Hay algo malo? Me cuestiono al salir al pasillo, ambos sin decir nada. Toma mi mano y juntos buscamos el siguiente lugar. El se encarga de todo, entrega los documentos, llena la norma y nos llevan a otra habitación.
—Cuando estén listos me llaman —la enfermera nos deja solos.
Toma mis manos me ayuda a instalar en la camilla y suelta mi peinado. Una vez acaba se arrodilla ante mí retira mis zapatos permanece con mi pie izquierdo en sus manos alza su rostro en mi dirección.
—Se que he hecho todo mal, que tienes motivos de sobra para no estar asustada —empieza sacando de su bolsillo un anillo que reconozco —anoche... entendí que son todo lo que tengo y no quiero perderles.
—No voy a formar un mal matrimonio merezco algo mucho mejor. Mi bebé y yo lo merecemos —hablo con la seguridad que me da saber que ama a otra y apoyo mis manos en mi vientre —hasta que no sienta que solo soy un estorbo en tu vida y esté segura de tus sentimientos. Unas veces me amas, otras me ignoras o te enojas. No soy tu juguete...
Por su rostro veo pasar varias emociones de manera rápida. Sorpresa, enojo, confusión y por último alegría. En esta última se queda y empieza a reír, me muestra el anillo e intenta tomar mis manos, pero las oculto.
—NO puedes ir por allí con mi hijo y sin esto. —alza el anillo, pero mi decisión ya esta tomada.
—No lo haré.
—Soy un hombre persistente...
—No más que yo —le reto enojada y su sonrisa se amplía— No me importa cuantas veces finjas amarme... no me casaré solo por estar en embarazo. Necesito estar segura que seré solo yo, porque no estoy dispuesta a compartirte.
No responde y solo me mira triste. Por más que me duela verle mirarme así, el recuerdo de la noche anterior es suficiente para no rendirme. Baja su rostro al suelo y cuando vuelve a alzarlo me mira fijamente. Sostiene en una mano el anillo y la otra la extiende en espera que le entregue la mía.
—Prometo hacerte poseedora de ese anillo, no voy a defraudarte, no te estoy diciendo casémonos mañana... todos merecemos una oportunidad.
—La doctora nos espera...
—No pienso moverme de aquí hasta que no me des esa mano... y si crees que estoy jugando Cara Murphy ¡Rétame! —exclama decidido —¿Es por Slade?
—¿Qué? —pregunto incrédula y puedo notar como sus manos tiemblan al preguntarlo.
—¿Estas enamorada de él? —insiste y sus fosas nasales se mueven con violencia, su mandíbula se tensa, y sus ojos brillan de manera peligrosa.
—Eres increíble...—hablo y al intentar ponerme en pie me lo impide, lo que logra enojarme más —¿Acaso anoche no has destrozado tu mano al golpear esa pared, cuando supiste que tu santa ex prometida te traicionó? —pregunto con la respiración irregular.
—No tiene que ver con lo que pueda sentir por ella —se defiende y bufo —¡No hagas eso! —estalla —no tienes idea de lo difícil que es darme cuenta que mi estupidez y poco sentido común causó. Me vi en ese maldito espejo y volví a tener 130kilos, defectuoso, enorme y con mi autoestima por el suelo.
—¿Te crees que es fácil para mí? ¿Aceptar que esa víbora entre y salga de en medio de los dos sin problemas?
Se incorpora y guarda el anillo en su bolsillo dando media vuelta. Pasa seguro a la puerta y apoya su frente en ella.
—¡Estas, siendo irracional!
—He visto cómo te besa, como sonríes y te alegras al verle —sigue —antes de saber que soy el causante de todo, vi cómo te besaba en la frente y le abrazabas. Nunca he podido crear ese vínculo contigo y no sé porque...
—No sabes de que hablamos... no me metas en el mismo paquete de Ainice O'Connor.
Me da el frente y mi corazón se estruja al ver que su rostro esta descompuesto. El parece que en realidad está sufriendo, hiperventila y me mira con tanta tristeza que acabo por rendirme.
—Me insistía en que debía casarme, nos llamó estúpidos por no pensar en el bebé, egoístas y que no amábamos a nuestro hijo... no puedo hacer esto sola Guido —confieso y me rompo en pedazos —es de los dos y no es fácil vivir con el fantasma de ella a nuestro alrededor. Slade te defiende la mayor parte del tiempo, es mi único amigo no conozco a nadie más aquí.
—Señores Doyle ¿Va todo bien? —los golpes en la puerta nos hacen mirarla y se aleja rápidamente.
—Ya salimos —comenta aclarándose la garganta y yendo en mi dirección —hablaremos después, estas muy equivocada... yo no amo a Ainice y no lo hago desde hace tres años.
(...)
Estoy acostada en la camilla con él sosteniendo mis manos fuertes. Se ha puesto sus lentes y observa la pantalla, mueve algo en mi vientre y mira la pantalla.
—¿El bebé y ella está bien? —tras verle asentir insiste —Su rostro me dice otra cosa.
No le responde solo nos mira y luego vuelve la vista a la pantalla, mueve el aparato en mi vientre a un lado y a otro, niega repite el proceso.
—Necesito corroborar algo señor Doyle, pero no es malo...
—¿Debemos esperar una eternidad?
—¡Guido! —le reclamo, pero el sigue viendo a la mujer como quien ve a su peor enemigo. —lo siento mucho...—me excuso y sonríe, aunque sin humor.
—Estoy acostumbrada a los padres primerizos y debo admitir su esposo ha sido muy amable en comparación con los demás. —nos dice— son gemelos...
—¿Qué? —ambos no pudimos ocultar el terror, aunque veo en Guido cierto grado de felicidad.
—Son gemelos. Los exámenes me dejaron la duda, esto lo confirma —repite y señala dos puntos en la pantalla —aquí y aquí ¿Quieren escuchar sus corazones?
—¿Se puede? —preguntamos al tiempo, ambos con ansiosos y sonríe.
—Claro que sí, con esto hago magia.
No alcanzo a procesar lo que me han dicho cuando el sonido empieza a escucharse. Apretamos nuestras manos ante lo maravilloso que era poder oír sus pequeños corazones. Guido me mira y sonríe al limpiar mis lágrimas, unas que no tenia idea que estaba derramando.
—Gemelos... —repito sin poder creerlo.
—No tiene nada que temer, todo marcha bastante bien. No quise darles la noticia sin estar segura. —nos calma—por el momento no se puede saber el sexo de los niños hay que esperar a la semana ...
—No es necesario... —le interrumpe—serán niños...
—Los espero en mi consultorio, puede vestirse —apaga todo, pasa a guido varias toallas desechables y nos deja solos.
—¿Asustada? —me pregunta pasando sus manos por mi vientre y retirando el gel de ella.
—Si. Esto es una sorpresa. —confieso
—Una agradable sorpresa. —recalca tomando mis manos —está bien, esperaré hasta que estes segura de mí.
—Gracias...
—No te voy a esperar una eternidad —amenaza y lo veo enojada —o te secuestraré a una isla desierta y te haré el amor y no voy a parar hasta que los dos necesitemos pedir clemencia.
Allí estaba yo, con mis mejillas ardiendo, mi entrepierna húmeda y deseosa que cumpliera su amenaza.
Narrador
—¡Gemelos! —exclama al lanzar la prensa en la mesa de comedor.
Calvin la toma de manera distraída, el vientre de la chica ya empieza a verse. La aleja de él y mira a su antigua amante, últimamente no se arregla, no le dedica tiempo a su imagen corporal.
—¿Todo bien en casa? —le pregunta ya preocupado y ella alza la prensa hacia él.
—¿Me estas escuchando?
—Me estoy encargando, tengo varios ases debajo de mi manga —responde con desinterés, con la punta de sus dedos mueve un sobre hacia ella y este llega a sus manos. —en unas horas o quizás en este instante recibirán un regalo de parte de Deidre Fleming.
—¿Quién? —pregunta incrédula.
—La madre de Cara Murphy... instaurará una demanda para pelear por la custodia de los niños que vienen en camino —las cejas de Ainice se juntan y le mira sin entender —lo único que encontraron esos dos imbéciles dentro del apartamento es un diario en donde relata lo que hizo su padre con ella.
Descripciones detallas de su vivencia y demás. No tuvo una vida fácil, con ese hombre y si la instalan ante el juez, hacen las preguntas correctas.... ¡Listo!
—¿Y? Tiene 25 eso no va a ocurrir, no es una niña... esa mujer esta demente si cree que puede ganar.
—Lo será si se logra declarar legalmente incapacitada para cuidar de si misma, de un bebé. —confiesa y Ainice no parece convencida —ese diario es su mejor arma, lo que se describe allí es bastante feo. Te aseguro los Doyle tendrán muchos problemas y el cerdo Guido igual.
—¿No tiene más familia?
—Según supe no. El alcohólico era hijo único y sus padres murieron, una tía bastante mayor... solo su madre. —finaliza.
—Dudo mucho que un juez le dé la razón, demoró 25 años para buscar a su hija. Los niños estarían vivos y no es lo que deseo, esa maldita idiota no puede salirse con la suya.
Si la mujer gana o pierde no importa, pues el escándalo será suficiente para sacar a su padre de su escondite.
—Y si todo eso no funciona... esta el accidente, dudo mucho que el padre se mantenga en las sombras cuando sepa que su hija ha perdido a su bebé....
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