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Capítulo 23

Cara

—Es un placer conocerte —dice la mujer que me abraza fuerte.

Por un instante mis brazos quedan a lado y lado de mi cuerpo sin saber que hacer. No esperaba tanta demostración de cariño, ni de ella o de todos. Laura Doyle Fletcher no era como lo había imaginado, si bien, no me había hecho una imagen física de ella, si lo hice de su comportamiento.

—El placer es mío —respondo alzando mis brazos y apoyándolo en su espalda.

Detrás de ella un grupo de chicas esperan por presentarse, en ese instante y mientras Guido charlaba con los demás, conocí a todas. Las esposas Doyle eran un ramillete de mujeres hermosas de diversos tonos de piel, sonrisas y alegría.

—Mis padres van a amarte en cuanto te vean.

Me dice Louise, una francesa bastante alegre, cuyos padres estaban de viaje por cuestión de trabajo. Señaló a un hombre dentro del grupo, Gael Doyle MacGregor era su esposo y como si la estuviera escuchando alza el rostro hacia nosotros y le envía un beso.

—Cuida confundirlo con Gadien —saluda una chica de larga cabellera castaña y con un acento americano bastante marcado. —Soy Isabella y tu futuro esposo hizo de mis días aquí un paraíso.

—Rose y a mi esposo no necesito señalarlo. —afirmo. —es realmente un placer conocerte-

Es la única que extiende su mano, pero su sonrisa me dice que solo es menos efusiva que las demás. En adelante es ella quien presenta a las demás, a Gabriela su cuñada y la única mujer dentro del grupo Doyle. Una exótica mujer de cabello y ojos negros, esos que en ese instante me veían fijamente y parecían querer sacar a la luz todos mis pensamientos.

—Guido me ha hablado de usted —confieso y miro a Isabella —aunque también de usted.

—Lo que sea te ha dicho es mentira —comenta su prima y sonríe —¿Cuántos meses tienes?

—Solo hoy supe de mi estado, tengo cita mañana. —ella también lo está, aunque mas avanzado que el mío por lo que se ve.

—Seis meses, —habla como si pudiera escuchar mis pensamientos —quisimos tenerlo en un lapsus largo y poder disfrutar de Christian.

Y sin que me lo dijera supe quién era, su extraño parecido con su padre y comportamiento extrovertido lo hacia resaltar dentro del grupo, el color de su cabello negro en comparación con los demás chicos igual.

—Soy Belliz y al igual que Rose, no necesito más presentación.

Era alegre, un poco mas de las otras, extrovertida y con ese acento italiano que la hacia sobresalir. Con el cabello rojo en un tono más claro que el mío, sin tantas pecas en el rostro, ojos azules y más alta que yo. Me sentí conectada con ella, quizás por el dolor que veía en su rostro, por el escándalo que se había desatado o por el color de su cabello.

Vuelvo la mirada a la ultima mujer que me falta, casi tan alta como la Rose, de cabello oscuro y ojos intensos. La mujer que he escuchado nombrar por Guido, por Slade y casi todo el personal del faro... la única hija del señor Kurn.

—Por descarte usted es Maissa —le digo y afirma sonriente —conocí a tus padres... son la pareja más hermosa que he visto. Tu padre.... —pienso un poco las palabras correctas y ella parece ansiosa por lo que voy a decir, creo que todas están en las mismas. —encierra poder, pero también ternura... Guido me dijo loca por decirlo —sonríe y veo a todas soltar el aire sin saber porque —pero me gustaría haberlo conocido joven, tu padre es hermoso y tu mamá.... son perfectos. —concluyo.

—Desde este instante te amo —comenta y todas sonríen.

No mentían, la pareja fue bastante linda con nosotros y se comportaron conmigo como si fuera una igual. La señora Laura ha estado pendiente a mí, se ha mantenido a distancia, pero no deja de verme cada movimiento que hago. El alivio es porque todas tienen hijos, que requieren su atención y se alejan de apoco.

Guido no ha mirado en mi dirección y se mantiene hablando con su hermano. No conozco a los hombres, se han mantenido alejados de las mujeres y parecen estar en consenso.

—Necesitas respirar estas pálida Cariño

La madre de Guido toma mis manos llevándome a un sillón en donde me pide sentarme. Irá a prepararme algo, porque lo más seguro es que no haya probado bocado. Me fue imposible convencerla que no tenía apetito y vergüenza de explicar que solo quería algo caliente.

Cada uno parece distraído y se forman pequeños Grupos, la gran mayoría rodean a una mujer de cabello rubio a quien han llamado Megan y me dicen es la mamá de Gerald y los mellizos. De apoco empiezo a no encajar y me voy alejando de ellos.

En las horas que siguen evito a la familia, debo aceptar es notorio el vínculo entre ellos. Apoyada en las barandas de una de las terrazas de espaldas a los jardines contemplo en atestado salón, tengo la oportunidad de verlo niños y adultos, unos más jóvenes que otros conviven en feliz comunidad.

—¿Incomoda? —pregunta Slade quién se acerca mirando en dirección contraía a mí.

—Asustada, son muchos —confieso. — en casa solíamos ser papá y yo.

—Son buenas personas, amigos y familia.

—Es notorio. —pero eso no quita el terror de ver a tantas personas a quien hasta hace unos meses eran solo mis jefes. —aun asi, tengo miedo. No encajo en este sitio.

—Disculpa, me llama tu suegra. —se aleja sin darme tiempo a responder.

Vuelvo mi vista al jardín posterior y desde ese lugar podemos ver el lago. Slade regresa minutos después con una taza de algo humeante arropa la pieza de porcelana y mis manos con las suyas, ese gesto me obliga a alzar la mirada y verlos a los ojos que sonríe. Es poseedor (no se si lo sabe), de una de esas que calman y por más negro que sea mi día si no logro corresponderle por lo menos mi ánimo mejora, aunque sea un poco. Inclina su cuerpo hasta que sus labios se apoyan en mi frente, lugar en donde deja un beso.

—No tienes por qué sentirte así, tienes a Guido y eventualmente amará a ese niño.

—¿Eventualmente? Eso me anima sin dudas.

Escucho su risa al alejarse de mí y despeina mi cabello en el proceso. No tengo a nadie, salvo a mi padre y se ha ido. Estoy embarazada de un hombre que ha aceptado abiertamente no desea hijos, comprometerse o casarse. Desde mi punto de vista estoy sola, una soledad más cruel, muy a pesar de estar rodeada de personas, sigo sintiéndome vacía.

—No tienes que ser sarcástica conmigo.

—Y tú no debes mentirme —llevo la taza a mis labios e inspiro el dulce olor de ese té. —He visto como mira mi vientre, solo veo horror, la evita y solo veo antagonismo. No es cómodo, tampoco romántico.

—No te martirices así...

Era inevitable no hacerlo, no pasaba desapercibido las barreras que ha puesto entre ambos. No era de las de negar la realidad, vivir con Julius me hizo ver la vida de otra manera.

—Odia que las cosas no se den como desea y no sabe lidiar con las derrotas. De todos es el más perfeccionista por eso no les duraba las asistentes. El embarazo cambia los planes (los que sea tuviera) y le costara aceptar que ya no debe andar por el mismo camino... te aseguro que no va a rechazar a su hijo, solo siente temor.

Era conocedora de ello, por mucho tiempo fui su asistente. Guido odiaba todo lo inconcluso, las excusas y la mentira. De todo, lo que no le creo es aquello que aceptara a mi hijo. Habiendo pasado el miedo inicial, se lo que tengo que hacer. Slade se esfuerza en cubrir a su jefe, lo siente como un deber y le entiendo. Lo que no logro entender, es que intente eludir una verdad que él no se ha molestado en ocultar.

No quiere a nuestro hijo, o casarse conmigo y yo no deseo a un hombre con esas dos particularidades como pareja. Su comportamiento conmigo y mi embarazo duele, pero puedo soportarlo, de ningún modo viviré con alguien que no sabe lo que siente y que quizás ame a otra.

Doy un sorbo al té y sonrió al percibir en mi paladar el sabor dulzón, ácido de la fresa y cereza, el anisado y otro componente más que mi precario paladar no alcanza a descifrar.

—Es delicioso,

—Tiene su fama y no te darán la receta —se apresura a decir y le saco la lengua lo que ocasiona sonría —era lo siguiente que ibas a pedirme ¿Lo negaras?

—NO.

Y por solo unos segundos me aleja de mi dilema, pero regreso a él rápidamente. El mundo ha cambiado, las madres solteras son más comunes y los señalamientos cada vez menos. Inspiro fuerte cerrando los ojos y los abro lentamente viendo lo que me depara el futuro.

Nunca me plantee la vida de este modo, casarme o formar un hogar jamás fue una de mis expectativas. Supongo que ser hija de un hombre alcohólico tuvo que ver, no era fácil, maduré antes de tiempo, me obligué a tener expectativas distintas a las de cualquier chica de mi edad, siempre fui un más madura que mis amigas, aprendí a saque de mi vida lo más efímero y dejar solo lo eficiente.

—No voy a casarme con un hombre cuyo fantasma de su ex lo ronda, y no hace nada para impedirlo.

Hablo al fin, tengo la absoluta certeza de poder salir adelante sola, ello en caso que Guido no desee estar en la vida de mi hijo.

—Imagino estás hablando de compartir custodia o a pelear por una total.

—No...

De repente es como si sus palabras fueran bofetadas. Slade ha tocado una teoría que no he tenido en cuenta ¿Qué si él o su familia desean pedir la custodia de mi hijo? El no desea casarse y yo no estoy dispuesta a caminar toda la vida por una cuerda floja.

—Al parecer ninguno de los dos parece estar dispuesto a sacrificarse por su hijo. —sigue ajeno a la mirada de miedo que le proporciono.

Recibe una copa que mueve distraído y fija sus ojos en los vehículos que acaban de entran. El grupo de chicos sale de uno de los salones seguido por el resto, todos están agitados por lo que los adultos dejan todo en un lado y se centran en ellos.

—El abuelo está en la TV.

Todos se levantan y siguen al pequeño que comanda el grupo de por lo menos ocho niños. Solo Slade y yo nos quedamos allí, él por cuidarme yo por sentir no pertenezco a ese lugar.

—Sé lo que es tener un mal matrimonio, vivir con papá fue lo más cercano a ello. Era mi padre, pero debía cuidarlo como si fuera mi esposo, algunas ocasiones como mi hijo. Por mucho tiempo se creó el rumor que era mi pareja...

Hablo al fin con el dolor que ello me produce, pues el cúmulo de recuerdos se sienten como taladros en mi cabeza. Es como verme a los ocho años diciéndole a mi padre los riesgos del alcohol, a mis doce hablar de peligros en la calle y a mi quince que debe parar. Mi padre me dio muchas lecciones, todas ellas después de una paliza, la más grande la tuve al permanecer a su lado y ver como se autodestruía llevándome a mi con él.

Por eso y muchas cosas más repetir patrones no era mi pensamiento. Hasta que conocí a Guido, nunca quise tener novio o nada que se le pareciera.

—Prepárate para dividir los fines de semana, vacaciones, cumpleaños. Él verá a su hijo tres o cuatro veces al año...le impiden crecer en un hogar... Son estúpidos...

La cabellera oscura de Slade se mueve de un lado a otro, al tiempo que le da un sorbo a la copa que tiene en sus manos. Digiero lo que acaba de decir o por lo menos lo intento, pero no soy solo yo la que debe decidirlo. En este punto, no recuerdo de quien fue la idea de no ser nada en particular o de no ir a ningún lado. Me doy cuenta que Slade tiene razón y mi comportamiento fue estúpido. Buscar amor en un lugar que solo era sexo.

—Sin contar que lo exponen a crecer con desconocidos. Tú vas a casarte y en primera ese hombre querrá a ese bebé, hasta que lleguen los suyos... Lo mismo ocurrirá con él...

—¿Dónde está Guido? —pregunta una voz profunda detrás de nosotros

Al girar veo una versión del amor de mi vida más joven. Slade responde algo que no alcanzo a entender y el hombre fija sus ojos en mí. Por un instante no dice nada y me ve como si hubiese visto un fantasma. Un segundo hombre se detiene a su lado, con el mismo comportamiento.

—Me acabas de transportar a mis ocho años, vacaciones en Irlanda... Las mejores.

Su voz sale entrecortada, mi rostro no puede alejarse de esa mirada mezcla de terror, felicidad y sorpresa. Cuando lo hago me encuentro al segundo avanzando en mi dirección con una sonrisa. Apoya una mano en mi mejilla y la otra en mi vientre al tiempo que dice.

—Tu debes ser Cara —tras asentir pasa su dedo pulgar por mi mejilla y su sonrisa se amplía —bienvenidos... Soy Gael Doyle y él tu suegro. —se presenta y señala al hombre detrás de los dos.

Que es recibimiento no sea solo para mí y mezcle a mi hijo no nacido como parte de los suyos me hace soltar el aire. Parece pasar una eternidad cuando al fin se acerca y besa ambas mejillas. Se queda viéndome aún con mi rostro entre sus manos y su cuerpo inclinado.

—¿Tú mamá era irlandesa?

Una pregunta que no sé cómo responder y con asombro es Slade quién lo hace.

—Americana —ante la pregunta que si está seguro y mi amigo afirma. —No hay dudas... Solo son coincidencias —aclara.

—Es la dueña de una revista en Dublín —comento con desinterés. —¿Por qué?

Antes de responder mira a su hermano intercambian miradas para luego fijar su rostro en mí. Ni la llegada de un tercer hombre bastante mayor o la salida de Guido del estudio con rostro compungido, logran quitar la vista de mí. El tercero se queda en pie justo mirando en nuestra dirección y sonríe.

—Me lo habían dicho, pero no lo creí posible —comenta sin acercarse —llevo años queriendo decir esto, estas en tu casa...

Mis preguntas van en aumento, Guido mira a todos con rostro preocupado y en mi dirección molesto. No hay interés en mi en saber lo que sea tenga en mente en este instante por lo que veo a los tres mayores con rostro interrogante.

—Te pareces a mí madre —aclara el señor Gael —salvo por tu cabello, el de ella era rizado... A Lougina le agradará verte. Belliz era su nieta y se parece un poco a ella, pero tu....

—Laura, mi esposa —comenta el padre de Guido tras aclararse la garganta —ella podrá explicarte... Hablaremos más tarde, por ahora tengo una conversación pendiente contigo.

Señala a su hijo quien en pie mira a todos sin que parezca importarle o ser consciente de nada. La derrota nunca ha sido una cualidad en él, pero es lo que veo. No deja de mirar en la dirección mía o de Slade que está detrás y solo veo en sus ojos rabia.

(...)

—No conocí a la señora Belliz, tan joven y ellos sí.

Comenta la señora Laura, quien se ha quedado conmigo al tiempo que yo miro con preocupación la puerta cerrada desde hace varias horas. Ha mostrado fotografías que me dieron una idea del porque de su comportamiento, aunque yo solo vi a una mujer con el color de cabello parecido al mío, tono de ojos y estatura. La señora Laura opina igual que yo, un aproximado del 3% de la población mundial es pelirroja de ojos verdes o azules, es normal esos parecidos.

—Estoy pensando en vender mi alma a un duende y mudarme a la Antártida.

Me vuelvo hacia ella quien me sonríe.

—¿Disculpe?

—Solo quería asegurarme que estabas conmigo.

—Lo estoy...

—No lo parecía. —señala la puerta sin dejar de verme con rostro maternal —no te preocupes por él, su padre no le hará daño. Más de lo que le hizo esa mujer. Eres tú quien importa. Me gustaría saber que tantas amas a mi hijo, porque va a necesitar de pelear mucho por él.

— Él no estaría así si este bebé fuera de ella... —Listo. lo dije y ello me ha quitado un peso de encima. —No voy a pelear por un hombre, en ello papá hizo un buen trabajo. —ya está... y lo siguiente es advertir que no les daré a mi hijo.

Sonríe al escucharme y me mira con una ceja arqueada. Dado que me ha dado la confianza y no se ve molesta por lo que digo no me detengo. No estoy dispuesta a pelear por un hombre y si lo hago seria por mi hijo. No tengo el mismo nivel económico de ellos y estoy lejos de ser un rival a vencer, pero haré mi mejor esfuerzo.

—Se que es complicado para usted, pues es su hijo y este bebé su nieto ...

Ella está sentada en el sillón del frente bastante lejos de mí. Se incorpora y se ubica a mi lado pasa las manos por mis hombros y me acerca a ella.

—Yo se lo advertí y sobre advertencia no hay engaños —comenta de buen humor —no le daría el lado en caso de cometer una injusticia con la que sería su esposa. Cuando te digo que vas a pelear mucho, no me refiero a ella.

Señala la puerta, mientras me comenta de forma fugaz lo que sucede allí dentro. Se cree es su ex es quien está vendiendo información a la prensa y las investigaciones señalan las rutas de los embarques se sabían antes de ser pública.

—Es imposible, eso solo Guido lo conocía y no es capaz de algo así...

Lo recuerdo porque nos decían de la llegada a un día de llegar al embarque. La Señora Laura asiente saca el brazo de mi espalda y toma mis manos entrelazadas en mi regazo.

Pasó por muchas dificultades cuando estaba en la universidad y las calló todas, en casa todo era un caos y pensó que no era importante lo que sucedía. Ello le hizo creer que sólo era amado si le iba bien en las notas, si era divertido o exitoso. Empieza a decirme y a detallar la preadolescencia y adolescencia del amor de mi vida.

—Tenía kilos de más y era... es —aclara y sonríe —bastante alto, siempre fue más alto para su edad y eso le hizo poseedor de muchas burlas—observo su rostro viendo como es evidente el orgullo al hablar de sus hijos. —Diago O'Connor, el padre de Ainice le ayudó en casi todo, es economista como él y quiere mucho a mi hijo. Debo admitirlo. Él estaba al tanto de todo cuando mi hijo hacía, Guido no daba un paso sin preguntarle...

— ¿Quiere decir que ese hombre es...?

No lo sabe, solo tienen la certeza que de esas charlas salía de alguna manera información privilegiada que iba a caer en manos criminales. Sin darse cuenta, él entregaba información que sería usada para enviar cosas ilícitas.

—Él creerá que ha defraudado a los suyos. Mi mayor temor es que se culpe por todo esto conozco a Guido.

—Pero no es su culpa...

—Él no lo verá así. Es exigente con todos, pero lo es más con sigo mismo...en el fondo se creerá culpable por lo que estamos pasando, él era el filtro.


La llegada de Giacomo con un oso negro y buscando las piernas de su abuela nos obliga a cambiar de rumbo a nuestra conversación y hablar del control que debo iniciar mañana, los posibles nombres si es niño o niña, etc.

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