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Capítulo 22

Narrador

El auto con los tres ocupantes se desvía por un camino empedrado, dentro la tensión es fuerte, a ninguno de ellos le gusta la idea de pisar esas tierras. Hacerlo es recordar una época que se han esforzado en olvidar.

Dos de ellos llevan el peso de por vida que el ser que más daño les causó es su misma sangre y que sus restos no tuvieron cristiana sepultura precisamente por ello.

Solían odiarse por ser sensibles, crecieron al lado de una mujer que pensaba ese sentimiento era una muestra de debilidad. Los años y las experiencias vividas le enseñaron que esa era su verdadera esencia, su conciencia y habilidad para empatizar.

No eran sólo hombres sensibles o débiles, esa condición iba más allá de las dos palabras. Esa cualidad les permitía ser intuitivos, creativos, con una profunda apreciación de las cosas, la compasión por el dolor ajeno y la pasión por cada cosa que hacen.

¿Pensó alguna vez estar en ese lugar? Se pregunta Guido al empezar a vislumbrar los primeros copos de los árboles, lugar en donde yacen los restos de aquellos llamados traidores. No, nunca lo pensó como tampoco sintió curiosidad por conocerlo. En realidad, nunca sintió envidia por su hermano mayor, todo lo contrario. El alivio por no tener que cargar con tanta responsabilidad fue notoria.

En cuanto a ser hijo de Lessie y el legado que les dejó, siempre lo tuvo claro. La mejor manera de decirle a Lessie Stewart "Te Gané", fue ser feliz y esforzarse en hacer de sus hijos hombres de bien más allá del apellido que cargan a cuestas y cree que lo ha logrado.

Cruza por un camino distinto y se adentra por territorio destapado, ese desvío le permitirá llegar más rápido. Algunos han visto entrar varias camionetas en una zona privada y dos horas después, recibieron la llamada que el destierro fue asaltado. Lo más extraño de todo esto es que solo la familia Doyle-Turner, conocen esos senderos pues en el mapa aparecen como bosques. Solo uno de ellos (imposible a juicio de Guido) pudo ubicar en el mapa el sitio exacto del destierro.

Ni siquiera los ancianos conocían ese lugar, observa su imagen en el espejo retrovisor y el pensar en ancianos le hace reír en primera en voz baja luego aumenta hasta convertirse en una carcajada. Sus dos hermanos al verle se muestran sorprendido, pero sin evitar sonreír ante su explosión de risa.

—¿Qué tal si nos cuentas el chiste y rompemos el hielo? —pregunta Gael, pero la preocupación de su hermano mayor va más allá.

—O te detienes te calmas y de paso das vía a los chicos que llevan varios minutos pidiéndola. —Guido solo atina a señalarse a él y a sus hermanos, pero acaba haciéndose a un lado al detener el auto.

Le cuesta un poco calmarse, sobre todo por el rostro molesto de sus hermanos. Ver en ellos rastros de cabello gris y arrugas no ayuda en su labor de calmarse.

Los tres han envejecido y no sabe porque no se ha dado cuenta de ello, sólo ahora. Los años han pasado a toda prisa o los ha disfrutado tanto que no los ha notado. Tras aclararse la garganta, limpiarse una lagrima mira a sus compañeros y sonríe.

—¿Se dan cuenta que nos hemos convertido de a poco en los "ancianos Doyle"? —pregunta y ambos se ven entre sí, como si aquello fuera una revelación —y... ¿En un futuro no muy lejano seremos un grano en el trasero en la vida de nuestros nietos? Tal cual esas momias en su tiempo.

Al final y tras ver las canas, reírse de ellas o despeinarse entre ellos viendo quién tenías más... Acaban por acompañar a su hermano en carcajadas. Ellos tienen el poder de no dejarse dominar por quienes durante años lo han perseguido. Sus edades oscilan entre los ochenta y setenta, ya nada les causa temor.

—Hay casi tres siglos entre los tres —comenta divertido y señalando a cada uno.

No han tenido la oportunidad de dimensionar los años que tienen y al verse entre ellos lo descubren. Llevan toda una vida peleando con los mismos y no encuentra el sentido de tener que demostrar año tras año que son dignos de ser quienes son.

Gino tiene claro el Custodio no fue sólo él, esos dos locos que la vida le dio como hermanos le ayudaron a serlo. Sacaron a la destilería de las cenizas y la convirtieron en lo que es hoy día ¿Cuál es la razón de tanto miedo? ¿Qué pasa si Gael quiso adoptar a uno o a todos sus hijos? Se pregunta al corresponder la sonrisa de sus hermanos.

—¿Por qué debemos tener miedo? —les pregunta —Somos los Doyle-Turner, ancianos y dueños de un legado más allá de la sangre... Son ellos los que deben tenerlo, muchos no son Doyle. —finaliza y con esas palabras calma la tensión.

Al volver a la vía sabe lo que tiene que hacer antes que cualquier otra cosa, el consejo de ancianos debe reformarse. La sonrisa se apaga cuando empiezan a ver humo, uno que se va convirtiendo en fuego a medida que se acercan. Los tres respiran aliviados al ver las primeras imágenes de las murallas del destierro libre de fuego. La hoguera que se ve a kilómetros es una de objetos apilados en un costado de la casa.

La sima en donde Guido detiene el vehículo, se mofa de él y recuerda que hace 36 años hizo ese mismo viaje, se detuvo en el mismo lugar y conserva la misma opresión en el pecho, hoy día no tiene que ver con qué su madre esté en la casa que puede verse en el valle o la certeza que esos bosques están llenos de traidores.

—Hace más frío aquí ¿No? —La pregunta de Gael es bastante sencilla, pero responde a la que Gino se hacía.

—Es curioso que se sienta este ambiente frío, cuando espere sentir calor. Si existe el infierno estoy seguro la puerta para llegar a él está en algún lugar de los alrededores —comenta Guido claramente contrariado por lo que percibe.

La leyenda que en ese sitio encierra una oscuridad y la temperatura siempre está por debajo de lo normal, es cierta. Hace más de tres décadas sintió lo mismo, pero creyó se debía a la mujer que había dejado atrás.

—Quieren...

—No —responden al tiempo al entender lo que iba a preguntar.

—No nos interesa saber dónde está—réplica Gael —Estoy seguro que su árbol se secó, porque ni eso pudo hacer bien.

La llegada de los encargados del lugar les obliga a callar. Los detalles del asalto son bastante sencillos, entraron con pasamontañas bien armados y buscando algo o a alguien. Siendo un sitio de paz y lejos del mapa, no suelen tener más seguridad que las cámaras.

—Aquí quedó registrado todo —señala el hombre entregando en el pendrive, mismo que es recibido por Gael.

—Quiero verlo directamente de los equipos —murmura Guido, mientras escucha los detalles.

La gran mayoría de objetos valiosos fueron sacados, apilados, le rociaron combustible y al partir tras no encontrar nada (de lo que sea buscarán) le prendieron fuego. No hablaron entre sí, no hay detalles de acentos o gestos. Pueden describir su estatura, color de cabello y hasta de piel en base a las pocas partes que podían verse.

—El color de sus ojos, o la zona libre entre la muñeca y los guantes. Más de eso nada. —comenta desanimado.

—¿Nadie habló o dijo nada?

—No hicieron preguntas. Eran casi veinte hombres en cuatro vehículos sin placas. Fueron diestros en su búsqueda y destrucción, seleccionaron objetos valiosos en segundos —finaliza señalando la hoguera que un grupo de hombres apaga en estos momentos.

—¿Algo de valor? —El hombre sólo se queda mirándolos antes de hablar.

—Él museo de los desterrados. Lo que se les retira al entrar, se llevaron oro, joyas piedras preciosas, relojes, etc. El resto lo incendiaron.

Guardan silencio al ver los demás vehículos entrar por la entrada principal y esperan hasta que el líder del grupo se baje. La mitad del grupo han entrado por la ruta acostumbrada, los demás lo hicieron con ellos.

—La vía estuvo limpia —comenta al estar cerca —eran pobladores o estudiaron la zona.

—O alguno le dio el lugar exacto... o parte de él. Llegar aquí es casi entrar a un laberinto.

Quién sea les esté ayudando, los conoce a todos al igual que todo lo que ha pasado a lo largo de estos años. En su búsqueda de un rostro se abstrae del grupo que empieza caminar hacia la fogata. Aún no les dice a sus dos hermanos que esto puede deberse al padre de esa chica, pero es consciente que hay mucho más.

—¿En qué piensas? —pregunta Gael al ver que se ha quedado en el auto y Guido los escucha por lo que se acerca.

—En lo mismo que yo... Solo alguien cercano puede dar información tan delicada. —asiente sin decir un nombre y Gael suelta el aire.

—Una mujer dolida es tan peligrosa como una Granada sin seguro. —les explica a sus hermanos —fueron doce años y en ese tiempo hay material para ventilar a cualquier medio sensacionalista.

Sin contar con detalles delicados y escabrosos que, el entonces su novio pudo contarle en medio del dolor causado. Mientras detallan todo lo que ha sido sacado en la prensa, descubren que ello señala en una sola dirección. El problema no era que Ainice diera información, se debía más que nada a una simple pregunta ¿Cómo conoció Ainice O'Connor a esos maleantes?

—Hablaré con él, sólo mi hijo puede decir si esa chica tiene o no conocimiento de todo esto...no lo creo tan tonto —finaliza Guido.

—Sería su esposa y estaba casi todo el tiempo con él, lo que no se enteró por él lo pudo deducir —habla intentando calmar la furia que ve en su hermano —los pobladores vieron a la camioneta entrar. Si sabían el sitio exacto, lo harían en 15 minutos y no en 120 como lo hicieron.

Lo que significa estuvieron buscando por el primer camino antes de llegar a este. Cuando el sol se opone y la oscuridad empieza a reinar los vehículos entran a la ciudad. Los tres han recibido la noticia que su familia está toda reunida en el Doyle-Turner y ello ha llamado la atención de la prensa.

Agolpados en la entrada del castillo la prensa espera por información, alejando a su familia de los sitios que normalmente están. Pide a Guido detenerse en la entrada y cierra tras él. Ese gesto aleja a los buitres de la entrada, logrando darles paso a los autos pues todos se dirigen a él.

—No daré explicaciones de ninguna clase, no las di hace cuatro décadas y no lo haré ahora —empieza a decir ante el bombardeo de pregunta, se toma el tiempo de ver a casa periodista a los ojos.

—¿No cree que les deban explicaciones a los suyos? —pregunta uno de ellos y todos los micrófonos giran en su dirección —tienen ancianos a quien según se dice obedecen...

—Fred —empieza a decir al leer el nombre del chico y al canal que representa —Tengo ochenta y cuatro años, esa edad me ubica a mí y a mis hermanos en el lugar de los ancianos. —sonríe porque le parece ver sus rostros molestos al escucharle decir eso —si alguien desea saber si uno de "Mis hijos" lleva o no mi sangre... Primero debe demostrarme que es un Doyle...

Los destellos de luces le obligan a apoyar las manos en su rostro y de vez en cuando a cerrar los ojos. Ha pasado mucho tiempo en las sombras e intentando limar asperezas. No quiere eso en el final de sus días, seguir el mismo camino y dejarle a su hijo esa herencia de enemigos.

—Lo que pide es difícil....

—Realmente no —le interrumpe a la mujer que lo dice —solo debe demostrar es genéticamente pariente mío y no lleva el apellido por reconocimiento a su labor.

Las murmuraciones no se hacen esperar y las preguntas sobre aclaran a lo que se refiere también. Sabe que ese comentario llevará a esos buitres a un lugar no transitado por ellos, pero les está devolviendo el favor a esos miserables. La gran mayoría ve con malos ojos que tengan a su familia como empleados. Por desconocimiento, al no saber que llevan ese apellido por orden de Gedael, una manera de retribución a favoreces recibidos, a su labor o simplemente por ayudarles. En aquella época ser Doyle te abría muchas puertas.

—En cuanto a las demás noticias —interrumpe una vez más —.... Creo que es cuestión de desempolvar crónicas viejas... Es más, de lo mismo.

Está seguro que sólo el personal que está resguardado en estos momentos en el castillo es Doyle-Turner. Por ello solo de allí debe salir el Custodio, Gedael supo en sus últimos años lo débil que fue al dar apellido a quienes no lo merecieron y acabaron por querer destronarlo.

(...)

Doce años de relación, con un hombre sexualmente muy activo, Guido gozaba tanto del sexo como ella y nunca se sintió mal al saber que tenía a otras cuando ella le dejaba. Quizás porque solo era cuestión de tocar su hombro y les dejaba.

Sin importar quien fuera. Sin embargo, no fue igual con esa chica y debía admitir algo sentía por ella. Quiso saber porque si duró doce años con ella, (sin mencionar los encuentros con Calvin) nunca se dio un incidente parecido y lo hicieron en muchas oportunidades sin cuidarse. El resultado lo tenía allí en sus manos días después de haberlo realizado.

Insuficiencia ovárica primaria, una que debido a su edad (Treinta y cuatro años casi), es difícil, aunque no imposible tratar. Escucha tan lejana la voz del ginecólogo que le comenta no hay motivos para desanimarse, aún faltan muchos exámenes por hacer.

Se levanta de la silla y comenta algo al doctor que no logra conectar con su cerebro y sale. Estéril, se repite en su cabeza una y otra vez ¿Cuántas veces no se burló de Megan por decir mis hijos cuando no los eran? Muchas, y no hace mucho tiempo ella y Calvin lo hicieron cuando se lo contó. ¿Era acaso la manera que tenía el universo de vengarse o todo era producto de su falta de interés?

Rumbo a su casa su ánimo no mejora y las madres en gestación, los bebés o las parejas tomadas de la mano no contribuyen a mejorar su estado. Son cosas que normalmente no se fijaría, pero que hoy por alguna razón no es así ¿Sería distinto si estuviera con él? Era probable que hubiera pasado lo mismo que con Megan...

No, Guido hubiera agotado recursos. Ese pensamiento le hace volver a la idea del bebé de Cara Morphy esa campesina le dará los hijos que nunca podría y eso le amarga aún más. 

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