Capítulo 2
Tres años después...
Cara
—Es la tercera del mes —Venus señala a la chica que con rostro risueño entra al ascensor exclusivo de ejecutivos. —¿Cuánto creen que durará?
—Un mes como mucho —replica Eris y Elektra asiente.
—Es una verdadera pena, la paga es excelente —las tres suspiran ante la imagen de ellas en ese puesto tan distintivo, pero esquivo para toda mujer que decida ocuparlo.
—Solo deben aspirar, el resto es cuestión de obedecer y no acosar —respondo y todas me ven como si tuviera cuernos.
Me encojo de hombros y sigo avanzando, es mi hora de almuerzo y tengo solo veinte minutos para hacerlo pues debo pagar algunas obligaciones. No es de mi interés lo que haga mi jefe, las demás opinan distintos y rumbo al restaurante empiezan a especular.
El chismorreo de siempre en el Doyle-Turner, sede Edimburgo es lo poco que perduran las asistentes. En un comienzo eran despedidas por acosar al jefe, un hombre que debo admitir es de buen ver, pero que no tanto para perder mi único medio de sustento.
Tengo cuatro años laborando en el Doyle-Turner de los 24 que llevo de vida, para mi fortuna en el área de bodega. Era la asistente del señor Robert un conocido de mi padre a quien suele hacerle trabajos independientes, un excelente jefe con quien no había tenido el primer problema. Soy la más antigua del grupo y eso me da cierta experiencia. Contrario a lo que mi padre quería, acepté el trabajo y al día de hoy, no me va mal.
—¿Tu que sabes?—exclaman en voto.
—Lo suficiente para saber, ese hombre no es para ustedes —replicó señalando el ascensor privado—Guido Doyle es sinónimo de problemas —finalizo dando por terminada mi participación en esa conversación y mirando la hora en mi reloj.
En los últimos años la cosa cambió, las asistentes salen por quejas de la novia del jefe. La mujer se encarga de poner peros de todo tipo, hasta que su novio acaba por despedirlas. Siendo sinceros los comportamientos de las asistentes no contribuye a su permanencia en la empresa. Que la gran mayoría aspiren a ser la futura esposa Doyle del último de los que están por casarse, les hace ser sacadas de la empresa.
Resumen: el niño rico es bastante quisquilloso con aquello de las confianzas excesivas jefe-empleada.
Trabajar en las bodegas me permite estar lejos de los corrillos y chismes ya que estoy sola casi todo el tiempo (aunque no evita que esos lleguen a mis oídos). Esto no sólo ayuda a trabajar con tranquilidad, también evita el roce social que papá odia que yo tenga.
Aunque papá odia todo de mi.
—Pensé que se habían separado —comenta Eris. —hasta donde él dice es soltero.
—¿Qué hombre dice tengo novia y la amo? —Venus sonríe al decir aquello.
Las cuatro nos detenemos en la acera en espera que los autos pasen para cruzar nosotras al "Hills", un pequeño restaurante con sabor casero y a buen precio. Continúan detallando lo que se dice en los pasillos. Hace dos años le terminó ante la renuencia de la mujer de casarse.
—Mi Sage lo dice... — todas bufan mirándola con rostro de indignación.
Tener un año de relación la hace ver al Sage como el príncipe azul, pero todos acaban en algún momento siendo sapos o ratas. Con todo, decido seguir en silencio y esperando un turno para cruzar la calle.
—Han anunciado boda en cinco ocaciones y en todas se cancela a puertas del altar. —Venus tiene demasiada información pienso un poco viéndola hablar animada del jefe — se dice en todas fue ella la que le truena.
—¡Que estúpida! ¿Quién no quiere casarse con ese hombre?
Alguna maña debe tener que hace a la dama alejarse, por experiencia sé que no todo lo que brilla es oro. Además, el hombre es estricto en el trabajo, por lo que muy seguramente es igual en lo personal. Y el que era millonario, no suele ser suficiente.
Si bien, el dinero es importante, yo podría cambiar eso porque mi padre abandone el alcohol, cese de acusarme por la partida de mi madre, señalarme soy igual a ella o simplemente tener una convivencia sana con el ser que me dio la vida.
—La familia no quiere, parece que no cae bien. —con esa conversación cruzamos la calle y en minutos estamos a pocos pasos del restaurante. —¿Tú qué opinas Cara? Estás muy callada.
—¿La verdad? —miro a Venus que asiente entrando al local y sorteamos mesas hasta llegar al sitio acostumbrado —Me tiene sin cuidado lo que pase con el jefe —hago una pausa para tomar aire pues la caminata fue a toda prisa antes de seguir. —y tú sabes demasiado del tema.
Escucho las acusaciones de las chicas que murmurar tengo razón. Venus conoce demasiado sobre el jefe, sonrió mirándola cómo se remueve incomoda en la silla.
—Salí un par de noches con su escolta.
—Traducción "Te acostaste en un par de ocasiones con Slade" —todas reímos al ver que cae en evidencia, pero ella no le afecta en lo más mínimo.
Cada quien hace su pedido y solo en ese instante logramos no escuchar el nombre "Doyle". La dicha dura poco, pues una vez el mesero se ha ido Venus sigue con la conversación.
—La mujer está mayor para ser modelo 32 o 33 —parece pensar un poco antes de seguir —es la edad del jefe y según Slade se conocen desde sus estudios. Con tantas modelos jóvenes ¿Quién contrata a maduras?... ahora si quiere casarse. —prosigue —sabe dónde tocar al hombre...
—Acabará por casarse con él —resumen las chicas en coro y todas reímos recibiendo nuestro pedido
Veinte minutos después estoy bajándome del taxi y yendo hacia el lugar que me espera mes a mes. Miro el nombre del lugar y sonrío con algo de nostalgia, la pareja que administra el lugar conoce a mis padres desde que llegaron a la ciudad. Mi madre incluso trabajo con ellos de mesera, por ellos conozco casi todo lo que conozco de mamá.
—Buenas tardes —saludo a la anciana que está detrás del escritorio.
—Cara ¿Cómo estás? ¿Qué puedo hacer por ti?
—Busco a Zack —confieso y me mira confundida —vengo a pagar la cuenta de mi padre.
—¿De Julius? —afirmo y se queda viéndome un instante preocupado —Espera un momento.
Mi padre come en este restaurante, Zack era el administrador y sabía que trabajaba en la destilería. Algunas veces paga, otras lo anexan a mi cuenta. Últimamente me ha tocado pagar todo lo que consume, pues su amor por el alcohol aumenta cada día. Saco la billetera y espero que me den la cifra a pagar este mes.
La anciana saca el libro que suele firmar mi padre y pasa las hojas, su rostro muestra sorpresa al llega al final de la hoja. Llama a una mesera y le pregunta por la cuenta de mi padre, la veo susurrar algo en respuesta ininteligible y la mujer maldice molesta.
—¿Qué sucede? —niega ingresando al fondo del pequeño local y regresando con su esposo. —Si la cuenta es muy extensa, puedo pagar en dos cuotas...
El hombre sale con retirando el gorro de su cabeza, me saluda de manera acostumbrada y miro a ambos sin poder entender. Es la primera vez que ellos me rinden cuentas pues suele ser su hijo quien lo hace. Ambos le han entregado las riendas del local a su único hijo, por lo que me sorprende un poco verlos allí.
—Tu padre no está comiendo desde hace seis meses... —empieza a decir — Siento vergüenza con esto, mi hijo ha participado activamente en esta injusticia.
Sin entender que quiere decir, toda vez he pagado mes a mes una suma bastante grande pido explicaciones. Me entero que hace siete meses atrás mi padre le pidió no consumir nada y fingir que si para recibir el dinero. El necesitaba el capital para una deuda que yo me negaba a pagar.
— Zack tuvo que ir a Londres, antes de irse me contó el trato que tenía con Julius. —Mi pecho duele por contener la respiración y miro a todos lados, el chico quería que su padre siguiera ayudando a papá. —sabemos todo lo que trabajas Cara y lo holgazán que es Julius, por eso quise decírtelo.
Miro en todas las direcciones sin saber qué hacer y luego a mi billetera. Él sabe que yo costeo todo lo de la casa y lo difícil que se me hace mes a mes llegar sin saldo en rojo. La pareja nota mi contrariedad, es la dama quien toma mis manos temblorosas y las sostiene fuerte. Me recuerda que mi padre aún es joven. Recibir media pensión del ejército por la lesión en su ojo izquierdo y mi trabajo sería suficiente para llevar una buena vida.
—Tu gran parecido con tu madre es su mayor tormento y el único motivo por el que te trate asi —sigue diciendo y guardo silencio —él contribuyó en gran medida a que eso sucedería... Las palizas que le daba a tu madre eran grandes, incluso estuvo a punto de abortar por una de ellas.
Escuchar esas historias eran muy frecuentes y no sólo por parte de esta pareja. Aquellos que los conocieron de jóvenes no se limitaban en detallar esa época. Construir la casa alejada de las demás le permitió a mi padre (Según vecinos) maltratar a mamá.
Siempre amenazaba con irse, nunca le creyeron hasta ese día en que papá salió conmigo al parque y minutos después lo hizo ella con una maleta. Nadie la volvió a ver y no se despidió de sus vecinos que la vieron salir con la frente en alto y sin mirar a nadie.
—A mí me resulta increíble que Cara te dejara en manos de Julius —habla el señor y muerdo mis labios para no llorar.
No hay en la casa una foto de mi madre, solo tengo en mi mente las imágenes descritas por aquellas personas que la conocieron. Todos decían que era cuestión de verme al espejo para saber cómo era. Mis padres eran de Adare y llegaron a vivir a Dublín con mamá estaba embarazada. Papá contaba con 19 y mamá 26, la diferencia de edad no se notaba, mi padre era un hombre bastante robusto y mamá de baja estatura.
Según papá sólo él se enamoró, mi madre nunca lo quiso y se fue con el primero que le calentó las orejas. Aseguraba yo llevaba su mala sangre y repetiría su historia. Por eso me cuidaba, para que no acabara como ella.
—Gracias por la información —le digo a ambos —Yo hablaré con mi padre al llegar y pagaré personalmente esa cuenta.
Una que estoy segura es de alcohol o juegos, desde la partida de mi madre, él se ha refugiado en el licor. Salgo del restaurante y pido un taxi, dentro de este me sumerjo en mis pensamientos. Es tanto el cúmulo de recuerdos que no se en que momento estoy frente al edificio.
—Llegamos —sacudo mis recuerdos sacando el dinero de la cartera y salgo del vehículo.
—Feliz tarde —se despide el taxista y recibo el cambio.
No he avanzado varios metros cuando siento unas manos sobre mi brazo que se ciernen con fuerza. Lanzo un grito bajo que acaba por apagarse al ver de quien se trata.
—¡Ven aquí! —la voz fuerte de mi padre me llega al mismo tiempo que sus dedos presionar aún más fuerte mi brazo.
Me arrastra hasta quedar lejos del campo de visión de los guardas y lanza mi cuerpo hacia la pared. Me paralizo tal cual lo hago siempre, sus ojos están aún más oscuros y su mirada es de furia. Mi madre es un hombre de más de 1.80mts, Cara Murphy apenas llega al 1.70mts.
Toda mi espalda se apoya en la pared, al tiempo que empiezo a hiperventilar. Cada que se torna agresivo, yo regreso a los cuatro años el día que me pegó por primera vez hasta quedar en la inconsciencia. No formulo palabra alguna y mi mano rebusca dentro del bolso mientras ruego que alcance a darle dinero antes de que me golpee.
Soy blanco de sus ataques desde que tengo uso de razón y por más que intente reaccionar mi cuerpo se paraliza cada que su rostro se acerca al mío y me ve con odio. Él está viendo en mi rostro a mi madre, la mujer que lo dejó por otro, pero yo soy una parte de él ¿Por qué no me quiere?
—No pagaste...—ruge.
Cierro los ojos empezando a sudar frio, siento la bilis subir por mi garganta y el peso de todos sus maltratos llegan a mí por lo que empiezo a llorar y a temblar. Sacude mi cuerpo una última vez golpeando mi cabeza contra la pared y esta hace un fuerte "Toc" mientras susurra.
—Hablamos en casa...
Una vez los abro lo encuentro a no más de tres metros de mí observando hacia la entrada de la destilería nervioso. Sigo su mirada, pero no hay nadie en ese lugar solo los guardias que miran atentos en mi dirección.
—Y más te vale me tengas ese dinero... —me señala antes de dar la espalda y mis manos aprietan con fuerza el bolso aun con una de ellas dentro del mismo —de ello depende que tan "buen chico" soy.
Suelto todo el aire retenido y cierro los ojos sacudiendo todo mi cuerpo con violencia. Lo que siento cada que se me acerca es indescriptible, no es solo la violencia con la que actúa, es su rostro desfigurado por la ira al verme. Con mi bolso apretado a mi vientre empiezo a caminar y bajo el rostro al pasar por lo guardias.
—¿Todo bien? —me pregunta uno de ellos y señala con la cabeza detrás de mí —¿Novio?
—Mi padre —respondo en un susurro.
Mi respuesta hace que me mire sorprendido sin poder ocultar el enojo que aumenta una vez le digo quien es mi agresor. Se hace a un lado y mira a su compañero sin hacer más comentarios.
Llego a mi sitio de trabajo y saco del escritorio las llaves de la bodega, debajo de ellas veo el libro de cuentas que saco con cuidado. Abro en cualquier página, empezando a leer lo allí escrito y sin poder contenerlo lloro
(...)
—Aquí debe existir un error—reviso una vez más el inventario y lo dejo a un lado.
—¿Qué sucede? ¿Hablando sola otra vez? —ni aun la voz risueña de mi jefe logra calcarme.
Reviso una vez más la entrada y salida de las cajas de whisky y los cargamentos entregados de Escocia. Plenamente consciente que no encontraré la falla allí, porque mi jefe y yo personalmente recibimos ese embarque.
—Faltan cajas... muchas cajas —recalco y lanzo mi cuerpo hacia atrás deslizando con ese gesto la silla que la detiene la pared.
—Alguna factura que has dejado pasar —me calma y toma los inventarios —te ayudaré, últimamente no eres tú. —bajo el rostro y sonríe tomando mis manos —he puesto tu nombre para asistente de Gerencia —alzo mi cara sorprendida y niego lo que hace su sonrisa se amplie.
—No, por favor Robert —le ruego.
—Es buen pago, Guido un excelente jefe y estarás protegida.
Si bien, no menciona a mi padre sé que se refiere a él pues mira la marca en mi brazo y partes de mi cuello. Lo escucho decir que es muy viejo para enfrentar a papá, y la vía legal no es posible si no soy yo quien pone la queja. Ha intentado persuadirlo que cese sus golpizas, pero mi padre las niega.
—¿Esperas que haga algo peor? —me reclama.
—Necesito este empleo Robert... a ese hombre no les duran las asistentes.
—Me ha prometido si no funciona regresarte a Bodega... no te preocupes —me calma e inspiro fuerte — te está esperando no llegues tarde nunca, no entables una conversación personal... solo se tu Cara y te aseguro te amará.
Me levanto de la silla y tomo mi bolsa, le escucho decir que el recogerá las mis cosas y las enviará a mi nuevo sitio. Revisará el inventario que está seguro no es un problema, le doy un abrazo y un adiós a mi sitio de trabajo por años orando al subir los ascensores que le caiga como una patada en los huevos al jefe y me deje regresar.
Las puertas del ascensor se abren y mis pies se han quedado fijos en el suelo del lugar. Reacciono luego de unos segundos y me cubro el moretón en el brazo. Su oficina está en el décimo piso, salvo él y su asistente nadie más está en esa área. Lo que indica pasaré más de diez horas con ese hombre y mi cuerpo se crispa al tiempo que de mi garganta sale un lamento.
Sin saber cómo ha pasado me veo frente a una puerta de vidrio con el nombre de su dueño Guido Doyle Fletcher.
—Por lo menos tiene madre —susurro dando varios golpes leves en la puerta.
—¡Pase! —escucho la voz fuerte, aunque no furiosa.
Se lo que voy a encontrarme, ya que he tenido de la oportunidad de coincidir con él en una que otra integración de fin de año. Suele ver a otros sin ver (si, no soy lógica, pero es lo que parece), es como si fueran transparentes. No entabla una conversación con nadie y cuando alguien osa violar su espacio personal se aleja.
—Buenos días señor Doyle —saludo cordial.
El hombre ante mí no tiene saco, lleva puesta una camisa gris y una corbata azul celeste con líneas finas grises. Mis ojos se detienen en sus manos y sus largos dedos que sostienen la pluma con la que firma varios documentos.
Lleva el cabello un tanto largo que cae en ondas en su cuello, también usa lentes. Nunca lo había visto tan relajado, en las reuniones se veía tenso todo el tiempo. Aprovecho el instante para detallar sus facciones y varios rizos de su cabello caen en su frente y descubro (para mi pesar) que es más atractivo de lo que se ve de lejos y bastante alto.
Peligrosamente alto...
Me aclaro la garganta y le recuerdo estoy allí, por un instante creo seré ignorada. Firma una última hoja que recoge y junta de manera ordenada, cuando alza su rostro extiende el paquete que ha firmado en mi dirección. Sin dejar de verme sostiene los documentos en el aire y los regresa a la mesa, sus ojos grises me ven con curiosidad y otra cosa que no alcanzo a captar.
—¿Cara Murphy? —pregunta y asiento sin mover un musculo.
Es difícil de explicar lo que su escrutinio causa en mí, ambos nos miramos por unos segundos. Yo aterrada por tener que trabajar con ese hombre casi diez horas y él muy seguramente divertido por mi nerviosismo.
—El señor Robert me ha dicho que seré su asistente por un tiempo...
—Será mi asistente —me corrige sin poder ocultar lo que le divierte mi comentario —¿Me teme señorita Murphy? Ya desayuné, pierda cuidado no voy a comerle.
—¿Los documentos son...? —ignoro la conversación personal que acaba de iniciar y su ceja rubia se arquea al tiempo que sus labios se curvan en una sonrisa.
—Necesito enviarlos por correo a Edimburgo, pero antes deben ser firmados por presupuesto...
—Enseguida —termino por él y avanzo un par de pasos recojo los documentos sin verle a los ojos. —ya me encargo...
—No le he dado el nombre de la persona o el correo señorita Murphy—me tenso ante su voz y giro lentamente. —¿Cuál es la prisa por irse?
Lo encuentro cruzado de brazos apoyado en la silla contemplándome divertido. Necesitas el trabajo, Cara no puedes darte el lujo de ser despedida.
Es tu jefe y no será capaz de hacerte daño...
—¿Lee la mente señorita Murphy? Espero realmente que no...
Sus ojos se detienen en mi brazo y bajo el jersey rápido para cubrir los golpes de mi padre. Cuando sus ojos regresan a los míos ya no tiene el mismo aire de burla. Bajo la cabeza al no poder con sostener su mirada cuando lo siento levantarse y capto cuan grande es retrocedo y mi movimiento lo detiene.
El sobrepasa en estatura a mi padre, sus manos son enormes y sus bíceps...
Si mi padre me hace daño ¿Qué no podrá hacerme él?
—Le enseñaré su sitio de trabajo —afirmo y aguanto la respiración al sentir como se acerca —sígame.
Y sin darme cuenta me veo soltando todo el aire que sin saber había retenido en toda la conversación.
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