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Capítulo 13

La presencia en el país del custodio era para estar al frente del robo de la bodega. No volví a verlo y Slade me comunicó que regresaría a su hogar tras salir del juicio y su primo le acompañaría.

Guido me había propuesto visitar las sedes y estaba emocionada lo más lejos que había ido era a una feria hace tantos años que no lo recuerdo. Se pueden imaginar lo feliz que me siento ante esa propuesta. Tres meses juntos y solos, Paris, Estambul, New york, Londres y Edimburgo. El orden de visitas no estaba establecido, solo sabía que su país natal sería el último en visitar.

Nos iríamos en cuatro días, mientras eso ocurría, Guido iría a casa en búsqueda de documentación y yo contaría con esos días de permiso para dejar todo en orden. Ser su novia era hasta hace unas horas una quimera, ir a esas ciudades una un sueño, ir con él la más hermosa de mis fantasías.

En cuanto al sitio en donde estoy no conocía en su totalidad, algunos lugares estaban en remodelación. La habitación en la que estaba era la de Guido y de momento la única funcional.

He descubierto al despertar sola que no me encuentro bien, mi pecho duele al respirar profundo, mi cabeza se siente vacía y los ojos me arden como si estuviera expuesta al sol, pero todo es tolerable. Ser novia de Guido, me hace no prestar atención a ello.

Con la curiosidad a mil y mi respiración irregular camino hacia la terraza de la habitación. Una enorme ventana de cristal impide salir, apoyo mis manos en el cristal y quedo extasiada por lo que veo.

¡Era un faro! Uno que está a escasos metros de donde estoy. El hogar de Guido parecía sacado de una de esas novelas de piratas y corsarios. Poso mis manos en los pasadores y estoy por tirar de ellos cuando la voz femenina me impide.

—¿A dónde cree que va jovencita? —es Yury, la encargada de la cocina quien detiene mi salida a la terraza. —Slade la está esperando para llevarla a la clínica, debe hacerse esos exámenes urgentes.

—¿Quién me vistió? —pregunto viendo mi imagen reflejada en el cristal y la dama detrás de mí —¿De quién es esta ropa?

Yury deja un grupo de prendas encima de la cama y apoya sus manos en las caderas, al tiempo que me observa molesta. Doy media vuelta contemplando con curiosidad las telas oscuras y varias etiquetas de diseñadores famosos.

—Yo bajo las órdenes del señor Gino, quien me pidió bañarla y cubrirla. El joven solo la dejo en la tina, yo hice el resto —mi escaneo a la ropa dura varios minutos y solo alejo la mirada ante la risa de la mujer —la ropa es de la señora Maissa, esposa del joven Gianni.

Maissa es más alta que yo, es lo primero que me doy cuenta y no me causa gracia usar prendas de otros, se lo hago saber, niega divertida diciéndome que nunca han sido usadas. La señora Maissa las trajo para no cargar con equipaje, también hay ropa del niño y su esposo.

—Suelen viajar ligeros a todos lados y quedarse por largo tiempo, al niño Giacomo le gusta esta casa, por el parecido con la de su abuelo.

Yo solo me quedé en que tienen ropa nueva en todos los sitios a visitar. Yury sale no sin antes recordarme que tengo a Slade esperando. Tomo la primera prenda encontrándome con la primera dificultad. Nunca he usado pantalón a papá no le gustaba que lo hiciera, decía que marcaba mucho mi trasero y llamaba a la lujuria masculina.

—Lo uso hasta llegar a la casa —decido retirando de mi cuerpo la prenda y dejándola con cuidado en un costado de la cama—de todas maneras, tengo que pasar por mi bolso. —con la prisa de ese día, Guido dejó todo allí y solo se trajo las llaves que había sacado de mi bolso.

Maissa no solo era más alta, también delgada y mi padre tenía razón, mi trasero y piernas eran muy llamativas para ese tipo de ropas.

El esfuerzo de instalarme el pantalón me agito y tuve que hacer un pare. La opresión en mi pecho y la falta de aire me obligo a sentarme en el borde de la cama con los zapatos en la mano.

¡Solo los zapatos me quedan grandes! Encima eran zapatillas, algo que nunca he usado. Miro mis calcetas y el fino calzado a intervalos cortos. Dejo la lujosa zapatilla dorada en un lado y decido irme en pantuflas.

Con la fe que solo eran dos horas, hasta que llegara a casa, sigo el camino que me han indicado. No debo pasar por la zona en remodelación, el olor a pintura y el polvo podrían afectarme. Avanzo despacio, no solo por la dificultad que empiezo a sentir al respirar, también para detallar el hogar de Guido.

El piso en mármol blanco y paredes en el mismo color se abren paso a medida que avanzo. No hay un solo cuatro en las paredes o adornos de ningún tipo, algunas habitaciones no cuentan con puertas y carecen de muebles.

Durante el recorrido al primer piso, tropiezo con dos o tres obreros quienes sonríen a mi paso tomando su casco. Los primeros cuadros los encuentro cerca de las escaleras cubiertos por sábanas blancas al igual que todo los demás. En el primer piso la historia es similar, salvo un par de sillas en la terraza, todo está cubierto por sábanas blancas o plásticos del mismo color.

Bajo hasta llegar a la zona de autos y desde allí doy una mirada a mi alrededor. Estamos en una colina y el que imagino es la salida es un camino de dos vías en bajada, al final de la cual y a unos tres cientos metros un enorme portón.

Desde el punto en donde estoy puedo ver dos caminos más, ambos van al mar y unos cuantos hombres trabajan en ellos. En cuanto al faro, ha quedado detrás de la casa, por lo que me imagino la habitación en donde estaba alojada queda por esos lados.

Justo del sitio que me han pedido no visitar.

—¿Tus zapatos? —pregunta Slade y doy media vuelta —estas en pantuflas ¿Qué hiciste los zapatos?

—Me quedan grandes y no uso zapatillas Slade —confieso y se queda viéndome sorprendido.

—No puedes andar así...

—Debo ir a casa por los documentos, me cambiaré allí. Esta no es mi ropa, los pantalones me aprietan y causan picazón en mis piernas. Y no puedo ni respirar bien —para confirmar mi punto rasco parte de mi muslo ante la mirada divertida de Slade.

—No te quedan mal...

—No me gustan —insisto.

—Te llevaré a casa, pero no estas mal vestida, solo no estas acostumbrada.

No hago comentarios al respecto, porque no me va a entender, me ayuda a entrar al auto y al tomar mis brazos me detiene un instante. Apoya su otra mano en mi cuello y luego en mi frente, acto seguido me pide respirar en el dorso de su mano.

—¿Respiras bien? —me pregunta y afirmo —¿Segura? ¿Por qué respiras de esa manera? Y no me digas es por el pantalón —me reprende. —iremos a tu casa y luego a la clínica, llamaré a Guido...

—¡NO! —le pido rápidamente —se querrá devolver y no es justo, tiene cosas que hacer... por favor —le ruego al ver que duda con el móvil en sus manos —llamaré a Elektra o a cualquiera de las chicas.

—Como digas —comenta de mala gana —mejor vamos a esa clínica y luego a casa, no te vez bien.

No pude negarme, porque me sentía como si hubiera corrido un triatlón. Me dejo ayudar a sentar cerrándolo los ojos y siento que Slade deja algo en mi cabeza, luego en mi cuello. Si me quedo quieta y no hago o digo nada, la opresión pasara.

El viaje a la clínica es en silencio que solo es interrumpido por la voz de Slade hablar con alguien entre susurros. Debí quedarme dormida porque lo que sigue lo recuerdo solo a intervalos cortos

(...)

¿A quién le dañaron los planes de viajar? Exacto a mi ¿Por qué? Por el cuadro de neumonía que, aunque leve debía tratarse con cuidado. Slade cumplió mi pedido y no le comentó a Guido lo que sucedía. Solo lo hizo cuando me dieron de alta y tras darme la noticia que no podía viajar.

—No debes desanimarte —me dice ayudándome a bajar del vehículo en las puertas del edificio en donde vivo—podría ser peor no tienes que enfrentar a un Doyle cabreado por no decirle la verdad.

—No era necesario, él no podía hacer nada por mí, sería la segunda vez que deja la casa por solucionarme un problema. —Slade me entrega su mano y sostenida a él empiezo a entrar a casa.

—Le caíste bien al jefe y te aseguro en esa familia solo con eso es suficiente. —no le respondo y me concentro en caminar un paso seguido de otro.

Era necesario su ida a Edimburgo, con o sin mí él tenía que cumplir con esas visitas y recoger la documentación en la sede principal. Lleva más de once meses sin realizar inspección, luego del robo era necesario hacerlas y solo se ha basado en la documentación enviada.

—Él tiene que ir y lo sabes —le recuerdo —aplazarlo un mes más es un error.

Tres meses sin verle, es en todo lo que pienso cuando vamos atravesando el vestíbulo. Los chicos de recepción se quedan viendo mi entrada y comenta entre sí. Llevo tres días sin ir al apartamento y sin manera de contactarme con Nicole.

Llegar a mi piso no fue tan malo, apoyo el pie en el último de los escalones sorteando las burlas de Slade porque acabé con la ropa que no quería por diez horas.

—Recibiste muchos piropos por ello.

—No soy tu bufón—la advierto alzando mi dedo índice —aunque este vestido como uno —continuo. —dices mentiras para que no me sienta mal. —finalizo.

Sonríe y un hoyuelo se le hace en su barbilla, sus ojos son achinados, nariz recta, ojos marrones y vivaces, labios gruesos y rostro redondo. Una barba poblada bien cuidada cubre su rostro. Es, en conjunto un hombre atractivo, no he visto en él la primera cosa que me enoje, salvo su capacidad para burlarse de mí

Una espesa cabellera negra que cae en frente y cuello, esa que suele moverse cada que niega divertido o enojado por algo.

—Te aseguro que digo la verdad—apoya su mano en el pecho de forma teatral e inclina su cuerpo un poco en mi dirección— Tienes mi palabra que cuando hagas algo inadecuado te lo diré primero a ti. Me has demostrado no eres a lo que estoy acostumbrado.

—¿A que estas acostumbrado? Creí que llevabas años con Guido ocho u siete.

Sonriente retira de mis manos la llave y me pide decirle cual es la que abre la cerradura.

—He trabajado solo con hombres y ello conlleva a lidiar con sus novias ¡Como tú! —señala y afirmo —. Soporté a una en particular por mucho tiempo, fue tanto su humillación que estuve a punto de renunciar.

Ingresa la llave gira y empuja quedando los dos en la entrada sin ver en el interior. La mujer en cuestión, creaba todo tipo de discordia, era tanto el poder que tenía sobre la familia que fue en tres ocasiones amonestado.

—Me enviaron a casa sin salario y con el sello en la frente de haberme sobrepasado con ella —habla y su rostro refleja molestia —solo intentaba crear un ambiente cómodo, conozco mi lugar. —gira hacia el apartamento y sus ojos se abren —¿Qué mierdas...?

Su explosiva respuesta me hace volver la vista a lo que ha llamado su atención. Muebles tirados y la cojinería hecha trizas, paredes en ciertos lugares destruidos.

Mi apartamento explotó...¡Literal!

—Quédate aquí.

Un pedido absurdo, aun si quisiera yo no podría dar un paso, hablar o decir algo. Retrocedo hasta llegar a la pared frente a mi apartamento. No había rastros de Nicole, ni equipaje y todo cuanto trajo ese día. Era como si ella nunca hubiera estado en mi hogar. Recordé lo que ella y su novio se parecían, ambos se rieron diciendo que lo decían muy seguidos.

La llamada a las autoridades y su llegada fueron minutos después. Me hicieron revisar cada cosa e insistieron en preguntarme si había algo de valor que pudieron haberse llevado. Joyas, cajas fuertes, etc. Si coleccionaba monedas, estampilla o cualquier tipo de material costoso que hubiese llamado la atención en alguna red social.

—Ni siquiera uso redes sociales... ya le dije, hice un anuncio diciendo que tenía una habitación disponible.

El oficial asiente, anota en una libreta el nombre de mi compañera y el de su novio. Muy seguramente Jethro Palmer y Nicole Runner no existan, vuelve a insistir en que si tengo enemigos.

—Llevo pocos meses en este lugar.... Antes vivía con papá —respondo.

—¿Segura no falta nada? —pregunta el oficial cuatro después y niego.

—Aparentemente todo está allí, —destruido ... pero lo está.

Lo más curioso de todo era que no se habían llevado nada, simplemente destruyeron lo que había en su interior. En búsqueda de algo de valor y al no encontrarlo decidieron destruir mis pocas pertenencias.

—Volvamos a casa no voy a dejarte aquí —Slade no me da tiempo a responder y me saca del apartamento —No te preocupes, todo lo material es recuperable...


El último recuerdo de mi padre estaba hecho pedazos. Los muebles, cuadros, camas y hasta había pintado las paredes. Lo único que tenía para recordarle me lo habían destruido.

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