Capítulo 10
Cara
La vida debe seguir, aun con las penas y dificultades que se te presentan. Mi lema desde hace cuatro meses en que papá se fue. No le he dicho a Guido que estoy sola en el apartamento, no deseo darle preocupaciones. Por fortuna, Elektra y él no coinciden, ella está de licencia pues ya dio a luz.
He puesto un anuncio en la prensa, diciendo que tengo habitación disponible, solo para damas. Fue la manera que encontré de llenar el vacío que existe en apartamento. Leo la pequeña nota del anuncio y suspiro guardadora en mi bolsa.
¿Era mucho pedir pasar mi cumpleaños número 25 acompañada? En solo un trio de ocasiones Papá estuvo conmigo. Mañana era mi cumpleaños y yo no quería pasarla como todos los años.
Era la tercera persona que, tras llamar y concretar una reunión, me dejaba plantada. Creo que no suben cuando ven lo viejo del lugar, y no dan una oportunidad a lo limpio y bien adornado que tengo mi hogar.
No necesito el dinero, solo a alguien con quien conversar de vez en cuando. Inspiro y respiro todo lo que puedo y entro a la recepción del Doyle-Turner. Lugar en donde Elektra charla animada con Venus y Eris.
Es extraño ver a Elektra allí, está en licencia de maternidad. Su hijo nació hace dos meses. Sonrío feliz al verla salir detrás del mostrador con una pequeña figura envuelta en una cobija azul.
—¿Puedo cargarlo? —pregunto ansiosa y asiente dejándome a su bebé en mis brazos.
Nunca he tenido la oportunidad de tener un bebé tan cerca. Sus pequeñas manos rosadas, delgados dedos y su cabeza tupida en una espesa cabellera negra.
—Es el bebé más hermoso que he visto.
—Venus me dijo que estabas en una entrevista con una posible compañera ¿Qué tal te fue? —me pregunta Elektra y niego.
—NO llegó. —respondo apoyando mi dedo índice en su mano y lo sostiene rápidamente —y mi jefe me exigió volver.
Lo que me recuerda debo subir. Miro el reloj que reposa encima de recepción y respiro aliviada, aún tenía algunos minutos libres para disfrutar de esta belleza.
—Conviértete en indispensable y le tendrás comiendo de tu mano —me dice y pongo los ojos en blanco,
Suelta una risita leve que hace a su hijo abrir los ojos rápidamente. Son negros como la noche y brillantes, arruga la frente, frunce las cejas y respiro nerviosa.
—Si no te conviertes en la próxima señora Doyle tienes trabajo asegurado. Llevas diez meses con él, solo lo tú lo soportas cariño.
El ruido de mi móvil hace al pequeño retorcerse. ¡Va a llorar! Sus labios se tuercen y sus empiezan a humedecerse. NO, no, no.
—¡NO lo pellizques! —protesta Eris asomando la cabeza y sonríe divertida al ver mi rostro aterrado.
—Ven linda... no te preocupes odia ser despertado. —le entrego a su bebé que mágicamente se calma y miro a ambos fascinada —fue un gusto verte y ve subiendo antes que el monstruo venga a buscarte.
Sonrío evitando defender a Guido, no solo por las burlas que ello ocasionaría, también porque mi tiempo se acaba. La segunda vibración es cuando estoy en el ascensor y lo tomo rápidamente.
—¿Diga? —pregunto viendo que el número es desconocido.
—Llamaba por lo del anuncio.
Era un hombre quien estaba detrás de la otra línea. El anuncio hablaba específicamente de estudiantes universitarias y/o mujeres solteras, fui clara en que quería resaltar ambas cosas.
—Esperé una hora —recuerdo aclarándome la garganta —y fui clara en que eran solo mujeres.
—NO es para mí, es para mi novia —corrige la profunda voz del otro lado.
—Una hora, les esperé una hora—le interrumpo —pudo llamar a concretar otra hora y evitarme la espera.
—Lo siento, creo que estamos hablando en idiomas distintos —se excusa en medio de risas —nunca he llamado, es la primera vez. Soy Jethro Palmer y mi prometida Nicole Runner.
Las puertas del ascensor se abren y avanzo a pasos lentos hacia mi lugar. Dejo el bolso en el sitio acostumbrado y pienso en una excusa bastante buena. Son una pareja, doble gasto, el vendrá a verla en caso que no viva en la ciudad. Sin mencionar las noches de tórrido romance y pasión.
—¿Sigue allí? —pregunta con voz ansiosa.
—El anuncio dice mujer soltera o estudiante universitaria, yo vivo sola y no deseo...
—Ok, nos vamos entendiendo —me interrumpe —Yo no vivo en la ciudad y no tengo pensado venir a verla, de hecho, ella es quien irá a verme. No cuento con muchos permisos mi trabajo me lo impediría.
—Lo prometemos—la voz femenina del otro lado me hace reír y al hombre detrás de la línea igual —traje todas las maletas, podemos esperar que salga del trabajo... no tenemos a donde más ir y el sitio es bastante cerca a mi universidad.
—¡Por favor señora! Nicole no se meterá con sus gatos y tiene muy buenas costumbres. —ese comentario me hace reír y decido darles una oportunidad.
—Salgo a las siete.
—Perfecto.
—Necesito referencias confiables, dos meses de adelanto y uno deposito.
—Entendido... la esperamos aquí. —cuelgo la llamada y miro la puerta de la oficina cerrada.
Avanzo hacia ella sin muchas ganas de trabajar. Toco la puerta y entro con la agenda en mis manos. Esta o tras el escritorio y sin notar mi presencia revisa los últimos balances.
—¿A quién vas a llamar? —pregunto sin saludar y con mis ánimos por el suelo.
Sonríe al alzar su rostro una vez nota mi estado, retira sus lentes levantándose y caminando hacia mí. No tengo ganas de nada, mi nivel de energía está por debajo de lo acostumbrado.
Retrocedo al ver que esta por acercarse, he descubierto que soy más vulnerables en sus brazos y mi rechazo le duele.
El rostro se muestra sorprendido y su espalda se estira aún más. Apoya ambas manos en el escritorio y reposa su cuerpo en él mientras detalla mi rostro. Estoy a punto de mi cumpleaños y esperaba que mi padre me llamara o enviara un mensaje, que alguien se acordara de ese día.
¡Cualquier cosa!
—¿Era importante? —me pregunta y me encojo de hombros indiferente —Debe serlo, para que estés a punto de llorar.
—¿A quién quieres llame? —vuelvo a repetir y mis labios empiezan a temblar ligeramente.
Sus labios se aprietan volviéndose una fina línea. Es mi jefe antes que mi amigo, y necesito el empleo. No dejo de recordar todas las mujeres que han pasado por allí. Sin mencionar que la última persona que podría devolverme a mi antiguo puesto, resultó ser ladrón.
—Jolie Fleury, sede Paris, área de finanzas y presupuesto —ordena con voz fría y asiento —pide los balances de los últimos tres meses, embarques recibidos y confronta con los enviados. Has lo mismo con cada una de las sedes, necesitamos saber el grado de daño que nos hizo Rober.
— ¿Algo más?
—Puede retirarte. —su tono de voz es frio y distante, pero es lo mejor.
Puedo entender su enojo, pero alguien debemos poner un límite a todo esto. Dentro de la oficina es mi jefe y debo tratarlo como tal. No todo debo explicarlo, menos aquello que tiene que ver con mi vida privada y él debe aprender a vivir con eso.
Yo debo aceptarlo, estoy sola en este mundo y Guido Doyle no es mi almohada en el que deba llorar siempre que tenga un problema. Una dosis de sentido común que era necesario, alguien como él nunca se fijaría en mí. No tengo un pasado, menos un futuro y mi padre es un alcohólico.
Las siguientes horas Guido se enfurruña y yo me dedico hacer mi trabajo. Llamar a cada sede y confrontar datos, requiere el exceso de trabajo que necesito para distraerme. Guido se va diez minutos antes de la hora de salida, a modo de saludo me da un simple movimiento de cabeza y se pierde al interior del ascensor.
Espero solo cinco minutos, el tiempo que creo es suficiente para que el entre a su auto y se vaya. Por fortuna, no hay rastros de él cuando yo lo hago y me alivia saberlo. Mis pasos son rápidos por la acera, el viejo edificio es cada vez mas cerca.
Al entrar a él, mis ojos buscan a un pareja y recuerdo no pregunté ¿Cómo iban vestidos o como reconocerlo?
—¿Cara Murphy? —la voz femenina detrás de mi me hace girar. —te lo dije, no era la voz de una anciana.
Una chica de 20 años o menos, cabello dorado y ojos color avellana me sonríe, a su lado un hombre no mucho mayor que ella y de aspecto militar le imita el gesto.
— Tampoco tengo gatos, soy alérgica a ellos —le aclaro y ambos sonríen. —Imagino ya se lo han dicho, pero ustedes se parecen bastante —comento al notarlo.
Describir a uno es casi hacerlo con el otro, la variedad es el cabello largo y rasgos finos en la chica. Sonríen mirándose entre si y expresan que no es la primera persona que lo dice.
—¿Trajeron las referencias? —el silencio que sigue al subir me hace detener y girar el rostro hacia ellos.
—Solo serán unos meses, mientras Jethro le sale el traslado a la ciudad —explica ella.
—Igual daremos el avance y el depósito, —se apresura a decir él al verme negar con la cabeza —no se cuando me salga. Se que es un riesgo para usted tener a desconocidos en casa, pero no somos ladrones.
Ambos se ven buenas personas y esperan respuestas tomados de la mano con su equipaje a un lado. No puedo enviarlos a otro lado quizás más peligroso, hay demasiada gente mala allí a afuera y ellos se ven muy jóvenes.
—Bien, confiaré en ustedes. —les digo y ambos sonríen.
(...)
En mi cumpleaños número 25, he perdido la cuenta de cuantas veces miré el móvil en búsqueda de un mensaje o llamada perdida. De pequeña y cuando mi padre lo olvidaba, soñaba con que lo hacía apropósito y al llegar a casa me tenía una fiesta sorpresa.
¡Que ilusa! Yo le tenia mucha fe a papá o era el amor que le tenia por ser lo único real que había en mi vida.
—Señorita Murphy, estoy esperando a alguien... La hace pasar sin anunciar.
La voz fría de Guido me casa de mis pensamientos y no da tiempo a responderle pues cuelga. No ha cruzado conmigo palabras y se limita a ser el jefe que quería que fuera ¿Por qué entonces te duele tanto? Me reprende esa vocecita interior.
El ruido del ascensor me hace alzar la vista del teléfono que sigo viendo confundida. La mujer que camina en mi dirección, de cabello largo oscuro, kilómetros de piernas, (ni hablar de su cuerpo) se instala frente.
—Buenas tardes—su saludo es sincero y la sonrisa no es forzada. —creo que tengo una cita con el jefe. —afirmo sin poder dejar de ver su rostro.
El color de sus ojos me recuerda al cielo a punto de una tormenta, grises y azules dependiendo del punto en donde lo mires. Su cabello oscuro y piel rosada no es su mejor atributo...es la sonrisa genuina que brinda.
¿Su novia? Me pregunto al intentar sonreír logrando solo una mueca distorsionada. Por la envidia que la distinguida mujer me proporciona, y no por su belleza (que es notoria), es mas bien por el hombre que puede tener a su lado y yo no.
—El señor Doyle la está esperando —logro responder al fin y me levanto para abrirle la puerta y niega divertida.
Sus ojos grises brillan y sus labios color carmesí hacen un puchero bastante sexy. Sus largos dedos se alzan en mi dirección, no en una actitud superior, es más un ruego que siga sentada.
A mí me gustaría que me mirara con desdén y poderla odiar. Que sea humana y querida hace mi tarea de odiarla imposible.
—Conozco el camino y a la fiera, no deseo quitarte tiempo. —se excusa y afirmo en silencio.
Al darme la espalda mis ojos se detienen en su cintura pequeña, sus curvas y el vestido que se ciñe tan perfecto en ellas. Viste un traje ajustado negro, zapatos y accesorios rojos, un bolso pequeño que cuelga de su brazo y cuyo valor debe promediar tres de mis salarios. Pienso al viéndola entrar y cerrar la puerta tras de sí.
Escucho el seguro pasarse segundos después seguido de risas y hasta carcajadas. Mi pecho se oprime al oír su risa seguido de su voz profunda decir "Amada Larissa".
Era lo que necesitaba para entender, que marcar distancia era lo mejor. Ver a la distinguida mujer, novia y/o amiga, me dio una idea del nivel social al que estaba Guido. Difícilmente yo podría competir con tanta belleza y educación.
—Dios... Lo recuerdo, pobre Gianni siempre tenía que lidiar con su hermano soplón —el comentario es tan nítido que alzo la vista de mis documentos y los veo a ambos salir.
No es suficiente con escucharlos a puertas cerradas, ambos han decidido salir y mostrarme lo bien que se ven juntos. Regreso la cabeza a mi labor, pero su voz llamándome me obliga a verle.
—Cancele las reuniones del resto del día. —ordena con el mismo tono de voz de hace veinte horas.
Aprieto mis manos mi cuerpo se crispa al captar mis ojos la mano que de Guido cernirse en la cintura de la dama. Que sus dedos la aprieten o que ella se incline a su pecho no contribuye a mi baja autoestima.
—Si señor —respondo fingiendo indiferencia cuando mi corazón se estruja.
—Deje los documentos en mi escritorio, junto con cualquier otra cosa pendiente.
—Cómo ordene.
Y en ese punto no miro más en su dirección, hacerlo es dañarme un poco más. Concentrarme me resultó fácil e imagino Julius Murphy y su falta de afecto con su hija tuvo que ver.
Cuando salgo de la oficina esa noche, me encuentro que soy de las ultimas en irme. La gran mayoría se ha ido cuando han anunciado la tormenta, recursos humanos ha dado permiso a todos de irse antes de tiempo.
—Pensamos que el señor le había dado la tarde libre, lo vimos salir a eso de las tres —comenta uno de los guardias un poco apenado al verme en mitad de la recepción contemplando como los cielos parecen que se hayan abierto.
Llueve sobre Dublín, al tal punto que es imposible ver un poco más allá de unos metros de mí. Uno de los guardias me pide esperar que el mal tiempo baje un poco y niego.
—Vivo a unas cuadras. ¿Tienen una bolsa plástica? —les pregunto y afirman.
Me quito los zapatos, el bolso de manos y lo ingreso a ambos dentro de la misma ante la atenta mirada de los hombres. Sonrío alzando la mano como despedida y doy un salto a la calle perdiéndome en medio de la lluvia.
Alzo mi rostro al cielo y permito que la lluvia caiga encima de él. Lo bueno de llorar en medio de la lluvia o bajo ella, es que nadie se da cuenta que lo haces ni siquiera Nicole quien me ve entrar empapada.
—Anunciaron tormenta ¿No te dejaron salir antes? —niego sin hablar y entro a mi habitación en donde me encierro.
Guido
Salgo del ascensor directo a la oficina recibiendo un mensaje de Larissa con los documentos de la autorización de la remodelación. Fue buena idea tener a una excompañera de Gianni de la universidad y que conozca la ciudad.
Avanzo hacia el escritorio de Cara y me detengo al no ver rastros de ella. No hay muestras que halla llegado, suele dejar todo ordenado en la esquina superior derecha de su escritorio y dispersarlo de nuevo en las mañanas. La única muestra que alguien estuvo allí es un arreglo floral encima del archivador detrás de la silla.
Voy hasta la zona de descanso, sin rastros de ella y paso por cada uno de las oficinas sin éxito alguno. Saco el móvil y le marco encontrando que se va directo a buzón. El arreglo floral se burla de mi cuando de nuevo paso junto a él.
Sin poder contener la curiosidad me acerco al florido detalle y busco alguna tarjeta. El imbécil la deja plantada, llorando y le envía flores para ser perdonado. Es lo que necesito para que de nuevo mi sangre hierva y encuentro una nota y una tarjeta. Despliego primero la nota y dejo a un lado la tarjeta que parece quemarme en mis manos.
"Mi querida Cara, no tengo palabras para expresar la vergüenza de haber olvidado tu cumpleaños. Tienes mi palabra que ya no se me olvida 23 de noviembre.
Pd. Venus, Eris y Yo te invitamos este sábado a festejarlo como dios manda.
Te quiere Elektra"
Vuelvo a leer la nota y paso una mano por mi barbilla, sin poder contener la vergüenza. Cara cumplió años ayer, miraba el móvil a cada momento, se veía triste y miro el reloj, lleva dos horas de retraso.
Cara es bastante puntual. Sin esperar otro minuto vuelvo al ascensor y sigo marcándole. Obtendré mejor resultados si voy a su casa, que no está lejos. Una vez piso el vestíbulo del edificio varios pares de ojos curiosos se quedan viendo en mi dirección.
—Señor Doyle —detengo el avance y observo a la mujer que me ha llamado —soy Venus, trabajo....
—En el área de recursos humanos, lo sé ¿Qué desea? —pregunto ansioso y ve preocupada.
—Cara no ha llegado... —¿En serio? Le dice mi ceja arqueada, pero lo que sigue no me lo esperaba.
Su amiga Elektra ya no vive con ella, regresó a casa tras reconciliarse con su hermana. Mientras Cara Murphy, la muy insensata hizo un anuncio en el periódico en donde solicitaba compañera de habitación.
Asi me entero que la cita era para una posible cliente. ¡Por eso no quiso decirme! Su amiga teme que le suceda algo, y Elektra no tiene a quien dejar el bebé.
—Yo me encargo. —digo y suspira aliviada.
Slade está al pendiente de la remodelación de la casa y Joel ha pedido días de permiso. Ambas ausencias me dan la seguridad de manejar esta parte de mi vida, sin intrusos. ¿Por qué meter a desconocidos? ¿Es que no ve películas, series de asesinos o la prensa?
—¡Cara Murphy! —gruño al detener el auto frente a su edificio,
Atravieso el vestíbulo sin mirar en ninguna dirección que no sean las escaleras que subo de a dos. Por fortuna no vive en el último por lo que no demoro mucho tiempo en tocar la puerta de su apartamento una y otra vez.
—Cara... Se que estas allí ¡Abre! —ordeno molesto.
Los pestillos de la puerta empiezan a crujir y al abrirse una chica rubia asoma la cabeza. No ha quitado la cadena, por lo que me es imposible entrar.
—¿Usted quién es? —preguntamos al tiempo y la miro molesto.
—Abra la maldita puerta y deje ver a Cara o le juro estará en problemas.
—Llamaré a la policía si no se va.
¡Me amenaza! Es claro esta insensata chiquilla no tiene ni puta idea con quien esta hablando. Siendo una dama y los escándalos en la familia han quedado atrás, decido irme por los caminos de la persuasión.
—¿Cara esta? —alza una ceja claramente divertida por mi cambio de humor y empiezo a impacientarme.
—Depende...
—No estoy de humor niña, ella no ha ido a trabajar, era su jodido cumpleaños, no contesta su móvil y tiene a ¡Una maldita desconocida viviendo con ella!
Diciendo esto golpeo con fuerza la puerta logrando que la cadena se rompa, la chica lance un grito y yo tenga el camino libre para buscar a Cara. Cruzo la pequeña sala y me dirijo a la puerta que esta con seguro.
—Usted no puede estar aquí.
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