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Capítulo 62

Los días pasaban de manera tranquila y armoniosa para todos, en especial para Emelina y Sergio, que después de tratar de ocultar lo máximo que pudieron su embarazo, ya era demasiado notorio cuando Emelina ya cumplía 5 meses, pero ellos como matrimonio, tan solo cumplían 3. Los Calero creían que ese abultado vientre, debía de ser gemelos y todos lo pensaban también, a excepción de Víctor, Sebastián y Jamal, sabiendo que ese pequeño era fruto de las travesuras que realizaron los jóvenes, cuando el árabe se encontraba de viaje.

Manuel había olvidado rápidamente su resentimiento contra Sergio, puesto que este había cumplido a cabalidad su promesa y trabajaba arduamente con él, siendo un gran apoyo cuando por fin se inauguró la locomotora. Ese fue el evento más importante de la nación y convocó a cientos de asistentes, lo que trajo a mayores inversionistas que deseaban conectar sus ciudades por medio de rieles, puesto que vieron los beneficios que les trajo para la industria de los Fortunato, ahora que la Capital estaba conectada con una de sus minas de carbón más grandes, lo que disminuyó los tiempos y costo de los traslados, además de llegar al puerto más importante, transformándose este medio de transporte, en el más solicitado por todos. Ahora Manuel podía sentirse tranquilo al recibir el reconocimiento de su duro trabajo por años y con su yerno a la cabeza de la administración financiera, por fin podía sentirse en paz.

Emelina engañó a su médico tratante para ocultar la verdadera fecha de concepción, así que sus controles reales, lo tomaba con la partera que le había dado la noticia de su embarazo.

Agustín había decidido retirarse de las finanzas de las minas, dejando a sus hijos y nieto a cargo de esta labor, para tener ya un merecido descanso y disfrutar de sus días con su esposa Celenia.

Al acercarse la fecha del parto de Emelina, Sebastián se hizo cargo de la inspección de las minas de carbón, por lo cual viajaba constantemente, para evitar que su hermano por su discapacidad haga aquellos agotadores viajes y para que Sergio solo pueda dedicarse a ser padre de tiempo completo cuando nazca su primogénito. El tener tanto trabajo, para Sebastián, le sentaba bien, puesto que, de esa manera, evitaba tener pensamientos dolorosos, y con cada día que pasaba, estas heridas estaban sanando, sepultado aquellos recuerdos que le dejó su traicionero amor.

El hijo de Emelina y Sergio, llegó durante el amanecer de un día lluvioso del invierno que recién comenzaba. Los Calero informaron a todos sobre el acontecimiento de este gran momento, llegando rápidamente los Fortunato, Perla y Jamal, además de algunos otros familiares de los Calero. Todos se encontraban en una habitación aledaña al dormitorio donde Emelina estaba dando a luz, esperando el nacimiento del nuevo integrante Fortunato, charlando y comiendo algunos aperitivos que traían los sirvientes.

La señora Calero organizaba rápidamente a los criados para la preparación del banquete y fiesta de aquella tarde.

— No se preocupe tanto doña Leona, que nuestro nieto nazca bien, es todo lo que deseamos — decía de manera amable Amelia.

— Lo sé, señora Fortunato, pero nuestro nieto debe saber que es esperado. Además, que llegarán varios a presentar sus saludos, ya sabe que el matrimonio de los muchachos causa mucha expectación.

— Yo solo espero que nazca bien... se ha adelantado dos meses. Que Dios le dé la fuerza a ese pequeño — decía Agustín con señales de preocupación.

— Nacerá bien papá, ten calma — respondía Víctor, pero también estaba notoriamente nervioso.

— Es verdad, con tal que nazca bien, es lo único que importa y que Emelina sea fuerte — Manuel unía sus manos en señal de oración, se veía preocupado.

— Para mí esta espera es terrible, nada es peor que los partos, esperaba nunca más vivir esto, pero aquí estoy ahora, esperando a los nietos — decía Víctor pálido, siendo abrazado por su amigo Jamal quien reía.

— Eso lo dices por qué no quieres ser abuelo, te hace sentir viejo — carcajeaba Jamal para distraer a su amigo que estaba dando pequeños suspiros para calmar su angustia.

— No seas impertinente — dice Agustín demostrando enfado al árabe.

— Para usted es peor Agustín, este es su bisnieto, lo hace quedar más viejo de lo que está — contesta Jamal.

Ya se venía una discusión nuevamente entre Jamal y Agustín, pero antes de que eso ocurra, llega Sergio con los ojos llorosos, una sonrisa en los labios y un pequeño bulto cubierto en delicados paños entre los brazos.

— ¡Es un varón! — dice orgullos el nuevo padre.

Rápidamente, es rodeado por su familia para ver al pequeño. El niño era grande y fuerte, muy distinto a lo que muchos esperaban ver, ya que era notoriamente un bebé de término y no un prematuro, pero nadie hizo algún comentario al respecto, ya que todos estaban cautivados viviendo ese momento.

— Es precioso y es perfecto — dice doña Leona con orgullo

— Se parece tanto a su padre, me recuerda a Sergio cuando nació... no pensé volver a ver a mi bebé — decía Amelia con gran emoción a punto de llorar.

— ¿Cómo está, Emelina? ¿Está bien? — pregunta Manuel a su yerno.

— Está bien... la están acomodando para recibirlos — responde Sergio.

— Me alegra saber que al menos ella tiene buenos partos — comenta Víctor dando un suspiro de alivio.

Pasaron unos minutos y ya todos pudieron ingresar a la habitación para felicitar a la nueva madre. A pesar de que Emelina se notaba cansada, se veía bien y radiante, nadie podría haber imaginado que aquella joven recién dio a luz, lo que le daba tranquilidad a las familias y ahora podían disfrutar del feliz momento.

— Has tenido suerte Sergio, de tener una esposa fuerte, ahora ya podemos creer que tendrán 20 hijos — dice Perla de manera graciosa, acompañada de la risa de los presentes.

Los nuevos padres habían tenido muchas visitas aquel día, aunque Sergio se había dedicado a recibir las felicitaciones de quienes habían llegado con regalos para su hijo, de esa manera dejar que su esposa descanse con el recién nacido.

Ya al anochecer, Sebastián llega apresuradamente a la mansión Calero, había viajado rápidamente desde San Fermín, en donde se encontraba inspeccionando una de las minas de Carbón, luego de recibir un mensaje, informándole que Emelina probablemente daría a luz muy pronto.

Subiendo los escalones de dos en dos, Sebastián llega a la habitación del matrimonio. Al interior estaban los señores Calero, charlando con los Fortunato, bebiendo unas copas de jerez y saludando de manera sonriente al verle llegar. De manera rápida, Sebastián saluda a todos y se dirige a la cama, donde se encontraba Sergio, quien se levanta rápidamente de su silla para darle un fuerte abrazo.

— Me alegro de que ya estés aquí — dice Sergio dándole palmadas en la espalda.

— Vine lo más rápido que pude, lamento no poder estar en el parto

— Llegaste muy rápido, no pensábamos que llegarías hoy — decía sonriente Emelina desde la cama.

Sebastián se acerca donde su amiga y ve que ella tenía en sus brazos a un pequeño de cabello rubio que estaba mamando de su pecho.

— Es sorprendente lo parecido que es a Sergio — sonreía Sebastián al ver al pequeño.

— ¿Quieres cargarlo? — pregunta Sergio con voz suave.

— Pero es tan pequeño, podría lastimarlo...

— Tonterías, tú jamás podrías lastimarlo y él quiere conocerte — sonreía Emelina, cubriendo su pecho para que pueda levantarlo su padre.

— ¿Sebastián? — dice Sergio acercándose a su hijo.

— ¿Sí? — pregunta Sebastián.

Sergio toma al pequeño entre sus brazos y le sonríe.

— No te hablo a ti — Sergio vuelve a mirar a su hijo para hablarle con voz suave — Sebastián, quiero que conozcas a tu padrino.

Aquello sorprende a Sebastián, quien no podía creer lo que escuchaba, lo que hizo que su garganta se apretara, sin poder decir algo. Él recibe al pequeño en sus brazos para acunarlo, ya que estaba dormido y besa delicadamente su frente. A pesar de que trató de contenerse, no pudo evitar que algunas lágrimas se le escaparan, hasta que logra decir.

— Esto... es un honor demasiado grande...

— El honor es para nosotros. Te pedimos, por favor, que aceptes ser el padrino de nuestro hijo — sonreía Emelina de manera cariñosa.

— No existe nadie mejor que tú para serlo y en quien más confíe para ser su protector — decía Sergio dándole palmadas en la espalda.

Sebastián miraba a su familia que estaban observando la escena y ellos le sonreían haciendo gestos de aprobación. Nuevamente, dirige su atención a su ahijado y vuelve a besar su frente para ahora hablarle.

— Hola, Sebastián, tu padrino está ahora contigo y él te ama, con todo el corazón.

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