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Capítulo 54

A primera hora de la mañana, llega Agustín en compañía de su familia a la mansión de su hijo Víctor, después de recibir un llamado urgente de parte de él.

Cuando entran al salón donde les estaban esperando, comprenden que algo muy malo estaba pasando, puesto que Sergio tenía una apariencia lastimera. Sus ojos estaban hinchados y rojos, su cabello despeinado y su ropa estaba desordenada, todo acompañado de una expresión de angustia y un semblante pálido que demostraba que, no había podido dormir aquella noche.

De manera calmada, Víctor explica lo sucedido con la Baronesa de Biada, lo que dejó sin palabras a los que recibieron esta noticia.

— Los Calero, ¿se han enterado de esto? — pregunta Celenia preocupada

— Aún no, y es por eso que les hemos llamado, ya que nos preocupa la situación en la que quedará Emelina — responde Amelia

Víctor mira a su hermano y le habla con una voz calmada.

— Sebastián, hemos estado charlando anoche sobre esta situación y la única opción que hemos encontrado... es que tú desposes a Emelina

— ¿Qué?... ¡No!... — responde sorprendido Sebastián, mirando preocupado a Sergio.

— Entendemos que esto que te estamos pidiendo, es completamente egoísta, ya que tú eres libre de escoger con quien quieres contraer matrimonio.

— No es por eso, ya no tengo intenciones de casarme con nadie... pero es por Sergio, no me puedo casar con la mujer de quien está enamorado — responde Sebastián, nervioso.

— Está bien Sebastián, yo cometí un error. Así que no te preocupes por mí — dice Sergio dándole una sonrisa triste a Sebastián.

— Claro que no, se debe buscar otra solución... debemos de ayudarlo como familia. Ya todos sabemos las ilusiones que él tenía con Emelina y cuanto esperaba esta boda. No podemos dejar que esto termine así — Sebastián le habla a su familia, pero todos bajan la mirada.

Sergio da una pequeña tos para aclarar su garganta y que su voz se escuche no tan congestionada, dirigiéndose a sus padres y abuelos.

— Discúlpeme, pero necesito hablar un momento a solas con Sebastián.

— Claro Sergio, hablen calmadamente — responde Agustín.

Sergio invita a Sebastián para salir de aquel salón y dirigirse a una habitación vacía. Al estar en la intimidad de aquel lugar, Sergio rompe en llanto nuevamente, tomando de los brazos de Sebastián.

— Te lo suplicó... desposa a Emelina

Sebastián abraza a Sergio que se había puesto a temblar y se ahogaba con su propio llanto.

— Tranquilo, podemos buscar una manera de solucionar esto...

Sergio negaba con la cabeza sin poder controlar su pena.

— No, no, no... ya pensé en muchas cosas. Si tendré un hijo, no le puedo abandonar... ya no tengo futuro con Emelina... Al menos que no puedas hacerlo, porque quieras intentar nuevamente una relación con una dama y lo entenderé...

— No es por eso Sergio, ya sabes que no confío en el amor, eso no es para mí.

— Entonces ayúdanos... cuando Emelina pierda un compromiso por segunda vez, se considera que la mujer es la culpable... su reputación será manchada y nadie querrá comprometerse con ella... estoy seguro de que don Manuel para evitar la humillación social, la enviará lejos, probablemente a un convento... te lo suplico, se el esposo de Emelina...

Sergio cae de rodillas a los pies de Sebastián, juntando sus manos para rogarle, sin detenerse las lágrimas que se derramaban por sus mejillas.

— No hagas eso, no tienes por qué suplicarme, levántate — dice Sebastián tomando del brazo de Sergio, pero este se resistía a hacerlo.

— Si no deseas casarte con nadie... entonces te lo ruego... cásate con Emelina, ella no tiene la culpa de nada... por favor — el llanto de Sergio se volvió ahogado, lo que le cortaba el aire y respiraba con dificultad, señal de su desesperación.

— Si esta es la única salida que existe, entonces lo haré. Me casaré con Emelina, y ustedes se podrán seguir viendo...

Sergio negaba con la cabeza rápidamente.

— Si te casas con Emelina, te aseguro que olvidaré mis intenciones románticas con ella, le respetaré... me iré con Petra, para que solo sea un recuerdo... yo no me interpondré en su matrimonio... te lo juro por Dios...

— Sergio... no es necesario que...

— ... y espero que puedan crear una relación, que les ayude a superar la pena que les ha dejado un corazón roto... ya antes se casarían, creyendo que estaban enamorados... deben retomar aquello...

— Está bien Sergio... tranquilo

Sebastián abraza a Sergio para que pueda calmarse, ya que podía entender su angustia. Verlo así, era verse reflejado en él cuando Loreta le engaño. El destino era cruel, a ninguno de los dos, la vida les dio la oportunidad estar con la mujer que amaban.

Cuando ambos jóvenes regresaron al salón en donde les esperaban sus padres, Sebastián les informa que él aceptaría el compromiso con Emelina.

Los Calero fueron llamados a la mansión Fortunato, manteniéndose todos dentro del salón, a excepción de Sergio, a quien le recomendaron no estar presente, para que la rabia del señor Calero, no recaiga sobre él.

A pesar de esto, Sergio insistía en que deseaba darle una explicación a Emelina, ya que sabía, le impedirán verla nuevamente, y al menos quería despedirse de su amada, pero Sebastián le recomienda que no lo haga, puesto que esto era un tema delicado y ahora debían convencer a los Calero para que acepten este nuevo compromiso, y su presencia, podría arruinar esa decisión. Sergio desiste de estar presente, ya que él, no cuestionaría lo que le diga Sebastián, puesto que le debía mucho.

Cuando los Calero llegaron esa mañana en compañía de su hija Emelina, todos entraron de manera sonriente a aquel salón, pensando que los Fortunato querían hablarles sobre la boda y afinar los últimos detalles con los invitados, debido a que asistiría la familia real a este gran evento.

Luego de un par de minutos, se escuchaba los gritos del señor Calero y como los Fortunato elevaban la voz para hacerse escuchar. Al pasar los minutos, todo se calmó.

Sebastián había argumentado que no se encontraba preparado anteriormente para el matrimonio y estaba asustado, además de que Sergio, había demostrado estar enamorado de Emelina, pero debido a los acontecimientos recientes, él sentía que esta era una nueva oportunidad de remediar el error que fue perder aquel compromiso. Gracias a que Loreta deseaba mantener su relación en secreto, los Calero nunca supieron de los verdaderos motivos de Sebastián para romper el noviazgo.

A pesar de que Manuel y doña Leona estaban muy molestos y deseaban cortar relaciones completamente con los Fortunato, por considerarlos que no tomaban seriedad en estos asuntos y haber ridiculizado a su hija, retomando la relación con su primer pretendiente, haría correr rumores de todo tipo. Finalmente, ellos aceptaron de mala gana, puesto que esto era la mejor opción, en vez de tener que buscar un nuevo pretendiente o enviar a su hija a algún lugar lejano, fuera del alcance de los comentarios venenosos.

Sergio miraba desde la escalera en el segundo piso, en dirección al hall de la mansión, ya que no podía con la angustia y necesitaba de ver a Emelina, para poder darle una explicación, desobedeciendo las recomendaciones de su familia.

Cuando los Calero parecieron, en compañía de los Fortunato para despedirlos, Emelina cubría sus labios con su pañuelo para evitar hacer sonidos y controlar el llanto que se le escapaba, puesto que sus padres estaban molestos con ella, por expresar aquella falta de compostura ante personas que consideraban, se estaban burlando de ellos.

— ¡EMELINA! — Grita Sergio, corriendo hasta ella, esquivando a su familia y los Calero, logrando alcanzarla, para abrazarla de manera firme y llorar con ella.

— ¿CÓMO TIENE EL DESCARO DE PRESENTARSE ANTE NOSOTROS?... ALÉJATE DE ELLA, INFAME — Grita furioso Manuel Calero.

— No, no, no... perdóname Emelina... yo no quería... jamás te he sido infiel... eres todo para mí... necesito saber que no me odias... para poder vivir... POR FAVOR, PERDÓNAME... ERES EL AMOR DE MI VIDA — suplicaba Sergio, sin poder controlar el llanto, que se volvió desesperado, lo que por momentos impedía entender que trataba de decir.

Emelina no podía emitir palabras, puesto que su llanto era intenso, dejándole sin aire en los pulmones y cada vez que tomaba aire, este le producía dolor en el pecho, impidiéndole hablar.

— SUÉLTALA MALDITO — Grita nuevamente Manuel sin paciencia, al ver esa escena vergonzosa de llanto amargo de los jóvenes.

La rabia de Manuel y Leona Calero era tan notoria, que los Fortunato sentían miedo de lo que pueda pasar, así que tratan de apartar a Sergio para que libere a Emelina, pero él se negaba a hacerlo, abrazándola con más fuerza y negando con la cabeza.

— Ya basta, Sergio... suéltala — decía Víctor, tomando a su hijo por un brazo.

— NO... POR FAVOR EMELINA... NO ME ODIES... NO FUE MI INTENCIÓN... YO TE AMO...

— Déjala Sergio, por favor... no hagas más escándalo, te lo pedimos — decía Agustín, tratando de apartar a su nieto de aquella joven, pero ella también lo tenía abrazado por la cintura con fuerza, haciendo que su misión fuera más difícil de lograr.

Al forcejear con la pareja y no tener resultados, el señor Calero interviene, ya sin poder controlar su furia, arremetiendo en contra de Sergio, golpeándolo en el rostro con el puño para que suelte a su hija, y a su vez, para desahogar su rabia.

— DESCARADO, LUJURIOSO Y PECADOR... LE HABLAS DE AMOR A UNA NIÑA, CUANDO DEJAS EN CINTA A OTRA MUJER... NO TIENES VERGÜENZA... CANALLA.

— NO GOLPEES AL MUCHACHO CALERO — le advierte Agustín.

Don Manuel estaba tan escolarizado, que golpeó varias veces a Sergio, sin preocuparse que algunos de sus golpes puedan lastimar a su hija, hasta que uno de ellos le hace perder el equilibrio al joven que lloraba a gritos y caer junto con Emelina al suelo, puesto que nada impedía que la suelte.

Al estar ambos en el piso del hall, Sebastián y Agustín se abalanzan sobre Sergio, para tomar de sus brazos y que así, deje ir a la muchacha.

Doña Leona toma rápidamente a su hija por el brazo y la levanta con fuerza, haciéndole daño al hacerlo y sacudiéndola con violencia.

— Ya cállate Emelina, deja de llorar que nos avergüenzas, comportaban como una dama de altura — le dice en voz baja doña Leona a su hija que tenía la cara mojada por las lágrimas y comenzó a hipar al no controlar el llanto.

— ¿EXISTE ALGO MÁS FORTUNATO? ¿HASTA CUANDO SE SEGUIRÁN BURLANDO DE NOSOTROS? — Grita molesto, Manuel.

— Perdone al muchacho Manuel, le aseguramos que esto no volverá a ocurrir nunca más — contesta Víctor de manera triste, tratando de apaciguar a Manuel.

Los Calero miran con desdén a los Fortunato.

— Maldito el día en el que pensé que, sería buena idea formar lazos con esta familia, en las que yo creía, eran personas respetables y de honor — dice Manuel antes de salir de aquella casa.

Doña Leona, jala del brazo de Emelina con fuerza para salir de aquel lugar, ya que la joven no paraba de llorar y por la mirada de sus padres, le castigarán al llegar a casa, por haber participado de aquel espectáculo.

— NOOO... EMELINAA, LO SIENTOOO... — Sigue gritando Sergio en el suelo al ser contenido por su tío y abuelo, estirando los brazos, llamándola al ver cómo ella salía con sus padres por la puerta.

La angustia, hace que Sergio lance un grito de gran desesperación, agitándose en el piso y dando patadas de la impotencia que sentía, sin parar de llorar. Amelia, al verlo de aquella manera, le dolía en lo más profundo se su ser, y se lanza sobre él, para consolarlo, acurrucándolo en su pecho, como cuando era un niño y se lastimaba al jugar, meciéndolo de manera maternal.

Los que estaban ahí observando, nadie podía culpar el comportamiento de Sergio, ya que comprendía el sufrimiento que estaba experimentando. Solo les preocupaba que los Calero, quieran terminar relaciones definitivamente con ellos y que ya nunca más, puedan volver a ver a Emelina.

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