Capítulo 46
Nuevamente Emelina estaba en casa de su prometido, bordando con su madre, las señoras Fortunato y tía Perla, otra sábana con un hueco en el medio. Deseaba decirle que era una pérdida de tiempo bordar ese tipo de sábanas, puesto que nunca las usaría con su esposo, ya que le gustaba ver el cuerpo desnudo de Sergio y sentir ese calor envolvente cuando hacían el amor.
Doña Leona seguía dándole consejos sutiles sobre su noche de bodas, pero ahora Emelina pensaba que ella tenía más experiencia que su madre en aquellos temas, puesto que, cada vez, conocía más los gustos de Sergio en la cama y también sus propios gustos, dedicándose ahora a practicar nuevas posturas, como las que vieron en los libros de tío Jamal. Recordar el hacer el amor con Sergio, volvía calientes los pensamientos de Emelina, que ya no podía seguir bordando, solo tenía la necesidad de volver a estar con él.
Levantándose de su silla, Emelina se disculpa con las damas que estaban ahí, ya que tenía que ir al baño.
Sergio se encontraba trabajando con los varones Fortunato en finanzas de las ciudades, de las cual ellos eran terrateniente, para mejorar las condiciones del lugar. Una sirvienta ingresa por la puerta, informándole que su prometida deseaba verlo en el salón Rosales, a lo que él, abandona sus tareas, para salir rápidamente del lugar, al llamado de su amada, lo que nuevamente provocaba carcajadas y bromas entre su padre, abuelo y tío.
Sergio se encontraba feliz caminado por los pasillos en dirección al salón donde estaba Emelina. De pronto, una puerta se abre desde su salón donde tenían el insectario y unas manos lo arrastran a su interior con fuerza, cerrando nuevamente la puerta.
— Cariño, me has asustado — alcanza a decir Sergio, hasta ser callado por los besos de Emelina.
— Quiero ir donde tío Jamal — responde ella, acorralado a su prometido contra la pared.
— Me encantaría, pero solo han pasado dos días desde que fuimos la última vez... se darán cuenta...
— No importa, necesito de ti, quiero hacerte el amor
— Pero nunca visitamos tanto a tío Jamal, además que mi padre se está preguntando por qué ha pasado tanto tiempo en el que no nos visita. Tengo que inventar muchas cosas para que no valla él hasta su mansión. Se verá extraño que nosotros vamos y él no pueda ir...
Emelina tocaba la parte delantera de su pantalón, presionándolo y estimulándolo, a lo que él lanzaba un suspiro, también tocando sus pechos, metiendo sus dedos dentro de su escote.
— Ya no hagas eso — suplicaba Sergio — ¿sabes lo extraño que es para mí rechazar esta propuesta?
— Busca una excusa, quiero ir a nuestra habitación — Emelina se separa de Sergio mirándolo con determinación
— Mi amada, ¿Qué te he hecho? Antes eras una dulce joven inocente, ahora tu mente está llena de perversiones...
— Te lo digo en serio, quiero que me rescates del tedioso trabajo del bordado, si doy una puntada más, creo que gritaré.
Diciendo esto último, Emelina sale por la puerta, dejando estupefacto a Sergio, que ahora debía calmar sus pensamientos eróticos, puesto que su excitación se notaba por la presión que ejercía sobre su pantalón.
Pasada unas horas, Sergio saca una excusa ante sus padres y doña Leona, para poder llevar a Emelina a un almuerzo en casa de tío Jamal, comprometiéndose a llevarla de regreso a casa, al finalizar la velada.
La ansiedad por volver a estar de manera íntima, les hizo llegar nuevamente a aquella mansión vacía, dirigiéndose rápidamente hasta el dormitorio, cerrando la puerta con llave. Ambos se desnudaban de manera ágil, riendo al hacerlo y ayudándose entre sí para no perder el tiempo en eso.
Para llegar a la cama, se besaban y hacían cosquillas, riendo como si fuera un juego, hasta estar recostados en el colchón, sin parar de sonreír.
— ¿Por qué tenías tanta urgencia de hacer el amor? — reía Sergio al ver a Emelina ya relajada entre sus brazos y moviendo sus caderas mientras él le acariciaba en su intimidad.
— Porque nuevamente mi madre me habla sobre lo que debo hacer en la noche de bodas — Emelina besaba los labios de Sergio y también acariciaba y frotaba su virilidad, que ya estaba hinchada y caliente.
— Eso te pasa por no apoyarme cuando pedí que adelantáramos el matrimonio — reía Sergio — ahora deberás aprender a montar ¿Te dijo tu madre sobre eso?
— No. Te refieres a que ¿después de estar casada debo aprender a montar a caballo?
— Así es, pero con las dos piernas separadas, como los varones.
Sergio, sin dejar de sonreír, sube a Emelina sobre su cuerpo, para que ella tome el control de la situación.
— ¿A esto te refieres con montar? — reía ella al ver el entusiasmo de su novio.
— Claro que sí, ahora... cabalga — sonreía Sergio, moviendo las caderas, lo que hacía reír mucho más a Emelina.
Las risas se detuvieron, pasando a suspiros y luego a gemidos de placer, puesto que para Emelina, era agradable tomar el control de los movimientos y ver cómo Sergio mordía sus labios y estiraba su cuello cada vez que los movimientos eran placenteros. Sin aguantarlo más, él se sienta, para poder alcanzar los pequeños pechos de Emelina, lamiéndolos y succionándolos, mientras presionaba sus nalgas con firmeza, aumentando la intensidad del movimiento, hasta dar un suspiro y volver a recostarse, acariciando de manera calmada las piernas de ella.
— ¿Terminaste? — pregunta sorprendía y molesta Emelina
— Claro que no, sigue... — responde agitado Sergio
— Claro que sí. Se supone que debes esperar hasta que yo termine... lo prometiste.
— Que no he terminado...
— No seas mentiroso, estás flácido
Emelina se baja del cuerpo de su novio y miraba cómo corría por sus piernas la miel que él había dejado ahí, prueba de que ya había alcanzado el orgasmo. Antes de que ella pueda decir algo, Sergio la besa y la coloca boca abajo, para impedir que se levante.
— Perdón, no me pude contener, verte desnuda en aquella posición, fue demasiado para mis sentidos — susurraba a su oído, mientras acariciaba sus puntos sensibles — Pero eso no quiere decir que, no pueda continuar.
Nuevamente él ya estaba listo, separando las piernas de ella para volver a penetrarla, sintiendo nuevamente cómo sus fluidos se unían, realizando sonidos húmedos que eran muy agradables.
En esta oportunidad Emelina logra alcanzar el éxtasis, pero ahora Sergio no le permitía descansar, solo deteniéndose para cambiar de posición.
Esa tarde hicieron el amor varias veces. Durante la última de ellas, ambos lanzaron un grito de máximo placer, que podría haber sido escuchados por los habitantes de aquella mansión, que para fortuna de los amantes que se ocultaban ahí, nadie les escucho.
Se les dificultaba respirar por la intensidad del esfuerzo físico, ambos sudaban y se mantenían con los ojos cerrados, abrazados, aún compenetrados, tomando un descanso que les ayude a recuperar las fuerzas.
Emelina sentía que había dormido un par de minutos. Al abrir los ojos, descubre que ya era de noche. El susto fue inmenso, que salta rápidamente de la cama, sobresaltando a Sergio que, aún seguía durmiendo en la misma posición después de haber hecho el amor.
— OH NO... SERGIO APRESÚRATE ¿QUÉ HORA SERÁN? — Gritaba asustada Emelina.
Sergio, al tratar de salir rápido de la cama, se enreda con las sábanas y cae de ella, golpeándose el pecho contra el suelo.
— No lo sé, no logro ver nada... ay, Dios mío, nos matarán y sobre todo a mí... tu padre me dará un tiro entre los ojos
Ambos buscaban sus prendas, ayudados por la luz de la luna que iluminaba la habitación, vistiéndose rápidamente y corriendo a la salida, hasta llegar al carruaje y pedirle al cochero que se dirija a toda velocidad a casa de los Calero.
Dentro del carruaje, la pareja se terminaba de vestir, asustados por la reacción de sus padres. Sergio ayudaba a peinar el cabello de Emelina, que estaba hecho un desastre, mientras ella colocaba sus adornos aun con manos temblorosas.
Al llegar a la mansión Calero, ambos trataban de aparentar tranquilidad, cuando fueron recibidos por don Manuel y doña Leona.
— Que bueno que ya han llegado — decía Manual sonriendo — justo para cenar. Supongo que nos acompañará Fortunato.
— Claro que sí, don Manuel, gracias por su invitación — decía Sergio, preguntándose cuando le daría un tiro.
— Me gustaría hablar de asuntos de negocios para cuando te hagas cargo de la compañía de ferrocarriles.
Ambos varones caminaban en dirección al comedor hablando alegremente, puesto que nadie había reparado en que los novios habían llegado tan tarde.
— ¿Qué te pasa Emelina? Te veo extraña — pregunta su madre al caminar con su hija al comedor.
— Quiero ir al baño. Discúlpame madre — Emelina se aleja por un pasillo hasta su dormitorio, apretando las piernas al caminar, ya que estaba corriendo por sus muslos, la prueba del delito que había cometido con su novio y que no había tenido oportunidad de limpiar, por salir tan apresuradamente de aquella mansión.
Al regresar a su casa y ya encontrarse en su dormitorio, Sergio sonreía por no haber sido descubiertos, además de sentirse feliz de haber pasado aquella tarde haciéndole el amor a la mujer que le robaba el pensamiento. Mientras buscaba el camisón bajo su almohada para ir a dormir, aún sentía el cuerpo de Emelina sobre él y esperaba que aquella sensación no desaparezca durante la noche, pero estos alegres pensamientos son interrumpidos, cuando alguien toca a su puerta.
Al abrir, tía Perla se encontraba afuera de su habitación con una sonrisa pícara.
— ¿Así que visitando a tío Jamal? Que yo sepa, él se fue a Colombia hace más de un mes.
La sonrisa de Sergio desaparece y le hace un gesto para que guarde silencio, haciéndole pasar a su dormitorio.
— Por favor tía, no se lo digas a mis padres — suplicaba Sergio.
— Yo no diré nada — reía Perla — pero se darán cuenta. Van muy seguido a "visitarle", además que el rostro de felicidad de ambos y tu insistencia por adelantar el matrimonio, les hace ser muy obvios.
— Ay, tía... ya lo sé, pero no me puedo negar a Emelina, deseo estar con ella a cada momento. He enloquecido de amor
— Te entiendo, y está bien. Créeme que me alegra ver a dos jóvenes tan felices como ustedes — sonreía de manera cariñosa Perla — solo te estoy advirtiendo que, si siguen "visitando tan seguido a Jamal", les descubrirán.
— Gracias tía por tu preocupación y discreción. Hablaré con Emelina y nos contendremos, lo prometo.
— Eso está muy bien — Perla se dirige hacia la puerta — Emelina se ve tan linda enamorada... creo que ya le ha perdido el miedo a la noche de bodas.
Diciendo lo último, Perla volvía a darle una sonrisa de aprobación a Sergio y sale de la habitación.
Tía Perla tenía razón, era cuestión de tiempo para que le descubran y era mejor distanciar sus encuentros en casa de tío Jamal. Aunque sabía que era difícil, puesto que estar con Emelina de manera íntima, no calmaba su deseo por ella, solo lo aumentaba más.
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