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Capítulo 21

Al igual que Emelina, cuando Sebastián pudo charlar con Sergio, le preguntó si su prometida le había comentado algo con respecto a su primer beso, ya que también se sentía avergonzado de haber hecho el ridículo por su falta de experiencia en aquellos temas.

Sergio reía por la preocupación de su tío y quiere ayudarle, para que su relación deje de basarse en que todo debía de ser perfecto. Él ya se había transformado en el celestino entre Emelina y Sebastián.

En vez de enseñarle o darle consejos a su tío de cómo besar, Sergio consideraba que el problema de Sebastián, era su timidez y la falta de experiencia con las mujeres, es por eso, que un día de trabajo habitual con su padre y abuelo, saca el tema sobre la despedida de soltero de Sebastián, a lo que ellos estaban completamente de acuerdo, destinando el día viernes por la noche para ir al burdel a visitar a las Lobas.

Se les decían Lobas a las prostitutas, ya que ellas llamaban a su clientela aullando por las ventanas del burdel.

A los varones en aquellos años, no se les enseñaba sobre sexualidad, esto lo aprendían por ellos mismos, como en el caso de Sergio, o con las Lobas. Así que, cuando algún joven estaba prometido para el matrimonio, lo llevaban para tener la despedida de su soltería en el burdel, para que las lobas le enseñen de manera práctica, como tratar a una mujer en la cama.

Para las mujeres, la sexualidad era algo totalmente oculto y prohibido, siendo aprendida por sus esposos durante la noche de bodas. Por lo cual, dependiendo de la situación, podía ser agradable y placentero o una experiencia muy traumática.

Los Fortunato tenían una relación de cordialidad con las Lobas, puesto que fueron ellas quienes ayudaron a Amelia y Víctor a escapar y ocultarlos, cuando su relación fue prohibida. En aquel tiempo conocieron a Perla, quien dejó su pasado de prostituta, para ahora vivir cómodamente con los Fortunato, además de ser la mejor amiga de Amelia.

Víctor había enviado una nota el día anterior al burdel, para que les estuvieran esperando con las Lobas más agraciadas y así Sebastián pueda escoger con quien deseaba descubrir los placeres de la carne.

Cuando era la noche del viernes, Agustín se disculpa por no asistir, ya que estaba cansado y quería ir a dormir, dejando el cuidado de su hijo menor a Víctor y Sergio, que le acompañarían.

Ya en el carruaje que se dirigía alegremente al burdel, Sergio le hacía bromas a Sebastián, puesto que este se veía muy tenso y nervioso.

- Tranquilo tío, lo pasarás bien - decía sonriente Sergio dándole palmadas en la espalda a Sebastián - el problema no es entrar a una habitación con una mujer, problema es que no querrás salir.

- Creo que lo mejor es regresar - contesta Sebastián, que tenía las manos sudorosas y un semblante enfermo por su nerviosismo - ustedes me pueden hablar de eso.

- No te angusties Sebastián, verás que es mejor de lo que te imaginas - sonreía Víctor a su pequeño hermano - todos estamos nerviosos nuestra primera vez con una dama.

- Así es. Pero por favor tío, no hagas el ridículo como mi padre - reía Sergio - ¿recuerdas lo que contaba papá Agustín?, que papá Víctor, en su despedida de soltero, escapó semidesnudo con sus pantalones en la mano, mientras la loba lo perseguía por el burdel.

Todos comenzaron a reír al recordar aquella historia que contó Agustín antes de marcharse al burdel. Esto hizo que Sebastián se relajará y ya no estuviera tan nervioso por el momento.

Cuando llegaron al burdel, los tres varones Fortunato bajaron del carruaje, entrando a aquel lugar donde las mujeres les llamaban y le sonreían para que pasen la noche con ellas.

Ya en el hall de aquella amplia casona, Sebastián veía en la cantina del lugar como los hombres sonreían a las mujeres que coqueteaban con picardía.

Sergio se aproxima a Sebastián para susurrarle al oído.

- Tío, cuando salgas del burdel, estarás igual de feliz que ese viejo que está en la barra de la cantina - Sergio señala a un hombre ya maduro, riendo con una loba, a la cual trataba de bajarle su escote para verle los senos.

- Creo que voy a vomitar - contesta Sebastián nuevamente con un color verdoso en el rostro.

Antes de que alguien pudiera decirle algo, llega una mujer madura, que usaba un gran vestido y varias joyas. Ella debía de ser la Loba mayor a cargo del burdel.

- Señores Fortunato, les estábamos esperando. Acompáñenme a una sala privada para que puedan ver a nuestras mejores muchachas - decía aquella mujer sonriente e indicándole un lugar para que le sigan.

Los tres varones entran en compañía de la Loba mayor a un salón, donde había un escenario pegado a la pared y varias butacas acolchadas, para que los visitantes puedan ver el espectáculo.

- Señor Fortunato. Como usted lo solicitó, escogimos a nuestras Lobas más agraciadas y solicitadas por nuestros clientes - decía aquella mujer invitándolos a sentarse en frente del escenario - ¿Quién es el joven que despedirá su soltería? O ¿son los dos?

- No bella dama, a mí nadie me ensaña nada. En cambio, yo podría enseñarle algunas cosas a sus muchachas - sonreía de manera seductora Sergio.

Aquella mujer comienza a reír por la picardía que ya poseía aquel apuesto joven.

Sientan a Sebastián en el medio, para que pueda recibir consejos de los que le acompañaban.

La loba se marcha un instante, para traer a las mujeres que le presentarían al que despediría su soltería, regresando nuevamente con tres mujeres detrás de ella, todas cubiertas con un vestido delgado de tela tan delicada, que podía verse su desnudez a través de ellas.

Las tres mujeres suben al escenario y se quedan en el lugar posando, para que puedan ser vistas.

Sebastián estaba sorprendido de ver mujeres semidesnudas y eso hizo que su nerviosismo aumentará más, que ya ni siquiera escuchaba lo que decía la loba mayor, pero a su vez, no podía apartar la vista de aquellas mujeres que, le atraían de una forma curiosa.

La primera mujer, tendría aproximadamente 25 años, era morena de cabello oscuro, largo y ondulado, con piernas largas y firmes, de facciones muy bonitas y caderas anchas.

La segunda, era ya madura, de más de 45 años, pero muy hermosa, con una cintura pequeña, pechos grandes y caderas anchas, extremadamente curvilínea y seductora.

La tercera, era la más joven de todas, debía tener la misma edad que Sebastián, con un rostro dulce y muy bonito. Era delgada, con curvas delicadas, de pechos grandes y firmes. Destacaba su cabello largo anaranjado, con muchas pecas que cubrían su rostro y cuerpo.

- ¡Ah tío! Pero qué suerte tienes, las tres se ven muy bien - sonreía Sergio al ver a las mujeres y como Sebastián miraba en silencio.

- ¿Cuál te parece bien? Debes escoger - le decía con un tono amable Víctor que estaban al lado de su hermano.

- No lo sé... creo que debo pensar - bajaba la vista Sebastián, ruborizándose y presionado sus rodillas con sus manos, arrugado su pantalón.

- Creo que la primera se ve bien - intervine Sergio, para darle apoyo y ayudarle en su decisión - aunque la pelirroja es muy bonita, ya sabes lo que dicen, las de pelo rojo son mujeres candentes.

Sebastián vuelve a mirar a las mujeres, fijándose en cada una y mirando más detenidamente a la tercera, había algo en ella que le gustaba, quizás porque era joven al igual que él o quizás era porque sus pecas le daban una apariencia adorable, pero sin discutir que era bonita y pronto imaginaba que ella podría ser tal vez una ninfa de los bosques.

- Creo que elegiré a la Pelirroja - responde Sebastián con voz poco audible.

- No creo que sea una buena opción - dice Víctor - necesitas a una mujer con experiencia. Aquella jovencita no creo que esté aquí mucho tiempo como para que sepa tratarte. Deberías escoger a la del medio.

- Ah papá... esa te gusta a ti - reía Sergio

- De verdad pienso que aquella niña no debe de conocer mucho - aseguraba Víctor.

- Disculpe que intervenga - dice la Loba mayor - todas estas muchachas ya tienen suficiente experiencia para cumplir lo que necesita el joven, no se dejen confundir por su juventud, ya que están aquí hace tiempo.

- Si papá, además que el que debe elegir es Sebastián - decía con seguridad Sergio para defender a su tío - Si él quiere a la pelirroja, déjalo que se divierta contándole las pecas.

- Solo era mi opinión - se defendía Víctor y se dirige a su hermano - pero si aquella joven ya tiene experiencia, entonces es una buena opción.

- Muy bien - dice la loba mayor y se dirige a la pelirroja - "Pequitas" baja y lleva a Señorito a la habitación.

- ¿Pequitas? Pero qué adorable - sonreía Sergio a Sebastián, para darle seguridad - tómate el tiempo que necesites.

- Sí, nosotros estaremos en la cantina bebiendo algunas copas - le aseguraba Víctor.

Aquella mujer pelirroja baja del escenario y se acerca a Sebastián dándole una suave sonrisa.

- Venga conmigo Señorito

Sebastián estaba tan ruborizado, que el calor que irradiaban sus mejillas, le comenzaba a molestar en los ojos, pero se calma cuando ella toma de su mano para que le acompañe, puesto que era suave y delicada. Ahora que la tenía de frente, podía verle mejor y era mucho más atractiva de lo que se notaba en el escenario, haciendo que rápidamente sintiera un calor que le invadía, entregándose y dejándose llevar por aquella joven.

Cuando Sebastián salió del salón con aquella loba, Sergio y Víctor también comenzaron a caminar para ir a la cantina.

- Señores, les ofrezco a ustedes también diversión, no es necesario que estén aburridos esperando a que el joven termine - decía la loba mayor, señalando a las otras dos mujeres que estaban en el escenario.

- Si quieres ir Sergio, ve. Yo me quedaré esperándolos - decía Víctor apoyándose en su bastón.

- No, muchas gracias señoritas, pero por esta oportunidad debo negarme, para que mi padre no se sienta solo - respondía Sergio a las Lobas y acompaña a su padre hasta la cantina.

Padre e hijo toman asiento en los sofás que estaban en el lugar, mientras mujeres con pocas prendas les servían licor.

- No quieres ir con las Lobas ¿Por qué tus necesidades ya las tienes resueltas? - preguntaba Víctor a su hijo con un tono divertido - Alguien como la Baronesa de Biada ¿tal vez?

- Ya papá, no me sigas fastidiando con eso. Acaso en estos tiempos, ¿no se puede tener amigas? - reía Sergio

- Amigas sí. Pero amigas que preguntan tanto por ti, envían regalos y cartas perfumadas... ¡hemm!, no sé qué tanta amistad será eso - ríe Víctor, ya que sabía que su hijo había flechazo a aquella mujer.

- Ya papá, tú me ofreciste ir con las Lobas ¿Qué hay de ti?... mirabas mucho a la mujer de grandes pechos, no le diré a mamá si vas - comienza a carcajear, para desviar el tema de la Baronesa

- Buen truco... ya sabes que no veo a nadie más que a mi preciosa Amelia - sonríe Víctor dando un suspiro - Pero si no quieres hablar de ese tema, está bien y lo respeto. Pero esa mujer está enamorada de ti.

- No te preocupes por eso, ya te he dicho que solo somos "amigos"

Ambos siguieron charlando y cada tanto Sergio reía al preguntarse cómo le estará yendo a Sebastián y cuánto tiempo le tomará escapar con sus pantalones en la mano, para arrancar de la Loba, refiriéndose al bochornoso momento que protagonizó su padre, para burlarse de él.

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