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Capítulo 13

Emelina y Sergio bailaron varias piezas musicales, hasta que deciden ir a beber algo y descansar en las sillas que estaban por los alrededores.

Al estar sentados charlando, Sergio notaba como su amiga miraba en todas direcciones.

— ¿Pasa algo? — pregunta Sergio

— Sebastián, ¿No ha venido?

— Debe de estar por ahí escondido, ya sabes que es muy aburrido

— Pensaba que le vería por aquí

Un hombre de edad media se acerca para hablarle a Emelina

— Señorita, disculpe el atrevimiento, ¿me concedería una pieza de baile?

— Señor, no sea descortés. La señorita está hablando conmigo — intervenía de mal humor Sergio.

Inmediatamente aquel hombre hace una inclinación con la cabeza en dirección a Sergio, como forma de disculpas alejándose.

— ¿Para qué hiciste eso? — pregunta con tonos de enfado Emelina — es el primero que se ha acercado

— Por Dios Emelina. No me dirás que te casarías con un hombre así de mayor.

— No, pero... debo conocer personas...

— Vamos a comer algunos aperitivos — Sergio lleva a Emelina a unas mesas apartadas, donde se servían bocadillos fríos.

Nuevamente otros varones se le acercaban para pedirle un baile, pero Sergio siempre respondía por ella rechazándolos, a lo que ya estaba molesta.

— Y ahora ¿Por qué alejaste a ese muchacho? — alegaba ella, después de que su amigo le dijera a un joven de buena apariencia que ella estaba cansada para bailar — No era viejo, no era feo y no olía mal...

— Porque tiene cara de estúpido

Emelina se sienta en una silla que estaba en una esquina de manera enojada.

— Quiero que me dejes sola Sergio, quiero poder elegir, quiero tener pretendientes y tú no me dejas siquiera hablarles.

— Solo te estoy cuidando

— Pero no quiero que lo hagas

— No te enfades conmigo, eres mi preciada amiga, no quiero que te pretendan hombre que no te merecen

Ya Emelina estaba agotada de seguir discutiendo con Sergio, puesto que sentía que él era mucho más aprensivo que su padre.

— No me enfadaré contigo, si vas a buscarme algo para beber

— Ven conmigo

— Me quedaré aquí, estoy cansada y me duelen los pies.

Sergio mira en todas direcciones, asegurándose que aquel lugar estaba apartado y no se le acercaría algún hombre mientras él fuera a buscar las bebidas.

— Está bien. Espérame aquí, no me tardo.

Diciendo esto, Sergio sale apresuradamente para ir por algún ponche y regresar con ella.

Por su rapidez, resbala y por poco cae al suelo, pero eso no impide que vaya a la mesa y solicite a un camarero que le sirva dos vasos de ponche. Por mientras estaba ahí esperando, unas damas se le acercaron para conversar con él. Sergio ya les conocía, eran mujeres que querían acercarle a sus hijas, probablemente para que baile con ellas, con clara intenciones de dejarle a solas para que puedan hablar. En otra oportunidad él era cortés y hablaba con las señoritas, pero en este momento en el que estaba Emelina esperando, solo quería salir de ahí lo más rápido posible, pero cada vez llegaba más, alguna otra señorita con la que había charlado ya en otra fiesta u otras madres, retrasándolo cada vez más.

Después de que Sergio saliera del salón de baile para ir por unas bebidas, Emelina se levanta de su asiento y decide caminar, mirando en dirección a las terrazas que daban a los patios, que presentaban una vista encantadora de los jardines de aquel palacio.

— Creo que no estás disfrutando de esta velada

Emelina se gira al escuchar quien le estaba hablando, sorprendiéndose gratamente al ver a Sebastián tras de ella.

— Sebastián, ¿Dónde estabas?, te busqué por el salón, pero no te vi — decía emocionada, acercándose a él

— Por lo general en estas fiestas me ocultó en las esquinas, para evitar qué señoras me quieran presentar a sus hijas con clara intenciones de que acepte un compromiso.

— ¿Ya te ha pasado eso?

— Sí, es bastante desagradable — respondía Sebastián con una ligera sonrisa — Pero no les culpo, todo padre espera que sus hijos encuentren un buen partido.

— Eso explica por qué no te he visto, puesto que extrañaba verte por aquí

— Es difícil acercarme a ti, ya me he fijado que Sergio ha alejado a todos los que te han querido hablar.

Emelina gira los ojos en señal de fastidio.

— Ya sabes que él es especial — respondía ella — no he podido hablar con nadie. Según él, todos son hombres desagradables

— pienso lo mismo que él y creo que tiene razón

— ¿Realmente todos ellos eran personas desagradables? — preguntaba asombrada, abriendo mucho los ojos por la impresión.

— No lo sé en realidad, no les conozco — Sebastián se acerca más a Emelina — pero eres nuestra preciosa amiga y nadie es tan extraordinario como para merecerte

— Quizás no necesito a alguien extraordinario — Emelina da un paso para estar más cerca de Sebastián y así hablarle más suavemente, casi como si fueran susurros — tal vez solo necesito a alguien sincero, de buen corazón, que me quiera por cómo soy, que solo tenga ojos para mí y que me dé la oportunidad de amarlo y hacerle feliz

Sebastián presionaba sus manos con nerviosismo, pero respira profundo para hablar.

— Emelina, desde que te conozco, tú has logrado desaparecer mi timidez. Mi atención siempre está enfocada en ti... para mí, no existe mujer más encantadora que tú, eso ha hecho... que conquistes mi corazón.

Emelina estaba sorprendida y alegre por aquella confesión, así que trata de ocultar su sonrisa y muerde sus labios, para tratar de decir lo más apropiado.

— Siempre me he sentido segura y protegida contigo, eso ha hecho, que también mis pensamientos sean capados por ti, de la manera más tierna que conozco...

— Eso quiere decir, ¿Qué tengo posibilidades de aspirar a tu amor?

Emelina asentía con la cabeza ya sin poder ocultar su sonrisa. Sebastián toma de su mano, para acercarla a su rostro y depositar un beso en ella, hablando ahora con una sonrisa muy amplia, con ojos que irradiaban esperanzas.

— Esta oportunidad no la perderé, te enamoraré día con día, esperando a que me elijas, para que seas mi esposa.

Luego de eso, charlaron otro poco más, hasta que Sebastián invita a Emelina a la pista de baile, olvidando su miedo de hacer el ridículo, puesto que no bailaba muy bien, pero por agradarla, lo haría.

Ambos sentían una felicidad especial, como si ese momento fuera el inicio de la historia entre ambos, puesto que eran inexpertos en el amor y ambos descubrirían aquel extraño sentimiento, de una manera tímida y encantadora.

Para Sergio fue difícil tratar de escapar de aquel grupo de mujeres que insistían en charlar, pero al lograr salir de ahí y dirigirse a la silla donde había dejado a Emelina, esta se encontraba vacía. Miraba en todas direcciones, caminando en donde estaba la pista de baile, con los vasos de ponche en las manos, hasta que logra ver a Emelina, quien bailaba muy feliz con Sebastián.

Algo dentro de Sergio se derrumbaba, y aún no sabía si era sus esperanzas debido a su plan fracasado o el verle feliz con un hombre de quien no podía decir nada en su contra y al cual no podía odiarle.

— Señor Fortunato, le veo decaído

La Baronesa de Biada se había acercado al ver en el lugar a Sergio, sacando a este de sus pensamientos.

— Señora Baronesa, solo estaba buscando a una persona

— Ya veo, su amiga que no ha dejado en toda la noche — respondía la Baronesa riendo — ella ya está con su hermano, les vi charlar antes de ir a bailar, creo que ellos se llevan muy bien.

— Él es mi tío. Todos nos llevamos bien porque somos muy cercanos, nos conocemos hace más de 5 años y hemos formado una buena amistad.

— Puede ser, pero yo no veo de parte ellos querer tener solo una amistad — sonreía con picardía la Baronesa.

Lo dicho por aquella mujer, hacía sentir más angustiado y deprimido a Sergio, así que trata de desviar el tema.

— Me sorprende Baronesa que usted no esté en la pista de baile, siendo acompañada por algún pretendiente

— Si lo estoy, pero salir a buscar una bebida fría y lo vi a usted aquí, con dos copas

Sergio sonríe y le entrega la copa que era para Emelina, mientras él le da un sorbo a la suya.

— Entonces, si tiene a algún pretendiente, es mejor que me retire, puesto que no me gustaría incomodar, ni crear malos entendidos.

— Por supuesto que no mi querido señor Fortunato, ya que no estoy interesada en aquel hombre — La Baronesa se acerca más y le habla con un tono seductor — En este momento, no estoy buscando un compromiso formal, tal vez tener un buen amigo con el que poder jugar y quizás hablar de amor más adelante... si es que el sentimiento se da.

Sergio comprendía que aquella mujer deseaba tener una aventura con él, ya en otra oportunidad se le había insinuado cuando fue a visitar la casa de su padre. Pero él, no tenía la intención de ser un amante, aunque aquella mujer era una tentación y solo deseaba tener diversión discreta.

— Discúlpeme, señora Baronesa, debo hablar con mi padre — Sergio da una inclinación de cabeza en forma de cortesía y se aleja.

Ya Emelina y Sebastián no estaban en la pista de baile, así que los busca por los alrededores, hasta que nuevamente los encuentra, charlando y riendo con unas copas de ponche en las manos. Decidido se aproxima a ellos, pero el padre de Emelina llega primero, saludando de manera afectuosa a Sebastián, para luego hacer una inclinación de cabeza y despedirse, llevándose a su hija con él, marchándose hacia la salida al igual que otros.

Ya era tarde y Sergio no se había dado cuenta de que la celebración había llegado a su fin. No había tenido la oportunidad de hablar nuevamente con Emelina, sintiéndose derrotado.

Sebastián ve a su sobrino y se acerca a el sonriente.

— Buena fiesta, ¿no te parece?

— No mucho — Respondía Sergio

— Pensaba que lo estabas disfrutando, puesto que no te volvimos a ver con Emelina

— No pensé que me estaban buscando — contesta con sarcasmo.

— Papá Víctor nos está invitando a hospedarnos esta noche con ustedes — decía alegre Sebastián

Sergio vuelve a mirarlo y sonríe al ver la alegría en el rostro de su tío. Ambos se marchan en compañías de sus familias, charlando animadamente, puesto que nada en el mundo podría hacer que desaparezca el cariño que se tenían.

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