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Capítulo 12

Emelina estaba sentada en el tocador de su dormitorio mirándose en el espejo, mientras Eva, su criada a cargo de su cuidado, le peinaba, acomodando el hermoso lazo sobre su cabello.

Antes de ponerse su vestido, Emelina quería que le ajustasen más el corpiño a nivel de la cintura, para que se hicieran notar sus curvas. Pero nada servía tener una cintura pequeña, si no tenía pechos grandes para decorar su silueta.

Eva tenía mucha cercanía con Emelina, puesto que sentía simpatía por la joven al ser tierna y preocupada. Un ejemplo de eso, fue haberle regalado un ajuar completo cuando nació su primer hijo. Eva ya tenía 30 años, escuchaba y trataba de darle algún consejo como una madre a la señorita, puesto que la señora Calero, no era precisamente una mujer cariñosa.

— Eva, ¿Crees que se notará si me coloco un poco de relleno en el pecho?

— No se lo recomiendo señorita — decía Eva — puesto que, al bailar, puede salirse por arriba y se le verá.

— Hoy vi a una mujer realmente atractiva, me hizo sentir una niña — Emelina se sienta en el borde de su cama con dosel, hablando de manera preocupada al recordar a la Baronesa

— Pero usted es una joven muy bonita, no necesita de nada para atraer miradas.

— Eso lo dices por qué tienes simpatía por mí

— Sí, la misma simpatía que tienen los jóvenes Fortunato — sonreía Eva, colocándole un tinte carmesí en los labios y esparciéndoselo luego una pequeña cantidad por las mejillas.

...

Los Calero llegaron a la mansión del Duque de Tibado, quienes eran los anfitriones esa noche.

Emelina tenía puesto un vestido ajustado de crepé y tul color plata, marcando su silueta, con una hermosa y delicada caída en la falda, siendo muy sencillo en su forma, pero que al caminar, formaba pequeñas ondas, viéndose vaporoso, como pequeñas nubes que le rodeaban.

Esa noche ella se veía radiante y sus padres estaban orgullosos, puesto que sabían que su adorada hija, recibiría propuestas de matrimonio de los más distinguidos caballeros.

Emelina subía por las escalinatas, tomada del brazo de su padre, para llegar a la entrada de aquel palacio, preguntándose al subir, si acaso ya habrían llegado los Fortunato a la fiesta. No tuvo que pensar mucho en ello, puesto que, en el segundo descanso de la escalinata, aparece Sergio en la puerta de entrada, quien baja para encontrarse con ellos al verlos.

Al llegar para saludarlos, no había duda de que Sergio había heredado la belleza indiscutible de su madre. Se veía completamente apuesto con aquel traje de noche y el pelo peinado hacia atrás, que captaba la mirada de aquellos que se encontraban en el lugar.

— Señores Calero, es un agrado verles esta noche — Saludaba Sergio

— El agrado es de nosotros muchacho. ¿Sus padres ya están adentro? — Pregunta Manuel

— Sí, señor, ellos ya están en la celebración — Sergio se dirige a la Señora Calero con un toque encantador, tomando su mano y depositando un beso en ella — Señora Leona, está usted radiante esta noche.

— Gracias Señorito, es usted realmente un hombre encantador — Sonríe doña Leona y le hace un gesto en dirección a su hija — Creo que Emelina esta noche se ve mucho más radiante que yo, ¿no le parece?

— Eso no entra en discusión, puesto que ella siempre brilla, alumbrando el lugar donde sea que vaya — Sergio se acerca para besar la mano de Emelina y regalarle una sonrisa. Vuelve a mirar al señor Calero — don Manuel, ¿me permitiría acompañar a su hija a dentro del palacio?

— Si muchacho, nosotros estaremos ocupados hablando de negocios, confío en usted para que cuide de ella — sonreía Manuel, puesto que no ocultaba su emoción de que quizás aquel joven Fortunato tenga intenciones de desposar a su hija.

Sergio le ofrece el brazo a Emelina, quien lo toma, para subir con su amigo los últimos peldaños de esa escalinata.

Ya a una distancia prudente, alejándose de sus padres, ella pregunta.

— ¿Me estabas esperando?

— Sí, es mejor que entres conmigo que con tu padre

— ¿Por qué?

— Porque tu padre quiere que te comprometas, y te dejará con el primero que pida hacerte compañía...

— ¿Y eso tiene algo de malo?

— Por supuesto, adentro hay muchos viejos que quieren esposas jóvenes, y otros tipos desagradable con mal aliento. Debes de agradecerme por preocuparme por ti

— Pero eventualmente deberé hablar con otros para conseguir pretendientes.....

— No te preocupes por eso, yo seré tu escolta esta noche, alejaré a los indeseables

— ¿Y los buenos partidos?

— Te dejaré hablar con ellos

Ingresaron al palacio, que deslumbraba por sus amplios salones de color blanco, decorado con margaritas y rosas que daban un aroma exquisito en el ambiente, con varios invitados ya charlando y bebiendo licor, haciendo gala de sus mejores trajes.

— ¿Quieres comer unos aperitivos? — pregunta Sergio

— Creo que lo mejor es ir a la pista de baile, debo llenar mi libreta con citas para bailar — Emelina le enseñaba la pequeña libreta que tenía colgando con lazos en su muñeca, donde agendaría por turno a los caballeros que le soliciten un baile.

Sergio obedientemente acompaña a Emelina al salón de baile. Varios le vieron entrar y muchos se preguntaban quién era aquella joven que acompañaba a aquel apuesto Fortunato.

Había varias sillas cercanas a la pared, en donde las jovencitas se quedaban esperando a que algún varón les solicite un baile.

— Supongo que debo sentarme ahí — indicaba aquel lugar Emelina.

— ¿Por qué te quieres quedar ahí?

— Ya te dije que tengo que llenar mi libreta con solicitudes de baile, para conocer pretendientes.

Sergio, sin decir nada, toma de la libreta de su amiga y retira el carboncillo que estaba en su interior, para comenzar a escribir en ella, volteando las páginas y continuar escribiendo en ellas con el carboncillo.

— ¿Estás anotando tu nombre para agendar tu turno? — pregunta Emelina sonriendo

— Sí, mi turno... debes compensarme por decir que soy un canalla — respondía Sergio

— Yo no dije que fueras un canalla, dije que eras un coqueto

— Da igual. Listo... ahora debes bailar conmigo esta noche — Sergio vuelve a dejar el carboncillo adentro de la libreta y la suelta, volviendo a colgar de la muñeca de Emelina y tomando de su mano para llevarla a la pista.

— Espera, quiero ver qué turnos has pedido — reía Emelina, tomando su libreta para leerla.

En cada página estaba escrito con grandes letras «SERGIO FORTUNATO» de manera vertical, abarcando todas las páginas.

— Pero ¿Qué hiciste?, has arruinado mi libreta. Ya no podré dar citas para el baile — Emelina estaba molesta de que su amigo hiciera algo así

— Para qué quieres bailar con esos tipos, cuando tienes al mejor de todos contigo ahora

Sin decir nada más, Sergio la toma de la mano y la arrastra a la pista para integrarse al baile.

— Pero Sergio, necesito atraer pretendiente — reclamaba afligida Emelina mientras era llevada a la pista

— Ya te dije que iré mañana a tu casa, no te quedaras sin pretendientes — reía Sergio sin soltar su mano y ahora mirándola de frente, tomando de su cintura para guiarla en el baile con la suave música que tocaba la orquesta.

— Pero Sergio, no estoy bromeando con eso, para mí esto es importante y te estás burlando — reclamaba Emelina, pero ya él no respondía.

La intención de Sergio era no soltar a su amiga en toda la noche, para así ser el único que sé presente al día siguiente en su puerta para cortejarla. Sabía que hacer eso era infantil y cobarde, pero temía el confesarle sus sentimientos, puesto que sabía que ella estaba interesada en Sebastián y sería rechazado, lo que arruinaría su amistad. Así que había esperado hasta este baile, para llevar a cabo su plan, conquistándola durante el cortejo y demostrándole que él podía ser su eterno enamorado.

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