Capítulo 96
Los Fortunato ya habían retomado sus rutinas después del viaje a San Fermín, donde todos habían tomado unas agradables vacaciones en familia y quienes más lo habían disfrutado, eran los pequeños.
— Señores, estas son las correspondencias que han llegado mientras estuvieron de viaje — Informa Carmen, entregando la correspondencia a Víctor y Amelia.
— ¿Algo importante que mencionar mientras no estuvimos? — pregunta Víctor.
— No señor
Luego que el Ama de llaves se retira del salón Rosales, Víctor mira su correspondencia y le habla alegremente a su esposa.
— ¡Ah!... mira, carta de Jamal
— Sí, también me ha llegado una para mí
Amelia le enseña un gran sobre de correspondencia.
— ¿Por qué la correspondencia que recibes de él, es mucho más grande que las mías?
— Porque tenemos muchos secretos — Amelia ríe cubriéndose los labios.
Víctor entrecierra los ojos en forma de sospecha.
— Sí, puedo notar que son muchos secretos
— ¿Celoso?
— Si
Amelia ríe.
— Es la verdad, quiero saber qué secretos.
— Si te lo cuento, ya no serían secretos.
— No importa... quiero saber que te escribe.
— Es para darte una sorpresa.
— ¿A mí?
— Si
— Vamos, dime... que es.
— No puedo, arruinaría la sorpresa.
— Por favor... dime, ¿Viene de viaje?
— No lo sé aún, pero no es esa la sorpresa.
Las cartas que le enviaba Jamal a Amelia, siempre tenía asuntos legales para la compra de la mansión, además de una carta, donde mantenían sus conversaciones, para seguir cultivando su amistad.
~2 meses después~
En los grandes jardines de la mansión de Víctor y Amelia, se celebraba una gran fiesta de cumpleaños, llena de juegos, animales de granjas para que los invitados puedan darle de comer y acariciar, muchas personas disfrazadas de arlequines y otros enmascarados con trajes vistosos. Era la fiesta del tercer cumpleaños de Sergio y había tomado muy bien su papel de anfitrión, hablaba con todos e invitaba a jugar a los niños.
Víctor miraba cómo su hijo hablaba con algunos miembros del Club de Inversionistas que habían traído a sus hijos pequeños.
— Me pregunto que hablará Sergio con esos señores
— Está hace un buen rato con ellos charlando — comentaba Amelia.
— Se nota que ya tiene el don de la palabra — reía Teodoro.
— Lo más probable, es que ya está hablando de negocios, es por ello que todos lo miran con tanta expectación — decía con orgullo Agustín.
— Es como yo, mamá decía que también hablaba mucho de pequeño y que tenía agotada a las niñeras con mis historias — reía Víctor.
— Al menos ya sabemos de quién ha sacado lo parlanchín — Agustín habla mirando a Celenia, quien comienza a reír, recordando sus años de niña habladora.
— Les está contando lo que hacen ustedes en la noche en su habitación — Perla se los dice a Víctor y Amelia que comienzan a carcajear.
— Ah, por favor mujer, ¿alguna vez hablarás algo con sentido? — le reprendía Dorotea.
Todos ríen, menos Perla.
— Bueno... no me crean, yo sé lo que escuché
Inmediatamente Amelia y Víctor cortan las risas por preocupación y caminan rápidamente donde estaba su hijo.
Perla ríe al ver cómo sus amigos prácticamente corrían para acallar a su hijo.
— Son adorables, algo muy malo hacen en su habitación si es para correr así.
— ¿De verdad Sergio está hablando cosas privadas? — pregunta Mariana, preocupada.
— Y cómo voy a saber yo, si estoy aquí... solo estoy jugándoles una broma — volvía a soltar la risa Perla.
— Ah... pero como agota esta mujer — comenta Dorotea avergonzada por el comportamiento de Perla.
Rápidamente Víctor y Amelia llegan donde se encontraba Sergio. Los del club de Inversionistas con sus esposas, escuchaban atentamente al pequeño.
— Pero es un precio muy costoso — dice una de las damas.
Sergio mostraba un peluche de felpa que recibió de regalo de uno de sus invitados.
— Pero el castillo es muy caro, así que deben darme mucho dinero — respondía Sergio.
— Pero no puedes vender tus regalos — le decía otra de las mujeres.
— ¿Por qué no, si son míos?
Todos comienzan a reír ante las respuestas del pequeño.
— ¿Qué sucede? — Pregunta Víctor al llegar.
— Fortunato, su hijo, tiene pasta para los negocios — ríe uno de los inversionistas invitado a la fiesta.
— Así es, quiere vendernos el muñeco para comprar un castillo — responde una de las damas que estaba ahí.
Amelia mira a su hijo con ternura, aliviada que solo fuera una broma, lo que dijo Perla.
— Amor, no puedes vender los regalos que te han dado
— Pero no quiero el muñeco, quiero un castillo — contesta Sergio
Los hombres ríen de buena gana.
— Deberás vendernos otra cosa, que no sean tus regalos de cumpleaños — dice un hombre calvo.
Sergio saca de su bolsillo un broche enjoyado muy hermoso de oro, que era para afirmar el pañuelo del cuello en los varones.
— Se lo cambió por un castillo
Víctor mira sorprendido el broche y se lo quita de la mano a Sergio.
— ¿Tú tomaste esto Sergio?... lo estaba buscando, pensé que lo había perdido
— No... es mío — el niño se estira para recuperar lo que le había arrebatado su padre.
— Señor, no puede vender las cosas de sus padres — ríe la dama con quien Sergio trataba de vender su muñeco de felpa.
— No soy señor... soy niño — responde Sergio enojado.
Uno de los hombres se inclina para hablar más de cerca a Sergio, mientras reía.
— Yo se lo compró, si se lo logra quitar a su padre.
— No... a ti no. Estás enfermo.
— ¿Por qué dices que estoy enfermo? — pregunta el hombre sorprendido.
— Porque comió algo que estaba malo y ahora le huele la boca muy feo.
Amelia toma a Sergio de la mano para sacarlo de ahí, cuando el hombre a quien le había dicho eso tenía una mueca de disgusto.
— Vamos a comer el pastel
El hombre calvo se acerca, mientras reía de la expresión que tenía su compañero.
— Los niños nunca mienten... ja, ja, ja... no se puede evitar
Sergio mira al hombre que le hablaba y de manera inocente pregunta.
— Señor, ¿quién le comió su pelo? ¿El sin mano?
Estallan en carcajada las mujeres y el resto de hombres que escuchaban al pequeño Fortunato.
— Ya muchacho, nos vamos a cortar el pastel, ya has fastidiado a los señores — Víctor toma a su hijo en brazos para llevárselo.
— No papá... estoy comprando un castillo
Unas de las damas, se acerca a Amelia que estaba avergonzada.
— Su hijo es un niño muy ingenioso, será un gran hombre de negocios.
— Gracias... aunque en ocasiones puede ser muy directo.
— Esperemos que eso no lo pierda, en la actualidad, es difícil encontrar alguien sincero.
Todos brindaban por los tres años de Sergio y le deseaban muchos años de felicidad para él y su familia, mientras los niños y adultos, esperaban recibir pastel en sus platos, que eran servidos por los padres del cumpleañero, como era tradición.
El Ama de llaves corre por los jardines y se dirige con una sonrisa muy alegre donde los Fortunato.
— Señores, ha llegado un regalo para el señorito
Uno de los sirvientes ingresa a los jardines con un precioso caballo blanco plata.
— AAAHHH... — grita de asombro Sergio y corre para tocar su nuevo caballo.
Sebastián corre junto con Sergio para ver el caballo tan lindo, que pareciera sacado de algún cuento mágico.
— ¿Me lo prestas?... quiero subir — dice Sebastián.
— Yo primero — Sergio tenía una carita sonriente y tocaba el suave pelaje de tan fino animal.
— Pero qué belleza — comenta Mariana.
— Realmente hermoso, nunca he visto un caballo como ese — afirma Teodoro.
— Es verdad ¿Dónde compraste ese caballo? — pregunta Amelia a su esposo.
— Yo no compré nada... pensé que tú lo habías traído papá — responde Víctor morando a su padre.
Todos quedan gratamente sorprendidos, excepto Agustín, al ver entrar por los jardines con otro caballo blanco, al responsable de tan precioso regalo.
— Les dije que en mis tierras los caballos son algo especial.
Tanto Víctor como Amelia, al ver a Jamal en el jardín, corren a su encuentro para darle la bienvenida con un fuerte abrazo. Estaban dichosos de volver a verlo.
Jamal estaba de regreso en el que consideraba su hogar con sus amigos. Al encontrarse, se abrazaban los tres con una amplia sonrisa.
— Qué gusto verte Jamal — sonreía Amelia
— ¿Por qué no avisaste que venías de regreso? — pregunta Víctor, desbordante de felicidad.
— Ha sido una maravillosa sorpresa — comenta Amelia
— Claro que sí — afirmaba Víctor.
— Qué gusto ver que no solo el pequeño Sergio está feliz de ver su regalo de cumpleaños.
— Por favor, ven a la fiesta, descansa, debió ser un viaje agotador — Amelia se lo decía después de cortar el abrazo que tenían junto con su esposo. Sus ojos brillaban por la felicidad.
— Tienes que contarnos muchas cosas — Víctor seguía con un brazo al rededor del cuello de su amigo para que lo acompañe.
En la casa Fortunato, se mantenía la fiesta. Jamal le contaba a todos como fue su viaje y que fue de él en aquel tiempo. Los niños estaban felices tocando a los hermosos caballos que había traído Jamal, pero Sebastián se acerca a Celenia, ya que estaba triste.
— Mamá, también quiero un caballo como ese, Sergio no quiere jugar conmigo.
— Sergio solo está feliz por sus nuevos caballos, luego te dejará montarlo, pero hoy es su cumpleaños y está feliz por su obsequio.
Agustín se inclina para estar a la altura de su hijo.
— No te preocupes, iremos a buscar un hermoso caballo para ti
Sebastián llora derramando algunas lágrimas haciendo pucheros, estaba triste, pero no hace escándalo, solo mostraba su decepción.
— Si papá
— No llores, mañana compraremos uno — insistía Agustín.
Jamal escucha lo que hablaba el pequeño que estaba cerca de él e interviene.
— Muchacho, ¿cuéntame qué pasa?
— Es que Sergio tiene esos caballos y yo quiero uno, ahora él tiene dos y no quiere compartir.
Jamal toma al pequeño en brazos y lo levanta.
— Discúlpame por no decirlo antes, pero uno de los caballos es de Sergio y el otro es tuyo, es tu regalo atrasado de cumpleaños.
Sebastián deja de llorar y una sonrisa muy grande se dibuja en su rostro.
— ¿De verdad?
— Si, así que no llores, es un caballo para cada uno
Sebastián le da un abrazo y un beso en la mejilla a Jamal, luego este lo baja para que pueda ir a presumir su obsequio con los demás invitados.
— Oh Jamal... eres tan amable, gracias por pensar en Sebastián — dice Celenia agradecida
— No es nada, habitualmente tengo presente a Sebastián.
— Pero no debió molestarse... entiendo que es un caballo costoso, deseo pagar por él — comenta Agustín de manera seria.
— No, es un obsequio... me insulta si cree que aceptaré que pague por él
Agustín no quería deberle nada a ese hombre. Aun en su interior algo le decía que tuvieran cuidado con él, percibía que no tenía buenas intenciones, pero no sabía cómo decirlo, era solo una corazonada, una intuición muy en el fondo que le oprimía el pecho. No dice nada más cuando ve que Víctor le entregaba una mirada molesta que le indicaba que no quería volver a tener problemas con ellos.
Ya era de noche y los invitados se habían marchado, esto dio tiempo para que los amigos pudieran charlar tranquilamente en el salón Rosales después de cenar.
— Es hermoso, gracias — comenta Perla.
Jamal le había traído de regalo, varios decorados en oro y Perlas. Esto la deja muy feliz, puesto que son los primeros objetos costosos que tenía que fueran de su propiedad.
— Era justo darte adornos que hagan honor a tu nombre
— Es precioso Jamal, muchas gracias por los regalos — Amelia lo decía mientras guardaba las delicadas telas de seda en el envoltorio en las que venían, con él podría crear hermosos vestidos y accesorios. Aparte de eso, Jamal le había traído algunos adornos para el cabello y una esencia con aroma a Jazmín.
— ¿Por cuánto tiempo te quedarás? — pregunta Víctor que estaba tomando una copa de jerez.
— ¿He llegado y ya esperas que me marche? — ríe Jamal.
— Yo desearía que nunca te fueras
Jamal mira a Amelia sonriente.
— Ya veo que tu esposa sabe guardar muy bien los secretos
— Bueno, me pediste que no le dijera y así lo hice — sonreía de manera cómplice Amelia.
— ¿Pero qué es? — pregunta intrigada Perla.
— Me quedaré a vivir en España
— ¿Qué? ¿Eso es verdad? — Víctor sonreía muy feliz.
— Sí, ya traje todo y mi flota de barcos ya están en los puertos.
— Eso es maravilloso... vivirás con nosotros, dime si te gusta la habitación que dispusimos para ti o prefieres otra, puedes escoger la que tú...
Jamal ríe y detiene a su amigo que estaba eufórico.
— Solo te pediré que me hospedes aquí un par de días, ya compré una mansión, pero debo arreglar algunas cosas y contratar sirvientes...
— ¡Tonterías!... vas a quedarte aquí, no dejaré que te marches...
Jamal ríe y mira a Amelia
— Ahora entiendes mi querida amiga, por qué no quería que tu esposo supiera que vendría aquí, ya sabía que esto pasaría.
Amelia se une a las reclamaciones de su esposo.
— Aun así, también deseo que te quedes con nosotros, sé que tienes una mansión y que quieres tu intimidad, pero nos alegra que te hospedes con nosotros, eres parte de la familia.
Jamal habla con un tono de burla picaresco.
— Pero Amelia, si seguimos en esta casa, tu esposo se enterará de lo nuestro...
— No se diga más... te quedarás en esta casa — concluye Víctor.
— No te dejaran marchar, así que acéptalo — Perla le decía a Jamal sonriente, puesto que también deseaba que se quedara ahí.
— Por favor Jamal
Jamal sonríe. Era tan agradable esa sensación de necesidad y de ser importante para otros de una manera fraternal.
— Está bien, me marcharé cuando sea necesario hacerlo.
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