Víctor había llegado temprano por la mañana, y su emoción de estar nuevamente en casa, hace que corra al interior de la mansión para buscar a Amelia y Jamal, ya que había estado afuera por cinco eternos días, solucionando los problemas estructurales de la mina de Arger.
— Buenos días señor, enviaré a los criados a desempacar su equipaje — le saluda el Ama de llaves al verlo ingresar a la mansión.
— Gracias, ¿dónde está la señora?
— Se encuentra con su amigo en los jardines
Víctor se dirige rápidamente al lugar, estaba ansioso por verlos. Al llegar a los amplios jardines, los logra divisar a la distancia. Estaban charlando, sentados bajo la sombra de un árbol por donde corría una brisa fresca. Se acerca donde ellos. Ambos lo miran, pero no le hablan.
— ¿Ninguno me va a saludar? — pregunta Víctor, asombrado por tan fría bienvenida.
— ¿Has escuchado algo Jamal? — dice Amelia, como si no se diera cuenta de la presencia de su esposo.
— No, ¿cómo qué? — responde el árabe.
— Como un susurro molesto
— Creo que escuché a un mal amigo, que obliga a venir a visitarlo para luego abandonarte
— Oh, no me digan que están molestos conmigo — comienza a reír Víctor al entender lo que ambos tramaban.
— A propósito, querida mía, ¿cómo le dirás a ese tal Víctor que ahora eres mi esposa? — comenta Jamal de manera despreocupada.
— Puff... primero tengo que darle la carta de anualidad de nuestro matrimonio
— A si... que fastidió
— Ya... no jueguen con eso — Víctor toma a Amelia de una mano y la jala para levantarla, abrazarla y darle un beso en los labios, junto con la risa de ella y su amigo.
Jamal se levanta y también se acerca para saludar a su amigo, estaba feliz de verle.
Víctor se separa de su esposa dándole una pequeña caricia en la mejilla y mira a su amigo que estaba de pie a su lado.
— ¿Y tú?... ¿Acaso quieres que te bese también? — se burla Víctor.
— Ay si... No me digas que no me besarás — ríe Jamal.
— Calla, que de solo pensarlo siento escalofríos
— Sí... es la atracción sexual que provoco en todos
Los amigos ríen y se abrazan, dándose fuertes palmadas en la espalda.
Luego de ir a buscar a Sergio y Dorotea en casa de Agustín y Celenia, Amelia se fue con sus amigas y su hijo al río para refrescarse y charlar, mientras que Víctor y Jamal cabalgaron por una pradera y hacían juegos de domas con sus respectivos caballos para demostrar sus habilidades como jinetes. Finalmente descansaron a la sombra de un árbol y bebían un vino espaciado que se mantenían fríos en las botas de cuero que llevaban consigo. Víctor aprovechó el momento, para hablar con su amigo de algunos asuntos.
— El ama de llaves me ha informado que una de las sirvientas dejó el empleó a petición de su esposo, porque sentía que su mujer no estaba segura trabajando a causa de cierto invitado extranjero que tiene fama de lujurioso... tú no sabes quién puede ser ¿Verdad?
— Yo nunca obligué a ninguna mujer a estar conmigo — reía Jamal.
— A si... pero tampoco le dices que no a ninguna... eres un alma caritativa — Víctor no aguantaba las carcajadas y ya todo lo que le decía a su amigo, era en tono de broma.
— Así es, amo a las mujeres, son las criaturas más hermosas que nos ha dado el creador
— Eres un caso especial, y ahora que lo pienso... debes de haber tenido problemas con algún hombre a causa de eso
Jamal se levanta la camisa y le enseña su costado izquierdo, donde tenía una cicatriz de aproximadamente 10 centímetros, que se distinguía levemente.
— Hace siete años me apuñaló el padre de una mujer que estaba comprometida para casarse, por desflorarla la noche antes de su boda.
— ¡Cielos! No negaré que te lo merecías — respondía Víctor impresionado.
— No quería casarse, dijo que al menos su esposo no tendría todo de ella.
— ¡Aja! Y como eres tan bondadoso la ayudaste con su problema — volvía a reír Víctor — Algún día ofenderás a alguien que te matará.
— Es por eso que practico artes de defensa y ataque, luego de eso ya varios han intentado matarme, pero todos terminan con un brazo roto.
— Ten cuidado, no ofendas a nadie aquí, de matarte no vendrían a atacarte directamente, solo pondrán un poco de veneno en tu comida y eso será todo.
— Hmmm... creo que tienes razón. Pero si una hermosa mujer busca de mí porque sueña el estar conmigo, ¿cómo podría negarme?
— Pero tú consideras que todas son hermosas mujeres. Trata al menos de controlarte con mis sirvientas, para que yo no tenga problemas con sus familias
— Es tarde, ya casi he estado con todas... excepto las felizmente casadas o esa niña morena que está comprometida, una lástima — decía Jamal con un suspiro.
— Y tampoco con el ama de llaves o el mayordomo — la risa de Víctor se apaga, cuando ve a su amigo levantar las cejas, en señal de lo que estaba diciendo no era una fantasía — Ay, no... ¿Con el mayordomo?
— No seas absurdo... claro que no
— Pero sí, con el ama de llaves... ¿Estás demente?... esa mujer ya es madura, debe tener más de 50 años.
— Sí... realmente una desgracia tener esa edad y aún ser virgen, al menos le he dado un buen momento para recordar.
— Por supuesto... eres realmente un padre de la caridad, le escribiré al sumo pontífice para decirle que tenemos a un santo con nosotros.
— ¡Ah! No sé para qué te cuento mis cosas, solo me criticas y te burlas de lo que te digo. Amelia es mejor amiga que tú.
Víctor continúa hablándole conteniendo la carcajada, acompañado de la cara de fastidio de Jamal.
— No me digas que también has estado con Yoyi
— ¿Con quién? — pregunta el árabe.
— Dorotea... la anciana que cuida a los niños
— No sabía que le llamaban así — Jamal bebe del vino, mientras estaba sentado bajo el árbol, observando el horizonte de aquel hermoso paisaje.
El silencio de Jamal, hace que Víctor suponga que así había ocurrido.
— ¡Oh por Dios!... ¿Con ella también?... cómo pudiste
Jamal escupe el vino que estaba bebiendo por la sorpresa.
— ¿Qué?... ¡No!... ella es una anciana, hasta yo tengo mis límites
Víctor carcajeaba casi sin respirar para fastidiarlo
— Ya no me sorprendería nada... algún día se te caerá el miembro.
— Yo me preocuparía más por esa yegua vieja que montas... ya la siguen las moscas porque está muriendo.
Se levanta Jamal para subir al caballo, pero pierde el equilibrio al poner el pie en el estribo.
— Ja, ja, ja... ¿Lo ves? Ya la sífilis te afectó la cabeza — se burlaba Víctor.
Ambos se marchan montando sus caballos. Víctor seguía burlándose de las hermosas mujeres de Jamal, y este, a su vez, se burlaba de la yegua que montaba su amigo.
Ya faltaba solo un par de días para que Jamal retorne a su país y en ese último tiempo se dedicaron los Fortunato como familia a acompañarlo. Aquel día fueron al río, ya que eran los últimos del verano. Jamal se divertían jugando con Sergio, el pequeño reía y gritaba al ser perseguido, junto con las carcajadas de sus padres.
Almorzaron junto al río con el sonido del agua calmada. Jamal sentía paz, una que no había tenido hace mucho tiempo, una paz que creía haber olvidado, la paz que podía entregar una familia y envidiaba a su amigo por la suya.
Víctor llevó a su hijo que necesitaba un lugar privado para hacer sus necesidades, mientras Amelia mojaba sus pies en el río cercano a la hierba, y Jamal estaba sentado en el pasto, apoyando su espalda en un gran árbol bajo su sombra descansado, casi a punto de dormir y seguía con la mirada a su amiga que trataba de tomar una rana, probablemente para mostrárselo a su hijo.
Nuevamente Jamal piensa que Amelia era muy hermosa y era agradable verla, ella lograba llenar de ternura todo lo que hacía. Amelia levanta la vista y le sonríe a su amigo, este le devuelve la sonrisa dando un suspiro, la extrañaría cuando se marche, pero a su vez, sentía el pecho lleno de emociones y algo le oprime el corazón, algo que le producía tristeza.
Sergio regresa corriendo para entrar en el agua junto a su madre y Víctor se sienta al lado de su amigo
— Te veo pensativo
— Miraba a Amelia... ella es una mujer hermosa, llena de alegría donde esté.
Víctor da un suspiro
— Creo que nunca te conté, que me enamoré de ella viéndola cómo jugaba en el río... desde esa vez es que no puedo dejar de observarla, le confesé mi amor aquí y ese día sentí que podía lograr lo que quisiera.
— Te envidio... — Jamal tenía un semblante triste y melancólico, como si un nudo apretara su garganta — Tienes una familia hermosa, una mujer que te ama y un hijo que es una ternura... y yo, no tengo nada.
— Pero tienes a tus mujeres a tu regreso
— No tengo a una familia como tú, nadie que me espere realmente, a nadie quien le importe... estoy solo.
— Pero siempre has vivido así ¿Por qué piensas en eso ahora?
— No es que lo piense justamente ahora, siempre lo he pensado... es la primera vez que lo digo
— Amelia ya me dijo eso, pero no le creía... porque eres un mujeriego y la seriedad de una familia no era para ti.
— No te confundas, me encanta compartir la cama con una mujer... es una costumbre que no puedo cortar, pero eso no quita que por mis acciones me sienta solo.
Víctor se acomoda al lado de su amigo para verlo de frente y hablarle de manera seria.
— Tú no estás solo, tanto Amelia como yo te tenemos en alta estima, somos tu familia y eres para nosotros más que un simple amigo, así que regresa a tu país, pero vuelve pronto... vuelve con nosotros, siempre estará tu hogar aquí.
Jamal lo mira sorprendido, estaba emocionado, pero no quería que su amigo lo viera así. Cierra los ojos y lanza una risita.
— Gracias
Sergio regresó para mostrarle a tío Jamal los tesoros que había conseguido en el río y este lo miraba y escuchaba como trataba de contarle de manera torpe todo lo que narraba. Finalmente, Sergio se queda dormido bajo el árbol, abrazando a Jamal y este a su vez también es vencido por el sueño.
— Se ven tan adorables durmiendo juntos— Amelia sonreía al estar con Víctor al lado del río, mirando a su hijo y su amigo como dormían bajo el árbol.
— Hoy Jamal me dijo algo que me partió el corazón... se siente solo
— Ya lo sé... se le nota bastante.
— No quiero que se marche
— No lo retengas, el volverá cuando deba hacerlo
— Le quiero... lo extrañaré — comenta Víctor con tristeza.
— Yo también le quiero
— Me dirás, ¿por qué te dice madre?
— ja, ja, ja... es solo un juego que tenemos
— vamos... dime — Víctor, la abraza y la recuesta en el pasto
— Lo dice por qué lo cuidaba y reprendía cuando estabas de viaje en Arger.
— Creo que ustedes tienen secretos que no quieren decirme
— ¿Me dirás que estás celoso?
— Nunca de ti mi preciosa Amelia
— ¿De verdad? Me siento ofendida, ¿no soy digna de tus celos — decía Amelia riendo, mientras su esposo le besaba el cuello
— Sé que tu amor es solo mío, no tengo por qué desconfiar de ti
— Pero me gustaría que fueses un poquito celoso, para que me demuestres que estás loco por mí
— Ham... pero para demostrarte que estoy loco por ti, puedo hacer otras cosas mi querida esposa — Víctor le toca de manera juguetona uno de sus senos y le da un beso en los labios
— Aquí no, Jamal nos podría ver...
— Entonces despertaré a esos dos dormilones para que regresemos a casa... y ahí te mostraré que soy tu enamorado incurable.
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