Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 83

Era temprano por la mañana, y todos estaban desayunando en la pérgola del jardín, ya que los días eran cálidos, pero con un frescor agradable ese año, así que los niños podían jugar al aire libre luego de haber tenido un invierno muy duro.

— Hay! Qué dolor de cabeza — reclama Perla frotándose la cabeza.

— Eso te pasa por beber tanto anoche — le regaña Dorotea.

— Pero Yoyi... todos bebimos anoche con el juego de cartas — interviene Amelia

— Sí... pero está condenada mujer toma demasiado

— Ah viejita, no me regañes — sonríe Perla, acercándose a Dorotea y colocando sus manos en sus hombros — dame de esos levanta muertos que preparas, de eso que haces con ajos...

— Menudo aliento tendrás — ríe Víctor.

Carmen, el ama de llaves de la mansión de Víctor y Amelia, trae la correspondencia de su joven señor, hasta la mesa en donde se encontraban reunidos con su familia.

— Señor, la correspondencia — el ama de llaves se acerca con una bandeja en la que había tres sobres, más un abre cartas, la cual lo toma Víctor.

— ¿Algo importante? — pregunta Agustín mientras bebía un sorbo de su té.

— Carta de unos inversionistas y una de un idiota — Víctor deja una carta de lado y abre las otras dos.

Agustín toma la carta que su hijo deja de lado y ve que era de Arabia

— Es de tu amigo Jamal

— Ya lo sé, pero no leeré su carta

— ¿Y por qué no?

— Está molesto con él, porque no ha venido a vernos ni una sola vez — responde Amelia mientras rompía un huevo tibio y lo comía con una tostada.

— Hace tres meses fue la última vez que le escribí, le dije que ya no le respondería si no venía a vernos. Siempre tiene una excusa para no hacerlo, y ya van más de dos años como para tener un amigo por correspondencia... me siento abandonado.

— No es tan fácil viajar desde tan lejos — contesta Agustín al notar la decepción de su hijo.

— Para él sí. Envío a un encargado para traer sus barcos a las costas, pero él no vino a pesar de que prometió hacerlo.

— Actúas como un niño... deberías leer su carta — dice Amelia frotándole la mano que tenía su esposo apoyada sobre la mesa.

Víctor le entrega la carta a Amelia.

— Léela tú... la última carta que envió me dio lástima y casi le respondí.

Amelia toma la carta para abrirla, pero un grito la distrae. Los niños estaban peleando por subir a un caballito de madera, y Sergio le estaba dando coscorrones a Sebastián para sacarlo de ahí.

— ¡Pero qué está pasando ahí! — grita Amelia al ver la escena.

— No te preocupes, me toca a mí — dice Celenia y se dirige a los niños para reprenderlos — Pero ¿qué les pasa a ustedes? Sí, tienen dos caballos. Los niños buenos tienen que aprender a compartir.

— No sé por qué le compramos siempre los mismos juguetes, si siempre buscan el que está ocupando el otro — da un suspiro Agustín, mientras miraba cómo Sebastián, ahora le daba manotazos a Sergio y Celenia los separaba para que dejen de golpearse, lo que desató el llanto de ambos niños.

— Ay, espero que no sean así con sus prometidas — ríe Víctor.

Celenia toma del brazo de Sebastián y lo jala para apartarlo de Sergio.

— Bien, nos vamos a casa Sebastián, si no pueden jugar tranquilos, mejor que cada uno por separado, así no se pelean por los juguetes.

Ambos niños comienzan a gritar y a llorar ante la amenaza.

— No Mamá... buaaaa... — llora Sergio

— Hmm... Mamá peryon, peryon — hacia pucheros Sebastián, pero Sergio seguía tirando de su pelo

— Es mío... mío...

Amelia se levanta de la mesa para ayudar a su suegra.

— ¡YA BASTA SERGIO!... Mamá Celenia y Sebastián se irán porque no compartes tus juguetes.

— No Mamá... es mío

— ¡Qué caramba pasa aquí! — interviene Víctor — no me gusta eso Sergio...

Perla, que estaba en la mesa desayunando, comienza a frotar su frente con mayor fuerza.

— Ay, yo no puedo con estos gritos en la mañana, se me parte la cabeza... me iré a la habitación a dormir — Perla se levanta de la mesa sosteniéndose la cabeza, con un claro semblante de malestar.

Ambos niños ven cómo Perla se levanta, e inmediatamente cambian el llanto y gritos por risas, como si fuera un llamado divino, y corren donde Perla para entrar bajo su vestido y correr en sus piernas, como si fuera una tienda de campaña. Nadie sabía por qué los niños tenían ese hábito y porque solo lo hacían con Perla.

— Oh... Salgan de ahí ¡Carajo!... pequeños diablillos — Perla trataba da sacarlos, pero los niños revoloteaban escapando dentro del vestido riendo alegremente.

— No hagan eso, salgan de ahí — dice Amelia acercándose donde su amiga. Quería sacarlos de las faldas de Perla, pero no podía hacerlo sin que vieran todos su ropa interior.

Perla comienza a caminar en dirección a la entrada de la mansión, con los niños aun revoloteando dentro del vestido. Como no veían por donde iban, Sebastián tropieza y cae quedando fuera, pero rápidamente se levanta riendo y entrando nuevamente en él.

Ya los padres habían castigado a los pequeños en varias oportunidades por esconderse en los vestidos de Perla, pero esto era en lo único en que no lograban obedecer.

— Esos niños — carcajea Agustín sin poder contenerse — me causa tanta alegría verlos.

— Quizás ven algo adentro de ese vestido que nosotros no — ríe Víctor sin dejar de mirar cómo el vestido de Perla se movía, como si volarán avispas adentro de él.

— Son pequeños ángeles, deben estar expulsando a los demonios que lleva esa mujer — concluye Dorotea de manera seria.

Del interior de la mansión, regresa Celenia con los niños que nuevamente van corriendo a jugar con los caballitos de madera, y otros juguetes que las sirvientas les habían dejado.

— Amor, creo que deberías de leer la carta de tu amigo... te dará un gusto — comenta Amelia y le entrega la carta a su esposo sonriendo de muy buena gana.

— Ya dije que no me interesa lo que diga... estoy enojado con él

— Y ¿tampoco te interesa saber que viene de camino y que salió prácticamente con esta carta y llegará en dos días?

Víctor mira asombrado y le arrebata la carta, para leer si es verdad lo que dice Amelia. Mientras leía la carta, su expresión pasa de asombro a felicidad y sonreía a lo que más podía.

— ¿Vendrá tu amigo? — pregunta Agustín intrigado.

— Dice que soy un mal amigo, y que viene para golpearme por no responder su correspondencia — reía Víctor

— Qué alegría, ya podremos conocerlo y agradecerle por cuidarte — sonríe Celenia.

Amelia le hace un gesto al ama de llaves para que se acerque

— Señorita Carmen, por favor, informe a las sirvientas que preparen la habitación de huéspedes que tiene vista al jardín Y... — se detiene y mira a su esposo — ¿Dice con cuantas personas viene?

— No lo dice, pero por seguridad, que preparen todas las habitaciones

— Si señores. ¿Desean además que se organice una bienvenida y una cena? — pregunta el Ama de llaves con su seriedad característica.

— Eso sería muy buena idea, lo dejo a su cargo — responde Amelia agradecida.

Carmen hace una pequeña reverencia y se da la vuelta para organizar a la servidumbre.

Agustín carraspea y habla preocupado, casi a susurros.

— Víctor, ¿estás seguro de que es una buena idea que se quede en tu casa?

— ¿Por qué?

— Tú ya sabes, traer a un hombre a tu casa después de lo ocurrido con cierto inversionista. No es que le acuse de algo, es solo por el bien de tu esposa...

Amelia mira sin entender aquel comentario.

— No papá... tranquilo, al contrario... él debería de cuidarse de las mujeres — ríe Víctor

— ¿Por qué? ¿Es apuesto? — pregunta Amelia de manera curiosa.

— No, para nada... pero no es feo — responde Víctor, ya que no quería crear expectación por la apariencia de su amigo. Estaba seguro de que su llegada, causaría un gran revuelo en las damas, solo esperaba que su amigo supiera comportarse, ya que sus costumbres eran distintas. Aunque no importaba para Jamal, él no seguía las reglas de ninguna sociedad.

***

Todos recordarán el día en que Jamal llegó a la mansión de los Fortunato. Era una tarde soleada, brillante y calidad de verano, las flores de jazmín de los jardines lanzaban su dulce aroma y los sirvientes estaban acomodados en líneas en la entrada de la gran mansión Fortunato. Todos deseaban ver al tan mencionado amigo de Víctor y sus damas que debían de acompañarlo, ya que era extraño para todos conocer a personas de un lugar tan lejano y exótico como ese.

— Ese debe ser su caravana de carruajes — dice Víctor ansioso desde la entrada de su mansión, viendo como a la distancia unos carruajes entraban por los jardines.

— Te vez tan alegre que eres adorable — ríe Amelia.

— Podrías acercarte para saludarlo primero y luego nos presentas — sugiere Agustín, que estaba al lado de su hijo en la entrada de la mansión.

Víctor da un suspiro al ver cómo ya estaban en la entrada los carruajes que llevaban varios baúles hermosamente decorados, típico árabe.

— Ven Amelia, quiero presentarte primero

Víctor toma de la mano de su esposa y la arrastra abajo de las escalinatas de la entrada.

Jamal abre la puerta del carruaje, bajando de él, y mira sonriente a su amigo.

— Pésimo amigo, no contestaste mi correspondencia

— Para con eso y dame un abrazo — Víctor lo jala y le da un fuerte abrazo que fue correspondido con risas y fuertes palmadas en la espalda.

Jamal mira a la mujer que estaba al lado de su amigo luego de separarse de él, tomando de su mano y deposita un beso en el dorso sonriente.

— Debes de ser Amelia, tu esposo habla mucho sobre ti — sonríe Jamal a la bella dama de cabello rubio.

— También habla mucho sobre usted y estamos muy alegres de que esté aquí, espero que su estadía sea placentera — contesta Amelia sonriente.

— Estoy seguro de que así será. Pero por favor, llámame Jamal... me hace sentir incómodo recibir tanta cortesía

— Claro que sí, si es que recibo el mismo trato

— Ven, te presentaré a la familia — comenta Víctor e invita a su amigo a seguirlo.

Por la distancia, todos solo veía a un hombre en turbante, pero a medida que se acercaba por las escalinatas, las sirvientas que se encontraban más cerca de él, comenzaron a lanzar exclamaciones.

"Ay Dios mío".

"Me morí y estoy en el paraíso".

— ¿Qué les pasa a esas mujeres? — susurra Agustín a su esposa que estaba al lado de él.

Celenia comienza a reír, cuando ya podía verlo mejor y entendía por qué las mujeres estaban tan alborotadas.

— Ay no, Ay no... este es un buen ejemplar — comenta Perla sonriente cuando logra ver a aquel Árabe que se acercaba.

— No digas eso niña — le reprende Dorotea.

— ¡Uf!... a este se lo daría gratis

— Pero qué mujer tan vulgar

— Lo siento por ti Yoyi, sé que estás celosa porque sabes que tengo más posibilidades que tú

Agustín y Celenia comienzan a reír ante la pelea que tenían esas dos, pero guardan silencio cuando Jamal llega ante ellos.

— Jamal, este es mi padre Agustín — le presenta Víctor.

— Es un honor que haya decidido visitarnos — Agustín le estrecha la mano.

— Gracias, el honor es mío de conocer a tan distinguido caballero y padre de mi amigo

— Ella es mi esposa Celenia — indica Agustín.

— Es un placer conocerlo — le ofrece la mano Celenia.

Jamal toma la mano de Celenia y pasa suavemente el labio inferior por él, mientras la miraba fijamente a los ojos y habla con una voz ronca y completamente sensual.

— Créame que el placer es todo mío

La piel de Celenia se eriza y las mujeres que vieron esto lanzaron un suspiro, pero la sonrisa de Agustín desaparece y es cambiada por una cara de disgusto.

Víctor ya sabía que su amigo traería problemas, lo tenía más que asumido y debería solucionar los entuertos que este provoque.

Luego de saludar y ser presentado a todos, se dirigen al interior de la mansión, acompañados de cuchicheos y risitas de todas las damas que estaban en esa mansión, y es que había que reconocer que, Jamal aparte de ser atractivo, alto y con cuerpo escultural, irradiaba sensualidad y tenía un encanto especial, que ninguna mujer podía negarse a aquellos atributos, puesto que él, era el claro ejemplo de hombre con el que una mujer tiene sus sueños más calientes y pervertidos.

Jamal toma la mano de Amelia y rodea con ella su brazo para que le haga compañía, susurrándole mientras caminaba hacia el salón de visitas.

— Amelia, ¿Por qué crees tú que las mujeres se ríen cuando me ven? ¿Hay algo malo en mí?

Ya Víctor le había comentado a Amelia que Jamal era un pavo real que le encantaba mostrar sus plumas y que le gustaba coquetear indiscriminadamente. Estaba segura de que se lo decía para que ella responda de manera avergonzada.

— No es por nada malo, es solo que les llama la atención el turbante que lleva puesto, no estamos acostumbrados a ver eso por aquí

— A sí, debe ser eso. Entonces no lo usaré mientras este aquí — Jamal se quita el turbante, lo que alborota su cabello, cayendo como lluvia sobre su frente y permitía que su rostro se viera mejor, logrando que con este acto, varias mujeres de la servidumbre sin poder aguantarlo lanzarán suspiros, incluidos en ellas a Perla.

— Uf... a este me lo sirvo con papas — Comenta Perla de manera pervertida.

Dorotea le da un manotazo en un brazo y habla con voz baja

— No digas eso niña, te va a escuchar...

El Ama de llaves se acerca con una sirvienta ante la seña de Amelia para ayudar a su invitado a llevarse el turbante a sus aposentos.

— Soy Carmen, el ama de llaves. Siéntase en completa libertad de solicitar lo que desee, me encargaré de que su estadía sea agradable — dice de manera solemne Carmen.

— ¿Lo que desee?... eso suena muy sugerente. Tenga por seguro que le avisaré — sonríe Jamal de manera coqueta.

Carmen hace una pequeña reverencia y se da la vuelta para marcharse y ocultar el rubor que brotaban en sus mejillas y que le hacía recordar el nerviosismo que alguna vez sintió en su juventud.

— Ya basta Jamal, no molestes a mi ama de llaves — ríe Víctor.

— Ah... no estés celoso, si vine a verte a ti, ya sabes que tienes un lugar en mi corazón — bromea Jamal.

— Claro que si Víctor, le has invitado a que se quede con nosotros y ya lo estás regañando — intervenía Amelia de manera jocosa.

— Eres muy astuta Amelia, creo que nos llevaremos bien

— Espero que no tan bien — Víctor le realiza una advertencia a su amigo en forma de broma.

— Ya te lo he dicho, no seas celoso... que solo he venido por ti.

Los tres ríen de buenas ganas mientras lanzaban bromas, Celenia sonreía y caminaba detrás con Agustín, que estaba malhumorado por el saludo provocador que le dio a su esposa, y tras de ellos iban Perla y Dorotea, charlando sobre el amigo de Víctor.

Lo que era seguro, es que mientras Jamal estuviera aquí, el mundo de todos se pondría de cabeza.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro