Capítulo 80
Por la mañana, habían llegado los padres de Víctor al enterarse de que su nieto venía en camino.
Como era tradición, afuera de la habitación del parto se realizaba una fiesta esperando el nacimiento del nuevo integrante de la familia, en donde se servían aperitivos y bebidas. En ocasiones, si la nueva madre lo permitía, se realizaba en la misma habitación del parto, como en el caso de Celenia, quien estuvo acompañada por los más cercanos, pero en el caso de Amelia, no quería que nadie la viera en ese estado, se encontraba nerviosa y estaba asustada, así que solo permitió que entrará su madre y Víctor.
Ya eran las una de la tarde y el parto estaba iniciando, entre risas y bromas que hacían quienes estaban fuera de la habitación al escuchar las cosas que gritaba Amelia.
— AY NO, AY NO, VIENE OTRA...
Los dolores de las contracciones que tenía Amelia, eran tan fuertes e intensas que le adormecen las piernas, como una explosión de dolor en la zona sacra. Ella nunca imaginó que el dolor del parto fuera así de horrible, jamás había experimentado nada como eso y quería que todo terminara rápido. Se sentía tan tonta al pensar que las contracciones no dolían tanto.
— Tranquila pequeña, solo un poco de sufrimiento para tener un precioso regalo del cielo — le consolaba su madre.
— Además, todas las mujeres pasan por lo mismo, mira a todos los que estamos aquí, todos nacimos de una mujer con dolor — le daba ánimo Víctor.
— Pero duele mucho... tengo miedo, tengo mucho miedo...
— Tranquila señora Fortunato, todo se ve muy bien... respiré profundo — dice Patrick, mientras hacia la palpación para verificar la dilatación — Creo que ya estamos...
— AY, NO, AY NO... TENGO MIEDO, TENGO MUCHO MIEDO... — Amelia comienza a llorar. Su madre le tenía afirmada la mano izquierda, mientras que Víctor estaba sentado tras ella para que acomodara su espalda y cabeza en su pecho, sosteniendo su mano derecha, la cual apretaba con fuerza.
— Por favor, no se agite, respire... vamos a iniciar cuando usted quiera — El Doctor Patrick le decía, mientras le separaba las piernas y le levantaba el camisón hasta la cintura, mientras la partera tenía preparada mantas limpias para recibir al recién nacido.
— NO QUIERO, NO QUIERO... ME VOY A MORIR...
— Ya Amelia, no seas cobarde... solo un empujón y saldrá rápido — reía Víctor para tratar de calmar los nervios de su esposa.
— CALLATE VÍCTOR...
— Ay Amelia, no seas grosera, ¿qué pensará el doctor? – le regañaba su madre.
— No se preocupe, que grite lo que quiera si eso le ayuda — ríe Patrick
— Ay... amor, me estás triturando la mano... duele — se quejaba Víctor. Amelia le presionaba con tal fuerza, que le estaba entumeciendo los dedos
— TU ME HICISTE ESTO, VAS A SUFRIR CONMIGO...
— Vamos señora Fortunato, puje... no tenga miedo que todo saldrá bien
Amelia comenzó a pujar, pero al hacerlo no se veía rastro del bebé. El médico en un comienzo pensaba que era porque Amelia no quería hacer fuerza y sus pujos no eran efectivos, así que, al cabo de un par de minutos, le indica que se detengan y comienzan a evaluar que estaba pasando.
La partera nota que la cabeza del bebé no estaba encajada correctamente, así que debían acomodarlo.
— ¿QUE ES ESO? ¿QUE VAN A HACER? — pregunta Amelia asustada.
— acomodaremos al bebé para ayudarlo a salir, es un procedimiento rápido
— ¿Dolerá?
— No mucho, pero molestará..., trate de ser valiente — comenta Patrick.
— Calma amor, ya pronto va a pasar — Víctor dice, cuando nuevamente su esposa comienza a llorar al estar asustada y besa su cabeza, apoyado su mejilla en ella.
Patrick presiona el vientre de Amelia y comienza a mover de manera firme al pequeño. A pesar de todo, Amelia soportó muy bien el procedimiento, hasta que el médico y la partera consideraban que ya estaba en posición. Nuevamente se le dan indicaciones de pujar, pero el bebé no lograba salir. Amelia ya estaba cansada y tenía pocas fuerzas, además del gran tamaño de aquel niño.
— ¿Que pasa ahora?... ¿Por qué no sale? — Pregunta angustiado Víctor, quien había comenzado a sudar al igual que Amelia.
— Necesito que me ayude, señor Fortunato, a colocar a su esposa sentada al borde de la cama. El niño es demasiado grande para nacer y necesito más fuerza de parte de ella
— NO SALDRÁ, OH DIOS... NO PODRÉ DAR A LUZ — lloraba Amelia
— Ya basta Amelia, deja el lloriqueo, ahora siéntate y esfuérzate — le dice de manera firme Mariana.
— ES QUE NO ENTIENDEN QUE NO PUEDO, DUELE MUCHO... YA NO QUIERO SEGUIR — Amelia comienza a llorar con mayor fuerza.
— Esto es lo último, señora Fortunato, un último esfuerzo, le prometo que saldrá ahora
Amelia se sienta al borde de la cama y se toma de las cortinas que estaban en el dosel para afirmarse. Mariana ahora le afirmaba su espalda y Víctor se queda al lado del médico quien estaba arrodillado al lado de Amelia y la partera tenía las manos afirmando su vientre para presionarlo cuando venga la contracción y así ayudar al parto.
Víctor trataba de verse valiente para darle valor a su esposa, pero sentía náuseas a causa de su nerviosismo, también estaba asustado, no pensaba que el dar a luz fuera tan complicado.
La partera comienza a presionar el abdomen de Amelia y el médico le indicaba que siga pujando
— Muy bien... ya está saliendo la cabeza, siga así, lo está haciendo maravillosamente — comenta Patrick de manera relajada — Señor Fortunato, venga a verlo...
— No, prefiero no hacerlo
Víctor no quería ver cómo los geniales de su esposa se abrían, de hacerlo, jamás volvería a ver esa zona de manera erótica.
Entre llantos, gritos y maldiciones que lanzaba Amelia, pronto el nuevo Fortunato logra nacer. Era un bebé robusto, de gran tamaño, demasiado grande y poco creíble que aquel bebé pudiera estar adentro del vientre de su madre, a un cálculo rápido debía de pesar más de 4 kilos y ahora todos entendían por qué Amelia se quejaba tanto, ya que no parecía un recién nacido.
— Es un varón — dice de manera alegre Patrick.
Víctor mira a su hijo cuando esté, toma su primera bocanada de aire y la escupe en un sonoro llanto que le llena el pecho de una dicha que jamás había sentido, algo indescriptible nació en su ser y solo quería ver mejor a su pequeño.
— Es un niño Amelia, es un niño — Mariana lo decía llorando de la dicha que sentía al ver a su nieto.
Amelia se sentía débil, pero ver a su hijo que lloraba y que cubrían en paños, le trajo fuerzas nuevas, quería tomarlo en sus brazos, quería consolarlo, decirle que todo estaba bien y que ella estaba ahí. Cuando terminan de limpiarlo y ella ya estaba recostada en la cama, lo recibe y percibe su aroma, no sabía cómo explicarlo, su bebé olía a amor.
— Calma, mi precioso bebé, estoy aquí — susurra Amelia.
Inmediatamente el pequeño deja de llorar y realiza una expresión al reconocer la voz de su madre y observar su nuevo mundo.
— Oh Dios, es tan hermoso, es mi hijo y es tan hermoso — Víctor se acomoda al lado de Amelia y tomaba las manitos de su hijo
— Iré a avisarles a todos — comenta Mariana y sale rápidamente de la habitación.
Afuera de la habitación Se escuchaban los gritos de felicidad y algunos aplausos, el momento era la dicha de todos.
La partera acomoda al recién nacido en uno de los pechos de Amelia para que tome su primer alimento. La nueva madre estaba cansada, el pequeño le pesaba y sentía que no tenía fuerzas, solo quería dormir.
Víctor estaba deleitado viendo a su hijo, era un sueño que había ansiado hace mucho. Pronto sale de su mágico momento, cuando la partera saca al pequeño de los brazos de su madre para entregárselo a él.
El médico pasaba con fuerza constante sus manos por el vientre de Amelia sin detenerse, mientras la partera sacaba paños empapados en sangre y colocaba otros limpios. Amelia estaba muy pálida y débil, producto de la hemorragia que dejó el parto.
— ¿Qué pasa? — Dice asustado Víctor, al ver que el color rosado de las mejillas de Amelia desaparecía y sus ojos se estaban entrecerrando.
— Una hemorragia. Doy un masaje para que el útero se contraiga y vuelva a su posición — responde Patrick.
— Pero el sangrado se detendrá, ¿verdad?
— Eso espero
— ¿Espera?... tiene que hacerlo, tienen que detenerlo
— Por favor, no me distraiga
Víctor guardaba silencio y rezaba para que Amelia deje de sangrar. Al cabo de un minuto el sangrado se había detenido, pero Patrick no estaba conforme y seguía masajeando, cambiando de turnos con la partera. Después de unos minutos detienen los masajes y evalúan si el sangrado retorna. Aquellos segundos fueron eternos, pero por desgracia, el sangrado regresa.
Patrick se levanta rápidamente y comienza a lavar sus manos y bañarlas con alcohol, mientras le da indicaciones a la partera para preparar sus materiales quirúrgicos
— Deberé operar — informa Patrick
— ¿Qué?... ¿Pero estará bien?... ella es todo para mí, tiene que ayudarla... debe hacerlo — Víctor comienza a entrar en desesperación, una que no lo dejaba pensar y que le hacía doler hasta sus huesos.
— Necesito que se retire
— No... yo me quedaré, no la dejaré
— Si quiere que ayude a su esposa, entonces salga, no puedo hacer esto si tengo distracciones — Responde Patrick sin paciencia y con tono urgente.
Víctor camina lentamente hacia la puerta con su hijo en los brazos. Nunca había experimentado tanto miedo como ahora, sentía que lo paralizaba, no quería vivir esta realidad... el momento que era el más hermoso en su vida, rápidamente se transformó en el más horrible. Víctor sale de la habitación con su hijo caminando lentamente.
Todos quienes estaban afuera en la celebración, se acercan para ver al recién nacido, pero Víctor seguía caminando como si no existiera esa pared de personas.
— Es tan adorable — comenta Celenia.
— Es muy lindo, pero no tiene cabello — hace notar Perla
— Claro que sí, saco el cabello de nuestra familia, un hermoso rubio — ríe de manera orgullosa Teodoro al ver a su nieto.
— Qué linda bendición. Dios siempre lo proteja — sonríe Dorotea acariciando la cabeza del recién nacido.
— Pero Víctor, detente... no lo puedo ver bien — pide Agustín a su hijo mirando su rostro por primera, notando como este tenía la mirada perdida — ¿Que tienes?
— ¿Ha pasado algo? — pregunta asustada Mariana.
Víctor seguía caminado a la sala del frente en estado catatónico sin hablar. Los presentes se asustan al ver la expresión de Víctor que no sonreía, solo tenía una mirada perdida y que no respondía, todos entendieron que algo había ocurrido.
— Cuando salí, estaba todo bien... dinos por favor que ha pasado — suplica Mariana.
— Víctor querido... ¿Estás bien?... ¿Qué paso con Amelia? — Celenia le toma del brazo.
Víctor llegó a la ventana y miraba hacia el jardín en esa tibia tarde de verano, tras de él estaban todos esperando una respuesta de su parte, pero su mente ya no se encontraba en ese lugar, ni siquiera sabía si estaba despierto o en un sueño.
— Maldición... ¡RESPONDE! DI ALGO MUCHACHO — pregunta con gran desesperación Teodoro. Lo detiene su esposa, pues estaba jalando del brazo de su yerno por el miedo a su silencio.
Nadie dijo nada, solo dejaron correr el tiempo y esperaban a que el médico salga de esa habitación con la partera.
Habían llamado a una nodriza para alimentar al pequeño Sergio, puesto que se sabía que Amelia no podría hacerlo.
Luego de una hora, el doctor Patrick sale de la habitación y todos los que estaban presentes lo rodean para saber el estado de Amelia.
— ¿Cómo está ella? — pregunta Víctor rápidamente
— ¿Que ha pasado?
— ¿Fueron complicaciones?
— Díganos que ocurrió
Todos preguntaba algo en aquella sala para aliviar la incertidumbre, hasta que el médico responde.
— Bueno, sufrió una hemorragia producto del parto, el niño no estaba bien acomodado para salir, así que...
— RESPÓNDAME A MÍ, MALDITA SEA... ESTÁ BIEN O NO — grita Víctor, que estaba a punto de un colapso nervioso.
Patrick estaba contrariado por el grito de desesperación de aquel hombre, así que responde apresuradamente.
— Detuve la hemorragia, pero está muy delicada, ha perdido mucha sangre
— Pero se recuperará, ¿Verdad?
— Es complicado... no puedo dar un pronóstico, todo depende de ella y que su cuerpo se recupere de la anemia. Debe comer alimentos licuados, ya que no se puede alimentar por ahora, mucha agua, abundantes carnes, recomendaría una dieta con espinacas, ya que...
— Es su culpa... — susurra Víctor.
— ¿Disculpe?
— Debió operar inmediatamente cuando la hemorragia no se detuvo, es su culpa
— La operación fue una medida desesperada, no es algo que se recomienda hacer si es que se puede evitar...
— SU ÚNICO TRABAJO ERA QUE ELLA ESTUVIERA BIEN, ERA LO ÚNICO QUE DEBÍA HACER
— Víctor, por favor cálmate... el doctor ha hecho todo lo que ha podido — Suplica Agustín tomando por el hombro a su hijo, quien había comenzado a derramar lágrimas.
Víctor continúa como si no escuchará a su padre.
— ... Y AHORA ME DICE QUE NO SABE SI VA A VIVIR Y QUE DEPENDE DE ELLA... ¡¡¡ES UN INCOMPETENTE!!!
Víctor empuja al doctor y entra a la habitación para ver a su esposa que estaba en la cama. Se encontraba muy pálida, su piel estaba blanca como la leche, con unas ojeras azuladas y sus manos estaban frías a pesar del calor del verano, aquellas manos que Víctor tomaba entre las suyas para darle calor y quedar de rodillas a su lado esperando a que se recupere.
— Ay Amelia... por favor, se fuerte... no soy nada sin ti, no puedes dejarme... yo no podría solo — Víctor se lo decía suplicante con una voz temblorosa y llorosa, tomando su mano y llevándosela a los labios, bañándola en sus lágrimas.
***
Pasaron dos días y todos se mantenían atentos a la condición de Amelia, quien no había despertado. Su respiración era débil, lo que en ocasiones Víctor no sabía si seguía respirando, así que colocaba un pequeño espejo para ver si este se empañaba.
En todos esos días, Víctor no se separó de su esposa, por las noches no dormía, solo se le quedaba mirando esperando a que abriera los ojos. También le llevaba a Sergio, diciéndole que su hijo la necesitaba y que tenía que regresar con ellos.
El Doctor Patrick aquel día llegó para hacer el control de rutina de Amelia temprano por la mañana, cuando aún estaba amaneciendo, pero antes de que entre en la habitación, Agustín quería hablar en privado con él.
— Doctor, me preocupa Víctor. No ha dormido en dos días, no ha comido y mucho de lo que habla no tiene sentido.
— Debe ser por la preocupación y la falta de sueño, es entendible... está viviendo un proceso muy difícil. Veré que puedo hacer — responde Patrick e ingresa a la habitación.
En la habitación estaba el círculo más cercano de los esposos Fortunato, orando y esperando por la recuperación de Amelia.
Patrick realiza la revisión de la cirugía, la cual no tenía signos de infección, pero el estado de Amelia seguía siendo crítico, a pesar de los medicamentos.
— No se ve mejoría — concluye Patrick
— ¿Eso qué quiere decir doctor? — pregunta Mariana preocupada.
— Solo se puede seguir esperando, al menos no ha decaído
— Ella está bien — comenta Víctor sin mirar al médico, con su mirada fija en el rostro de Amelia.
— Claro que si Víctor — contesta Dorotea que estaba a su lado.
— Pero sería bueno que fueras a dormir. Cuando despiertes, lo más probable es que ella ya esté mejor, nosotros nos quedaremos con ella — dice Celenia.
— No puedo — responder Víctor
— ¿Y por qué no mi tesoro? — pregunta Celenia de manera cariñosa, acariciándole el cabello desde atrás.
— Porque si me distraigo puede venir la muerte a llevársela, mientras esté vigilándola no vendrá, porque sabe que le puedo golpear... ja, ja, ja...
Todos miran al doctor para que vea cuál era las preocupaciones por el estado mental de Víctor
Dorotea se acerca a los padres de Amelia, quienes estaban cerca de la cuna de Sergio
— Creo... que sería bueno llamar a un sacerdote, para que le dé la extremaunción
Mariana comienza a llorar, pero asiente con la cabeza, puesto que ya los días están pasando y no había recuperación
— Sí, creo que es lo mejor
— Pero ella va a mejorar, esperemos un poco — Teodoro lo decía abrazando a su esposa, con un hilo de voz que no ocultaba su pesar.
— Que están diciendo ustedes ahí... cuchichean y creen que no me he dado cuenta de que están hablando a mis espaldas — habla Víctor malhumorado y de manera amenazante en donde se encontraba Dorotea y sus suegros.
— Víctor, solo pensaba que sería bueno llamar a un sacerdote — contesta Dorotea.
— Un sacerdote, ¿para qué? Tú crees que va a morir... tú, no deberías de opinar... si piensas así lárgate de aquí...
— Víctor, solo está diciendo algo que sería bueno para ella, nadie ha pensado en que sea por otra cosa — Mariana lo trata de calmar.
— No, ustedes creen que ella va a morir... son estúpidos, solo le desean el mal — Víctor comienza a elevar el tono de la voz
— Espera, no le levantes la voz — advierte Teodoro — tú no eres el único que está sufriendo, no seas tan egoísta... somos sus padres y tenemos derecho a opinar que es lo mejor para ella
— ESTA ES MI CASA, ES MÍA Y ES MI ESPOSA... SINO TE GUSTA VETE DE AQUÍ...
— Basta Víctor... cálmate, esto es complicado para todos, pero no puedes gritarles... — intervenía Agustín preocupado.
— CALLATE, CALLATE TÚ... NO SOY UN NIÑO PEQUEÑO A QUIEN PUEDES CASTIGAR... QUIERO QUE SE LARGUEN TODOS DE MI CASA... — Víctor comienza a lanzar manotazos y a golpear la mesa que estaba cerca, lanzando con este acto un vaso que se estrelló en la pared.
— Está bien... el señor Fortunato tiene razón, salgan todos de aquí... terminaré mi revisión y luego él se quedará a solas con su esposa — Ordena el Doctor Patrick y les hace un gesto que no vio Víctor, a los se encontraban ahí.
Todos comienzan a retirarse, cerrando la puerta tras ellos.
— No me respetan... ellos no saben que Amelia solo está cansada por el parto...
Patrick prepara un medicamento en un vaso con agua y se lo entrega a Víctor.
— Tiene razón... pero necesita fuerzas para vigilar a su esposa, beba esto
— ¿Qué es?
— Solo un tónico que le ayudará a mantener la vigilia
Víctor no lo cuestiona y toma el contenido del vaso. Por esos días sin dormir, el medicamento hace efecto casi de inmediato, haciendo que Víctor se durmiera rápidamente en la silla en la que se mantenía vigilando a Amelia.
Patrick abre la puerta de la habitación e indica a los familiares que estaban afuera en el pasillo, que debían llevarlo a una habitación para que se recueste y tenga un sueño reponedor. Es así que Agustín y Teodoro ingresan en la habitación y se lo llevan para que pueda descansar.
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