Capítulo 78
Víctor había llegado a casa de sus padres, luego de un largo viaje de 18 días. Sus maletas aún estaban en el carruaje y les dice a los sirvientes que las bajen, pero que no avisen de su llegada, ya que, al ser una tarde fresca de primavera, probablemente todos estarían en el jardín bebiendo té, así que rodea la mansión para encontrarlos en los patios traseros. Al llegar, ve la mesa preparada para el té y como las sirvientas colocaban aperitivos dulces y salados, además de pastas de chocolate, tartas de chocolate y majar, una serie de bombones rellenos y jarras de leche. Mientras veía eso, Víctor pensaba que debieron ser los antojos de Celenia y su afición por el chocolate no debió de desaparecer después de su embarazo.
Se acerca a la pequeña cuna que estaba al lado de la mesa, esperando a su dueño que llegue con sus padres a ocupar de ella. Víctor se había quedado mirando todo ello, cuando escucha a su padre tras de él.
— ¿Víctor?
Víctor se voltea para verlo, estaba con Celenia a su lado quien cargaba a su pequeño hermano.
— Hola papá... Celenia y ¿Sebastián?
Agustín inmediatamente corre a abrazar a su primogénito, verlo ahí le inundó el corazón de tanta felicidad que lo abrazaba con fuerza y le daba palmadas en la espalda.
— Hijo, qué alegría me da que ya estés aquí.
— Han sido ya seis meses, era tiempo de regresar — ríe Víctor de la alegría que era estar nuevamente en casa.
— Claro que sí, y en buen momento — Celenia se acerca también para abrazar a su hijo y presentarle a su hermano — Él es tu hermano Sebastián.
Víctor toma al pequeño, quien ponía sus manitos en la boca, realmente era adorable y tenía los ojos de su padre.
— ¿Cuánto tiene?
— tres meses, se parece mucho a ti a esa edad — contesta Celenia.
— ¿De verdad?... ¿Era tan bello como él? — ríe Víctor ante aquel tierno bebé.
— Claro que si, solo espero que no tenga tu mismo carácter — ríe Agustín.
Víctor mira con ternura a su pequeño hermano, sus padres realmente se veían dichosos.
— ¿Dónde está Amelia?... quiero verla
— Toma asiento, no tardará en bajar, está en una revisión con el médico — responde Celenia.
— ¿Con el médico?... ¿Le ha pasado algo? — pregunta preocupado Agustín.
— No, nada de eso... solo tiene un control de rutina para ver cómo está su salud, eso es todo — informa Celenia de manera calmada.
— Sí... me has dejado al cuidado de tu esposa, así que cada tanto viene el médico para hacerle un control de rutina, es solo eso — contesta Agustín invitando a su hijo a tomar asiento.
— Oh, estará dichosa de verte... está tan hermosa y te ha extrañado tanto — sonríe Celenia por la alegría que era tener a su hijo nuevamente con ella.
— Quiero ir a buscarla ahora
— Espera, ya no tardan en bajar... siéntate y espérala aquí. Por mientras cuéntanos todo sobre tu viaje — pedía su padre.
Víctor se sentó con sus padres para charlar, pero solo pensaba en ver a Amelia. No pasó mucho cuando el Doctor Patrick llega a su encuentro para dar sus diagnósticos antes de marcharse.
— Doctor, gusto de verlo — saluda Víctor sonriente, levantándose y estrechándole la mano
— Señor Fortunato, me alegra que haya regresado. Muchas felicidades por...
— Ejemmm... — Agustín carraspea fuerte interrumpiendo al Doctor.
— Ah sí... ya me tengo que ir. Otro día regreso — dice apresuradamente Patrick y se marcha, despidiéndose, levantando su sombrero.
— ¿Qué fue eso? ¿Por qué me ha felicitado? — pregunta Víctor sorprendido.
— Debe ser porque has regresado con bien — dice Celenia sin inmutarse.
— Así es... — agrega Agustín
— ¿Víctor? — Amelia estaba bajando las escalinatas del jardín, cuando ve a su esposo ahí de pie, junto a sus suegros. Su corazón estalla de emoción cuando este se voltea para verla y hecha a correr a su encuentro — ¡VÍCTOR!
— ¡AMELIA! — Víctor también corre para encontrarla.
Cuando ambos llegan, él la abraza con fuerza, rodeándola completamente entre sus brazos y le da un ansiado beso que demostraba la desesperación que tenía por volverla a verla y estar con ella.
El beso se alargó y el corazón de ambos latían con fuerza golpeándoles el pecho y ruborizando sus mejillas.
Ya más calmados se vuelven a mirar y Víctor por primera vez da cuenta de lo que estaba ocurriendo, sentía el cuerpo de Amelia diferente, además tenía una mirada más cálida y sonriente.
Víctor se aparta un poco para verla mejor, ya que no lo había notado antes por la forma de su vestido. No podía creer lo que estaba viendo, esto era más de lo que alguna vez pudo imaginar. Acerca ambas manos temblorosas al vientre de su esposa y aplasta el vestido para ver un abultado vientre.
— ¿Estás...?
— Sí...
— Y... cómo, ¿cuánto tienes?
— siete meses...
— Pero... ¿Lo sabías antes de marcharme?
— No... lo supe casi un mes después de que te fueras
Los ojos de Víctor se llenaron de lágrimas por aquella emoción.
— ¿Por qué no me lo dijiste?... habría regresado de inmediato
— Ya lo sé, y es por eso que le pedí a todos que no te dijeran... para que puedas hacer los contratos y así no tengas que viajar nuevamente. Mi amado, si no llegabas pronto, en una próxima carta te lo habría contado para que estés con nosotros.
Las manos de Víctor temblaban y acariciaba el vientre de Amelia, con una sonrisa tan amplia como el firmamento y que no se borraría por mucho tiempo.
— Seré padre... ¡Oh Dios!, si seremos padres...
Nuevamente los esposos se abrazan con tanta felicidad, se besaban y acariciaban, que embargaron de emoción a todos los que miraban. Celenia lloraba emocionada, abrazada de Agustín, al igual que Dorotea y Perla que se encontraban en las escalinatas, además de los sirvientes que miraban la escena desde el interior de las ventanas.
— Te amo tanto mi preciosa Amelia — decía Víctor sin poder dejar de llorar, mientras ella le seguía dando tiernos besos y le secaba las lágrimas con las manos.
— Y yo a ti mi tierno príncipe... espero que ahora, ya no tengas que marcharte nunca más
— No... jamás, siempre estaré a tu lado y de mi hijo
Víctor se mantenía eufórico por la espera de su ansiado hijo, que no deseaba hablar de su viaje por Arabia, solo quería que le contaran todo lo que había sucedido cuando él no estuvo.
Durante la noche siguieron conversando en la cena en casa de sus padres.
— ¿Solo comerás eso?... debes alimentarte mejor, toma mi platillo — Víctor estaba atento a lo que comía su esposa, que era solo una sopa muy ligera, así que le entrega su bistec de carne con patatas.
— gracias cariño, pero solo puedo comer algo ligero en la noche...
— Nada de eso, no te preocupes por si engordas demasiado, ahora debes alimentarte por dos — dice Víctor interrumpiéndola.
— No es eso Víctor, escucha a tu esposa — interviene Celenia riendo.
— Gracias Celenia — Agradece Amelia y vuelve a hablarle a su esposo — Amor, mi embarazo no ha sido una maravillosa experiencia, he tenido muchas náuseas y vómitos, incluso a estas alturas, si como algo muy contundente por las noches, de seguro pasaré una pésima madrugada.
— Aun así, puedes acompañarlo con pan — Víctor le entrega bollos de pan fresco que estaban en el centro de la mesa y se los coloca al borde de su plato.
Amelia suspira y da una sonrisa cansada.
— Está bien... gracias mi amor
— Tendrás que tolerarlo Amelia, ya sabes que es muy testarudo — ríe Agustín mientras bebía una copa de vino.
Los esposos se quedarían esa noche ahí y mañana, ambos regresarían a su casa a retomar sus vidas, pero ahora, ellos junto con el pequeño que venía en camino.
— Mi querido hijo, ya llegué y nadie nos separará, ni siquiera tu madre que no me había avisado que estabas aquí
Víctor estaba en la cama junto con Amelia hablándole a su vientre, mientras lo acariciaba y sentía las pequeñas patadas que daba su hijo
— Ya sabes que no te lo dije para que puedas hacer tus negocios, además que te extrañé — sonreía Amelia al ver la alegría que tenía su esposo.
Víctor sigue hablándole a su hijo
— Déjala amor mío, esta vieja horrorosa ya no te apartará de mí... Ja, ja, ja
— ¿a quién le dices así? — ríe Amelia.
Víctor posaba su mano en el abdomen de su esposa porque quería sentir cómo el pequeño se movía, pero este ya había dejado de dar patadas, así que asumía que debía de estar dormido.
— Me has hecho tan feliz... pensaba que no podíamos tener hijos
— El doctor Patrick me decía que siempre pudimos, solo que no es tan fácil quedar embarazada. También yo me sobreexigía en buscarlo, desde que supe que no podíamos tener familia, ya no pensaba en buscar un embarazo y por eso llegó... es raro, ¿verdad?
— Hem... si, ¿Cómo lo llamaremos?
— Pensaba en Jazmín si es niña y Luis si es varón... como nos llamábamos cuando teníamos identidades secretas.
— No... existen otros nombres que me gustan, como Beatriz
— Sí, es lindo... ¿Pero si es niño?
— Podría ser Víctor... como su padre — sonríe Víctor con orgullo.
— No, odio cuando los hijos se llaman igual que su padre, cuando diga Víctor, ambos se voltearán y deberé especificar a quien de los dos estoy llamando.
— ¿Entonces?
— Me gusta Sergio, suena masculino y serio.
— Está bien, entonces será Beatriz o Sergio — Víctor se acerca nuevamente a su hijo para hablarle — Verdad, mi preciosa Beatriz... serás la niña adorada de tu papá
— ¿por qué crees que será mujer?
— No lo sé, pero las niñas son más apegadas a su padre y los varones a su madre... yo seré todo para esta pequeña
— ja, ja, ja... yo creo que será un varón, por las patadas que da, no creo que sea una dama delicada
— No escuches a esta vieja celosa hijita, ya sabe que no puede competir contigo, tú serás la más hermosa de todas y que no venga ningún buitre a separarte de mi lado con propuestas de matrimonio.
— No lo escuches Sergio, tú eres un hombre fuerte y apuesto que cuidará a su madre, tu padre se siente amenazado por perder su trono...
Diciendo esto, rápidamente Amelia deja de reír y tiene una actitud seria, mira un punto fijo y su cara tenía expresiones que Víctor no lograba comprender.
— ¿Qué pasa?... ¿Ya es hora? — pregunta Víctor preocupado.
Amelia sale rápidamente de la cama y corre al lavatorio para vomitar con gran fuerza todo el contenido que tenía en el estómago. Víctor se acerca para sostenerle el cabello y frotarle la espalda, ya que las arcadas que daba su esposa eran tan fuertes que le cortaban la respiración.
Al terminar, Amelia tenía las manos temblorosas y toma un ligero sorbo de agua tibia que le habían dejado las sirvientas en una mesita.
— Te dije que solo podía comer algo ligero a la cena, ahora tu hijo no tendrá alimentos esta noche — dice Amelia limpiándose con una toalla blanca.
— Perdona, no pensé que fueran tan severos tus síntomas
Víctor le ayuda a recostarse en la cama y la arropa con las sábanas, mientras Amelia le habla a su vientre.
— No te preocupes hijito, este viejo tonto y feo, ya no te dará a comer lo que no quieres... ja, ja, ja.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro