Capítulo 73
Ya habían pasado más de un mes desde los acontecimientos que aquejaron a los Fortunato. Víctor consentía hasta el más mínimo capricho de Amelia, pero a pesar de esto, existía una distancia entre ellos. Víctor temía que el acercarse de manera romántica, podría hacerla recordar lo ocurrido con Toriny. Esto comienza a afectar a Amelia, puesto que creía que Víctor la culpaba por algo que no quería decirle con respecto a su estado de saludo reciente.
Amelia estaba acostada en la cama, con la cabeza apoyada en el pecho de Víctor, mientras esté le abrazaba con un brazo y le acariciaba el cabello, mientras con la otra mano sostenía un libro que hablaba sobre inversiones del medio oriente.
— Víctor... ¿Me amas? — pregunta Amelia con voz apagada.
— Claro que si... ¿Tú me amas?
— Sí... pero te siento distante y me he preguntado si he hecho algo mal.
Víctor deja el libro en la mesita de noche y mira a Amelia, abrazándola completamente.
— Jamás, tú nunca podrías hacer algo mal o que me ofenda.
— Me das solo besos cortos, te busco, pero no quieres tener intimidad conmigo. Pienso que ya no me deseas, desde mi enfermedad has estado distante. Si es porque no puedo tener hijos, lo entenderé.
Víctor la besa y la mira conmovido.
— Solo estoy preocupado por lo que ocurrirá con las minas. Créeme que lo lamento tanto si has creído que puedo tener algo en contra tuya.
— Demuéstralo
Amelia comienza a retirarse el camisón y se recuesta nuevamente en la cama.
Víctor sabía que no podía estar eternamente ocultándose y posponiéndose de esa manera, ya que lastimaba a Amelia y a sí mismo con intentar indiferencia. Ya había pasado un tiempo prudente para intentar retomar sus vidas. Verla nuevamente desnuda activo sus sentidos, pero en esta oportunidad, trataría de controlarse y moderar su instinto primitivo.
Esa noche debía ser especial para ambos. Él la besa delicadamente y pasa su mano por el cuerpo de Amelia tan ligeramente como si fuera una pluma, lo que la hizo estremecer, hasta llegar entre sus piernas y tocar aquel punto sensible sin dejar de besarla. Lo frotaba y hacia círculo con su dedo, cada tanto verificada la humedad de ella. Cuando estaba lista, le da pequeños besos que bajaban por su mentón, cuello, jugaba con sus senos dándole pequeños lengüetazos por los pezones que reaccionaban a su calor, pasaba su lengua por abdomen, ombligo, hasta llegar entre sus piernas y ahora darle placer con su boca. Había recorrido aquel cuerpo que amaba dándole tributo, cambiando las agresiones por tiernas caricias.
Amelia lo estaba disfrutando y se sentía relajada. Lanza un gemido agudo al alcanzar el éxtasis y Víctor sigue depositando besos en sus muslos mientras ella se contraía por el placer, hasta que nuevamente logra la calma.
Víctor se quita el camisón y toma posición encima de ella, sintiendo su cuerpo cálido que lo invitaba a quedarse a su lado.
— Te amo... desde que éramos niños sabía que tú eras para mí — Víctor susurra de manera cariñosa.
— También te amo, más que a mi vida
Víctor tenía ambos codos apoyados en la almohada a la altura de la cabeza de Amelia, de esta manera sus rostros estaban a la misma altura, se podían dar besos, mirarse a los ojos y respirar el aroma del otro.
Como si sus cuerpos estuvieran conectados por imanes invisibles, se unen si forzar ni guiar la penetración. El acto ocurría de forma lenta y calmada, por momentos Víctor dejaba de moverse, solo para dedicarse a besarla y decirle palabras de amor. Las caricias y el dulce amor que se profesaban, era lo que necesitaban para sanar sus heridas.
— Oh Amelia... me tienes en tus manos, soy esclavo de tu amor — Víctor lo decía, mientras aumentaba la velocidad y pegaba su pecho al de Amelia para que sus senos le acarician.
— Víctor... no lo aguanto más, estoy en mi límite
— Dime que quieres que haga... haré lo que me pidas
— Sigue... sigue
Ella lo abraza y rodea con sus piernas para impedir que se alejara.
Víctor también estaba llegando al final. Su corazón se agitaba con violencia en su pecho y no podía dejar de verla a los ojos. Notaba como sus pupilas se dilataban cuando llega al orgasmo y lanza un sonido agónico al igual que ella.
Ambos estaban emocionados y alegres, Amelia no podía parar de sonreír y Víctor sentía que el pecho le explotaría de tanta felicidad, es por eso que no quería separarse de ella y seguía manteniendo el abrazo, dándole tiernos besos en los labios, mientras aún se encontraba en su interior.
— Este es nuestro reencuentro, nunca te he sentido tan romántico como ahora — sonreía Amelia.
— No quiero que vuelvas a pensar que no te amo.
— No puedes dimensionar cuanto necesito de ti... eres mi mundo, mi protección y mi amor
Amelia vuelve a besarlo de manera apasionada. El cuerpo de su esposo no le pesaba al estar encima suyo, era una agradable sensación de estar en un lugar seguro.
Ambos necesitaban esto para demostrarse que no importaba las dificultades, si se tenían el uno para el otro, todo sería bueno. Entregaron parte de sí mismos en ese momento tan especial y sin imaginarlo, algo maravilloso vendría de este acto para alegrarles y darles luz a sus días después de aquellos tiempos turbulentos.
Luego de la noche del reencuentro, el ánimo de Víctor y Amelia mejoró considerablemente y decidieron retomar a sus vidas cotidianas. Ese día, Amelia deseaba visitar a Celenia en compañía de Perla y Dorotea. En el caso de Víctor, retomaría el trabajo con su padre, ya que estaban distanciados en ese último tiempo después del escándalo con Toriny.
— Señora Celenia, se ve preciosa — Amelia le da un abrazo al verla con un abdomen prominente.
— Gracias, ya tengo 5 meses... el tiempo ha pasado deprisa
— ¿Y ya sienten las pataditas? — pregunta Dorotea.
— Así es... especialmente cuando su padre lo acaricia — ríe Agustín, lo que provoca la risa de todos, al ver el orgullo que sentía.
— Traje a las damas para iniciar la confección del ajuar para el bebé... con mi enfermedad no pudimos retomar— comenta Amelia — ¿Puedo traer a mi madre también para que nos ayude?
— ¡Claro!... ve y las esperamos en la sala de costuras
— Bueno padre, nosotros vamos a lo nuestro — dice Víctor para salir con su padre.
Agustín va con Víctor al despacho y le sirve una copa de brandy para iniciar el trabajo.
— Papá... ¿No es muy temprano para beber? — ríe Víctor ya al estar sentado cómodamente y recibe la copa que le da su padre.
— Cuando veas lo que te tengo que mostrar, lo beberás — dice Agustín con la voz apagada. Saca algunos papeles de finanzas, cuentas bancarias y una carpeta con otros papeles que eran de las ciudades.
Víctor toma los informes, dejando la copa de lado y comienza a leerlos. Con cada cifra que leía, informe de minas y cuentas bancarias, comienza a entender lo que estaba pasando.
— Ay no...
Agustín estaba mirando por la ventana con una actitud cansada y desesperanzada.
— Te dije que te tomarás todo el tiempo que quisieras para estar con Amelia, porqué ya no hay nada más que hacer... sin el trato con Toriny, no se puede mantener las minas en funcionamiento.
— Pero papá... los inversionistas de la locomotora...
— Eso pueden pasar décadas hasta que inicien su funcionamiento... lo mejor que podemos hacer en este momento, es vender las minas.
— ¡NO! Me niego a que los Fortunato nos declaramos en bancarrota.0
— Hace más de un mes que las minas están detenidas... el carbón esta acumulado afuera de ellas, no tenemos como pagarles a los trabajadores...
— Pero ¿cómo pasó esto tan deprisa?... solo fueron 3 meses desde que el club de caballeros dejó el acuerdo con nosotros.
— He mantenido el sueldo de los trabajadores con los ahorros de la familia, pero ya no tiene sentido seguir, no hay nada más que hacer.
— Pero papá, se puede llamar a otros inversionistas
— Víctor, nuestro apellido ya no tiene el peso que antes tenía, nadie quiere hacer negocios con nosotros, ni en el país y por lo ocurrido con Toriny, ya tampoco en el continente.
— Podemos pedir un préstamo a los bancos hasta conseguir un acuerdo con otros...
— ¡NO!... definitivamente no, si no podemos pagar el préstamo para mantener el funcionamiento de las minas, las rematarán, pagar lo más bajo que se pueda y probablemente terminará el banco embargando el resto de propiedades. Al menos si vendemos por nuestra cuenta, podemos elegir quién será el comprador.
— Esto no puede ser el fin.
— Disculpa Víctor, pero ya se me acabaron las ideas.
Víctor toma la copa de brandy que le había servido su padre, la necesitaba para asimilar que los Fortunato estaban en la quiebra. Su atención se posa en la carpeta de las ciudades y ve que en ellas estaba el nombre de cientos de hombres y sus firmas.
— ¿Que es esto papá?
— Eso... son los nombres de aquellos trabajadores que firman para no cobrar salario hasta que nos recuperemos de esta crisis. Piden que no vendamos las minas. Pobre gente, que Dios les bendiga y tengan mejor suerte que nosotros.
Víctor se negaba a que esto pase, no lo podía aceptar y nunca lo haría... no se quedaría ahí sentado lamentándose y bebiendo brandy.
— Buscaremos nuevos inversionistas — asegura Víctor con determinación. Toma una pluma y varias hojas de papel y comienza a escribir cartas.
— Ya déjalo Víctor... nadie desea hacer tratos con nosotros. A pesar de vender las minas, tenemos las ciudades, seguiremos viviendo cómodamente como terratenientes y podremos dedicarnos a otros negocios.
— Dijiste que aquí nadie desea hacer trato con nosotros. Iremos más lejos que el país o el continente... estaba investigando sobre los árabes, existen líderes y nobles que poseen mucho dinero y son grandes inversionistas, se le llaman Jeques, ellos traen sedas hasta estos lugares, pero estoy seguro que traerán sus empresas si le mostramos que nuestro país es el mejor para invertir.
— Es difícil, ellos están muy lejos, demasiado para que puedan hacer una buena inversión en un país que queda a miles de kilómetros del suyo.
— Con nuestros ahorros y alguna propiedad que se pueda vender, con eso ¿cuánto tiempo podemos mantener las minas?
— Hmmm... unos 8 meses, luego deberemos vender inmediatamente.
— Dame ese tiempo... conseguiré estos inversionistas...
— Pero Víctor...
— Papá... no tenemos nada ya, así que no perdemos nada, confía en mí.
— Esta bien, esperaremos hasta que nos llegue respuesta.
Agustín se sienta en el escritorio y comienza a escribir cartas al igual que Víctor.
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