Capítulo 68
Los Fortunato llegaron al Restaurante en donde eran conocidos, ya que, en su tiempo, fueron los más distinguidos comensales de sus mesas. Cuando ingresan les dan una mesa y les ofrecen los distintos platillos que tenían. Ya todos comenzaron a charlar animadamente mientras bebían alguna copa de un fino licor o tomaban jugos frutales, mientras esperaban sus platos.
La tranquilidad de todos es interrumpida por miradas desdeñosas de comensales que se encontraban en las mesas aledañas. A uno de ellos se le escuchó decir "No tienen vergüenza de mostrarse ante el resto con esas mujeres". El dueño del restaurante se les acerca luego de que varios comensales dijeran que no se sentían cómodos que cierta clase de personas se encuentren en el lugar.
Pasado unos minutos, se acerca el dueño del restaurante para solicitar a los Fortunato que hagan el favor de retirarse del lugar y que los bebestibles corren por cuenta de la casa.
— Por años hemos acudido a este restaurante y nunca hemos sido tratados de manera tan irrespetuosa — habla con tono molesto Agustín.
— Si es por la gente que está aquí, también consideramos que es de nuestro completo desagrado y deberían sacarlos a ellos y no a nosotros — intervenía Víctor.
El dueño del restaurante, les pedía a los Fortunato comprensión, ya que no deseaba tener problemas con el club de caballeros, puesto que podían tomar represalias en contra de su establecimiento. Aun así, Agustín y Víctor estaban indignados ante aquel trato y decidieron que no se marcharían, no le darían en el gusto a aquellos que les estaban enjuiciando.
Pronto, uno de los comensales que pertenecía al club de caballeros se aparece y comienza a confrontarlos.
— Ya le pidieron que se retiren del lugar. Aparte de la moral, ¿también perdió la audición Agustín?
— ¿Por qué no se mete en sus asuntos, señor? — responde Víctor con una mirada severa.
— Solo deseamos a gente decente a nuestro alrededor — dice una mujer que se encontraba tomando el té — Queremos respeto, busquen un lugar al que están acostumbradas las mujeres que han traído, ya que son ustedes los que se bajaron a su nivel, no nos arrastrarán con ustedes.
Celenia se acerca a su esposo y le susurra al oído de manera nerviosa.
— Salgamos de aquí, Agustín...
— No saldremos de aquí, hemos venido a almorzar y no nos iremos — habla Agustín de manera calmada, mientras seguía sentado en la silla con los brazos apoyados en la mesa.
— Qué gente más desagradable, mucho dinero tendrán, pero son unos irrespetuosos — comenta una dama de alta sociedad.
El hombre, que era miembro del club de Caballeros, comienza a golpear con el dedo índice en el hombro de Agustín.
— Le dicen que salga de aquí
Agustín se levanta violentamente y encara a aquel hombre.
— ¿Acaso usted me sacará de aquí? Inténtelo y verá que le irá muy mal señor.
La discusión se volvió acalorada y comenzaron a darse empujones. Pronto se les unieron a la discusión otras personas, mientras el dueño del Restaurante, trataba de mediar la situación, puesto que de continuar sería una muy mala imagen para él y su negocio. Amelia y Celenia intervenían, ya que no deseaban problemas y trataban de calmar a sus esposos que estaban encolerizados, pero nada los tranquilizaba... ellos no dejarían humillar su apellido que hace unos días imponía respeto al mismo nivel que el Rey.
Celenia toma por uno de los brazos de Agustín y lo jala para salir del lugar, pero él no se movía y seguía discutiendo, ya al punto de llegar a los golpes con aquellos hombres. Esto la llevó al máximo de su estrés, comienza a llorar y a gimotear asustada.
— Por favor Agustín, quiero salir de aquí... no me siento bien... Agustín, no estoy bien...— Celenia termina de decir esto, cuando siente que todo comienza a girar, se toma de la cintura y respira profundamente, estaba pálida y pierde el equilibrio.
Amelia la ve a tiempo y logra afirmarla para evitar de que cayera. Víctor y Agustín, dejan la discusión para ver a Celenia que estaba notoriamente agitada y deciden salir del lugar, acompañados de los insultos de aquellos que seguían gritándoles.
Llegaron rápidamente a la mansión e inmediatamente Agustín manda a llamar al médico de la familia. Dejaron a Celenia recostada para que pueda descansar, mientras Agustín se quedó a su lado acompañándola. Estaba asustado por su estado de salud, ya que Mercedes, después de la fuga de Víctor, sus preocupaciones eran extremas y nada le quitaba de la cabeza que producto de ello enfermo tan gravemente que la llevó a la muerte. Ahora Celenia tenía esos mismos síntomas producto de toda la angustia que ha tenido por el castigo social que se les ha hecho.
Mientras esperaba la llegada del médico, Agustín acariciaba la mano de Celenia y la veía dormir. Una lágrima se derramó por su mejilla al imaginar un mundo en donde ya no se encuentre ella, de ser así, ya no deseaba vivir. No podía enfermar ahora que por fin era su esposa, no podía dejarlo ahora que su amor dejó de estar oculto como un vergonzoso pecado... aún les quedaban más amaneceres por ver.
Amelia y Víctor se quedaron esa tarde para acompañar a Agustín en su mansión. Estaban preocupados por la salud de Celenia, puesto que desde hace días se veía enferma y su condición empeoraba con cada nuevo problema que estaba aconteciendo.
El médico estaba atendiendo a la señora Fortunato en compañía de su esposo, cuando salen de la habitación, Amelia y Víctor se acercan para saber cómo se encontraba.
— Mucho reposo. Dele a beber jugo de frutas y abundante leche. Solo se han acentuado sus síntomas por la condición de estrés que está viviendo, pero alejándose de esos problemas estará muy bien — daba las indicaciones el doctor Patrick.
— Gracias doctor... seguiremos sus indicaciones — responde Agustín dando un suspiro. Se veía aliviado y extrañamente feliz al salir de la habitación en compañía del médico.
— Vendré en una semana. Si ocurre algo, no duden en llamarme — el médico hace un gesto cortes para despedirse y se marcha.
— ¿Y?... ¿Cómo está? — pregunta Víctor a su padre.
— Muy bien, solo algo agotada, así que se ha quedado dormida — responde Agustín.
— Eso es un gran alivió... gracias a Dios — daba un suspiro de alivio Amelia.
— Nosotros nos marchamos para que estén tranquilos — comenta Víctor.
— Por favor, quédense a cenar... eso alegrará a Celenia, sentimos que con todo lo que ha pasado, no hemos podido compartir con ustedes de manera calmada como familia.
Amelia y Víctor cruzan miradas y aceptan la invitación.
Durante el atardecer, los cuatro Fortunato compartieron y charlaban mientras cenaban. Agustín se levanta y alza su copa en señal de brindis, luego de comer los postres.
— Quiero agradecer a Dios y a la vida, porque estemos todos reunidos aquí... porque se irán los inversionistas, pero el amor queda y que mejor que el amor de nuestra familia.
— Así es padre — responde Víctor alzando también la copa en señal de acuerdo a lo que decía Agustín.
— No importa lo que digan los demás, mientras estemos reunidos — Agustín mira a Celenia orgulloso — Porque hoy, he recibido la noticia más maravillosa que opaca cualquier malestar u ofensa que pudieron haberme hecho
Amelia y Víctor estaban expectantes a los dichos de Agustín y este continúa mirando a su hijo.
— Víctor... tendrás un hermano
Tanto Víctor y Amelia quedan estupefactos. La noticia los tomó por sorpresa, miran a Celenia quien sonreía y los miraba esperando alguna respuesta de ellos.
— Celenia... ¿Está embarazada? — pregunta Amelia sin saber muy bien qué decir.
Celenia asiente con la cabeza
Inmediatamente se levanta Víctor y Amelia para felicitar a los futuros padres de este nuevo integrante Fortunato. El ambiente se llenó de risas y bromas, olvidando así el desagradable día que había vívido.
Después de casarse, Agustín y Celenia habían decidido ser padres nuevamente, darse la oportunidad de criar entre ambos a un hijo... aquella oportunidad que no pudieron tener con Víctor. Es por eso que después de casados, los esposos disfrutaron de una sexualidad plena y libre, a diferencia de cuando eran secretos amantes, en donde evitaban un embarazo mediante la interrupción del coito.
— Mis síntomas eran de un embarazo, pero estaban ocultos por el escándalo que se formó debido a nuestro matrimonio. Ahora el médico dijo que debía dejar de preocuparme por aquellas cosas, ya que pueden afectar al bebé — comenta Celenia
— Esta es una gran sorpresa — dice Amelia sonriendo y tomando de las manos de Celenia — Estoy tan feliz por ustedes, vendré a diario para que confeccionemos y bordemos trajecitos de bebé.
— Te lo agradecería Amelia que puedas acompañar a Celenia, también iremos a su mansión — dice Agustín lleno de dicha.
— Claro que si papá... más que nunca estaremos para ustedes — Víctor le daba en la espalda a su padre en señal de felicitaciones.
Conversaron un par de minutos más, hasta que Amelia y Víctor se disculpan para retirarse, ya que debían regresar a su casa.
— Quédense un poco más, bebamos unas copas de Jerez — insistía Agustín.
— Gracias papá, pero estamos cansados y queremos ya ir a dormir
— Está bien, pero vengan mañana a almorzar, traigan también a sus invitadas... debemos celebrar.
— Así lo haremos, vendremos mañana — asegura Amelia con una amplia sonrisa.
El joven matrimonio se despiden y suben al carruaje para marcharse.
Mientras iban camino a casa, ninguno de los dos dijo nada. Se respiraba un ambiente tenso y triste, hasta que, sin aguantarlo más, Amelia comienza a llorar con una profunda tristeza. Víctor la abraza inmediatamente con fuerza y le acaricia la espalda. No necesitaba preguntarle lo que estaba pasando, puesto que ya lo sabía y él se sentía de la misma manera.
Después de la pérdida de su primer hijo, ya habían pasado más de 3 años que estaban intentando tener familia y esto no ocurría. Ahora que Agustín y Celenia en tan poco tiempo lograron tener un embarazo, hizo que cayeran en cuenta que, algo muy malo estaba pasando con ellos y la desesperación se apoderó de sus pensamientos.
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