Capítulo 67
Con tan solo una semana de encontrarse Celenia y Agustín de regreso de su luna de miel, el infierno se desató.
Fueron llamados varias veces por el club de caballeros, pero Agustín estaba preocupado de otras cosas y evitaba lo más que podía acudir a este encuentro, puesto que ya todos estaban enterados que Agustín Fortunato contrajo nupcias sin invitar a nadie, lo que dejaba una muy mala imagen para la familia.
Todo termina en absoluto caos, cuando en la sección de chismes del periódico se menciona a Celenia y Agustín. Se hablaba del desafortunado matrimonio Fortunato. Habían investigado muy bien a Celenia y explicaban en la redacción sus orígenes y su paso por la mansión Fortunato, luego sacaban conjeturas sobre que era la amante de Agustín mientras Mercedes vivía y otras cosas más. La nota concluía que, los varones Fortunato, tanto padre como hijo, había sido seducidos por sirvientas y todas las damas, independiente de su origen, tenían oportunidades de contraer nupcias con un hombre de alta sociedad y lograr el soñado cuento de hadas. Todas estas noticias fueron ocultadas a Celenia, puesto que ya estaba notando lo que estaba pasando y se culpaba, además de que su estado de salud estaba decayendo, se sentía agobiada la mayor parte del tiempo y con un dolor en el vientre producto de las preocupaciones.
Ya no pudieron ocultar más la situación, cuando una tarde, mientras Agustín trabajaba con Víctor, llegan a la mansión una comitiva de todos los miembros del Club de Caballeros para hablar con ellos.
— Ya que ustedes no se aparecieron bajo la solicitud del club, nosotros hemos venido a aclarar estos asuntos — parte hablando el presidente del Club
— Sabemos muy bien Agustín, que ha contraído nupcias con su antigua ama de llaves, o ¿tendrá el descaro de negarlo?
— No lo negaré. Es así — contesta Agustín con naturalidad.
— Pero ¿cómo pudo llegar a eso Agustín? Usted, un hombre intachable y estimado de nuestro club, su nombre imponía respeto.
— Nosotros apartamos la vista del escándalo de su hijo. Ya sabíamos todos que, él escapó con su sirvienta para casarse a escondidas... ya los Reinales nos habían advertido de esto — mencionaba un hombre de bigote.
— Tomamos sus mentiras como una verdad para que no sea expulsado del club de caballeros, solo por respeto a usted, ya que no podemos controlar el comportamiento de nuestros hijos — intervenía nuevamente el presidente del Club
— ¿Pero usted Agustín?, eso quiere decir que el gusto por la servidumbre viene de familia
— Ahora son la burla en la sociedad. Nosotros somos el ejemplo ante los demás, nuestro club tiene una fuerte norma moral, reglas de conductas establecidas, con generaciones de una buena imagen y ustedes despreocupadamente arruinan esto — dice el juez de la suprema corte.
— Ahora se cree que cualquier mujerzuela pude aspirar a contraer nupcias con alguien de nuestro estatus.
— Son una vergüenza, usted y su hijo... unos descarados y libidinosos...
Sin aguantar más todo esto, Agustín se levanta de su escritorio furioso, golpeado la mesa con los puños y gritándoles a aquellos hombres.
— ¡YA BASTA!... NO PERMITIRÉ QUE NOS FALTEN EL RESPETO A MI Y A MI FAMILIA EN MI PROPIA CASA
— Es usted el que nos ha faltado el respeto... — contesta un hombre regordete, pero lo vuelve a interrumpir Agustín.
— Hablan de moral, cuando eso les falta a muchos de aquí. Tienen su harén en casa, obligan a sus criadas a estar con ustedes y si para mala suerte, esas jóvenes quedan embarazadas, las expulsan como si fueran basura, o no es así, señores Bernarles, Zorsa, Patmad... y Oh... Don José Hidalgo... que sorpresa que este también por aquí en esta comitiva, cuando todos sabemos qué media ciudad de Cuenca la integran sus hijos ilegítimos.
— No toleraremos que trate de ocultar sus culpas mancillado el buen nombre de nuestros socios...
— Pero señor Gorfat, ustedes mismos son una burla desagradable. Específicamente usted señor, que trato de ofrecerme a su hija en matrimonio, a tan solo una niña de 14 años... usted es un degenerado.
Víctor, al ver discutir a todos aquellos hombres sin un objetivo claro, interviene para que ya esto se termine.
— Esto se ha alargado lo suficiente... digan a lo que han venido, porque si solo han llegado para insultarnos a nosotros y a nuestras esposas, les pediré que se retiren.
— Bien... sus nombres están en boca de todos y no podemos ensuciar el nombre de nuestro distinguido club, es por eso que está más que claro que nuestras puertas se cierran para ustedes. Por ende, nuestros socios, por ende rompen contrato con ustedes — concluye el presidente del Club.
— Los negocios y la vida personal no deben mezclarse — menciona Víctor, pero es detenido por su padre.
— Déjalos Víctor, el club siempre ha actuado de la misma manera y no cambiarán, aunque eso sea el riesgo para sus empresas, ¿no es así?
— Nuestras empresas no correrán ningún riesgo, no se preocupe por ello.
— Por supuesto que no, pero las minas de Castilla no lograran surtir toda la demanda que necesitan, eso quiere decir que deberán importar desde el extranjero. Gastarán mucho dinero en eso... lamentable para ustedes que, perderán buena parte de su capital en combustible — respondía de manera maliciosa Agustín.
— Créame que preferimos eso, a correr el riesgo de seguir en tratos con hombres tan poco correctos, eso en un futuro jugará en contra de nuestras inversiones.
De uno en uno, fueron dejando las cartas de anualidad de contratos de sus empresas con los carbones Fortunato.
Cuando el último hombre dejo su carta, comenzaron a retirarse del lugar y fueron acompañados por los Fortunato a la salida.
— Las lecciones en la vida por nuestros errores, muchas veces son golpes muy fuertes. No le deseo el mal, pero espero que logre aprender esta lección — dice un hombre anciano, que hablaba con Agustín al salir de la mansión.
— Lo mismo para ustedes, espero que en el futuro no se arrepientan de esta decisión — responde Agustín.
Víctor y Agustín Esteban en la entrada de la mansión mirando cómo aquellos hombres se marchaban. Cuando se voltean para ingresar nuevamente al hall, estaba Celenia viéndolos de manera preocupada y con los ojos brillantes, se da media vuelta y se marcha corriendo por las escaleras llorando... se sentía culpable, era lo que más temía desde su adolescencia, ahora por culpa de ella arruinaría a Agustín y la familia de su hijo.
— Ve con ella papá, yo me encargaré de ver cuantos inversionistas perdimos — Víctor le daba golpes tos a su padre en el hombro.
— No, vete a tu casa. Mañana veremos esos temas. Descansa y no te preocupes, ya sabía que esto ocurriría.
— Papá, vallan mañana a mi casa, trabajemos ahí, a Celenia le hará bien estar con Amelia y el grupo de mujeres
Agustín le da una sonrisa apesadumbrada a su hijo, una palmada en la espalda y se marcha escaleras arriba para ir a consolar a su esposa.
***
Víctor y Agustín trabajaban arduamente para tratar de suplir la pérdida de inversionistas. Ahora se entendía por qué Agustín hace un par de meses atrás se preocupaba de los fondos de reserva, ya que con eso podrían mantener en funcionamiento a las minas, hasta lograr conseguir nuevos contratos con industrias.
— Cuando viajé con Celenia a Italia, fue también para ver el mercado y encontré varios empresarios que desean traer sus industrias con sede aquí — informaba Agustín a su hijo.
— ¿Los contactarás?
— Ya envié cartas. Espero puedan responder pronto... si logramos traer la compañía de cristales y cerámicas de Lorenzo Toriny, ya no necesitaremos preocuparnos de los inversionistas por un buen tiempo, hasta que logremos nuevos contratos.
— ¿Y crees que hay posibilidades de que lleguen esas industrias aquí?
— Sí... completamente. Ellos deseaban hacer negocios en el país, pero como somos tan nacionalistas, privilegiamos a las industrias locales en la venta del combustible. Con estos acuerdos, saldremos a flote — aseguraba Agustín.
— Eso es un gran alivio, esperemos que todo salga bien con aquel hombre.
Estaban en la casa de Víctor, ya que el matrimonio se encontraba más tranquilo en compañía de su hijo y nuera. Celenia tenía ataques de nervios por la situación actual. Temblaba, estaba angustiada, con un fuerte dolor en el vientre, acompañado de vómitos ocasionales.
Mientras los Fortunato hablaban de finanzas, se escuchaban unos chillidos y gritos de mujeres discutiendo en el Hall de la mansión. Víctor y Agustín se quedan mirando y se dirigen rápidamente para ver qué era lo que estaba ocurriendo.
Afuera del Hall se encontraba Celenia en compañía de Dorotea y Perla que, escuchaban tras las puertas.
— ¿Qué está pasando? — pregunta Víctor, cuando llegan a la entrada del Hall junto a su padre.
— Es Amelia... llegaron unas mujeres que querían hablar con ella y están discutiendo — responde Celenia presionando sus manos en señal de nerviosismo.
— Nada de discutir, esas estúpidas mujeres la están insultando a ella y a Celenia — responde malhumorada Perla.
Víctor se acerca nuevamente y escuchan lo que decían aquellas mujeres a través de la puerta.
— Es una mentirosa, nos dijo que no sabía nada del matrimonio de su suegro — habla una de las damas.
— Realmente son unas descaradas... qué cosas tan macabras hicieron con aquellos hombres... ni crea que llevará a esa mujer a nuestras reuniones — dice otra mujer que se encontraba ahí.
— No se preocupen, no pensaba hacerlo — responde a Amelia de manera educada.
— Y por supuesto, usted tampoco es bienvenida, una mujer tan degenerada que seduce a un hombre para ser millonaria
Amelia da un suspiro para controlar sus ansias por gritarles a esas mujeres y responde con altura.
— Créame que me alivia completamente no tener que asistir más a una de esas horribles reuniones de arpías que lo único que saben es tomar el té y hablar mal del mundo, pensando que ellas son un ejemplo de la sociedad
— Como se atreve, es una insolente. Pero que más se podía esperar de una mujer sucia que no conoce su posición, posiblemente una Loba...
Víctor ya no aguantaba más al escuchar cómo esas mujeres se atrevían a hablarle de tal manera a Amelia, así que ingresa al hall para increparlas.
— No, ustedes son las insolentes y sinvergüenzas. Salgan de nuestra casa
— Párese que la poca clase se pega
— Así es señora, y por lo mismo no queremos contagiarnos — responde Víctor apretando los dientes y les hace un gesto para que se vayan.
Aquellas dos mujeres dan la media vuelta y se marchan refunfuñando y diciendo algunas otras cosas en contra de los Fortunato.
Cuando Amelia y Víctor se dirigen al pasillo, en donde se encontraba el resto, ven cómo Celenia estaba llorando y estaba siendo consolada por Agustín, quien la mantenía abrazada.
— Calma señora bonita, no escuche esos comentarios que dicen mujeres que no conocen ni la mitad de la felicidad que usted tiene — le consolaba Dorotea dándole suaves palmadas en la espalda.
— Todo es culpa mía, yo sabía que no debíamos casarnos Agustín... ahora el mundo está en contra de nosotros — insistía Celenia llorando con tal intensidad, que tosía cada tanto, ahogada por su pena.
Agustín le besa la frente y la abraza con más fuerza
— No mi amada, me arrepiento que no fuiste mi esposa desde antes.
— Además que, si es por la empresa, todo va bien... no hay de qué preocuparse — aseguraba Víctor.
A pesar de lo que les decían a Celenia, esta seguía apesadumbrada e inconsolable, así que la familia decide salir a un reconocido Restaurante que servía varios tipos de postres helados, lugar donde todos podrían animarse y de esa manera hacerla olvidar de todo lo malo y demostrarle que, para ellos, la vida continuaba igual.
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