Capítulo 64
Los esposos Fortunato, junto con Celenia y Perla, jugaban animadamente esa tarde en el salón Rosales a los naipes, mientras Dorotea bordaba pañuelos, riendo cada tanto de las bromas que hacían los más jóvenes.
Una sirvienta toca a la puerta y entra.
— Don Víctor, disculpe interrumpir, pero ha llegado su padre — anuncia la criada.
Las risas se detienen al escuchar esto y un tenso ambiente se respiraba cuando Celenia se levanta precipitadamente.
— Yo me retiro, discúlpenme, pero espero puedan entenderme — anuncia Celenia.
— Calma señorita, él no vendrá aquí — le tranquiliza Amelia tomándola de una mano.
Era comprensible que ella no desee verlo, puesto que tenía el corazón roto.
— Iré a ver que quiere, ustedes quédense aquí — informa Víctor y se dirige a la puerta.
— Por favor Víctor, no dejes que me vea — súplica Celenia.
Víctor toma de su mano y le da un beso en los nudillos, regalándole una sonrisa antes de salir.
En la sala principal estaba Agustín esperando, se le notaba nervioso, que aliviaba con un suspiro cuando ve a Víctor entrar.
— Hola papá...
— Víctor, disculpa por llegar sin avisar
— Papá, tú puedes venir cuando quieras, no tienes por qué avisarme. ¿Quieres almorzar o tomar una copa?
— No Víctor, seré breve... vengo a ver a Celenia. Sigue aquí ¿Verdad?
— Papá, ella no quiere verte. Me hizo prometerle que no te dejara verla.
— Solo será un momento
— Ay papá, espera unos días, ya sabes que está dolida, fuiste muy injusto con ella y puede decirte cosas que no sienta realmente... ya sabes cómo son las mujeres
— Víctor, no me iré hasta verla
— Yo tampoco quiero que la veas, has estado actuando muy raro en este último tiempo. Me preocupas, no sé qué hacer para ayudarte... tengo miedo — responde Víctor con una expresión de preocupación en el rostro.
— ¿Miedo?... ¿De qué?
— De que estés enloqueciendo
Agustín lo mira sorprendido y luego comienza a reír, pero se detiene al ver que Víctor no reía y su angustia crecía. Realmente él pensaba que estaba loco.
— Si quieres ayudarme, llévame con Celenia. Te prometo que aclararé todo.
Víctor dudó por un momento, pero veía un dejo de desesperación en el rostro de su padre y pensaba que, ambos habían pasado años de ser separados y él no sería otro que les quite más tiempo, así que acompaña a su padre.
Cuando Víctor ingresa al salón Rosales con Agustín, inmediatamente Celenia se levanta molesta y va en dirección a la puerta que comunicaba con la siguiente habitación.
— Celenia... por favor Celenia espera — dice Agustín, quien corre en dirección a la habitación contigua, antes de que pueda cerrar la puerta y echarle llave.
Agustín la toma por un brazo, pero ella lo retira con violencia. Celenia no quería armar un escándalo delante de todos, así que da un suspiro y lo mira de frente.
— No tengo nada que hablar con usted, ya en el momento que pudo hablarme no lo hizo... así que hágame el favor de soltarme.
— Sé muy bien que estás molesta y todo lo que hice fue precipitado, pero era necesario que todos vieran el despido... te lo quería explicar en una carta que te la estaba entregando junto con el salario, para que nadie se diera cuenta. No te lo podía decir de otra forma, ya que eres muy mala actriz — explicaba Agustín.
— ¿Decir qué? ¿Qué siempre he sido un estorbo? ¿Que debía irme para ya no ser una tentación ahora que te comprometerás? Ya sé que lo soy, siempre lo he sabido, pero no debiste ser tan cruel... sacarme como a un sirviente más, sin derecho a una explicación un poco más gentil.
Amelia da un carraspeo para que sus amigas y esposo salgan de la sala y darle espacio en privacidad a sus suegros.
— Nos retiramos, están en su casa — informa Amelia a la pareja que estaba discutiendo.
— Nada de eso. Esta es su casa y si el señor quiere decir algo, que sea delante de todos — contesta Celenia de manera molesta.
Agustín da un suspiro, mira en dirección en donde se encontraba su hijo y luego mira a Celenia
— Yo... hace mucho tiempo que he esperado por ti. Verte a diario y ser distante, me producía un gran sentimiento de soledad, que a pesar de los años nunca pude acostumbrarme a ello — comienza a decir Agustín.
Todos en esa sala estaban expectantes a lo que Agustín decía, casi sin respirar para no perderse ninguna palabra
— Quiero que sepas que, siempre me he sentido como un cobarde, viviendo la vida que todos me dicen que debo tener, pero no la que yo quiero... es por eso que te despedí... para que ya no seas más una sirvienta, sino que una mujer libre y madre de un hombre acaudalado que no necesita trabajar. Despedí a los sirvientes también, para que en esa casa se olvide que alguna vez fuiste una criada, para así evitar rumores mal intencionados.
— No comprendo el motivo — El rostro de Celenia se suaviza y ahora mira al hombre en frente de ella sin rencor, pero aun sin entender.
Agustín saca del interior de su abrigo una sortija, la misma sortija que era de su abuela y con la que le propuso matrimonio hace más de 20 años
— Hace un tiempo te lo propuse y te negaste. Ahora he vuelto para preguntarte nuevamente, si quieres ser mi esposa...
Celenia estaba tan sorprendida de aquella propuesta, al igual que todos en esa sala, que cubre sus labios para ocultar su asombro, su rostro cambia al de una profunda tristeza, comienza a negar con la cabeza mientras se derramaban lágrimas de sus ojos.
— No... no puedo.
— Esa respuesta no es la que quiero escuchar. Quiero que me aceptes y que me ames.
— Te amo... oh, si te amo, pero la sociedad siempre enjuiciará. Tendrás problemas, muchos problemas — lloraba con más intensidad Celenia.
— Ya lo sé y estoy dispuesto a correr el riesgo, no te preocupes por lo demás.
— No puedo, esa gente, sus familias, todos dependen de ti. No puedo ser tu esposa
Agustín, aun con el anillo sosteniéndolo con sus dedos, le toma las manos y se acerca a ella con una sonrisa tierna
— No me iré hasta que digas que serás mi esposa. Nada de lo que hagas me hará cambiar de parecer, ya no cometeré ese error.
Celenia tenía que hacer desistir a Agustín de ese pensamiento. Sabía que ser su esposa le traería graves problemas, lo amaba demasiado como para cometer esa locura.
— Ahora vivo aquí, puedes venir a visitarme cuando quieras y nadie tiene por qué sospechar que vienes a verme
— Perdona, pero eso no me basta — Agustín le presiona las manos con más firmeza y se acerca un poco más, casi su frente se podía unir a la de ella.
— Eso es lo único que puedo ofrecerte — responde Celenia apartando el rostro.
Mientras miraba la escena, Perla, ya sin paciencia, interviene.
— Ay... pero qué mujer más tonta. Primero llora porque el novio se casará con otra y ahora llora porque le propusieron matrimonio.
— Shhhh... callé niña, no sea impertinente — le dice Dorotea en voz baja.
— Pero es la verdad — contesta Perla y se dirige a la mujer que lloraba — Celenia, si usted no quiere casarse con ese hombre, no se preocupe, que yo me caso con él.
— Ay, pero qué vergüenza esta mujer — Dorotea se toma la frente en forma de desesperación
— Bueno, si el hombre es bien apuesto, o acaso ¿tú te quieres casar con él Dorotea? Por qué si lo quieres yo te lo dejo. El padre de Luis... digo, de Víctor, de aquí sale comprometido al menos con una de nosotras.
Esta intervención de Perla, hizo que el ambiente tenso se relajará y todos comenzarán a reír. Incluso Celenia reía y había dejado de llorar.
— Por favor, ¿cuánto más me dejarás esperando tu respuesta? — vuelve a preguntar Agustín.
— Agustín, tengo miedo — responde Celenia.
— Entonces, iré al Club de caballeros y diré la verdad a todos. Que me he enamorado de mi ama de llaves... te juro por la divinidad que lo haré.
Celenia mira a Agustín que tenía una mirada esperanzada. Luego mira al resto y ve cómo Víctor y Amelia sonreían y asentían. A pesar de esto, aún se le dificultaba aceptar.
— Vamos querida, arriésgate — le daba ánimos Perla.
Dorotea no soportaba la vergüenza que le producía esa joven y le da un pellizco. Habría querido salir de esa sala, si no fuera porque también quería conocer la respuesta
— Está bien
— ¿Qué has dicho? — pregunta Agustín.
— Que si... me casaré contigo
Agustín coloca el anillo en el dedo de Celenia donde siempre tuvo que haber estado y sin aguantarlo más, le da un ansiado beso. Aquel beso calmado y cariñoso fue el primero que se dieron sin temor y fue celebrado por todos en aquel salón.
Esa noche, Víctor solicito una cena especial, bebieron vino y charlaban sobre la boda que, Agustín, deseaba que se celebrara lo más pronto posible.
Celenia aún no podía creer que esta fuera su realidad, era como un precioso sueño del cual, no quería despertar y cada vez sus preocupaciones comenzaron a disiparse, siendo cambiadas ahora por ilusiones, aquellas que había perdido hace mucho tiempo.
— Bien, es tarde y ya debemos irnos — informa Agustín, quien se levanta de la mesa e invita a Celenia a hacer lo mismo. Quería regresar ya a la mansión para pasar esa noche con ella y hacerla suya.
Víctor se levanta también y comienza a reír.
— Claro que no, la novia se queda aquí con su familia hasta el día de la boda.
— Sí, muy gracioso Víctor — contesta Agustín con mirada de fastidio y vuelve a dirigirse a Celenia — Vamos querida.
— No estoy bromeando, ella se quedará aquí hasta la boda. No vivirán en pecado. Además, que este será tu castigo por asustarnos a todos.
— Vete Agustín, te aseguro que asistiré a nuestro matrimonio y no me arrepentiré — sonríe Celenia a su prometido.
Ella se acerca para darle un beso corto que no incomodara a los presentes, luego le susurra en el oído, algo que sorprende a Agustín y ambos comienzan a reír de manera cómplice y picaresca.
— Qué es eso... ¿Qué se dijeron? — pregunta Víctor con curiosidad.
— Algo que no sabrás. Ese será tu castigo por tratar de creerte mi padre — ríe Agustín.
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