Capítulo 63
Ya pasaron 2 meses desde el día en que Amelia acudió a la reunión de damas, y a pesar de que seguía asistiendo, los comentarios acerca de ella no daban tregua, pero Amelia estaba decidida a continuar y no dejarse intimidar por esas mujeres. Ya algunos varones del club de caballeros la reconocían y la saludaban en la calle cuando salía con Perla y Dorotea a hacer algunas compras o simplemente a comer en un buen restaurante.
Quién estaba pensativo en ese último tiempo, era Agustín. Revisaba cuidadosamente las finanzas más de dos veces y daba trabajo extra a Víctor, para que este se preocupe de los ahorros y ver como bajar los costos para aumentar más el capital. Víctor no entendía por qué su padre en el último tiempo estaba así de neurótico con respecto al dinero. Es así que un día, mientras estaban trabajando, decide preguntarle a su padre que estaba pasando.
— Papá... ¿Tenemos problemas de dinero?, ¿Las minas no están dando lo que se necesita para cumplir con los pedidos?
— No Víctor, nada de eso — responde Agustín mientras seguía sacando cálculos y haciendo cuentas con un gran ábaco.
— ¿Estamos en riesgo de quiebra? — volvía a preguntar Víctor.
— Ay, no Víctor, que Dios nunca quiera eso
— Entonces dime. De hace mucho que te veo así y no dices nada.
— No es nada Víctor, ya te he dicho que siempre se debe preocupar de que los números estén correctos.
— Es que te estás preocupando demasiado por los fondos de reserva. Papá, si pasa algo, dímelo, yo sabré entender
Agustín levanta la cabeza, sabía que ya era el momento de hablar con Víctor. Saca del armario un coñac y le sirve una copa a su hijo y otra copa para él. Lo bebe mientras camina por la habitación con la mirada de expectación de Víctor.
— Estaba pensando en lo que una vez me dijiste... sobre que no podía mantenerme soltero y es verdad — comenta Agustín.
Víctor se acomoda en la silla mientras su padre hablaba mirando por la ventana
— Y ¿qué has pensado?
— Que tienes razón, ya estoy cansado de esta situación y es algo que debo concluir ahora... he decidido casarme nuevamente.
Víctor abre mucho los ojos sorprendidos
— Y ¿con quién?... ¿Cuándo?
— Con una señorita... no importa quien sea, lo pensé en muchas ocasiones cuando visitaba las mansiones de quienes me presentaban a sus hijas
— ¿Te casarás con la hija de un miembro del club de caballeros?... y Celenia ¿qué pasará con ella?
— Ese es el motivo de mi preocupación Víctor, no quiero cometer el mismo error que hice con Mercedes. Celenia ya no puede estar así... es mejor hacer lo correcto y debo hacerlo ahora, antes de que me arrepienta.
Agustín tira de una cuerda que estaba cerca de la ventana, lo que hacía sonar una campanilla para llamar al servicio y aparece una sirvienta.
— Mande a llamar al Ama de llaves — ordena Agustín.
— Papá, ¿qué piensas hacer? — pregunta Víctor, levantándose de la silla preocupado.
Antes de que Agustín pudiera responder, Celenia entra a la habitación
— ¿Mandaron a llamar?
— Sí. Por favor Celenia, cierre la puerta y toma asiento.
— ¿Qué pasa? — Celenia hace lo indicado y mira interrogante
— Lo siento mucho Celenia, pero debo pedirte que dejes de ser el ama de llaves... estás despedida — contesta Agustín con un dejo de tristeza en su voz.
Celenia mira sorprendida y luego comienza a reír cubriéndose los labios.
— Vamos Agustín, no hagas bromas... estoy muy ocupada con un problema que paso con las sirvientas y debo ir a resolverlo.
Agustín no sonríe y su mirada se endurece.
— No es una broma, dejé su uniforme con las sirvientas, luego regrese por su pago final y despídase, le agradezco todos los años de servicio...
— ¡PAPÁ!... pero que estás diciendo, ¿Es real?... si es una broma es muy desagradable — interviene rápidamente Víctor.
— Sí, es real... tú dijiste que me apoyarías en las decisiones que tome y que tratarías de entender.
— Sí, pero no esto... como sacarás a Celenia de la casa solo porque ahora deseas casarte.
Celenia se levanta de la silla asustada al escuchar eso.
— ¿Eso es verdad Agustín?... ¿Volverás a casarte?
Agustín asiente con la cabeza sin levantar la vista.
— Es por eso que necesito que dejes de trabajar para mí. En mi nuevo matrimonio, no puedes ser mi ama de llaves, ya no cometeré los mismos errores del pasado. Espero lo puedas entender.
Celenia sentía cómo un poder invisible le arrebataba las fuerzas, las esperanzas, la alegría y comienza a llorar de manera silenciosa, solo derramando lágrimas por las mejillas.
— Lo siento tanto... sé que habías estado acostumbrada a esto y... — Agustín es interrumpido por Celenia.
— No tienes que darme explicaciones, tendrás tus motivos y no puedo cuestionarlos, ya que yo solo he sido, toda la vida solo tu sirvienta... gracias por la oportunidad de trabajar para usted — Celenia da una reverencia, se seca las lágrimas con las manos y sale de la habitación.
Víctor al ver salir a Celenia por la puerta enfrenta a su padre
— Pero ¿qué estás haciendo?... ve a buscarla y pídele perdón, que a pesar de tus años aún no has madurado
— Deja que se vaya Víctor, esto es lo mejor. Se debía cortar esta situación hace mucho tiempo, pero por mis inseguridades nunca pude ponerle término a esto.
Víctor lo mira sorprendido y le lanza una mirada de reproche y resentimiento.
— No lo puedo creer, no de ti. Esa mujer estuvo siempre contigo y tú le haces eso, no tienes corazón.
Agustín golpea la mesa molesto y le grita a Víctor ya sin paciencia.
— YA BASTA... TU QUERÍAS QUE CONTRAIGA NUPCIAS NUEVAMENTE Y ESTOY HACIENDO LO QUE ES CORRECTO, ASÍ QUE DEJA DE CUESTIONAR MIS DESICIONES.
— Está bien papá... hace lo que tu conciencia te dicte y si es abandonar a las personas como si fueran basura, porque es lo correcto, que bien por ti... solo espero que desde ahora puedas dormir tranquilo por las noches.
Víctor sale de la sala molesto, dando un portazo para demostrar su descontento. Ahora debía ir a buscar a Celenia, él no la abandonaría.
Agustín toma asiento nuevamente y lanza un suspiro. No sabía si lo que estaba haciendo seria lo correcto, pero ya había tomado una determinación, sabía que esta decisión le costaría muy caro, pero ya no podía dar marcha atrás. Ahora solo le pedía a Dios que le dé fuerzas para afrontar todas las dificultades que vendrían.
Celenia estaba preparando su bolso en la que fue su habitación en el ala de sirvientes. No tenía muchas posesiones, solo un par de vestidos y sus ahorros que había juntado desde hace bastante tiempo, ya que nunca había gastado su sueldo y ahora le serviría para hacer una nueva vida lejos de ahí. Mira en dirección a la puerta, cuando siente que alguien entra, aún tenía esperanzas que fuera Agustín, pero ve a Víctor en el umbral de la puerta
— Celenia, ¿Cómo estás? — pregunta Víctor con un semblante de preocupación.
— Estaré bien... no te preocupes por mí
Celenia cierra el pequeño bolso y se dirige a la puerta de la habitación para salir, pero la detiene Víctor.
— Ven conmigo, te quedarás en mi casa
— No creo que esa sea una buena idea, tu padre me sacó de aquí para yo no molestarlo más, si voy a tu casa nos volveremos a ver.
— No tiene por qué ser así, además que no dejaré que te vayas... tu cuidaste de mí desde pequeño, ahora yo cuidaré de ti.
Para Celenia que Víctor le dijera eso, la conmueve y nuevamente llora, puesto que todo su esfuerzo finalmente era reconocido. Siente como su hijo la abraza, frota de su espalda y la conforta. Él le quita el bolso para cargarlo y la lleva abrazada por los hombros. A medida que caminaba por ese corredor hasta la salida en donde se encontraban los establos, era vista por los demás sirvientes que no entendían lo que ocurría y la miraban con preocupación. Celenia se sentía aliviada de que al menos ahora tenía a su hijo y podría estar con él, pero a su vez se sentía decepcionada de Agustín y tener la desagradable sensación de ser desechable. Toda su vida sintió que no valía nada y la única persona que le demostró lo contrario y la hacía sentir especial fue él... ¿Qué podía pensar ahora si él también la aparta de su vida? No era justo, nunca la vida fue justa con ella.
Víctor preparaba a Pimienta para llevar a su madre hasta su mansión, ahí estaría Amelia con quien poder desahogar su tristeza, ya que escuchaba a las empleadas despedirse del ama de llaves y criticaban indignadas la actitud de Agustín, a lo que Celenia respondía que, esa eran solo decisión del empleador y tenía el derecho de disponer de sus servicios.
— Ya es hora — informa Víctor para que Celenia termine de despedirse de sus compañeras de labores, incluido en ellas la madre de Amelia.
Víctor ayuda a Celenia a subir al caballo y amarra el bolso a la silla antes de subir también, cuando ve a su padre llegar rápidamente, ya sabía que él no dejaría de esa manera.
— Celenia, no pasó por su salario y la carta de recomendación — dice Agustín, enseñando el sobre que traía en las manos y se acerca al caballo donde estaba montada Celenia y escuchaba a su espalda como las sirvientas murmuraba cosas que no lograba descifrar.
Celenia mira sorprendida como Agustín le acercaba el sobre con el dinero de su salario de aquel mes. Pronto su tristeza cambia a indignación y le responde.
— Quédese con eso señor, que a mí no me hace falta.
Víctor le lanza una mirada de desagrado a su padre e inmediatamente se sube al caballo abrazando a Celenia para tomar las riendas y ambos se marchan.
Los días siguientes, Celenia permaneció en casa de Víctor. Ella deseaba trabajar para él como sirvienta o ama de llaves en su hogar en forma de gratitud, pero Víctor se había negado, diciéndole que ella nunca más volvería a trabajar mientras estuviera con él y que ya era tiempo de ser consentida. Es así que ahora al grupo de mujeres que se reunían a charlar y tomar el té en el salón Rosales con Amelia, se le había unido una nueva integrante de aquel extraño club.
Ya Dorotea y Perla conocían la historia de Celenia, lo que les dio tardes de pláticas y fue un alivio para ella el desahogarse, tener a quién contarle sus problemas y sentir el apoyo y la comprensión de mujeres que tampoco la vida les fue sencilla, ahora ya no se sentía tan sola.
Amelia se estaba acomodando el cabello en una trenza para ir a dormir. Ya su esposo estaba en la cama recostado esperándola.
— No puedo entender cómo tu padre no ha vuelto a preguntar por Celenia. Ya ha pasado casi una semana desde que se marchó
— Amelia... no te lo había querido decir, pero creo que él no está bien — responde Víctor, pero en su voz demostraba preocupación.
Amelia ingresa en la cama y se cubre con las sábanas. Mira a su esposo sorprendida y preocupada.
— ¿Por qué lo dices?... ¿Has notado algo raro en don Agustín?
— Querida... ha despedido a casi todo el servicio en la mansión, solo ha dejado a tu madre y al mayordomo... es por eso que tu mamá estaba algo preocupada cuando los fuimos a visitar el día de hoy, no te contó eso para no asustarte o por respeto a mí... no lo sé en realidad.
— ¿Pero cómo es posible? ¿Por qué ha hecho eso?
— Ayer contrató nuevo personal, incluida un ama de llaves. Cuando le pregunté, no me quiso responder, dice que pronto entenderé sus acciones... pero por más que lo pienso, no comprendo lo que está ocurriendo. Amelia estoy asustado, creo que está loco — Víctor ya no podía ocultar su preocupación y esta se reflejaba en el rostro, a lo que su esposa lo abraza para consolarlo.
— Ay Víctor, no pienses en eso... yo creo que debe de tener una buena razón para hacerlo. Ten confianza en ello.
— Es que nunca lo había visto así, tan obsesivo con las finanzas, hablando con los bancos sobre unas inversiones que desea hacer y de las cuales me está ocultando... despidió a Celenia y a los criados ¿Qué puedo pensar de eso?
— Sí, yo también lo notaba extraño el último tiempo, muy distraído. Esperemos un poco, si continúa de la misma manera llama a un médico para que lo examine.
— Por favor, no se lo cuentes a Celenia, no quiero que ella se preocupe de esas cosas ahora.
— No te preocupes, no diré nada.
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