Capítulo 56
Agustín salta del lugar al ver a Mercedes entrar y como se dirigía hacia ellos.
— Espera Mercedes, no estábamos en nada sospechoso. Solo he venido por Víctor para llevarlo a que duerma contigo después de lactar.
A Mercedes no le interesaba lo que dijera Agustín y se dirige dónde Celenia. Le arrebata al pequeño de los brazos con tal violencia que este comienza a llorar a gritos por el susto de haberlo quitado en la tranquilidad de su alimentación.
— Incumplieron en su promesa, así que te vas ya mismo de esta casa — dice Mercedes con un tono sombrío.
— Señora, el pequeño aún está alimentándose de leche — Celenia comienza a llorar y se cubre el pecho.
— Ya está suficientemente grande para alimentarse con otros tipos de leche, así que vete de aquí
Agustín estaba desesperado. Se arroja de rodillas a los pies de su esposa, toma sus faldas y comienza a suplicar.
— Por favor Mercedes, no castigues al niño por nuestros errores... no ahora que se está recuperando de su enfermedad, al menos, deja que se alimente bien hasta que esté
completamente sano.
Mercedes mira a Agustín mientras mecía a su hijo para calmar su llanto. Piensa en lo que le dice su esposo y tenía razón, aun Víctor estaba delicado de salud como para cambiar el tipo de alimentación.
— Lo veremos eso en la cena. Por mientras, no quiero que estén cerca el uno del otro — advierte Mercedes.
Ambos asienten. Agustín se levanta del suelo, pero Mercedes lo detiene.
— Tú quédate así. Sal de la habitación de rodillas, a ver si estás tan arrepentido por tratar de verme la cara de tonta.
Agustín agacha la mirada y avanza hasta llegar a la puerta y salir de la habitación.
Mercedes mira de forma despectiva a Celenia y sale tras Agustín
Cuando ya estaban en la soledad de aquella habitación, Celenia lanza el llanto y se cubre la boca con manos temblorosas. Le quitarían a su hijo, ya nunca más podría volver a ver su dulce rostro si se marcha de esa casa.
Durante la cena de esa noche, Mercedes les dice a las sirvientas que salgan del comedor y que solo se quede Celenia para la atención de la mesa.
Agustín se veía pálido, se notaba que estaba a punto de estallar en un colapso nervioso y Celenia apretaba sus manos agarrando su falda para controlar su temblor, ya que ella dependía de lo que le dijeran esa noche para ver su permanencia en esa casa.
— He pensado que está bien que te quedes hasta que Víctor se recupere del todo, luego de eso tendrás que irte — Mercedes habla calmadamente mientras le servían una sopa
— Si señora... muchas gracias — Celenia suspira de manera triste
Mercedes prueba la sopa y hace una expresión de desagrado.
— Esto está frío, ve a calentar la sopa a la cocina.
Celenia toma el plato nuevamente y sale del lugar.
Mercedes mira a Agustín que estaba sentado solo observando su plato de sopa.
— Come — ordena Mercedes.
— No tengo apetito
— No te pregunte si querías comer, te lo estoy ordenando.
Agustín toma la cuchara y se obliga a comer. Esto le costaba, ya que sentía un nudo en la garganta que le impedía tragar, ya no soportaba más la situación que vivía en esa casa, tenía miedo todos los días, sentía que su vida ya no era de él, solo era un prisionero con barrotes de sentimientos, donde ocupaban a Celenia y a Víctor para manipularlo, pero no podía ayudar a ninguno de los dos, solo debía ver desde la distancia cómo Mercedes descargaba su frustración en la madre de su hijo. Toda esta situación lo superaba y pensaba que pronto enloquecería, quería morir, lo deseaba con toda su alma, ya quería estar en paz.
Celenia regresa de las cocinas con el plato de sopa que ahora arrojaba vapor y lo vuelve a colocar en la mesa al frente de Mercedes
Mercedes toma la cuchara y acerca un poco del contenido a los labios y lo aparta rápidamente.
— ¿Qué es esto? ¿Acaso quieres que me queme? — Mercedes estaba roja de ira y mira a Celenia con una mirada asesina.
— No señora — Celenia lo dice de manera temblorosa.
— Ven y mira, esto está hirviendo ¿Lo quieres comer tú?
En un comienzo el plato que recibió Mercedes estaba a buena temperatura, solo quería formar un conflicto con aquella mujer y torturar un poco más a Agustín.
— Señora... puedo volver a las cocinas y buscar otro plato que este a su gusto — Celenia se acerca nuevamente a la mesa
— ¿Crees que esto es un juego Celenia? Estás tan molesta porque quiero que te vayas de esta casa que buscas hacerme daño
Mercedes toma el plato y se lo arroja a Celenia, esta se cubre tratando de detener el golpe del plato, llegando el contenido completamente en la mano derecha. Celenia lanza un grito de dolor cuando el líquido caliente comienza a quemar su piel. Agustín inmediatamente se levanta para ayudar a Celenia, pero Mercedes lo detiene.
— CALLATE... RECOGE LAS COSAS — grita Mercedes, lanza los cubiertos y otras cosas más de la mesa, luego mira a Agustín quien se había puesto a llorar y se cubría la boca con las manos tratando de ahogar el llanto — Y TÚ... HE DICHO QUE COMAS, YA DEJA DE CHILLAR.
Celenia trataba de recoger lo que se había caído al suelo, pero su mano estaba muy quemada, roja e irritada, que de tan solo tocar los objetos le producía un gran dolor, pero trataba de hacerlo y de contener sus lágrimas.
Agustín ya no lo soportaba y estaba inconsolable, lloraba ahogadamente y se cubría la boca con tal fuerza para que Mercedes no se siga molestando, que clavaba sus uñas en las mejillas y la miraba asustado.
Mercedes mientras miraba la escena reacciona... ¿Qué estaba haciendo? Ya no sentía alegría con eso, un peso se alojó muy dentro de ella, no podía estar ahí y sale del comedor dejando a esos dos que lloraban, que ella les hizo llorar. Cuando llega a la habitación y la sirvienta que tenía a Víctor se lo entrega, lo abraza y también comienza a llorar. Nunca estuvo conforme con tener a ese niño, sentía que no era una madre realmente, todo lo hacía para hacer sufrir a Celenia y Agustín, lo hacía para culparles de su desdicha, una persona tan mala como ella no podía ser madre. El peso que tenía en su interior era muy grande, la Culpa se apoderó de sus emociones.
Mercedes se quedó meditando por largo rato en su habitación. No entendía desde que momento se transformó en una amargada, sabía que justificaba sus acciones por el despecho que sentía al romance que tuvieron Celenia y Agustín, pero nunca pensó que terminaría lastimando de manera física a una persona.
Se sentía tan culpable, quería remediar en algo el mal que había hecho. Por primera vez ve el rostro de alguien tan afligido y sufrido como el de Agustín, y el de Celenia que siempre la miraba de manera triste y suplicante. No quería sentir lástima por ellos, pero era inevitable, muy en el fondo, sabía que los estaba castigando por algo que ellos no tenían culpa, algo que Agustín se lo advirtió desde el día del compromiso. Entendió que solo estaba celosa, que ella deseaba un romance como el de una novela, pero eso nunca ocurriría.
Mercedes toca la campanilla para llamar a Celenia, ya que Víctor tenía hambre. Mientras esperaba, sus pensamientos la seguían torturando. Pensaba que su alma se iría al infierno, que haga lo que haga ya no sería suficiente y que no merecía ser madre.
Celenia entra en la habitación y saca a su bebé de la cuna para alimentarlo, se sienta y le da de lactar, sin mirar a Mercedes. Tenía los ojos hinchados por el llanto y su mano ahora tenía un vendaje.
— Celenia... ¿Crees que soy una mala persona? — pregunta Mercedes.
Celenia la mira sorprendida e inmediatamente responde
— No señora
— Sé que me tienes miedo y por eso dices una mentira
— No es mentira señora, alguien malvado no amaría el hijo de otra mujer y lo cuida como si fuera propio
Aquello respuesta sorprende a Mercedes, eso la hacía sentirse peor y más culpable con aquella mujer.
— ¿Qué es lo que más quieres en esta vida? — pregunta Mercedes, acercándose.
Celenia mira al pequeño en sus brazos y lo acaricia.
— Estar con mi hijo, verlo crecer, es lo que más quiero — responde con los ojos llorosos.
— ¿Y estar también con Agustín? Aún lo quieres, ¿verdad?
— Le quiero, pero nunca podría interponerme entre usted y su esposo. Créame que yo no quiero interferir, es ese el motivo por el que me fui antes de saber que estaba en cinta.
— Agustín no me interesa, al principio sí, quería que fuera mío. Luego me di cuenta de que los sentimientos nacen, no se hacen — Mercedes da un suspiro — He sido grosera contigo... quiero que hagamos un acuerdo entre nosotras.
— ¿Un acuerdo?
— Sí, un acuerdo, uno que jamás se puede quebrar. Quiero estar en paz, contigo, Víctor y Agustín... porque no soy el monstruo que creen que soy
El bebé dejó el pecho, ya se había dormido en los brazos de Celenia, así que ella lo cubre y acaricia.
— Diga usted señora
— Solo lo pienso como un intercambio. Tú me quitaste a mi marido desde antes que yo lo conociera, pero él y su amor nunca serán míos. En cambio, yo ahora te quitaré a tu hijo, él y su amor nunca serán tuyos. Creo que es un precio justo.
— No entiendo muy bien...
— Este pequeño será siempre mi hijo y nunca debes darle amor como una madre, que jamás se entere de que tú puedes tener una relación con él, que solo te vea como una sirvienta más, no quiero que tenga aprecio por ti y nunca puedes opinar nada sobre él. A cambio, por darme este precioso regalo, puedes quedarte en esta casa, verlo crecer e incluso estar con Agustín, no me importa, pero sean discretos... creo que es un precio justo.
Celenia mira al pequeño entre sus brazos. Se sentía feliz de poder estar con él y verlo, aunque sea desde la distancia, pero le causaba un gran pesar, el que jamás podrá demostrarle ternura.
— Si señora, es un precio más que justo, muchas gracias por permitirme quedarme.
— Eso quiere decir que esta será la última vez que tomarás en brazos a Víctor, hoy dejará de tomar tu pecho, así que entrégamelo — Mercedes estira los brazos para recibirlo.
Celenia abraza con fuerza a su hijo, lo acerca a su rostro, le dan un beso en la frente y le susurra
— Te amo... siempre te amaré
Mercedes recibe al que ahora definitivamente sería su hijo y ve cómo Celenia contenía el llanto cuando se lo entregó.
— Ahora estamos en paz. Espero que puedas cumplir esta promesa.
— Si señora... él jamás sabrá quién soy, se lo prometo.
Hace una pequeña inclinación de cabeza y sale de la habitación mirando por última vez a Víctor. Ya jamás volvería a tomar sus pequeñas manitos, no lo podría abrazar, ni compartir sus alegrías. Sale corriendo y va en dirección a la habitación de Agustín.
Agustín abre la puerta cuando escucha tocar. Estaba fatigado y le dolían los ojos por haber llorado tanto en la cena.
— ¿Qué ha pasado?... ¿Qué tienes? — pregunta Agustín cuando ve a Celenia que estaba llorando y lo abraza cuando lo ve, lo que lo asusta.
— Lo dejé ir... lo dejé, ya nunca más podré darle amor.
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