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Capítulo 53

Los esposos Fortunato no se hablaron ni se vieron en dos días, a pesar de que vivían en la misma mansión.

Agustín tomó una habitación que estaba conectada con una sala para hacerla su despacho personal y la habitación contigua, su dormitorio, nunca más volvería a dormir con su esposa.

En cuanto a Mercedes, había creado un resentimiento de tal magnitud que maldecía a Agustín, lo odiaba como nunca odio a nadie antes. Sus ilusiones se destruyeron, sus esperanzas de encontrar el amor con aquel hombre, se borraron por completo de sus pensamientos. Ahora entendía que el mayor error de su vida fue casarse con él, ya que nunca en toda su existencia fue tan desdichada como lo era ahora.

Mercedes Se sentía tan tonta e ingenua, pero en esos días que no ha visto a su esposo lo único que lamentaba era que no consiguió de él lo único que deseaba, un hijo. En esos días ve que un médico visitaba a Agustín, quizás los golpes que le dio fueron demasiados fuertes, pero, aun así, sentía que se lo merecía. Fue a su despacho para encararlo, ya no sería buena ni comprensiva con él

Agustín se sobresalta cuándo ve que entra Mercedes al despacho

— OH... ¡VETE DE AQUÍ!

— Es mi casa, puedo entrar donde yo quiera

— Perfecto... entonces yo me marcharé de esta mansión

— Ah sí... eres el señor del melodrama... recién me doy cuenta de que tu nombre queda perfecto contigo. Agustín, suena a angustia, te llamaré ahora así, señor angustia.

— ¿Para qué has venido? No tengo nada de que hablar contigo

— Eres un bastardo, te revuelcas con otra mujer cuando estás casado conmigo. ¿Es por eso que no podías tener intimidad conmigo? ¿Por qué estabas muy cansado al estar con tu zorra?

— Primero, no te respondo como debería porque, aunque no lo quiera, eres mi esposa y segundo, yo nunca te he jurado fidelidad, lo nuestro es solo un contrato de negocios

— ¿Quién es Celenia? Quiero que la dejes de ver, yo no seré el hazmerreír en mi propia casa — Mercedes se lo dice tan molesta que apretaba los dientes

— Para tu tranquilidad, no la he visto desde el día de la boda, pero eso no quiere decir que no piense en ella todos los días, es la mujer de quien estoy enamorado, por eso no quería casarme contigo, ella me ha dejado por culpa tuya y tú con tus berrinches de niñita no lo cambiará.

— Eso ya no me importa, tú tienes un deber conmigo, no me interesa de quién demonios estés enamorado, para mí, tus sentimientos son basura y puedes ir a llorarle cuando quieras señor Angustia, pero antes quiero que me des a mi hijo, luego de eso puedes irte al infierno con tu meretriz

Agustín estaba sorprendido y molesto con aquella mujer por hablarle como si él tuviera una responsabilidad con ella.

— Eres verdaderamente estúpida ¿Realmente crees que algún día podremos tener un hijo tú y yo? Entiende que no me gustas, ni siquiera me excitas...

Mercedes lo abofetea con una explosión de ira, levanta la mano nuevamente para golpearlo, pero Agustín se la sostiene la y con la otra mano, la toma por el mentón clavando sus dedos con fuerza en sus mejillas, esto hace que Mercedes se asuste al ver los ojos llenos de rabia de su esposo.

— NUNCA MÁS VUELVAS A GOLPEARME... NO TOLERARE MÁS ESTO — Grita Agustín soltando con violencia, notando que tenía las mejillas rojas, ella estaba notoriamente asustada — Puedes tener un hijo con quien quieras, nunca te preguntaré nada, me haré pasar por el padre.

— Aún sigues insultándome, quieres que tenga un amorío para tu no sentirte culpable

Agustín suspira, ya no tenía paciencia y no quería seguir hablando con esa niña.

— No. Es solo la solución que te estoy dando. No volveré a tener intimidad contigo, y aunque así sea, no creo que pueda tener ya hijos.

— ¿A qué te refieres? ¿Por qué no? — pregunta Mercedes con sorpresa, pero sin cortar su actitud de enfado.

— Ha venido el médico para revisarme, ya que aún mantengo dolor en los genitales y está muy inflamado, después de tu ataque de locura. Piensa que he quedado infértil.

— No creas que por eso te pediré disculpa, te lo merecías.

— No espero que lo hagas, solo déjame en paz, es lo único que te pido.

Con el paso de los días, Mercedes y Agustín no volvieron a hablar, no tenían nada que decirse. Con el paso del tiempo la rabia de Mercedes pasó a despecho, luego a tristeza y finalmente a resignación.

Ambos ya estaban cansados de esta batalla que era su matrimonio, e hicieron una tregua.

— No nos entendemos, ninguno entiende lo que pasa por la mente del otro — comenta Agustín

Estaba tomando un té después de la cena en el salón al lado de la chimenea, sentado en un sofá. Los esposos ya desde hace días estaban conversando más calmados.

— Hem... creo que sería bueno mantenernos ante los demás como un matrimonio normal. Yo no espero nada de ti — dice Mercedes mirando el fuego que crepitaba en la chimenea.

— Lo lamento Mercedes, tengo pena por ti y por mí, estamos atrapados en este matrimonio

— Yo sé que alcanzaré la felicidad, creo que esperaré un tiempo y adoptaré a un pequeño ¿Serás su padre?

— Sí. La decisión que tú escojas la seguiré

— Entonces, estamos en paz — Mercedes sigue bordando un pañuelo, aún tenía un resentimiento en contra de Agustín, quizás siempre lo tendría, aún le faltaba tiempo para sanar.

Todas las noches el matrimonio conversaba en el salón, la casa era demasiado grande para ellos dos, así como la distancia que existía en su relación. Desde que se casaron, ya han pasado 9 meses, Agustín tenía 16 años y con el tiempo que han pasado juntos el matrimonio Fortunato, más apatía e indiferencia existía entre ellos.

Celenia luego de que se marchó de la casa Fortunato, se dirigió a una ciudad vecina y encontró trabajo en una casa patronal en un campo de plantación de maíz.

Luego de escribir aquella dolorosa carta para Agustín, Celenia pensaba todos los días en él. Por las noches lo añoraba y recordaba lo tierno de su último encuentro, de esta manera nunca se sentía sola, ya que su amor estaba siempre con ella, en sus pensamientos.

Celenia vivía tranquilamente atendiendo la casa patronal y tenía un pretendiente que trabajaba en los campos, que le regalaba flores cada tanto, pero ella trataba de rechazarlo cortésmente, aunque aquel hombre insistía, pero eso no era su mayor preocupación. Ya habían pasado 2 meses desde que se alejó de Agustín y por las noches antes de ir a dormir tenía mucha acidez que no lo lograba calmar con nada, ya que de comer algo para aliviarlo lo vomitaba rápidamente. Estos síntomas ya los había visto en los embarazos de su madre y sabía que ella lo estaba.

Celenia no lograba entender cómo pudo quedar embarazada con tan solo su primer encuentro. Se sentía tan tonta e ingenua, era obvio que lo estaría después de la intensidad de aquella noche, pero no podía regresar con Agustín y decírselo, no le daría esa carga a él, ya que seguramente estaba formando una vida con su esposa y ella solo era una tentación.

Trató de mantener el secreto lo más que pudo, pero ya a los 6 meses de embarazo, los corsés no tapaban su notorio estado y cuando se enteraron sus patrones, fue despedida y expulsada inmediatamente de la casa, porque una mujer que estaba esperando un niño y no estaba casada, era considerada una pecadora que merecía el repudio de toda la sociedad por ser una pecadora.

Regresó a la casa de su madre, pero está al verla en aquel estado, la golpea y la expulsa.

Había caído en desgracia, solo tenía una opción y era acudir donde las hermanas de la caridad. Ese claustro acogía a aquellas mujeres que estaba en cinta, les daban cobijo y alimento hasta el día del parto, para luego dar al recién nacido en adopción y las mujeres ingresaba al convento para consagrar su vida a Dios y de esta forma expiar sus culpas.

La vida en el convento era dura, Celenia era despertada a las 6 de la mañana para rezar el santo rosario, luego debía limpiar los pasillos hasta la misa de las 10. Al finalizar, ayudaba en la cocina, almorzaba, nuevamente, el rosario de las 15 horas y a las 21 horas, debía rezar una última vez antes de dormir. Esta era su vida todos los días y era agotador, pero ya estaba incluida como novicia, alejada del resto de monjas, ya que su estado era indigno, pero ya tenía decidido que daría a ese pequeño en adopción, puesto que no tenía nada que ofrecerle y no lo podría mantener, pues nadie le daría trabajo siendo una madre soltera.

Cuando comenzó a sentir sus pequeñas pataditas, su decisión comenzó a flaquear. Amaba a ese pequeño, ¿cómo no hacerlo? Era el hijo de Agustín. Ahora, ya no sabía si sería capaz de entregarlo.

El día del parto llegó, era una fría tarde de invierno y Celenia estaba asustada, sus dolores eran tan fuertes que, creía que Dios la estaba castigando por haber estado con el esposo de otra mujer en la noche de su boda, pero todo se calma, cuando escucha el llanto de su pequeño, mira como las hermanas lo cubrían con paños y ella pidió verlo, así que se lo entregaron.

Celenia comienza a llorar cuando ve su tierno rostro, eso era lo único suyo en toda su existencia, su querido compañero que la despertaba con alguna molestia, ahora lo podía ver de frente. El pequeño deja de llorar cuando escucha su voz y levantaba las cejas en señal de que la reconocía. Estaba perdidamente enamorada de ese bebé. Cuando las hermanas de la caridad lo toman para llevárselo, ella llora desesperadamente y ruega.

— Por favor... no se lo lleven... no quiero entregarlo... es mío.

Fue tal la insistencia de Celenia que, se lo entregaron y le dejaron pasar la noche ahí para que se recupere del parto. A la mañana siguiente, fueron a buscar al recién nacido, pero Celenia se aferraba a él y no quería entregarlo, así que fue expulsada del claustro, puesto que una mujer con un hijo no podía permanecer ahí. Le dieron una hogaza de pan y un paño para que pueda mudarlo de camino a casa, pero Celenia no tenía dónde ir, no regresaría con su madre, ya que sabía que esta la golpearía y la echaría a la calle.

Cubría al pequeño con una gruesa capa, lo que impedía que el resto viera lo que llevaba debajo, pensaba conseguir un trabajo, pero con aquel niño, nadie la contrataría, a pesar de eso, tocó varias puertas y todas se le cerraron. El paño que le dieron para cubrir a su bebé ya estaba sucio y el otro que tenía lo lavó, lo colocó en su hombro para que el sol de invierno lo secara mientras caminaba, pero hacía frío y esto no ocurría, así que dejo a su hijo sin un pañal, haciendo que sus eliminaciones cayeran en su vestido, pero la suciedad no se notaba por la capa que refugiaba al pequeño.

Por la noche, no tenía dónde dormir y se refugió en una iglesia, en aquella calma mientras amamantaba a su hijo, entiende que su situación era crítica, el frío del invierno podría terminar con la vida del bebé si no encontraba un lugar calefaccionado o al menos tener ropa más abrigadora, solo podía brindarle su calor y eso no era suficiente, ni siquiera para ella. A la mañana siguiente, el frío era intenso, que hasta el agua de la pila bautismal tenía una capa de escarcha, Celenia tenía los brazos entumidos y adoloridos por cargar a su hijo, los pies no los sentía por el frío, pero lo peor era el hambre, no tenía dinero y esto la hizo mendigar, pidiendo dinero en las calles. Estuvo un largo periodo hasta que consiguió suficiente para comprar un trozo de pan, pero, aunque tenía el dinero, no la dejaron ingresar a la panadería, puesto que su aspecto era deplorable y olía muy mal por las deposiciones y orines del pequeño que ocultaba bajo su capa.

Celenia estaba desesperada, ya volvería a anochecer, tenía hambre y frío, si volvía a dormir en una iglesia, ella y su hijo seguramente morirían. Lo mira como chupaba sus manitas, tenía ojos muy grandes y tiernos, pensaba que por su egoísmo ahora debía de estar sufriendo y sería peor cuando no tenga leche para alimentarlo por el hambre y la deshidratación. Lo abraza, besa su cabeza y llora, ahora debía de sacrificarse por él.

Camina hasta el burdel, ser una loba, era la única posibilidad que le quedaba. Ya era sabido qué mujeres, en su condición, era la única solución que tenían cuando estaban deshonradas y podría quedarse con su hijo. Antes de ingresar en aquella casona, ve cómo un hombre mayor y de apariencia tosca entraba al burdel, de solo pensar en tener intimidad con un hombre así, le provocó asco, además, que rompería el juramento que le hizo a Agustín y, por otro lado, aún estaba débil por su parto reciente, sentía dolor y aún sangraba.

En ese momento Celenia tomó una determinación, regresaría a la casa Fortunato y le entregaría a su hijo a Agustín, pero tenía miedo de que él lo rechace y que se desligue de esa responsabilidad, probablemente lo haría, quizás él ya esté esperando un hijo con su legítima esposa.

Cuando llega a la mansión, le informa que ya él no vivía ahí, ahora estaba con su esposa en una mansión a las afueras de la ciudad.

Celenia, ya no tenía fuerzas, no había comido nada desde ayer y aún debía caminar mucho hasta llegar. Si Agustín recibía al niño, ella se marcharía y podría estar tranquila, pero si lo rechazaba debería abandonarlo en un orfanato, al menos tendría en un lugar cálido y posibilidad de sobrevivir, y en cuanto a ella, no le importaba que fuera de su futuro, solo quería salvar a su pequeño.

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