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Capítulo 52

Por la mañana Agustín se despierta y se dirige al comedor para desayunar, estaba decidido al encontrar ese día a Celenia, pero mientras estaba pensando en donde comenzar a buscar, le entregan una carta que había llegado a su nombre, cuando la abre, descubre que era de Celenia.

Mi amado Agustín

Sé que no entiendes y no entenderás en mucho tiempo, porque aún yo no lo comprendo. Es triste amar a alguien, pero que ese amor esté prohibido, en alguna nueva vida podremos encontrarnos y ser felices, pero en esta no será. Nuestro amor nunca debió nacer, pero fue puro y tierno, ahora que estás casado ante los ojos de Dios, nuestro amor es un pecado y para que no tengamos tentación al vernos, he decidido marcharme. No me busques, ya no estoy en la Capital, a nadie le he dicho donde he ido, ahora solo lo sabes tú, mi amado Agustín.

Mis promesas se mantienen, nunca estaré con otro hombre y nunca te abandonaré, ya que mis pensamientos y mis oraciones son para ti, pero debo decirte adiós y espero que tengas toda la felicidad que puedas conseguir con tu esposa, ella es joven y debe estar llena de ilusiones como toda mujer, por favor, sé feliz con ella y forma una familia, el tiempo sanará estas heridas.

Siempre tuya.

Celenia.

Agustín sale del comedor y se dirige a su habitación para leer una y otra vez esa carta. Celenia se marchó y se llevó con ella todas sus ilusiones, sentía que su vida estaba en pedazos y debía recogerlos para volver a armarla, pero ya no tenía fuerzas, estaba cansado, no sabía cómo continuar, solo podía llorar.

— No era un pecado... esto no era un pecado — Se repetía una y otra vez Agustín llorando sobre aquella carta.

***

La mansión estaba lista para acoger a los nuevos esposos y estos se mudaron a su nuevo hogar. Los días habían pasado y Agustín tenía una profunda pena, pero cambiar de ambiente lo ayudaría, ya que todo en la casa de sus padres le recordaba a Celenia, pero a pesar de esto, se mantenía melancólico.

Mercedes estaba muy entretenida viendo las decoraciones de la mansión, además se sentía aliviada, porque su esposo ahora dormía con ella en la misma cama. Por las noches lo abrazaba y besaba en la nuca, pero a pesar de los días que compartían, siempre lo veía triste y decaído, ya que se sentaba en un salón, se cubría con una manta y bebía una copa de vino mientras leía algún libro.

— Dale tiempo pequeña, aún es un muchacho muy joven, al igual que tú — Bernardo Borcajada caminaba con su hija en el jardín de la casa, ella los visitaba con frecuencia, pero a su yerno no la había visto desde el día de la boda.

— Llamé a un médico, dice que está deprimido y que debe hacer actividades que lo diviertan, pero ya ha pasado tanto tiempo. Ahora ha vuelto a leer y está comiendo más. Papá, no sé si fue buena idea casarme con él — comenta Mercedes cabizbaja.

— Claro que sí. Cuando tenga a su primer hijo entre sus brazos será dichoso y te amara por dárselo

— Estoy segura de que estoy embarazada papá

— Si, yo también lo creo hija — Sonríe Bernardo a su hija — Revisa tu estado con un médico, además que se te está notando, estás cada vez un poco más gordita.

— Ya me debo ir — Mercedes besa a su padre en la mejilla para regresar a casa.

Ya habían pasado 3 meses desde que fue el matrimonio y desde que Celenia se marchó. La vida para Agustín era muy floja y aburrida, solo sentía que los días pasaban. Mercedes lo acompañaba la mayor parte del tiempo y trataba de tener temas de conversación, pero aunque Agustín volvió a ser retraído como antes, le tenía aprecio a su esposa, ya que comprendió que era solo una muchacha que le inculcaron en creer que su héroe vendría a rescatarla y sería feliz para siempre, solo que ahora la cruda realidad era presente y que la vida no era como un cuento de hadas.

Mercedes entra a la sala saludando a su esposo con un beso en la mejilla, este como era su costumbre solo se mantenía leyendo.

— Fui a visitar a mis padres, preguntan cuándo iras a verlos — Mercedes se sienta en un sillón de roble tallado, sonriendo a su esposo.

Agustín lanza un suspiro de fastidio.

— Nunca...

— También me gustaría que visítenos a tus padres — Mercedes trata de tener una actitud optimista para subir el ánimo de Agustín

— No

— Pero sería bueno para ti que salgamos como familia, desde que nos mudamos aquí has estado encerrado, debes dirigir las minas de carbón

Agustín mira a Mercedes que estaba expectante, tenía un rostro adorable y pensaba que, si nunca hubiera existido Celenia en su vida, tal vez podría enamorarse de ella. Sentía lástima por la joven, ya que siempre ha sido muy agrio con ella desde que se casaron.

— Mercedes, ¿por qué aún no te cansas de mí?

— Porque estoy segura de que pronto ambos seremos muy felices, cuando tengamos un hijo, lo criaremos y lo veremos crecer, eso sería hermoso

— ¿Quieres tener un hijo? ¿Eso te haría feliz?

— Sí... eso sería lo más hermoso, siempre he querido ser una madre y estoy segura de que estoy embarazada

— ¿Por qué crees eso? — pregunta Agustín sorprendido.

— Porque desde que nos mudamos, hemos dormido juntos, ya debería estar embarazada

Agustín deja su libro a un costado, y mira a Mercedes con ternura

— ¿cómo se supone que con eso tendrás a un niño? — pregunta Agustín y sin aguantarlo, comienza a carcajear.

Mercedes se sonroja avergonzada.

— Porque siempre se dice que para tener un hijo te debes de acostar con un hombre. Cuando alguna mujer estaba embarazada, escuchaba a las sirvientas decir que era porque se acostó con algún varón ¿Acaso no es así?

— Mercedes... ¿Cuántos años tienes?

Mercedes seguía avergonzada y pensaba que Agustín quería burlarse de ella

— No soy tonta, si es lo que crees — responde Mercedes ofendida.

— No lo digo por eso, es solo que casi no sé nada de ti. Podríamos partir de nuevo y tratar de ser amigos, ya que estarás conmigo hasta la muerte, podríamos hacer esto más llevadero

— Sí... eso me gustaría, estoy segura de que después nos enamoraremos y seremos unos amantes apasionados. Tengo 14 años.

Para Agustín eso explicaba todo, si bien, él era solo un año mayor, Mercedes se comportaba como una niña llena de esperanzas. Realmente le tenía cariño, ella no tenía la culpa de nada, no tenía culpa de nacer en una familia rica que la intercambio por buenos negocios y no tenía culpa de casarse con alguien que no la quería, pero a pesar de esto, cumpliría su deseo, si ella era madre, ya tendría algo que le alegre la vida.

— Tengamos un hijo, quizás eso mejore todo.

— Me gustaría tener muchos niños, ellos son lo más lindo y puro que existen, solo espero ser una buena madre — responde Mercedes llena de ilusiones.

Era de noche y los esposos estaban en su habitación. Mercedes esperaba paciente mientras miraba a Agustín con su camisón a que le digiera que hacer.

Agustín no sabía por qué le ofreció un hijo, aún no se sentía preparado para eso y menos con aquella niña. La situación era muy distinta a como lo fue con Celenia, con ella lo esperaba, con Mercedes era una obligación.

— No te asustes ¿Bien? — advierte Agustín apagando las velas.

— Sí, estaré tranquila... ¿Qué hago? — pregunta Mercedes ansiosa al estar en penumbras.

— Solo recuéstate, cúbrete con las frazadas y levanta tu camisón hasta la cintura

Agustín estaba notoriamente nervioso, pero Mercedes estaba tranquila, hasta que se coloca encima de ella y comienza a actuar. Solo paso un minuto cuando Agustín decide parar. Mercedes estaba llorando con los ojos apretados y mordía sus dedos en señal de dolor.

— Es mejor dejarlo — Agustín se coloca a un costado y se da la vuelta dándole la espalda a Mercedes

— No... espera, ya pasará... solo estaba sorprendida

— Aun así... yo no puedo

No podía seguir de todas formas, estar así le recordó la noche con Celenia y una lágrima se le escapó de los ojos, así que no deseaba que Mercedes lo vea.

— Pero lo podríamos intentar otro día... ¿Mañana? — Mercedes lo toma por el hombro y se acerca para abrazarlo por la espalda.

— Ahí veremos... ahora duérmete, ya es tarde.

Ni esa noche ni las siguientes pudieron completar el acto, muchas veces iniciaban, pero Agustín volvía a recordar a Celenia, sentía que le era infiel y que estaba sucio por estar con otra mujer, lo que hacía que rápidamente perdiera la estimulación. En otras ocasiones, ni siquiera podían iniciar. Cada vez que lo intentaban acentuaba más la depresión de Agustín.

A Mercedes le preocupaba, pensaba que a él le dolía y que por eso en algunas ocasiones Agustín tenía un rostro triste y lloroso. Los días seguían pasando y a ellos se le sumaron meses. Cada esposo seguía con sus actividades diarias y ocasionalmente volvían a intentar tener familia, pero sin éxito, ya que Mercedes aún seguía en su empeño de tener un hijo y la actitud de Agustín la estaba desesperando.

Ya había pasado mucho tiempo y Agustín estaba decidido a cortar con esto. Quizás un hijo le ayudaría a olvidarse de sus penas, dejar el recuerdo de Celenia atrás para poder avanzar con su vida. Se daría una nueva oportunidad, ya que habían pasado 6 meses desde que Celenia se marchó.

Esa noche Agustín se enfocó en tratar de tener intimidad con su esposa y por primera vez esto estaba resultando, ya que mantenía los ojos cerrados y pensaba en que estaba con Celenia como en aquella noche, donde podía acariciar su cabello, jugaba con sus pechos y mordisquear sus labios, recordarla así lo excitaba, ya que la idealizaba y esto pronto lo llevaría al orgasmo.

La respiración de Agustín estaba agitada y ya pronto terminaría. En sus pensamientos, él estaba con su amada, volvía a estar completo, ya no le dolía el pecho y su corazón no estaba oprimido, daba suaves gemidos y tiernos besos en el hombro de su amor

— Celenia... Celenia mi amor... — murmura Agustín.

Mercedes lo empuja con fuerza y lo mira con sorpresa. Cuando comprende lo que estaba ocurriendo, una rabia incontenible se apodera de ella.

Agustín sale de sus pensamientos con tal violencia, que no entendía lo que estaba ocurriendo. Cuando entra nuevamente en la realidad, entiende lo que acaba de hacer. Había nombrado a Celenia

— Hem... no... Mercedes... Mercedes

Mercedes lo abofetea, pero no estaba conforme y lo hace varias veces, quería causarle todo el daño posible, lo odiaba, lo odiaba con todo su ser, nunca había tenido tanta rabia en toda su vida.

— ERES UN MALDITO, UN INFIEL... ¡INFIEL!

Agustín comienza a cubrirse, puesto que Mercedes estaba incontrolable, se había transformado de una dulce niña a un demonio traído del infierno que incluso le daba miedo. Agustín no la podía controlar, no se detenía y para colmo, se había enredado él con las sábanas, lo que impedía que pudiera escapar.

Mercedes comenzó a darle patadas con tal fuerza que le estaban provocando un real daño a su esposo, ya sea en la cara, pecho, abdomen y dos golpes certeros en los testículos que lo hicieron caer de la cama.

Agustín sentía mucho dolor, se afirmaba con fuerza, la entrepierna, una corriente eléctrica se agolpaba en la zona baja de la espalda, dándole fuertes contracciones que le quitaban el aliento, ya no sentía las piernas y pensaba que no podría respirar, lo que producía que no pudiera hablar, solo daba bocanadas de aire.

A Mercedes le complacía exageradamente ver retorcerse del dolor a Agustín. ¿Cómo podía haberla engañado de esa manera? Solo llevaban unos meses casados y ya estaba con otra. Quería seguir golpeándolo, pero su humanidad se lo impidió.

— QUIERO QUE SALGAS DE LA HABITACIÓN... YA NUNCA MÁS VOLVERÉ A COMPARTIR CONTIGO MI CAMA — grita Mercedes

Agustín tenía la vista nublada, nunca había experimentado tanto dolor en toda su vida. Trataba de gatear, pero no podía hacerlo muy bien, lo que le desespera a Mercedes y ya sin paciencia, toma a Agustín por el pelo para arrastrarlo, pero como de verdad él no podía avanzar, lo jala con fuerza de los brazos hasta dejarlo en el pasillo y azotar la puerta de su habitación tras de ella. Ya estaba cansada de ese hombre, de su cara de melancolía y de vivir improvisando para él para tratar de complacerlo.

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