Capítulo 50
Agustín esa noche no durmió, se sentía triste y desesperado, perdió todas las esperanzas que tenía, sentía lástima de sí mismo y se autocompadecía, ya que Celenia le ayudó a tener alegría en su vida desde que llegó y ella fue la que se lo arrebató.
Ya por la mañana su tristeza paso a rabia y despecho, ya no le importaba nada y nadie, decidió que el mundo hiciera lo que quisiera con su vida, y en ese caso, prefería ayudar a su padre en mantenerse en el club de caballeros.
—Padre... he recapacitado
Federico estaba tomando un té con su esposa y mira a Agustín sorprendido
—¿Aceptarías el matrimonio con los Borcajada?
—Sí...
Para Federico el día se iluminó nuevamente, con esto se abrían las esperanzas de solucionar todos los problemas que Agustín había ocasionado.
Los Fortunato concurrieron nuevamente a la casa de los Borcajada. Agustín se disculpó de manera convincente y estos aceptaron las disculpas, retomando los preparativos de la boda.
Los días avanzaron y el matrimonio se aproximaba.
—Estoy segura de que seremos muy felices — Sonreía Mercedes a su prometido.
—Sí, yo también lo creo — responde Agustín sin ánimos, con la mirada pérdida.
Los futuros esposos estaban dando un paseo por el jardín de la mansión Fortunato, sus padres miraban desde la distancia a los jóvenes y tomaban acuerdos sobre el matrimonio y negocios. Cercano a ellos se encontraban los sirvientes para servir el té y más bocadillos, entre ellos estaba Celenia que miraba cómo Agustín charlaban con aquella joven que sería su esposa. Cada tanto Agustín la miraba, esperando de parte de ella algún gesto que le diera esperanzas de que era mentira lo que le dijo hace más de un mes, pero solo recibía de esta un suspiro, una sonrisa y una afirmación con la cabeza. El matrimonio se llevaría a cabo el día siguiente.
Ya era de noche y Celenia estaba caminando por el pasillo para dirigirse a su habitación. Siempre era amargo para ella ver a Agustín y sobre todo si estaba con su prometida, por las noches lloraba para no hacerlo por las mañanas y que este se diera cuenta de que aquello le afectaba.
Mientras daba vuelta por una esquina de la casa sosteniendo una vela, una puerta se abre levemente y una mano la arrastra al interior de aquella habitación, lo que hace que arroje involuntariamente la vela. Aquella habitación estaba muy oscura, pero Celenia podía ver por la luz de luna que se colaba entre las cortinas, a Agustín que tenía un rostro melancólico.
—Me casaré mañana... dime que no lo haga — suplicaba Agustín.
—Tienes que hacerlo
—¿Por qué eres tan cruel? Yo podía haberte querido siempre
Celenia se camufla en la oscuridad porque no aguantaba más y comienza a llorar, pero no quería que Agustín la viera, respira profundo para que él solo pueda escuchar su voz.
—Ya hablamos de eso... debes casarte, ella es una mujer preciosa, estoy segura de que te hará dichoso, te enamorarás de ella.
—No... ya no puedo creer en el amor, porque has roto mi corazón
Celenia no podía hablar, y comienza a tratar de aguantar el llanto, pero este se escapaba en forma de tos.
—¿Qué te pasa? — pregunta Agustín al escucharla dar pequeños quejidos. Trata de tocar el rostro de Celenia, pero esta la aparta la mano.
—Solo tengo tos... estoy resfriada
—Aún busco una manera desesperada para que me quieras, si solo deseas dinero de mí, te lo daré.
—... yo... no quiero tu dinero... solo quiero que me dejes en paz, deja de acosarme
—Esta es la última oportunidad que te lo preguntaré... ¿No me quieres?
Celenia suspira, pero una simple palabra no podía salir de su boca, si hablaba se daría cuenta de que estaba llorando.
—¿Por qué no me respondes? — Agustín esperaba que le dijera algo, pero Celenia no respondía, quería creer en ella y trata de abrazarla, pero esta lo empuja con fuerza — Ya entiendo, aún sigo arrastrándome por alguien que considera soy solo un juego. Me he humillado por ti, pero ya no más, me casaré con Mercedes y seré feliz, tendré una vida plena y para ti, te doy todo mi desprecio, espero que la vida te trate mal y que sufras como me has hecho sufrir a mí.
Agustín sale de la habitación y deja a Celenia devastada. Él se casaría con otra mujer, ya sus besos no serían de ella, sus caricias y su amor serían para otra, para ella solo le quedaba sufrimiento, pero le pedía a Dios que siempre él fuera feliz, porque si lo era, al menos sabría que el hombre que amaba estaría bien y con eso ella también lo estaría.
A la mañana siguiente, el matrimonio se estaba llevando a cabo. La novia se veía radiante y feliz, en cambio, el novio era todo lo contrario que, hasta don Federico varias veces le hacía gestos a su hijo para que sonriera.
Durante la ceremonia, el sacerdote da los votos matrimoniales y pregunta a Agustín si acepta aquella unión, pero este no responde. El sacerdote nuevamente pregunta si aceptaba a Mercedes como su futura esposa y prometía serle fiel en lo favorable y lo adverso hasta que la muerte los separé... pero Agustín seguía sin responder lo que volvió la ceremonia en algo incómodo. Rápidamente, el sacerdote cambia el contenido de la ceremonia, que era un matrimonio modificado para los casos en el que los novios eran obligados a contraer nupcias, de esta manera se continuaba sin la aprobación de una de las partes.
Cuando regresaron a la mansión Fortunato para la fiesta de matrimonio, Celenia se mantenía con otras criadas a cargo del servicio. Al ver ingresar a Agustín en compañía de la que ahora era su esposa, comienza a llorar, ya que no lo podía contener.
— Ay Celenia ¿estás emocionada? El señorito se ve muy atractivo — sonreía una de las criadas que estaban de pie esperando servir.
—la novia es bellísima — responde otra de sus compañeras, quien se le une en las lágrimas.
—Ya están igual que las viejas llorando — ríe otra sirvienta joven y señala a las sirvientas de mayor edad.
Los sirvientes también lloraban, pero de felicidad por el acontecimiento, ya que todos querían al señorito y lo conocían desde que era un niño.
Celenia ve que Agustín la estaba mirando y hace lo mismo que el resto de sirvientes, sonríe y aplaude en forma de felicitación. Cuando ve que hace este último gesto, él aparta la mirada de forma molesta.
Esa celebración seguía hasta la noche. Para Celenia, este era el día más triste de su vida, no podía expresar sus sentimientos, ya que debía trabajar sirviendo platillos y tragos, pero era una tortura y quería salir del lugar.
En medio de la celebración, Federico se acerca a su hijo para susurrarle.
—Ya es hora de que lleves a tu esposa a la habitación.
Agustín mira a su padre, luego busca con la mirada a Celenia, pero esta ya no estaba en la fiesta.
—Si papá...
Toma a Mercedes de la mano y la lleva fuera de la fiesta, luego de despedirse de los invitados.
Como era la tradición, los nuevos esposos se retiraban antes del festejo para consumar el matrimonio.
Los esposos subieron a una habitación que se había preparado especialmente para ellos, ya que su nuevo hogar aún no estaba habilitado para que vivieran en él, así que por unos días estarían en la mansión Fortunato.
Mercedes estaba nerviosa, sabía que este era su primer acto como esposos y esperaba que su marido la guíe cuando se encontraron a solas.
—Agustín... ¿Qué hago? — pregunta Mercedes de manera nerviosa y emocionada.
—Prepárate para dormir — indica Agustín.
—Está bien. He bordado un camisón para este día, lo estaba decorando por meses — Mercedes sonríe y junta sus manos en su pecho
—Hem... te daré espacio para que puedas vestirlo, vendré más tarde.
— Te estaré esperando en la cama.
Agustín sale del dormitorio nupcial, iría a buscar vino para tomar valor y se quedaría bebiéndolo en la que era anteriormente su habitación, antes de regresar con su esposa. Cuando camina por los pasillos escucha a alguien llorar desconsoladamente de manera tan agitada que se ahogaba con su propio llanto. Abre la puerta del salón de lectura de dónde provenía el sonido y ve a Celenia, quien estaba escribiendo una carta.
—¿Que estás haciendo?, ¿Por qué estás llorando?
Celenia se sobresalta al escuchar a Agustín, traga saliva, se seca las lágrimas torpemente y trata de ocultar lo que estaba escribiendo rápidamente.
—Ah... es que me regañaron por romper unos platos y dijeron que me lo descontarán de mi paga
Agustín se acerca para verla mejor.
—Tú no llorarías por eso, estás mintiendo, además ¿Por qué estás escribiendo a estas horas?
Celenia toma la carta, la arruga y la oculta tras su espalda
—Es solo cosas mías
—Quiero verlo — exige Agustín.
—No
Ella trata de escapar, pero Agustín le cierra el paso, da un paso para el costado, pero Agustín le volvía a cerrar el paso, lo peor es que no podía dejar de llorar y para colmo, este le quita la carta en un descuido y comienza a leerla.
Querido Agustín
Te agradezco por toda tu amabilidad y espero que tu vida siempre sea próspera, ya que has sido alguien muy importante en la mía y te deseo toda la felicidad en esta nueva etapa que comienzas. Por desgracia debo dejarte, porque me es difícil seguir sirviéndote ahora que eres un esposo, soy una egoísta y...
La carta termina hasta ese punto y Agustín vuelve a mirar a Celenia.
—¿Te vas por qué me he casado? ¿Estás celosa?
—Yo no... — Celenia comienza a temblar y trataba de ocultar sus sollozos tapándose los labios con los dedos — Es que conseguí otro trabajo, me pagarán mejor...
Como Celenia hablaba, le recordaba a Agustín como hablaba ayer en la habitación a oscuras y cae en cuenta de lo que estaba pasando, entrando en desesperación.
—Ayer estabas llorando también ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me dejaste si me querías?
—No... yo no te quiero, ya te lo dije...
—¡MENTIRA!
Agustín la abraza y siente cómo ella llora y temblaba.
—Es que tú no lo entiendes, si no te casabas, los inversionistas abandonarían los contratos y la gente no tendría trabajo.
—Y eso a ti, ¿qué te importa? Las personas pueden buscar trabajo en otros lugares. Pusiste los negocios de mi familia por encima de mí — Agustín presionaba los brazos de Celenia con fuerza y trataba de contener el llanto.
—Sí... lo hice, y lo volvería a hacer. Tú no sabes lo que es pasar hambre, no sabes lo difícil que es encontrar trabajo, con la necesidad, las familias se destruyen y terminan en violencia, por eso los padres se desquitan con sus hijos, porque se desesperan al no tener que darles de comer al día siguiente, yo no seré la causa de la desdicha de esas personas — Responde Celenia sin dejar de llorar.
—Pero me hiciste desdichado a mí, yo no tengo la culpa de eso, yo solo deseaba que me amaras como lo hacías antes
—Yo siempre te querré, hasta el día de mi muerte. Te amo con todo mi ser, perdona por hacerte pensar que no eres amado... tú siempre serás el amor de mi vida.
Ya sin aguantarlo más, el corazón de Agustín se agita y caen lágrimas de sus ojos.
—Yo lo sabía... mi corazón no podía estar tan equivocado, eres la mujer más tierna que he conocido, te preocupas por los demás, pero yo te necesito ¿POR QUÉ DEJASTE QUE ME CASARA?... ¿POR QUÉ?, no es justo... si sabes que yo te amo...
Celenia sentía cómo Agustín lloraba agitado en su hombro, mientras la abrazaba con firmeza.
—Perdóname, por favor perdóname, solo quisiera un mundo donde podamos ser libres, donde pueda quererte sin miedos, por qué en toda mi vida solo supe lo que era la felicidad cuando estuve contigo, me hice adicta a tu cariño y era por eso que no quería enamorarme, porque sabía que perderte sería lo más doloroso que me pasaría... y así es, esto duele demasiado.
Agustín no aguantaba más y la besa de manera desesperada.
—No... esto no tiene por qué doler, esto no tiene por qué terminar... me niego a que se termine, tú lo eres todo para mí.
—Y tú lo eres todo para mí... mi amor, mi dulce Agustín, pero ya estás casado y ante los ojos de Dios tu esposa es otra.
—No... me casé, pero no la quiero, tú eres la dueña de mi amor y solo a ti te debo fidelidad, ahora que sé que me quieres, no me importa nada. Ya cumplimos con casarme para mantener el negocio familiar, pero nadie me puede obligar a dejar de amarte
—Pero esta es tu noche de bodas, debes regresar con tu esposa
—Tienes razón, es mi noche de bodas y la pasaré con quien considero es mi verdadera esposa.
Agustín le seca las lágrimas que corrían por el rostro de Celenia, la toma de la mano y la saca de aquella habitación.
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