—Es grave, muy grave... es el peor desprecio que se puede hacer a una familia — habla uno de los socios del Club de Caballeros.
—Lo entiendo, pero nuestra familia quiere el compromiso — responde Federico.
—Ya dije que no me casaré con esa muchacha — contesta Agustín de manera despreocupada.
—Entonces las puertas del Club de Caballeros están cerradas para usted — interviene el líder del Club.
Los miembros del club que habían acudido a casa de los Fortunato estaban molestos, hablaban tan solo con un chiquillo mimado que estaba haciendo una rabieta.
—Bueno... yo tampoco quería estar — vuelve a hablar Agustín.
—Agustín cállate, no tienes idea de lo que estás hablando. Te has vuelto un malcriado, solo un niño haciendo un berrinche — le reprende Federico, quien estaba notoriamente afligido.
—Joven, todas las grandes familias tienen sus negocios para mantenerse dentro de los grandes — habla un hombre anciano que estaba en esa comitiva.
—así es. Sin sus empresas, no tendrían las fortunas que tienen — comenta otro de los socios.
—Pero para mantenerla necesitan de accionistas y tratos, sin compradores no puedes vender tus productos — intervenía Federico, para hacer entrar en razón a su hijo.
—Así es Federico, si tu hijo no le pide disculpas a los Borcajada y contrae nupcias con la joven, el club de caballeros deberá cerrarte las puertas — amenaza el líder del club.
—Esperen, mi padre no es el culpable en esto, solo yo — informa Agustín.
—Claro que lo es, si lo hubiera criado de mejor manera haría caso a lo que se le ordena — le mira el Líder de manera sarcástica.
—¿Qué dice joven?
—Agustín piénsalo bien — dice preocupado Federico.
—Los negocios no tienen por qué estar relacionado con la vida de las personas — concluye Agustín.
—Federico, usted sabe que nuestro club tiene sus valores muy claros. Su hijo ha manchado la honra de una familia respetable y piensa que esto es un juego — habla el hombre anciano muy molesto.
—No nos da confianza entablar relaciones de negocios con alguien tan poco confiable. Está expulsado del club de caballeros — informa el líder del Club.
—Esperen un momento, el muchacho hará lo correcto. No es al primero que se le obliga a contraer nupcias — suplica Federico, quien estaba comenzando a sudar.
—¿y el arrepentimiento donde está?
—No podemos hacer más tratos con alguien que no piensa en el bien común y mucho menos con alguien que no sabe controlar a un muchacho. Buen día. — Se despide el Líder.
Los integrantes del club de caballeros salen de la habitación, dejando tras de él a Federico, quien estaba sumido en la desesperación.
—Papá, no te angusties... tienes compradores que no son las grandes fábricas — dice Agustín acercándose a su padre, quien estaba a punto de echarse a llorar.
—¿Y tú sabes Agustín cuanto compran las pequeñas industrias?
Agustín Niega con la cabeza
—Tan solo el 20%. Si ya no compran los grandes, deberemos vender las minas.
—Pero papá, somos muy ricos, tenemos más dinero que todas esas empresas juntas
—Pero qué chiquillo tan tonto. No te das cuenta de que se debe pagar mantención, mano de obra, transporte, impuestos y muchas más cosas... sin los inversionistas, deberemos cerrar las minas y con ellos despedir a miles de familias que se quedarán sin sustento, tendremos que vender esta casa y despedir a los criados, porque no seremos capaces de mantener este lugar.
—Solo me estás atemorizado para que acepte el compromiso
—No Agustín, esta es nuestra realidad... es tu decisión, casarte con una jovencita que es muy atractiva o dejar a cientos de familias sin trabajo ¿Es eso lo que quieres? ¿Ver a tus padres trabajar en el campo?
— Papá, no exageres. Tratas de hacerte pasar por víctima, cuando el que tiene las de perder soy yo.
—Sal de aquí... creo que los golpes que te di ayer te han roto la cabeza — Federico ya no podía seguir hablando con el cabeza hueca de su hijo. Estaba nervioso, busca en su estante una botella de coñac y se sirve.
—Papá, no te asustes... tenemos ahorros, podemos buscar nuevos inversionistas que no pertenezcan al dichoso Club... — Agustín se calla rápidamente y esquiva el vaso que le arroja su padre, mirándolo nuevamente asustado y sorprendido.
—YA LARGATE DE AQUÍ AGUSTÍN... DEBERÍA MATARTE, QUIZÁS CON ESO SE ME ACABEN LOS PROBLEMAS — Grita furioso y con los ojos llorosos Federico.
Agustín sale rápidamente del despacho, estaba enojado porque su padre trataba de hacer una escena, pero no caería en esa trampa. Odiaba que lo manipularan, odiaba a los Borcajada por tratar de obligarlo a casarse y a Mercedes por ser una niña tonta que creía en el príncipe azul, si tan solo ella hubiera escuchado lo que le dijo y fuera su aliada, esto se podría revertir, pero era solo otro con quien tenía que combatir.
Al otro lado de la pared las sirvientas escuchaban asustadas.
—El joven señor es tan terco
—Sería mejor renunciar a esta casa. Si saben que trabajábamos aquí, no nos querrán contratar en otros lugares.
—No entiendo por qué el señorito no acepta el compromiso, arruinará a su propia familia.
—No me importan los patrones, si me quedo sin trabajo no podré enviar dinero a mi hijo, conseguir trabajo ahora es tan difícil
Celenia sale del lugar, lo que estaba ocurriendo era peor de lo que esperaba. Sabía que Agustín no quería casarse a causa de ella, pero no podía pensar de manera tan egoísta, ella sabía lo que era pasar necesidad y sabía que los Fortunato daban miles de empleos en las minas, también sabían que se crearon ciudades alrededor de las minas donde estaban los trabajadores y con ellos pequeños negocios prosperaron en ese lugar. Si los Fortunato caían en quiebra, sería como derrumbar un castillo de naipes, esas ciudades se volverían deshabitadas y una gran crisis social ocurriría.
—Celenia, te estaba buscando, ven — Agustín sonríe al verla en el pasillo, la toma de la mano y la lleva a uno de los salones de la mansión
Celenia cuando es llevada por Agustín, se sentía muy mal, sabía lo que tenía que hacer y lo mejor era hacerlo rápido. Luego de escuchar la conversación de los Fortunato y el club de caballeros, pensó mucho y llego el momento de hacer lo correcto en esta situación.
—Mi amor, creo que es el momento de hablar del futuro — Agustín cierra la puerta tras él.
—Yo también lo creo — Celenia se da media vuelta para verlo y se sorprende cuando ve que Agustín le estaba enseñando un anillo.
—Era de mi abuela, me lo dio y dijo que se lo diera a mi esposa. Quiero que tú lo tengas, porque deseo que tú seas mi esposa.
Celenia estaba asombrada y triste, si Agustín no tuviera tanta responsabilidad sobre sus hombros, este sería el momento más dichoso de su vida, pero ahora solo quería llorar y le pedía a Dios fuerza para poder contenerse.
—No podemos.
—Claro que sí, ya lo tengo todo preparado. Salimos una noche, los monjes del claustro dan el sacramento del matrimonio a quien lo pide, no están condicionados por la sociedad. Si nos casamos y consumamos el matrimonio, ya nadie nos podrá separar, estarán obligados a aceptarnos.
—Tu familia nunca me aceptaría
—Mi familia ya me tiene cansado
— Tu padre es bueno, creo que no entiendes que busca lo mejor para ti
—¿Lo mejor para mí? ¿Cómo casarme con alguien a quien no amo?
—Sí... como eso
La sonrisa de Agustín desaparece
—¿Qué?... ¿Por qué me dices eso?
—Porque es la verdad, ¿por qué pensaste que me casaría contigo? Lo que tenemos los dos era un juego, por eso no quería esta relación contigo, porque sabía que no lo entenderías — responde Celenia de manera firme y actúa como si estuviera molesta.
—¿Un juego? Decir que nos amamos no es un juego, son hermosos sentimientos.
—Sí, pero somos solo dos chiquillos, nuestros sentimientos cambiarán con el tiempo, no podemos casarnos porque pensemos que esto durará para siempre.
Agustín estaba enojado con Celenia por decirle esas cosas, sabía que no eran ciertas.
—Entonces, ¿quieres que me case con otra mujer?
—Esa ya es decisión tuya — dice Celenia encogiendo los hombros como si no le importará.
—¿Entonces era mentira que me amabas? O ¿acaso no sabes lo que es el amor?
—Solo te lo dije para conservar mi trabajo, no quería regresar con mi madre, si te decía que tú no me gustabas, probablemente harías que me despidieran. Por eso quería que todo se olvidara luego de ese día en el bosque, pero tú insistías e insistías y tuve que continuar con esta mentira hasta ahora. Perdona Agustín, no creía que tus sentimientos fueran tan profundos.
—¿De verdad no me querías? ¿Por qué eras buena conmigo? Solo te pedí que no lo seas si no me querías, cómo pudiste mentirme así y por tanto tiempo.
—Eres un buen chico, te aprecio y por eso ya es momento de cortar esto
Decirle que no le quería, era más difícil de lo que Celenia pensaba. Ya lo sabía, sabía que no tenía que haber permitido que Agustín entrara a su corazón, ahora debían pagar el precio.
—¿Que ganabas con hacerme ilusiones?
—Ya te dije, era solo un juego y me gustaban los regalos que me dabas, luego entendí que podía sacar más que simples regalos. Esperaba que te encariñaras conmigo para que me puedan pagar más y tener un mejor trabajo en el futuro, como ser un ama de llaves o algo así, pero si te casas conmigo y tu familia te deshereda, serás pobre y no quiero eso
—tú no tienes corazón, eres malvada, ¿cómo puedes mirar a los ojos y decir que amas a alguien sin que sea cierto? Solo te interesaba porque mi familia tenía dinero — Agustín apretaba los puños y hablaba con un hilo de voz, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Celenia nunca vio llorar a Agustín, ni siquiera cuando lo golpearon.
—Agustín...
—No te preocupes, yo no soy cruel como tú, no te quitaré tu preciado trabajo, aunque quizás prefieras trabajar como loba, eso te quedaría mejor — Agustín guarda el anillo en su bolsillo y sale de la sala.
Celenia cuando ve salir a Agustín, presiona sus manos en su boca para ahogar el llanto, ahora era odiada por el hombre que amaba y nunca nadie le agradecería el noble sacrificio que estaba haciendo, pero si era por un bien mayor, algún día tendría su recompensa.
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