Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 38

El matrimonio almorzó en la habitación con los señores Fortunato. Mercedes estaba muy feliz y se alimentaba como no lo hacía desde hace tiempo, terminando completamente lo que tenía en su plato e incluso el color le regreso al rostro.

Víctor le contaba a su madre como era su vida durante esos casi 3 años que estuvieron alejados, sobre sus trabajos y adquisiciones, de la cual estaban orgullosos, como su casa a orilla de la playa, también hablaron sobre sus amigos que dejaron en aquella ciudad portuaria y sus vivencias, la vida con las lobas, su matrimonio, la neumonía que casi lo mata y por último, la pérdida de su hijo, lo que hizo llorar a Mercedes, pues en el relato, ella podía notar la angustia y el dolor que sufrieron cuando perdieron a su primer hijo.

— Como lo lamento, debió ser muy triste para ambos. Si ese niño hubiera nacido ya tendría dos años.

La señora Fortunato le tenía tomada la mano a Amelia, lo que le hacía recordar a la joven sus charlas cuando borraban pañoletas.

— Si fue triste, pero ya lo superamos y seguimos buscando familia — respondía Amelia sonriente.

— Es una lástima que yo nunca conoceré a mi nieto

— No mamá... esto pronto pasará y tú estarás con nosotros. Las enfermedades se sanan, si yo pude vencer a la neumonía tú puedes vencer ese tumor — Víctor hablaba con convicción, estaba seguro de que su madre tendría muchos más años de vida.

Celenia toca a la puerta y entra, traía agua y un frasco con medicamentos que debía triturar en el mortero, para formar una pasta.

— Discúlpenme, pero vengo a realizar el tratamiento para la señora

Víctor mira a Celenia con un profundo desprecio. Aquella mujer mantenía encaprichado a su padre y por ella, nunca sus progenitores tuvieron un matrimonio armonioso.

— ¿Por qué esta mujer realiza tus tratamientos? Seguramente es ella quien te está enfermando

— Ya para con eso Víctor — dice Agustín, frotándose la frente, le estaba comenzando un dolor de cabeza, puesto que nuevamente su hijo estaba siendo grosero con el ama de llaves.

Mercedes mira de manera tierna a su hijo y le acaricia la mano.

— No mi amor. Ella cuida muy bien de mí, no podría existir mejor persona y más dedicada en mantener mis cuidados

— No te engañes madres, muchos lobos están vestidos de ovejas y tú eres demasiado buena como para notarlo

— Por favor Víctor... no crees conflictos — Agustín se lo dice en voz baja, pero de manera muy seria.

Amelia le lanzaba una mirada de disgusto a su esposo. Sentía que volver a aquella mansión, regresaba aquel niño rebelde y mimado que siempre fue.

— Está bien... guardaré silencio si eso es lo que quieren — responde Víctor molesto y con un tono de burla.

El médico llega esa tarde para ver la condición de su paciente y es el momento que tenía Víctor para aclarar todas las dudas sobre la enfermedad de su madre, así que se reúnen en el despacho privado de su padre para poder hablar calmadamente.

Por su lado, Amelia fue a las cocinas, ella también tenía asuntos pendientes que aclarar. Estaba nerviosa y de cierta manera no quería entrar en las cocinas, tenía miedo, pero su ansiedad podía más que ella. Abre la puerta y varias de sus antiguas compañeras de trabajo la miran sorprendida, pero su atención estaba posicionada solo en aquella mujer que estaba inclinada colocando algo en el horno. Se acerca y queda de pie a su lado)

— Mamá...

Mariana levanta la vista rápidamente para ver quien le hablaba. De hace mucho que no escuchaba esa voz, pero era verdad, era su hija quien la llamaba, dejando de hacer su labor y se levanta.

— ¿Amelia?... Oh mi pequeña

Inmediatamente, cuando Mariana ve a su hija, la abraza muy fuerte y le besa las mejillas, ambas comienzan entonces a llorar. Cuando estaban más calmadas y desahogada, salen hacia el patio trasero para charlar de todo lo que les ha ocurrido en estos años.

— ¿Por qué miras tanto en dirección a los establos? — Mariana le pregunta a su hija, luego de un rato al notarla incómoda.

— Tengo miedo de que pueda aparecer Juan. Le debo una explicación, aunque creo que ya me odia y no querrá hablar conmigo

— Olvídate de él, se marchó luego de un tiempo después que te fueras

Amelia se sentía pésimo consigo misma, realmente le causó mucho daño a un hombre bueno, él era su amigo y no tenía la culpa de enamorarse de alguien que no le correspondía. Esto igual le dejaba un pesar interior, porque era culpable de su desdicha.

— Ven conmigo a casa. Quédate esta noche con nosotros, tu padre querrá verte — Le invitaba Mariana muy alegre.

— Ay, mamá... papá debe estar muy molesto conmigo, además que no les pedí permiso para casarme, lo he decepcionado. Por otro lado, yo debo quedarme donde esté mi esposo.

— Tienes razón mi niña, pero no pienses que tu padre está enojado contigo, solo algo dolido por abandonarnos, aunque no te negaré que está muy molesto con el señorito, siempre lo ha culpado a él de que te fueras, cree que él te corrompió.

— Iré mañana a verlos, hoy me quedaré con Víctor... está sufriendo mucho por su madre.

— Pobre de esa mujer, cada platillo que se le lleva, regresa a las cocinas casi intacto, ya no le queda mucho. ¿Qué piensan hacer? ¿Volverán a vivir aquí?

— Aún no lo sé mamá, no hemos tenido tiempo para hablar de nada

— Espero que decidan quedarse aquí y volvamos a ser familia.

***

Víctor se sentía devastado luego de hablar con el médico, ya que nunca dimensionó la gravedad de la enfermedad de su madre y que a esta le quedara tan poco de vida, pero esta enfermedad no perdonaba ni siquiera la juventud y podía arrebatarle la vida incluso a un niño.

Él estaba sentado en una sala de la gran mansión, mirando cómo la tarde caía. Ya estaba más calmado y reflexivo luego de haber llorado a solas en aquel lugar.

Agustín entra en la habitación y ve a Víctor sentado mirando por la ventana, tenía un aspecto melancólico y cansado. Desde que llego a la mansión, no ha podido tener un minuto de paz, además del largo viaje que tuvo que realizar.

— ¿Dónde se encuentra Amelia? — pregunta Agustín

— Tiene que estar con su madre o visitando a alguna amiga — responde Víctor sin mirar a su padre que se acercaba y podía sentir que estaba detrás de su silla.

— Está preparada tu habitación. Llevarán agua caliente y tienes ropa limpia para que puedas cambiarte. Ve a descansar con tu esposa, también llevaron ropa para ella.

— ¿Por qué crees que me quedaré aquí? Ya no necesito de ti. Cuando necesite de tu ayuda, solo pensaste en tus intereses.

— Víctor... ¿Me odias? — Agustín pregunta al escuchar aquel resentimiento en su hijo, pero él no responde y sigue mirando por la ventana.

Agustín suspira al no tener respuesta, así que toma una silla y la coloca a un lado prudente de distancia de la de Víctor, para también mirar por la ventana el atardecer anaranjado y así hablar calmadamente con él.

— Cuando eras un bebé, no había nada más hermoso en mi vida que tú, solo pensaba en cómo serias en el futuro. Tomaba tus pequeñas manitos, me apretabas con fuerza y sentía que me decías que necesitabas de mí y así sabía que me querías...

Víctor, al escuchar a su padre hablar de aquello, le formó un nudo en la garganta y un sabor agridulce en la boca, pero no dijo nada, solo se limitó a escuchar.

— Cuando eras un niño, siempre me mostrabas tus logros, llegabas con la cara sonriente y corrías a mí para mostrarme lo que habías hecho. Cuando regresaba de los viajes, siempre traía regalos, solo para verte sonreír, pero luego me daba cuenta de que, no sonreían por los obsequios, sino por volver a verme y era así, como sabía que me querías...

Víctor comienza a apretar los puños, sentía que cada palabra que le decía su padre eran espinas que se le enterraban en el corazón, ya que su voz cada vez se volvía más llorosa.

— Cuando te castigaba por alguna cosa, tú rápidamente tratabas de hacer las paces, siempre decías que querías ser como yo, pero, aunque crecías y cada vez te volvías más rebelde, siempre fuiste un muchacho cariñoso conmigo y con tu madre... incluso cuando te comprometimos y antes de tu huida, seguías diciendo que me querías. Cuando al fin nos dejaste, siempre me aferré a lo último que me dijiste cuando te fuiste, que a pesar de todo y lo que te hacíamos... me querías.

Víctor ya no aguantaba, estaba llorando y mira a su padre. Estaba al igual como él, con lágrimas en su rostro.

— Te busqué en todo este tiempo, porque quería decirte que te quiero y que me perdones... si hubiera sabido que te marcharía y ahora me odias, nunca habría intentado comprometerte por intentar pertenecer al club de caballeros, para que continúes en el rubro del carbón...

— Tú solo hacías lo que tenías que hacer, como tu padre lo hizo contigo y el padre de mi abuelo con él... ya sé que es una regla social que impusieron los ricos, para que sus fortunas siempre sean mayores, como una monarquía del lujo, solo que yo rompí con la tradición — Víctor da un suspiro para controlar el temblor en su voz — No te culpo, me ha costado tiempo entenderlo y solo he liberado mis frustraciones contigo, porque sé que me quieres y me perdonarás, pero cuando estuve afuera en este tiempo, todos los días pensaba en ti. Cuando tenía algún problema, me preguntaba qué harías tú... porque te quiero.

Víctor se levanta de la silla y va a donde su padre para abrazarlo y llorar con él. Necesitaba de eso hace mucho tiempo, aún se sentía un niño y quería la protección de su padre, ahora que lo abrazaba se dio cuenta de lo mucho que lo extrañaba.

— Perdóname por hacerte creer que no te quería, tú siempre serás el padre que respeto.

— Si es así, entonces quédate... no creas que trataré separarte de tu esposa, esta es la casa de ambos ahora.

— Pero padre, si tus inversionistas saben que escapé para casarme con una sirvienta, tendrás problemas, ya me lo dijiste.

— No te preocupes por eso, además que a esa gente se le puede decir que tus secuestradores te obligaron a casarte con tu sirvienta antes de dejarlos. Como una forma de broma ante la clase alta.

— Me recuerda a lo que hacían con los monarcas, que los casaban con plebeyos para destruir la línea sucesora.

— Sí, pero ha ocurrido más veces, solo que se habla poco de ello para ocultar la vergüenza de esos actos y no se transforme en una moda. Con esto, podemos volver a comenzar. Amelia es buena mujer, te ha cuidado bien. Si te quedas con nosotros, continuarás con el negocio familiar.

— Dame tiempo para pensar... yo hice otra vida y retomar esta me es difícil... te responderé para cuando mi madre se halla ido.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro