Capítulo 35
El cazarrecompensas le muestra la carta a Víctor que envió el día de ayer a su madre.
— Por favor don Víctor, acompáñenos, tenemos una carroza cómoda para su viaje.
— Bloquear la correspondencia ajena es un delito y más aún si esta se abre y se lee el contenido que es privado — Víctor mira al hombre con desprecio. Estaba furioso, nunca había tenido tanto odio por alguien, pero a su vez, nunca había tenido tanto miedo.
— Claro que si don Víctor... pero mi propósito justifica mis acciones, y al ser usted un hombre buscado, ya carece de confidencialidad su correspondencia.
Pronto los que se encontraban en correos guardaron silencio para escuchar la conversación de aquellos hombres. Si realmente se estaba hablando de Víctor Fortunato, se estaba viendo a $10.000 que caminaba, respiraba y respondía.
Víctor comienza a ver en las personas que estaban en el lugar y a sus compañeros de trabajo que lo miraban, ya no como una persona, sino como un precioso tesoro que querían poseer. Comienza a entrar en desesperación, se levanta de la silla y retrocede.
— Esa carta no le he escrito yo
— Con su caligrafía y su estilo de escritura ¿No es usted? Por cierto, aquí le habla a su madre, la señora Mercedes Fortunato y firma como Víctor Fortunato. No sigamos con este juego, salgamos silenciosamente y así evitamos el caos que esto puede causar. No me obligué a gritar quien es usted, eso sería una locura.
— Quiero ir por mi esposa
— El tiempo apremia don Víctor, ya ve que muchos nos están observando, ellos no serán amables con usted y su esposa solo nos retrasará. Después puede ir a buscar por ella y pagarle un boleto en barco.
— Está bien... por favor, quiero ir por mi abrigo...
Víctor trata de ganar algo de tiempo, tenía que ir por Amelia, si no llegaba a ella antes de que lo atrapen, él sería llevado a la mansión Fortunato y ella no sabría cuál es su paradero, lo que les separaría definitivamente.
El cazarrecompensas le hace un gesto con la mano de manera cortés, en señal de acceder a su petición.
Víctor se da la vuelta y se dirige a la zona trasera de manera calmada, con la mirada de todos en el lugar. Cuando está cerca a la puerta trasera, toma la manilla y sale rápidamente con los gritos de las personas al interior que decían "Ese es Víctor Fortunato... ¡ATRÁPENLO!".
Víctor comienza a correr por las calles mientras sentía que personas corrían tras él persiguiéndolo. Con cada paso que daba, era dejar atrás toda la vida que formó con Amelia en ese lugar. Ya nunca más volvería a ver su casa, las calles donde paseaba con ella, sus amigos, a las Lobas y al Padre Máximo, pero no dejaría a Amelia, y era eso lo que le daba las fuerzas para correr rápidamente a la casa de la señora Teba.
Luego de unos minutos corriendo, el pecho de Víctor ardía, no podía respirar y su velocidad comenzó a disminuir, sentía un sabor metálico en la boca y el aire no llenaba sus pulmones, estas seguramente eran las secuelas que dejo la neumonía en su cuerpo, ya no podía hacer grandes esfuerzos físicos sin que estos afectaran su respiración, pero a pesar de que la cabeza le dolía y sentía que desmayaría por el esfuerzo, tenía que seguir corriendo, solo quería ver a Amelia y luego desplomarse.
Ya faltaba poco para llegar y la ventaja que tenía de sus perseguidores era cada vez menos, algunos intentaban cortarle el paso con caballos y trataban de tomarlo a la fuerza para llevarlo a galope, pero hasta él se sorprendía de lo ágil que era a pesar de su mala condición física, ya que los lograba esquivar, hasta que uno lo tomo por la chaqueta, de la cual se tuvo que desprender.
Al llega a la casa de la señora Teba, Víctor patea la puerta de la cocina y entra, mirando en el lugar, pero Amelia no estaba ahí, así que comienza a llamarla con un hilo de voz.
— Amelia... ¡AMELIA!
— Pero que pasa muchacho... ¿Por qué entras así? — pregunta sobresaltada Dorotea.
La anciana no logra recibir respuesta, y que entrar una gran turba a las cocinas, que tomaban al joven y lo rodeaban. Ella se aparta para no ser golpeada, y ya solo ve un revoltijo de gente que seguía entrando.
Amelia estaba limpiando los pisos del gran salón, cuando escucha un gran estruendo y gritos en la cocina, así que deja todo y corre rápidamente al lugar, acompañada del mayordomo que corre al igual que ella al escuchar el alboroto. Cuando entra, ve mucha gente forcejeando unos con otros, dentro de todo el ruido, se podía escuchar que alguien la llamaba.
Dorotea llega con dificultad a la puerta de la cocina al ver a Amelia y habla de manera agitada y asustada.
— Niña... tu esposo... todas estas personas lo tienen acorralado... se lo quieren llevar
Amelia trata de pasar entre la multitud, pero estos la empujan hacia afuera. Al seguir en su insistencia, logra tomar la mano de Víctor, quien la tenía estirada, y le reconoce por su anillo de bodas. Víctor comienza a jalarla hacia el interior de este mar de personas. Ella sentía que el brazo se le rompería por la fuerza de los tirones de la gente, hasta estar inmersa en ese torbellino de manos y caras que gritaban, sintiendo como una mano la toma por la cintura, atrayéndola al medio de aquella multitud, logrando ver a Víctor, quien desesperadamente la abraza con fuerza mientras eran empujados hacia afuera de la casa.
Las personas perdieron la compostura y todos tomaban a Víctor como un gran premio del cual querían recibir una parte, era tanto el desespero de la gente que, muchos los arañaban o jalaban su cabello, ya pronto su ropa estaba cediendo y su camisa ya estaba siendo trapos. Ahora que Víctor tenía a Amelia entre sus brazos, la presionaba con fuerza, ya que varios trataban de separarlo de ella y pronto también sufre la fuerza de esa multitud, rasgando su vestido, recibiendo arañazos e incluso tirando de su cabello con tal fuerza que hacían que su cuello se doblara hacia atrás.
Ya el matrimonio y la turba estaban fuera de la casa, pero seguía llegando más gente, muchos de ellos comenzaron a golpearse y se formaron peleas entre todo ese caos, hasta que todo concluye con el estruendo de un disparo. Pronto la turba se silencia y suena un segundo disparo, lo que hace que la gente comience a dispersarse.
El cazarrecompensas tenía una pistola en la mano, apuntando al cielo, la baja y ahora apunta a la multitud. Habla con voz calmada pero fuerte para hacerse escuchar.
— Por favor señores, no deseo lastimar a nadie, así que dejen que mis hombres y yo llevemos a este hombre con nosotros, si alguno interfiere dispararé
Pronto varios abandonaron el lugar, pero algunos se resistían a soltar a Víctor y comenzaron a ser golpeados por los hombres del cazarrecompensas.
Ya con la multitud alejándose, Amelia puede ver a Víctor. Él tenía marcas rojas y arañazos por el rostro y el pecho que estaba descubierto, ya que la multitud logró arrancar su camisa en la desesperación de llevárselo. Ella tampoco estaba muy bien, su vestido estaba roto, sentía el ardor en su cara y cuello por los arañazos, además del dolor en su cuerpo por los golpes y forcejeos.
— Vamos... suban rápidamente a la carroza antes de que sean atacados nuevamente — en cazarrecompensas les hace un gesto con una mano en dirección a la calle donde estaba el carruaje, mientras que con la otra apuntaba a la gente que seguía esperando una oportunidad de tener la recompensa.
Víctor y Amelia son escoltados por uno de los hombres del cazarrecompensas hasta la carroza, ingresan y tras ellos ingresa el cazarrecompensas cerrando rápidamente la puerta y partiendo en el acto a toda velocidad
El cazarrecompensas estaba sentado en la carroza en los asientos que estaban al frente de la pareja, lo que le permitía vigilarlos. Le entrega un chal que estaba en los asientos a Víctor, para que pueda cubrir su torso.
— Por favor señor, cúbrase con esto. Le dije que saliéramos tranquilamente, la turba pudo haberlo aplastado por tratar de llevárselo
Víctor toma el chal de mala gana y se cubre el pecho y espalda.
— Y yo le dije que solo quería ir por mi esposa... no la dejaría aquí.
Víctor estaba notoriamente molesto y se le notaba, solo quería golpear al hombre en frente de ellos y que ahora ambos estaban discutiendo. Amelia estaba asustada y adolorida por los golpes que le dio el grupo de personas, decide mirar hacia afuera por la ventana de la carroza para distraerse y ve caminar por la acera con algunas compras, acompañada de otras lobas a Perla. Rápidamente, abre la puerta y comienza a gritar.
— PERLA... OH PERLA...
Perla ve fugazmente a su amiga en la carroza que se alejaba a toda velocidad y no sabía si era ella o no, eso la asusta. Quizás fue su imaginación, pero la iría a ver a su casa esa tarde.
— ¡CÁLLATE MUJER!... vas a hacer que nos matemos — el cazarrecompensas toma a Amelia por el hombro y la empuja, lo que hace que caiga en el asiento de manera violenta y cierra la puerta.
Víctor enfurecido, empuja por el pecho al cazarrecompensas con tal fuerza que cae en el asiento en el que iba, lo toma por la pañoleta del cuello y lo jala mostrándole el puño de manera desafiante, quería golpearlo con todas sus fuerzas.
— NO LE GRITES Y NO LA VUELVAS A TOCAR, MALDITO BASTARDO
El hombre queda sorprendido por la actitud agresiva de Víctor y cómo reaccionó al tocar a su esposa, sabía que estaba molesto con esta situación y tenía que calmar el ambiente para que el viaje fuera tranquilo ese par de días, hasta llegar y por fin conseguir la meta de la ansiada recompensa.
— Tranquilo don Víctor, me disculpo con la dama. Solo lo hice por la seguridad de ambos, aún puede haber alguno que nos esté siguiendo y atacarnos.
— Por supuesto, y no quieres que alguien más te quite la presa de tu cacería — Víctor seguía en la misma posición encima de aquel hombre y presionaba con más fuerza la pañoleta del cuello, quería contarle la respiración.
Al ver el rostro furioso de su esposo, Amelia lo toma delicadamente por los hombros invitándolo a sentarse.
— Ya déjalo... no me ha pasado nada y ya pidió disculpas.
Víctor vuelve a su asiento, no quería asustar a Amelia, más ahora que ambos tenían un pesar porque le habían arrebatado de manera tan violenta la vida que formaron en aquella ciudad, pero a su vez, de cierta manera, algo aliviado, puesto que volvería a ver a su madre, pero aun con inseguridad de que su padre trate de separarlo de la que ahora era su esposa.
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