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Capítulo 34

Los Fortunato guardaron en secreto el estado de salud de Mercedes, ya que no deseaban rumores sobre ellos. Ya con la huida de Víctor, era suficiente como para que ahora llegue un peregrinaje a su casa de falsos amigos, para ver la condición de salud y el estado en que se encontraba la Señora Fortunato, para hacer el chisme de las tardes de té, mucho más sabroso.

No paso mucho tiempo hasta que se corrió el rumor entre los sirvientes, que se pasaron a los sirvientes de otras casas y con ello al oído de todos. Llegaron periodistas para entrevistar a los Fortunato sobre si esa enfermedad fue causada por la pena de perder a su hijo, lo que ha afectado la salud de la madre. Aunque los Fortunato seguían guardando silencio sobre este tema, cada vez los rumores eran peores, así que Agustín prefiere hacer una declaración pública y terminar con este acoso.

— ¿Necesitas algo Agustín? — Pregunta el ama de llaves, cuando va a retirar la taza de té en su despacho, luego de ir a dar los medicamentos a Mercedes.

— No Celenia... siento que mi vida se cae a pedazos — Agustín da un suspiro para controlar sus emociones. Estaba sentado, mirando por el ventanal de aquella sala la puesta de sol, se encontraba apesadumbrado, deprimido y desesperado.

Celenia le toma la mano, se la besa y se arrodilla a su lado para acompañarlo, mientras veía cómo lágrimas corrían por sus mejillas.

— No te angusties, todo mejorará... siempre mejora — Celenia hablaba con una voz cariñosa.

— Se ha ido Víctor, él me odia y ahora se va Mercedes. Siento como si existencia, fuera una maldición en la vida de todos — Agustín ya no soportaba más y rompe en llanto.

— Claro que no. Víctor te ama, él te lo dijo antes de irse.

— Y tú... solo te he desgraciado la vida, siempre por ser un cobarde, trato de hacer lo mejor, pero lo mejor no siempre es lo mejor para todos o para mí.

— Yo tengo esperanzas, a pesar de todo... siempre sé que algo maravilloso espera por mí y por todos nosotros

— Si todo termina... nunca me dejes, siento que lo poco que me queda para seguir viviendo eres tú — Agustín presionaba con fuerza la mano de Celenia.

— Siempre me he quedado a tu lado, me seguiré quedando contigo, hasta que mi vida termine — Celenia se acerca para darle un tierno beso en los labios, mientras lo abraza para que pueda calmar su pena.

***

Víctor ese día estaba trabajando en la oficina de correos como de costumbre, cuando uno de sus compañeros, a la hora del almuerzo, comienza a hacer bromas respecto a que él, como Víctor Fortunato, tenía que estar muy triste por su madre que estaba muriendo. Él no entendía de que le estaban hablando, pero que dijeran aquello sobre su madre lo asustó y pregunta sobre el tema, hasta que le entregan un periódico, donde se hablaba en un artículo sobre la desgracia de los Fortunato.

Víctor busca un lugar a solas para leer el artículo, tenía los dedos temblorosos y comienza a gimotear cuando lee que su madre tenía una enfermedad terminal en condición crítica y que eventualmente falleciera en poco tiempo. También se decía en el artículo, que esto fue producto del desgaste emocional, causado por buscar a su hijo desaparecido desde hace más de dos años y por ello la mujer desarrolló la enfermedad.

Víctor estaba devastado y se sentía miserable. Abandonó a su madre, quien era siempre tierna y buena con él, pero ahora ya no la volvería a ver, pues la muerte se la llevaría y él jamás podría pedirle perdón.

Esa tarde, Víctor trató de aparentar sentirse bien, pero esperaba la hora de la salida para no levantar sospecha con respecto a que aquella noticia realmente lo perturbó. Al terminar la jornada, informa al restaurante que no podrá asistir a trabajar y se marcha a casa.

Amelia había llagado a su casa y se dirige a la cocina, pensaba en preparar un caldo de papas y mejillones para esperar a Víctor después del trabajo. Se sobresalta cuando escucha un lamento que venía desde la puerta del patio trasero, se dirige ahí y ve a Víctor sentado en las escalinatas abrazando sus piernas con el rostro oculto por sus rodillas. Ver a su esposo así la asusta y va donde él para ver que estaba ocurriendo, acariciándole la espalda al estar a su lado y pregunta.

— ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás aquí?

Víctor levanta el rostro al sentir a Amelia, se limpia las lágrimas con la manga de su chaqueta y traga saliva antes de hablar.

— Mamá... está muriendo

— ¿Qué? ¿Quién te dijo eso? — Amelia estaba sorprendida al escuchar eso.

Víctor le entrega el periódico para que pueda leer la noticia. Ella se sienta a su lado y comienza a leer. Al terminar, estaba triste, la señora Mercedes siempre fue buena con ella y amorosa con Víctor, una madre preocupada por las necesidades de su hijo y ambos tenían un lindo vínculo, así que entendía el dolor que debía de sentir su esposo.

— ¿Qué quieres hacer? — pregunta Amelia

— No lo sé — Víctor oculta nuevamente el rostro en sus rodillas, se sentía desesperado, ya que no tenía opciones, ninguna que fuera fácil.

Amelia coloca un brazo cubriendo sus hombros para consolarlo y con la otra mano le acaricia el cabello.

— Amor... creo que sería bueno, que viajemos a verla

— No... no podemos, sabes que de ir nos podrían separar — responde de manera tajante Víctor.

— Ya nadie nos puede separar

— Aun así, perderemos la vida que tenemos aquí, nunca regresaremos

— Pero Víctor... es tu madre...

— Si lo sé... y es por eso que me duele tanto... para mí no es fácil esto, tú y yo sabíamos que, al marcharnos, cosas así pasarían... solo que no pensé que algo como esto ocurriría tan pronto.

Amelia comprendía que Víctor tenía razón. Si regresaban y ella volvía a ver a sus padres, probablemente ya no regresaría, su corazón no resistiría nuevamente despedirse de ellos.

— Te comprendo. Al menos, escríbeles una carta... algo para que tu madre sepa que no estás molesto con ella... sé que cuando te fuiste, se dijeron cosas feas

— No fue a ella, solo discutí con mi padre esa vez

— Aunque así sea... ella quiere saber de ti

— Pienso que esta es una tetra de mi padre... poner una noticia falsa para que regrese, él es muy astuto... mi madre nunca ha sido alguien enfermizo

— Tu padre jamás jugaría así con tus sentimientos. Además, que sería peligroso mentir de esa forma por sus accionistas

— Aun de esta manera... no podría ir, no puedo escribirle

— Pero Víctor... reacciona, tienes que dejar tu orgullo de lado y...

— ¡Ya basta Amelia! No me presiones más... esto me mortifica y no sé qué hacer, no es fácil para mí... ahora tú eres mi familia y tengo que cuidarte, la vez pasada enviaste una carta a tu madre y aumentaron la recompensa, ahora estoy siendo vigilado por ese cazarrecompensas... solo está esperando que comenta un error.

— Perdona... no quería mortificarte, pero lo que quieras hacer tienes mi apoyo — lo abraza con más fuerza y Víctor se cobija en su hombro para seguir desahogando su tristeza.

***

Esa mañana Amelia estaba afligida, sentía que algo malo pasaría, pero no sabía qué. Quizás se sentía así por la noticia de la señora Mercedes y que Víctor esa noche no pudo dormir, quedándose en la sala al lado de la chimenea, para cuando era de día, él aún se mantenía ahí.

— ¿Qué pasa niña? Estás pensativa, algo te preocupa — pregunta Dorotea.

— Sí... bueno, tengo un mal presentimiento, pero creo que se debe a una mala noticia que recibimos — Amelia estaba cortando unas patatas para el almuerzo de los trabajadores.

— Pobre de ustedes, tienen que ser noticias muy malas si te dejan así de preocupada. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?

— Quizás, si existe algo en lo que me pueda ayudar

— Dime niña... lo que sea

— Le entregaré una copia de la llave de mi casa, por si algo nos llega a ocurrir, por favor... cuide de nuestras cosas, de las gallinas... de todo.

— Ay, muchacha... no me asustes, ¿por qué piensas que puedes abandonar tu casa y tus cosas de manera repentina?

— No lo sé, pero si algo así ocurre, hágame ese favor

— Sí, yo me encargaré de tus cosas, no te preocupes

Durante toda la mañana Víctor estuvo distraído, su conciencia no se cansaba de atormentarlo en lo que debía hacer y qué era lo correcto para todos. Ya pronto terminaría su jornada laboral en los correos y toma una determinación. Toma papel y pluma, para comenzar a redactar una carta para su madre, esta estaba llena de sentimientos y trataba de contener las lágrimas mientras la escribía, no quería hacerlo en casa, puesto que estaba seguro, se arrepentiría de enviarla al día siguiente. Al terminar, la firma con su nombre, la coloca en un sobre y escribe en ella la dirección de la mansión Fortunato, pero sin un remitente. Cuando la va a colocar en la bolsa de envío a la capital, duda de hacerlo, pronto sus colegas le comienzan a apresurar, ya que el horario laboral termino y la correspondencia debía estar lista para ser embarcada en la mañana, así que deja la carta en la bolsa y se marcha sin mirar atrás para no tentarse a retirarla.

Ya era de noche y Amelia miraba con preocupación a su esposo mientras cenaban, puesto que miraba cualquier lugar fijamente y seguía mordisqueando lo que tenía en su tenedor sin comerlo por más de un minuto.

— Amor mío, me preocupa verte así, no sé cómo ayudarte — Amelia se lo dice de manera cariñosa y con una voz suave.

— Hoy le envié una carta a mamá... no sé si fue lo correcto — Víctor suspira, y deja el tenedor en el plato.

— Claro que fue lo correcto, estoy feliz que lo hicieras.

— Pero no podré recibir su respuesta, no sabré si me perdonó por dejarla y por no estar con ella ahora.

— El tiempo lo dirá. Por ahora, basta con la carta.

— Perdona... no tengo apetito, quiero dormir.

Víctor mueve el plato que tenía en frente y lo retira, tenía un nudo en la garganta y ese pequeño murmullo en su cabeza que le decía que era un desagradecido y un mal hijo.

— Te prepararé un té de hierbas que te ayudarán a dormir y que harán que no sueñes nada. Quiero que vayas a la habitación, te lo llevaré ahí. No quiero que pases otra noche sin dormir

Víctor asiente con la cabeza y obedientemente se dirige a la habitación para recostarse en la cama.

Esa noche la pareja estaba inquieta, ambos tenían un mal presentimiento, pero ninguno se lo decía al otro para no mortificarlo, así que guardaron silencio mientras se mantenían abrazados en la cama, fingiendo que estaban dormidos, pero ninguno lo hizo hasta avanzada la madrugada.

Por la mañana, en la oficina de correos, el día transcurría como de costumbre sin nada importante que se hiciera notar. Durante el mediodía, llega nuevamente el cazarrecompensas, quien venía muy alegre acompañado de dos hombres corpulentos como de costumbre.

— Buen día, don Víctor, me gustaría hablar en privado con usted, por favor acompáñenos — se lo dice sonriente, después de que un usuario dejara la silla en donde lo estaba atendiendo Víctor, después de enviar su correspondencia.

Víctor sin mirarlo y con fastidio, responde de mala gana.

— Por favor, retírese... no estoy de humor para tratar con usted y sus estupideces

— Oh... créame que esto no es ninguna estupidez, esta vez tengo la prueba suficiente para saber que es usted Víctor Fortunato, y en esta oportunidad no me lo podrá negar

El cazarrecompensas saca del bolsillo de su chaqueta la carta que Víctor le envió a su madre el día de ayer, lo que le hace palidecer.

— Ahora ya tengo justificación para llevármelo. No será un secuestro, es solo que encontré a una persona perdida.

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