Capítulo 24
Cuando Amelia sale de las letrinas, una loba estaba afuera esperándola. Le toca la frente y la lleva a dentro del burdel.
— Espera, tengo que seguir lavando la ropa — dice Amelia.
— Déjalo, las demás la limpiarán, tu rostro se ve enfermo — la loba la toma de la mano y la lleva al comedor.
Perla estaba preparando un caldo en la cocina y Ofelia se acerca al verla llegar.
— Siéntate querida, ¿desde cuándo que estás así?
— No lo sé, solo ahora... pero algo mareada y cansada hace una semana... no le he dado importancia — responde Amelia con los hombros escogidos.
— ¿Por qué no me contaste?
— Porque no pensé que sería algo malo. No creo que tenga nada contagioso o que sea algo grave ¿Verdad?
— Claro que no — dice Ofelia regalándole una sonrisa.
— ¿Cuándo fue la última vez que sangrante? — pregunta una loba que se sienta a su lado.
— No lo recuerdo... creo que hace más de un mes o quizás dos... pensé que eso se cortaba cuando se tenía relaciones íntimas.
— Oh, niña, no estás enferma — ríe una loba que estaba de pie a su lado y le acariciaba la espalda.
— ¿No?
— Claro que no. Estás esperando un niño — dice Perla sonriendo, dejando un plato de sopa sobre la mesa en frente de su amiga.
— Así es... estás embarazada — concluye Ofelia.
— ¿Tendré un hijo?
Amelia estaba sorprendida y pronto pasa de la preocupación a felicidad. Tendría al hijo de Víctor, no había nada más hermoso que tener al bebé del hombre que amaba.
— Traeré las hierbas abortivas — dice una loba joven, levantándose de la mesa.
— No estúpida... que ella tiene esposo, se quedará con ese niño — le reprende Ofelia.
— ¡ah!... disculpa, es la fuerza de la costumbre
— Toma esto, te sentirás mejor — dice Perla, indicándole el caldo que había dejado en la mesa.
Amelia prueba del caldo y esto calma sus náuseas. Estaba emocionada, ya quería que regresara Víctor para contarle la noticia.
Las lobas estaban alegres y todas hablaban sobre el gran acontecimiento entre ellas, no había nada más lindo que el amor prohibido que ellas cobijaron, ahora esperen a un nuevo integrante.
Luego que Víctor regresa de los campos y de descargar la carreta, las lobas le tenían agua caliente para que pueda lavarse y fuera a almorzar. Él notaba que algo extraño estaba ocurriendo, ya que cada vez que lo miraban, ellas se daban risitas cómplices.
— ¿Pasa algo? — pregunta Víctor.
— Solo que estamos muy agradecidas de que nos traigas tanta leña — seguía riendo una loba.
Cuando Víctor ya estaba almorzando junto a su esposa, esta lo miraba suspirarte y le sonreía.
— Estas de muy buen humor, pensaba que estabas enferma en la mañana — dice Víctor, al terminar de beber su vaso con agua.
— Solo estoy feliz. Demos un paseo — le invita Amelia.
Víctor termina de comer y se levanta de la mesa, pero mira a las lobas y estas seguían riendo y ya se estaba preocupando de aquella actitud, puesto que creía que algo tenía su cara o que algunas de sus prendas estaban mal puestas.
Los esposos dieron un paseo por el muelle y caminaban por el borde de la playa, escuchando cómo chocaban las olas.
— Las lobas actuaban raro hoy, ¿no te parece? — dice Víctor mirando el suelo.
— Sí... bueno, ellas tienen sus motivos, recibieron una buena noticia hoy.
— ¿Sobre qué?
— Sobre unos amigos que serán padres — contesta Amelia de manera despreocupada.
— Bueno, a ellas les gusta el chisme, por eso se reían tanto.
Amelia se detiene y le toma las manos a su esposo, acercándola a sus labios para luego besarlas.
— Esos amigos somos nosotros. Estoy embarazada.
Víctor queda estupefacto y no responde, su mente pronto comienza a pensar en miles de cosas que ya lo alejaron de la realidad.
Verlo no decir nada, asustó a Amelia.
— ¿Pasa algo malo? ¿No estás feliz?
Víctor parpadea y vuelve a mirarla, estaba nervioso por la noticia, pero trata de tranquilizarse y le regala una sonrisa tierna.
— Claro que estoy feliz, solo algo sorprendido. Oh, mi preciosa Amelia, tendremos un hermoso bebé.
Amelia vuelve a sonreír al ver feliz a Víctor.
— Sí... se unirá un nuevo integrante a nuestro club de fugitivos — contesta Amelia riendo.
Víctor la abraza con fuerza y acaricia su espalda para luego posar su mano en su vientre.
— Seré padre, no podía esperar nada más lindo que esto, mi precioso amor.
Ambos siguen caminando y Amelia hablaba alegremente de todos los planes que ya tenía y de cómo sería su hijo. Víctor la escuchaba y sonreía, pero estaba preocupado, puesto que aún no tenían nada, ni siquiera una casa, sus sueldos aún consideraba que era poco como para darle una buena vida a su pequeño, recién estaban ahorrando para obtener sus cosas, esta noticia hizo que tuviera que cambiar rápidamente sus planes. Ya era mucha responsabilidad cuidar de Amelia y ahora de su hijo. Habría preferido que este niño aún no llegue.
Por la noche, mientras Víctor miraba cómo Amelia dormía plácidamente, comenzó a pensar en su padre, como lo extrañaba ahora, necesitaba su consejo y estaba arrepentido de todas las veces que lo juzgó. Tenía miedo de no ser un buen padre y que quizás sus errores alejen a su hijo, como él se alejó.
Víctor, después del primer día de saber que sería padre, ya tenía sus pensamientos claros, quería trabajar en algo que le diera mayores ingresos a su familia, tal vez tener un segundo trabajo, quería que Amelia se retirará del servicio en la casa de la Señora Teba, para que pueda cuidar sin preocupaciones de su bebé.
— Pero aún es pronto como para dejar de trabajar. Tranquilo, aún falta mucho para que nazca — decía Amelia riendo por el entusiasmo de su esposo.
— Quiero que cuando nazca mi hijo, tenga de todo y quiero que su madre no se preocupe por el dinero — Se lo decía mientras caminaban por calles en dirección opuesta al burdel.
— Vamos por otra dirección, ¿a dónde me llevas?
Llegan a un restaurante glamoroso y Amelia mira el lugar interrogante.
— En correos se escuchan muchas cosas. Dicen que este lugar necesita un nuevo pianista — responde Víctor acomodando su cabello para estar presentable.
Al ingresar, son inmediatamente recepcionados por un hombre muy bien vestido, preguntando si querían mesa y que para ello necesitaban estar vestidos de etiqueta, ya que era un lugar donde se mueve la alta sociedad.
— Vengo a preguntar por el empleo de pianista — contesta Víctor.
El hombre cambia su actitud y lo hace pasar, dejando a la pareja en una esquina de aquel amplio restaurante, cerca del escenario en donde se encontraba el piano. Pronto llega un hombre corpulento, que era el gerente del lugar y le explica los horarios que calzaba exactos con su salida en el trabajo de correos.
Se le hizo una prueba para comprobar sus habilidades. Nuevamente, Víctor tocaba el piano, tan melodioso como siempre. El gerente estaba alegre, pues, aparte de tocar bien, tenía un amplio repertorio de melodías.
Le pagarían $20 mensual más las propinas que se le den en su charola, lo que serían aparte de su sueldo y comentaban que siempre se ganaba mínimo extra $10 al mes.
Al regresar a su habitación, ya Víctor tenía dos empleos y partiría desde mañana, le facilitaron un traje de etiqueta, al cual tenía que hacerle unos pequeños ajustes.
— Mi amor, no era necesario que tengas otro empleo — dice Amelia, dando algunas puntadas a la tela de ese nuevo traje con el que trabajaría su esposo en el restaurante.
— Ya escuchaste que también me darán la cena y puedo llevarme comida de lo que sobre.
— Sí... estás muy emocionado, siempre te ha gustado tocar el piano.
— No es por eso, a nuestro bebé no le faltará nada, tengo mucha ilusión por nuestro hijo.
— Al principio pensé que no estabas contento con ser padre
— No era eso, solo estaba preocupado. Un niño es una gran responsabilidad y desde que escapamos, mis responsabilidades y prioridades han cambiado, pero ya estoy con las ideas claras, ahora solo pienso en ese pequeño y en nosotros... es que te amo tanto mi dulce esposa — Víctor se acerca para abrazarla y besar su frente, a lo que Amelia comienza a reír.
El entusiasmo de Víctor era contagioso. Ella termina el traje y lo deja en una percha en el armario, cubriéndolo con tela para que mañana lo lleve al restaurante.
— Ya está todo listo, ahora puedo dedicarme a ti — dice Amelia, mientras se retira el vestido para desnudarse para su esposo.
— Espera... ¿Está bien que continuemos con eso?... quiero decir, podría lastimar al bebé — pregunta preocupado Víctor.
— Varias lobas han tenido hijos, y las parteras también les decían que no ocurre nada si la madre no tiene dolor. Al menos que tú no quieras — Amelia se recuesta en la cama, provocándolo al mover suavemente las caderas y colocándose de costado, para que sus senos se puedan ver más suculentos.
— Por supuesto que quiero... solo era una pregunta — responde Víctor, desvistiéndose rápidamente, acompañado de las carcajadas que daba Amelia.
Víctor se mantenía feliz esos días, sentía que tenía tantas bendiciones en su vida, dos buenos trabajos que le daban un buen sustento a su familia en crecimiento y una linda esposa que estaba esperando a su primer hijo. La vida le sonreía y ese buen humor se lo transmitía a Amelia, quien también era dichosa y agradecía el haber tomado la decisión correcta de escapar de la casa de sus padres para ser la esposa de Víctor.
En casa de la señora Teba, Amelia limpiaba frijoles durante la tarde, sentada en aquella cocina, ya que aquel día sentía una ligera puntada en el vientre.
— ¿Qué pasa niña? Te he notado preocupada este día — pregunta la anciana al verla incómoda.
— No lo sé Dorotea. Desde la mañana me siento extraña, con molestias como cuando me llegan los días del sangrado.
— ¿Y has sangrado hoy?
— No
— Tranquila entonces, los embarazos dan molestias en nuestros cuerpos de esa forma, es porque el niño que llevas está creciendo.
— Sí... pero no sabía que molestaba
La joven estaba asustada, sentía que algo no estaba bien, porque comenzó a tener fuertes cólicos, como cuando algún alimento no le sentaba bien.
— Niña, ya falta poco para que nos retiremos. Vete a tu casa y si mañana no te sientes bien, quédate descansando, tu pequeño es lo más importante en este momento.
— ¿Segura Dorotea? No me gusta dejarte sola
La anciana le levanta y la comienza a apresurarla con las manos.
— Vete niña y busca a la partera, no es bueno que tengas esos miedos.
Amelia sabe que eso era lo mejor, así que le da un beso en la mejilla a su amiga, se quita el delantal y se marcha en dirección al burdel.
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