Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23

Temprano por la mañana, Víctor se levanta para ira trabajar y despierta a Amelia para iniciar el día, dándole un beso en la mejilla.

— Despierta dormilona, me vestiré rápido y traeré el desayuno.

Amelia abre levemente los ojos, dándose vuelta en la cama para ver cómo su esposo se da un baño de esponja con el agua que estaba tibia en la pequeña estufa. Su cuerpo ya era la de un labrador y lo encontraba muy atractivo, mientras pensaba en esto, se vuelve a dormir.

— No te duermas otra vez... arriba — ríe Víctor, acercándose y moviéndola en la cama para que se despierte.

Amelia tenía mucho sueño, quizás darse un baño la ayudaría, así que se levanta y toma la pastilla de jabón para untarla en la esponja y comenzar a lavar. El agua estaba más fría que tibia y esto la despertó. Miraba como su esposo terminaba de vestirse y se marchaba a la cocina por los desayunos. Ella termina de asearse, se viste y comienza a estirar la cama, acomodando las sábanas, hasta que algo capta su atención.

Al regresar Víctor, con los desayunos, los deja en la mesa y miraba que Amelia se revisaba los pies.

— ¿Te pasa algo? — pregunta Víctor.

— Muéstrame tus pies — ordena Amelia, acercándose a Víctor, haciendo que se siente en la cama y mira sus zapatos que estaban rotos.

— ¿Para qué quieres verlos?

— Vi sangre en las sábanas, ¿Por qué no me dijiste que tu calzado estaba estropeado?

— Porque solo se rompieron ayer, hoy le pondré una soga de cuero, luego lo repararemos.

Amelia le retira el calzado para revisarle los pies. Estos estaban completamente heridos, ya que los zapatos estaban gastados y se abrían por algunos lados.

— Estos zapatos eran muy baratos porque ya estaban dañados, compraré zapatos nuevos — concluye Amelia.

— Claro que no... solo se deben reparar, además que debemos seguir ahorrando para la casa.

— Pero no puedes trabajar en el campo con estos zapatos, seguirás lastimando tus pies, si tus heridas se abren puedes tener una infección...

— Calma, usaré doble calcetín, solo compra un poco de pegamento y repararemos las suelas con el trozo de cuero.

Durante todo aquel día, Amelia pensaba en los pies heridos de Víctor, ya habían sido sus manos, ahora eran sus pies, no entendía por qué él nunca decía nada, ni se quejaba, únicamente se limitaba a decir que era muy feliz y que estaba conforme con todo. Desde que escaparon de la mansión Fortunato, él se transformó en un hombre responsable que no la agobiaba con problemas innecesarios, solo se preocupaba con que ella estuviera bien y tuviera lo necesario, estaba segura de que, si ella fuera la que necesitaba el calzado, él no lo dudaría en comprarlo.

— ¿Qué buscas bonita? — Pregunta Perla cuando entra en la habitación de su amiga y ve que estaba sacando cosas de su armario.

— Luis necesita zapatos, pero no quiere gastar el dinero que tenemos ahorrado, así que empeñaré algo para comprarlos — responde Amelia, sacando lo que está buscando, mirando aquel objeto con ternura y un poco de tristeza.

— Ay, pero qué lindo muñeco — dice Perla, mirando el arlequín que tenía su amiga en las manos.

— Este fue el primer regalo que me dio Luis, es muy preciado para mí, pensaba que algún día se lo daría a mi hijo.

— ¿Estás segura de que quieres vender eso?

Amelia asiente con la cabeza.

— Vamos, te acompaño

Amelia acudió con Perla a la casa de empeño y cambió el hermoso arlequín por zapatos nuevos de cuero, eran resistentes y sabía que le durarían por mucho tiempo.

— Tu marido debería dejar de trabajar en eso — dice Perla, cuando ambas caminaban de regreso al burdel.

— Sí, pero no sé en qué más podría trabajar, no tiene experiencia como un sirviente.

— Hmmm... ¿Pero sabe leer y escribir?

— Claro que sí...

— Por supuesto, qué tonta soy. Ven, como no se me ocurrió antes — Perla lleva a su amiga por una calle principal en busca de un lugar muy concurrido.

— ¿A dónde vamos?

— A las oficinas de correos, el lugar siempre está repleto y existen muchas mesas vacías, seguramente les hace falta trabajadores, la vez pasada estuve esperando 2 horas si no es que más para poder enviar una carta a una amiga que vive en otra ciudad.

Cuando llegan el lugar, ya estaba cerrado y un hombre que sale del interior les informa que ya terminó el horario de atención.

— Señor, ¿Están contratando redactores?

— Sí, pero deben tener algunos requisitos en cuanto a escritura y lectura. Muchos quieren trabajar aquí, pero apenas logran escribir bien y se demoran demasiado para leer un párrafo — respondía el hombre de correos.

— Mi marido tiene excelente caligrafía y escribe muy rápido, perfecto para dictados. Además, que sabe leer de corrido, como si fuera contador de cuentos — aseguraba Amelia.

— Si es así de bueno, que venga mañana a primera hora para entrevistarse, ya que necesitamos personal.

Amelia estaba feliz y regresa rápidamente a su cuarto en el burdel, tenía muy buenas noticias para Víctor y ya quería contárselas, así que comienza a limpiar y preparar las mejores prendas que tenía su esposo para que mañana fuera a la entrevista en correos. Su traje se veía muy bien con sus zapatos nuevos.

— Hola, mi precioso tesoro, me regalaron patatas, las dejaré en la cocina... muero de hambre — Saluda Víctor al ingresar a la habitación.

— Tu cena está tibia

Amelia deja agua para que pueda lavar sus manos, sentándose a la mesa cuando ya estaba todo listo.

— Te veo de muy buen humor, ¿ha pasado algo bueno? — pregunta Víctor al servirse un trozo de pan.

— Sí... mañana tienes una entrevista de trabajo en correos.

— ¿Qué?... hem... ¿Un trabajo en qué?

— En correos, para redactar y leer cartas, pocos saben leer o escribir, así que tienen personas que deben hacer esas tareas. Es tu trabajo ideal — responde Amelia con una gran sonrisa.

— ¡Valla!... no conocía eso, mi padre escribía su propia correspondencia y solo se las pasaba a Celenia para que las enviaran. ¿Cómo supiste de eso?

— Con Perla fuimos a preguntar, y un encargado dijo que fueras a verlo mañana.

Víctor se levanta de la mesa, estaba emocionado y se quita los zapatos.

— Entonces deberé reparar estos y pulirlos para que se vean más presentables.

Amelia se levanta y va al armario para mostrarle los zapatos nuevos, lo que sorprende a Víctor.

— Pero dijimos que no gastaríamos el dinero ahorrado.

— No lo he gastado, solo lo intercambié por algo de mi propiedad.

— ¿Qué vendiste?

— Es un secreto.

— Por favor, dímelo.

— El arlequín.

— Mañana lo devolveremos, ese muñeco es muy preciado para ti — dice Víctor tomando los zapatos y dejándolos sobre la silla.

— No... por favor, tú eres más preciado que cualquier objeto. Si regresas los zapatos por el arlequín, me sentiré ofendida, porque es un regalo que quiero hacerte.

Víctor le acaricia la mejilla, estaba conmovido por el gesto de su esposa.

— Dios me debe de querer mucho para traerte a mi vida — dice él, besándola de manera tierna, ya que todas estas pequeñas cosas, le llenaba el espíritu y volvía cada vez su amor más fuerte.

A la mañana siguiente, Víctor acompañó a su esposa a la casa de la señora Teba y justifica su ausencia de ese día con sus compañeros, puesto que, de conseguir el trabajo en correos, abandonaría la labranza.

Ya a la hora de apertura en el edificio de correos, Víctor busca el encargado para presentarse y dar una entrevista.

El trabajo para él era muy sencillo, debía sentarse en un mesón y el público le entregaba documentos de lectura, de escritura y estampillas de correo que se compraban en la boletería del lugar. Si la persona tenía un ticket de lectura, debía leer ya sea su correspondencia, el periódico o los que ellos querían que fuera leído en cierta cantidad de párrafos. Si el cliente traía un ticket de escritura, debía escribir el dictado que se les estaba diciendo para responder alguna carta o cualquier otra cosa. Pero si este traía además las estampillas debía anotar la dirección del destinatario y enviar la carta como correos.

Las habilidades de Víctor estaban siendo probadas en ese momento. La rapidez para escribir y su caligrafía, dejan más que satisfecho al encargado. Ahora Víctor agradecía de que su maestro fuera tan insistente en tener una buena escritura, pero sentía que sería más rápido si no fuera por los callos en sus manos. Con respecto a la lectura fue lo mismo, estaba acostumbrado a leer de manera fluida y el encargado decía que leía mucho mejor que varios de los que ahí trabajaban, así que se acuerda el precio por su trabajo. Ganaría de manera mensual $50, mucho más que los $35 que ganaba siendo campesino, además de salir más temprano del trabajo.

Ese día, Víctor comenzó a trabajar inmediatamente y por la tarde fue a renunciar y recibir su paga en la casa de la señora Teba, despidiéndose de sus compañeros de trabajo y regresando junto con Amelia al burdel.

— Con el dinero que me pagarán en los correos, será mucho más sencillo todo.

— Estoy muy feliz, sabía que el tener estudios te daría un mejor trabajo, y eso que aún no conocemos si existen otros mejores.

— Creo que ya podríamos alquilar una casa o alquilar con promesa de compra.

— Lo único malo, es dejar a las Lobas. Ellas han sido nuestro apoyo aquí.

— Pero las visitaremos y ellas nos podrán visitar. Oh, mi amor, esto es el comienzo de todos nuestros proyectos — Víctor estaba radiante de felicidad, ya que su futuro y el de Amelia se veía esperanzador.

Con el paso de los días, Víctor tenía más tiempo libre y practicó la carpintería para creas sus propios muebles, esto lo relajaba y era como un pasatiempo muy divertido. En cuanto a Amelia, ella mantenía su trabajo en las cocinas y su esposo la pasaba a buscar todas las tardes para retornar a la habitación del burdel. Ella se encontraba dichosa que ya Víctor no regresara lastimado ni cansado, además de tener siempre una nueva historia que contarle de lo que ocurría en los correos.

Ese domingo, saliendo de la misa, Víctor reía muy divertido mientras caminaban de regreso al burdel.

— El sermón del padre no era tan aburrido como para que te durmieras.

— Últimamente, me he sentido muy cansada.

— Sí, te he notado extraña, ¿quieres ir al médico?

— Es que no me duele nada, ya se me pasará. Creo que es la preocupación de cambiar de casa.

— Iré a cortar madera con los trabajadores de la señora Teba. Les prometí a las lobas una carreta de leña para que no se preocupen de comprar, pero si te encuentras mal, me quedaré aquí.

—Claro que no. Nunca he dicho que esté enferma, ve con ellos, yo lavaré ropa, cuando regreses almorzaremos.

— Solo me preocupo. Sabes que eres lo más importante para mí — dice Víctor dándole un beso en la frente.

Víctor se marchó a cortar madera esa mañana y Amelia se quedó con las lobas limpiando o remendando ropa.

— Niña, vamos a hervir algunas prendas con bicarbonato, trae tu ropa blanca — dice la loba que le había prestado el vestido de novia.

— Gracias — responde Amelia y va a la habitación para sacar las sábanas, enaguas y camisas.

De regreso, trae las prendas y comienza a colocarlas en una olla que estaba en una fogata afuera en los patios del burdel. El olor que emanaba esa preparación siempre era fuerte, pero ahora lo encontraba más desagradable que de costumbre.

— Jazmín, no te ves nada de bien — dice Perla al ver a su amiga pálida.

— No me he sentido bien en estos días.

— ¿Por qué no entras a la casa?, prepararé un plato de caldo de gallina.

— Gracias, pero creo que se me pasará... — Alcanza a terminar de decir eso último, cuando deja las prendas en el pasto y corre a la letrina para vomitar. Realmente no se sentía nada de bien, le preocupaba comenzar con una enfermedad y angustiar a Víctor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro