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Capítulo 19

En la pequeña capilla del padre Máximo, estaban todas las lobas sentadas para presenciar la boda.

Ellas sentían mucho aprecio y respeto a este sacerdote, puesto que era el único que les daba misas, a pesar de que al resto de los feligreses reclamaban en contra de ellas debido a su reputación, puesto que el mundo encontraba indignos que esas mujeres estuvieran en la casa de Dios por ser unas pecadoras, así que el padre les daba misa en otro horario, para evitar que las ellas sientan el repudio social.

Al ingresar los jóvenes a la capilla, Víctor no podía dejar de ver a Amelia, estaba tan hermosa y se sentía afortunado de que tan bella mujer quisiera pasar su vida a su lado, además que cada tanto ella le regresaba una tierna mirada y le sonreía de manera cálida, haciendo que el corazón de ambos saltará por la emoción.

Ya en el altar, ambos tenían sus manos unidas y el pecho hinchado de felicidad. Amelia, mientras miraba a los ojos de Víctor, recordaba todo lo que había vivido con él, puesto que nunca imagino que aquel niño que la invitaba a jugar cuando estaba en las cocinas hace 10 años, sería ahora su esposo.

El sacerdote daba su prédica y ahora correspondía que los novios digan sus votos matrimoniales.

— Yo, Luis Rosales, te tomo a ti como esposa para amarte y respetarte hasta el día de mi muerte...

— Yo, Ameli... perdón... hem, Jazmín... te tomo a ti como espo...

Amelia fue interrumpida por el sacerdote, ya que ella, al confundirse, dejaba al descubierto que estaban mintiendo sobre su nombre.

— Para que un matrimonio sea real, tiene que ser sin secretos ante Dios, por lo tanto, tienen que usar sus verdaderos nombres — advertía el sacerdote.

Los novios se miran asustados, no podían dar su verdadera identidad ante todas esas personas, así que comienzan a negar con la cabeza.

— Al no decir sus nombres reales, su matrimonio sería inválido ante la iglesia — volvía a insistir el sacerdote — Sea como sea, guardaré el secreto que aquí dejen.

Las lobas comenzaron a hablar entre ellas, puesto que no entendían lo que estaba pasando, ya que no creían que su situación fuera tan difícil como para tener que dar nombres falsos.

Los jóvenes estaban preocupados por las lobas, ya que alguna podía delatarlos. Las opciones que tenían eran; suspender la ceremonia hasta ahí y marcharse o continuar con la boda, pero durante la noche, deberían escapar nuevamente. Ambos se miran y deciden optar por lo segundo.

— Yo, Víctor Fortunato... te tomo a ti como esposa...

Las lobas lanzaron exclamaciones ahogadas ante la sorpresa de aquel nombre e inmediatamente comenzaron a hablar susurrando entre ellas, ya que era el hombre más buscado en la nación y que todos deseaban encontrar, por la recompensa que se ofrecía por su paradero.

Para Amelia, su momento alegre desapareció, las manos de Víctor se volvieron frías y sudorosas, estaba aterrado y ese miedo comenzó a apoderarse de ella, haciéndola llorar.

Ver a Amelia así de triste en el momento que debía ser el más feliz de sus vidas, amargaba a Víctor, formándose un nudo en su garganta, así que le besa las manos para que sepa que estaba con él y todo estaría bien mientras estén juntos.

Ambos creían que encontraron un buen lugar para vivir y ahora tendrían que escapar nuevamente, creciendo la incertidumbre en ellos de dónde ir.

El sacerdote seguía con la prédica y los novios decidieron olvidar por un momento sus miedos y tener esperanzas. Escuchaban atentamente al sacerdote y se refugiaban en lo que este les decía, "lo que Dios ha unido, que no lo separaré el hombre"... "en salud y enfermedad hasta que la muerte los separe".

Ambos colocaron en el dedo del otro los anillos que compraron en la tienda de empeño. Eran modestos anillos de matrimonios, pero seguían los novios escuchando el susurro de las lobas y pensaban lo peor.

Al finalizar la boda, la pareja ahora era un matrimonio, girándose para salir de la capilla, hasta que Ofelia les detiene con una mirada decidida y le habla al sacerdote.

— Padre, quiero que tome un juramento de todas nosotras. Queremos jurar por el nombre de nuestro señor, que guardaremos el secreto de los novios, nadie dirá quiénes son ellos. Que nuestras almas se pierdan en el infierno si rompemos este juramento.

— ¡Lo juramos por nuestro señor! — dicen las lobas al unísono, arrodillándose ante el altar.

— No se preocupen, de corazón les deseamos felicidad — dice Perla de rodillas al igual que sus compañeras.

Los esposos sonríen sorprendidos, no esperaban aquel acto tan noble de las mujeres.

Al sacerdote se le dibujaba una leve sonrisa en los labios y le da la bendición a todas las mujeres que estaban arrodilladas.

Amelia estaba conmovida y ahora volvía a llorar por tanta felicidad, puesto que los creyentes, nunca darían un juramento que no puedan cumplir sin temer al infierno. Aquellas mujeres para el nuevo matrimonio, eran dignas de admiración y siempre estarían en deuda con ellas.

— Muchas gracias a todas, este es el mejor regalo que pudimos desear — dice Amelia limpiando sus lágrimas que no paraban de salir.

Las lobas los abrazaron y les desearon buena fortuna, mientras salían de la capilla.

En el burdel prepararon una pequeña cena, comieron y bebieron, pero cada tanto algún hombre tocaba a la puerta para preguntar si atenderían esa noche, ya que, por lo general, nunca se cerraba.

— Muchacho, me has impresionado y tienes todo mi respeto. Dejaste una vida de lujos por tus convicciones, eres un hombre de verdad — daba un brindis Ofelia, mientras le hablaba con orgullo a Víctor.

— Es cierto, él siempre será mi héroe — intervenía Amelia, mirando con dulzura al que ahora era su esposo.

Víctor estaba sonrojado, ya que varias mujeres comenzaron a hacerle cumplidos, esto lo llenaba de orgullo y más al ver a Amelia tan feliz, con sus ojos brillantes que irradiaba tanto amor.

— Pero bueno, nosotras les seguiremos llamando por los nombres que escogieron usar como su nueva identidad, solo para no crear confusión — decía Perla, a lo que sus compañeras asentían con la cabeza.

La celebración continuaba y los novios estaban tranquilos disfrutando del momento, pero Víctor se acerca a Amelia para susurrarle.

— ¿Creemos en ellas y nos quedamos aquí? O ¿nos vamos esta noche?

— Yo creo en ellas — asegura Amelia — si pensaran en el dinero, no nos dejarían la habitación por lo que nos han cobrado y no habrían dado un juramento al sacerdote.

— También estoy cansado de escapar, si nos encuentran, ya no importa. Ahora eres mi esposa y eso ya nadie lo puede cambiar.

La fiesta de las lobas por el matrimonio continuaba, pero todas despiden a los esposos para que no se haga más tarde y puedan iniciar su noche de bodas.

El matrimonio se marcha e ingresan en su habitación que estaba iluminada por la luz de las velas. El lugar estaba decorado, ya que Perla dejó un ramillete de flores con agua encima de la mesa, además de dos jarras de vino especiado con naranjas y canela que, según las lobas, ayudaba a calmar el cuerpo.

Ambos estaban muy felices y tranquilos al saber que las lobas guardarán silencio, además que cumplieron el objetivo de su huida y por fin eran marido y mujer. Era tanta la dicha que sentían que, Víctor levanta a su esposa en sus brazos para dar giros mientras reían. Cuando la vuelve a dejar en el suelo, le quita el velo que cubría su cabello y lo deja en una de las sillas cercanas, cuando la vuelve a mirar, ella estaba sonrojada y con una mirada apacible.

— ¿Tienes miedo? — pregunta Víctor con una voz suave.

Ella niega con la cabeza, solo estaba avergonzada por el momento que debía compartir con su esposo, bajando la vista y juntando sus manos en su pecho.

Víctor estaba hipnotizado por el momento, ya que anhelaba poder estar con Amelia de aquella forma, así que, sin dejar de verla, se retira la chaqueta y el pañuelo del cuello, lo que le descubre levemente el pecho. Amelia lo miraba, pero su respiración estaba agitada, así que él se acerca y le da un suave y sensual beso en los labios, para ayudar a liberar la tensión de aquel momento, lo que ruboriza aún más las mejillas de Amelia y libera las manos que tenía en su pecho para tocarlo a través de la camisa con dedos temblorosos.

Para ambos el momento era muy íntimo y lleno de descubrimientos. Víctor se retira la camisa para que Amelia lo pueda tocar de mejor manera, mientras él le comienza a soltar las amarras del vestido de forma tranquila, puesto que la seda se aflojaba rápido, hasta que este sin ningún movimiento extra cae completamente mostrando su ropa interior.

El pecho de Víctor estaba agitado y su piel se erizaba como una corriente en donde ella tocaba. Amelia estaba tan concentrada descubriendo el torso desnudo de su esposo, que no se da cuenta cuando ya sus pechos estaban descubiertos y Víctor se los acariciaba y presionaba de manera calmada, formando pequeños círculos con los pulgares sobre sus pezones, provocando que se endurezcan y volviéndose cada vez más sensibles, lo que le daba a Amelia pequeños espasmos en el vientre, que bajaba por sus espalda como un delicioso hormigueo, para llegar y alojarse en forma de cosquillas entre sus muslos, lo que le hacía presionar sus piernas, puesto que su femineidad se estaba volviendo más caliente y húmeda.

Víctor, sin detenerse, retira las últimas prendas que cubrían el cuerpo de Amelia y al fin podía ver la desnudez de su mujer. Su cuerpo era tan bonito, muy distinto al de la loba con la que fue su primera vez, ya que este era delicado y con muchas curvas. Verla así era estimulante, sintiendo como su excitación crecía y se agolpaba en la tela su pantalón esperando ser liberado. Sin contenerse comienza a acariciar aquel cuerpo con el que había soñado, pasando las manos por sus caderas, su espalda y pechos, bajando nuevamente en este recorrido hasta sus nalgas, presionándolas y acercándola a su cuerpo, para que ella pudiera sentir su calor.

Víctor estaba absorto en ese momento, disfrutado de cada momento que pasaba, sentía que había alcanzado la gloria. La aparta levemente para ver nuevamente aquel cuerpo que lo estaba enloqueciendo, levanta la vista y vuelve a mirar el rostro de su esposa. Ella seguía tímida y avergonzada, tratando de tapar sus pechos con el brazo y su parte baja con la otra mano.

Víctor, con un ágil movimiento, se retira las últimas prendas que tenía puestas, para mostrar también su desnudez y así hacer sentir a Amelia que ambos estaban en iguales condiciones.

Él le toma las manos y la coloca sobre su pecho, guiándola para que acaricie su cuerpo, pero ella aún sentía mucho pudor, ya que era el primer hombre desnudo que había visto, sin contar a sus pequeños hermanos cuando eran bebés, pero este cuerpo adulto en frente de ella, era muy distinto.

Al dejar que el momento fluya, Amelia comienza a relajarse y miraba con curiosidad el cuerpo de su esposo, permitiendo que él le siga guiando para que lo toque en el pecho, bajando por su vientre, hasta hacer que acaricie su virilidad. Luego de la primera impresión, ella pasaba sus dedos por aquel miembro masculino, sintiendo su calor, tomándolo ahora con la mano y envolviéndolo con los dedos, lo que aumentaba el cosquilleo entre sus piernas, presionándolas y sintiendo cómo se humedecía cada vez más, preguntándose si aquel líquido bajaría por sus muslos.

Las caricias de Amelia, eran como fuego para Víctor, así que la abraza para tratar de apaciguar su deseo, uniendo su cuerpo desnudo al de ella para besarla, demostrando toda la pasión que sentía, pero el abrazo que le regresaba Amelia, le hacía entender que también lo deseaba desesperadamente, ya que frotaba su cuerpo contra él y movía las caderas suavemente, así que se aproxima a la cama y retira las mantas, tomando de su mano para dejarla recostada en las sábanas.

Para Amelia, al sentir el roce de aquel cuerpo masculino cuando se posiciona encima de ella, era completamente placentero. Le gustaba sentir su virilidad agolpándose sobre su vientre, deseaba tocarlo nuevamente, pero se contiene para evitar que Víctor piense que era una pervertida.

Víctor la besaba y se aparta levemente para volver a ver su cuerpo, ella respiraba de manera agitada y estaba completamente sonrojada. Pasa suavemente sus dedos por sus senos, bajando delicadamente por su tórax, vientre, pasando por su ombligo, hasta llegar al secreto oculto entre sus piernas, sintiendo la humedad cálida que emanaba de ella, abriéndole las piernas para poder ver que se ocultaba ahí, pero ella rápidamente se cubre con una mano y junta sus muslos.

— No me veas... es vergonzoso

— Pero ahora nos pertenecemos, quiero conocer todo de ti — dice Víctor con voz suave.

Ella aparta la mano y abre lentamente las piernas. Víctor lanza un suspiro para aliviar la emoción que estaba experimentando, ya que separaba con sus dedos los labios mayores, para descubrir aquella zona rosada y caliente que se contraía con suavidad.

Sin contenerse más, Víctor comienza a frotar su miembro sobre aquella entrada húmeda que le invitaba a ingresar, acomodándolo suavemente, para abrazarla nuevamente y volver a besarla.

Cuando Amelia siente la masculinidad de su esposo ingresando, contiene el aliento, sintiendo una puntada dolorosa al expandirse su interior, apretando sus manos en los brazos de él para darle a demostrar que eso le estaba incomodando.

— ¿Te duele? ¿Me detengo? — pregunta Víctor, pero la sensación era muy placentera y a pesar de decir eso, no se detenía y seguía ingresando, hasta estar completamente adentro, puesto que esto era más increíble de lo que se había imaginado que sería estar con la mujer que amaba.

— Solo un poco, es una molestia.

— Me quedaré quieto para que estés bien.

Esto fue tan estimulante para Víctor, que la excitación del momento estaba a punto de llevarlo al orgasmo. No quería dar una mala impresión, ya que deseaba que ese momento fuera especial para ambos y durar, aunque sea un par de minutos, pero su cuerpo lo traicionaba, así que clava su rostro en el cabello de Amelia y respiraba profundo para tratar de controlarse, cerrando los ojos con fuerza y tratando de pensar en otra cosa. Qué ironía de la vida, pensaba Víctor, antes se imaginaba estar con ella y ahora pesaba en cualquier otra cosa para que baje el calor de su cuerpo.

Al estar Amelia recostada, con el cuerpo de Víctor cubriendo el suyo, recordaba lo que le dijeron las lobas para ayudarle en ese momento, así que coloca su mano entre el cuerpo de ambos para tocar su punto sensible, frotándolo delicadamente, hasta que esto la hizo olvidar las molestias que sentía y comenzó a experimentar un placer que la hizo temblar, moviendo las caderas suavemente en un inicio, pero que poco a poco aumentaba de intensidad, lo que al cabo de un rato, era ella la que le hacía el amor a su marido, mientras este solo apretaba los puños y gemía con más fuerza diciendo su nombre al oído con voz temblorosa.

Amelia ya no se controlaba y seguía realizando los movimientos, ya que era una deliciosa sensación aquella combinación de caricias que se daba, mientras su cuerpo se contraía presionando el miembro viril de su esposo, frotándose con él, ya que sentía como este palpitaba en su interior y podía ingresar y salir tan suavemente debido a la humedad que lo envolvía, mientras él se mantenía quieto, solo recibiendo.

— ¿Está bien que yo haga esto? — pregunta Amelia susurrando, sin cortar el movimiento.

— Está muy bien... solo sigue... no te detengas... ¡ah!

Cuando Víctor dice aquello, Amelia comienza a moverse con mayor velocidad, penetrándose más profundo, olvidándose de la molestia de haber perdido la virginidad y solo disfrutando de aquello. Aquel movimiento de caderas, lleva a Víctor al máximo de su placer, sin poder seguir conteniéndose, liberando gemidos que estimulaban a los sentidos de Amelia, ya que percibía como su masculinidad se hinchaba, a lo que él logra dar dos potentes embestidas, para luego detenerse, soltando un gemido agónico y respirar agitado por haber alcanzado el orgasmo.

— Espera, descansemos un poco — dice Víctor al sentir cómo ella volvía a mover sus caderas.

— ¿Pasa algo malo? — pregunta Amelia molesta. Quería continuar, sentía su cuerpo caliente y una necesidad incontrolable por seguir haciendo el amor, pero él se levanta y va a buscar del vino que estaba en la mesa, sirviéndose un vaso y otro para su esposa, regresando y volviendo a sentarse al borde de la cama. Ella pensaba que quizás eso era todo, y el coito terminaba hasta ahí.

— No pasa nada malo, es solo que debo reponerme... disculpa — dice Víctor, bebiendo del vino y ve cómo Amelia también toma un poco del contenido de su vaso sin dejar de mirarlo. Era la primera vez que ella lo miraba con tal deseo, puesto que sus ojos no ocultaban su necesidad por él.

Amelia le toma del brazo y se acerca para besar los hombros de su esposo de una manera sensual.

— ¿Pero solo se puede hacer una vez o podemos más veces? — pregunta Amelia, que aún movía sus caderas, para controlar el fuego en su interior.

— Todas las que queramos — responde Víctor, volviéndola a besarla, dejando los vasos de vuelta en la mesa, regresando a la cama. Ya estaba listo nuevamente y su miembro volvía a estar erecto, solo que ahora se sentía más calmado y podía darle lo que ella tanto quería.

Nuevamente, Víctor se posiciona encima de Amelia, a lo que ella abría sus piernas invitándolo a entrar. Con un movimiento suave, él volvía a penetrarla, pudiendo disfrutar ahora de esa cálida humedad y presión que ejercía sobre él, gozando del roce al moverse de manera calmada, volviendo ese momento muy erótico cuando ella también volvía a mover sus caderas, lo que producía un sonido húmedo de chapoteo al ingresar y salir de manera rítmica.

Amelia tenía tanto calor que pensaba que sus huesos se derretirían. Mira a su esposo y este también estaba comenzando a sudar.

Ya no tenían pudor, solo querían seguir sintiendo aquella maravillosa sensación que les regalaba el cuerpo del otro. Amelia acariciaba a Víctor y lo abrazaba con mayor fuerza, comenzando a liberar gemidos, contrayendo su cuerpo y frotando más rápidamente su zona sensible, hasta sentir una oleada de placer que la hizo temblar y nublar si visión. Víctor sentía cómo el cuerpo de ella se contraía con espasmos violentos que eran exquisitos, dándole a entender que ya había alcanzado el éxtasis, así que adelanta su placer para alcanzar el orgasmo nuevamente, dando potentes embestidas y presionando de sus senos para terminar junto con ella, expulsando su semilla en el interior de Amelia.

Se mantuvieron abrazados y se besaban con tranquilidad, mientras trataban de controlar su respiración.

Lo que compartieron era tan íntimo, tan suyo y tan hermoso, que pronto comenzaron a sonreír, mientras seguían unidos. Nunca habían imaginado alcanzar tanta felicidad.

— Te amo... demasiado como para expresarlo — suspiraba Víctor

— También te amo tanto, eres el hombre de mi vida y siempre quiero ser tuya

— Ahora yo te cuidaré, por siempre, así que no temas, mi hermosa esposa — volvía a besarla de manera tierna.

La masculinidad de Víctor salió involuntariamente del interior de Amelia al estar flácida, mientras comenzó a derramarse la semilla que él había dejado en su interior en dos oportunidades, así que ambos se levantan para limpiarse y al hacerlo, Amelia descubre que había sangrado, señal de haber entregado su virginidad, llenando de orgullo a Víctor, tomándole de la mano para llevarla nuevamente a la cama y poder descansar con ella.

Se siguieron diciéndose esa noche dulces palabras de amor, hasta que apagaron las velas para poder dormir, pero se mantenían desnudos en la cama, cubiertos por las sábanas. Aun sus cuerpos estaban emocionados y se negaban a dormir. Pasaban los minutos, pero ambos aún tenían el corazón agitado y un fuego intenso en su interior.

— Mi amor, no me puedo contener, necesito más de ti — Víctor susurra en el oído de su mujer, ya que la mantenía abrazada en la cama.

Ella voltea para verlo con la luz de la luna que entraba por la ventana, sintiendo cómo nuevamente su virilidad estaba dura y erecta.

— Yo no puedo dormir, porque aún quiero seguir, quiero volver a sentir tu amor, quiero ser tuya — responde Amelia.

— ¿Quieres hacerlo otra vez?

— Dijiste que todas las veces que queramos.

Nuevamente, Víctor se posiciona encima de ella, dándole tiernos besos y volviendo a penetrarla, para continuar con el acto de amor. Esa noche sería larga y ambos esperaban que no terminase tan pronto.

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