Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17

Víctor y Amelia viajaron en la carreta durante toda la noche, lo bueno de la comodidad del heno, es que pudieron dormir todo ese trayecto. Al amanecer, llegaron al destino que, era una ciudad del interior del país.

— Tenemos que seguir viajando, la pregunta es ¿dónde quieres ir? — dice Víctor emocionado por esta aventura

— Nunca he visto el mar, me gustaría ir a algún lugar con playa — respondía Amelia, alegre.

— Bien, ya sé dónde. Tiene que ser una ciudad grande — Víctor camina con los bolsos por las calles de ese poblado campesino.

— ¿No sería mejor un lugar pequeño, como un pueblo tranquilo? — pregunta Amelia caminando a su lado y llevando los abrigos.

— Si vamos a un lugar pequeño, la gente querrá saber quiénes llegaron a su pueblo y descubrirán nuestro pasado, en cambio, si vamos a un lugar grande, a nadie le interesa quiénes somos.

— Tienes razón, tendremos que buscar otra carreta.

— No. En esta oportunidad viajaremos en diligencia, donde planeo ir está muy lejos de aquí — dice Víctor apresurando el paso para llegar a la parada.

Compraron un billete para subir a una diligencia que transportaba correspondencia, las que eran muy rápidas y el viaje que tenían que realizar duraría mucho y en algunas ciudades tendrían que cambiar a una segunda diligencia que los llevará a su destino.

Las primeras horas, para ambos, el viaje fue alegre y lleno de esperanzas, pero al ser de noche, Amelia ya estaba agotada y le dolía el cuerpo, puesto que compartían los asientos con otros pasajeros, que bajaban en distintos poblados y subían otros más, lo que retrasaba su viaje. Víctor abrazaba a Amelia para que tratara de dormir, pero el movimiento la mareaba y sentía náuseas.

Ya estaban en el segundo día de viaje y el cansancio se sentía, trataban de acomodarse, ya que la diligencia continuaba su camino durante la noche y solo paraba para dejar pasajeros y cambiar de caballos.

Al llegar a la ciudad donde les dejaron, aún era temprano y la próxima diligencia salía en 5 horas, así que deciden descansar. Compraron un botellón de leche para beber y pan fresco con queso.

Amelia estaba sentada a la sombra de un árbol al borde del camino, su vestido marrón, estaba completamente arrugado y su cabello desaliñado, pero no le importaba, solo pensaba en lo mal que se sentía. No podía comer, pero Víctor insistía para que no pierda fuerzas, así que le daba pellizcos a un trozo de pan y bebía un poco de leche.

— Y ¿si solo nos quedamos en este lugar? No creo que pueda seguir viajando.

— Solo un poco más, esta noche dormiremos en algún buen lugar, te lo aseguro — respondía Víctor con la espalda apoyada en el árbol.

— Está bien. Trataré de dormir un poco, aún me siento mareada — Amelia se acomoda en el pasto y se voltea para descansar.

— Sí, te despertaré cuando tengamos que marcharnos.

Víctor también se encontraba cansado y mareado, pero prefería que Amelia duerma mientras él vigilaba, deseaba que ella se sintiera mejor para que pueda resistir el siguiente viaje, porque ya no solo era él, ahora tenía que protegerla y cuidarla.

Ya habían pasado dos horas y el cansancio se estaba apoderando de Víctor, su cabeza caía pesada en su hombro, hasta que el grito del chico de los periódicos lo despierta de súbito y sobre todo al escuchar los titulares. "LOS REYES DEL CARBÓN PIERDEN SU HEREDERO". Se levanta apresuradamente, dejando un minuto a Amelia para ir a compra un periódico. Al regresar, comienza a leer la noticia donde se hablaba de su desaparición y lo tomaban como un posible secuestro, dejaron descripciones de él y se estaba entregando una recompensa de $1.000, para quien tenga información de su paradero.

Amelia se despierta al cabo de unas horas y ve a Víctor que seguía apoyado en el árbol, leyendo el periódico.

— ¿Quieres descansar? — pregunta ella.

— Toma, lee esto — Víctor le entrega el periódico.

Ella lo recibe y comienza a leer la noticia de los Fortunato, cambiando su semblante a preocupación.

— Esto es malo, podrían descubrirnos y regresarnos.

— No. Nadie sabe quién soy, pero deberemos cambiar nuestros nombres, ya que por la descripción y si me sigues llamando Víctor, tarde o temprano alguien se dará cuenta.

Amelia da un suspiro y mira los rosales que estaban tras suyo, recordando los hermosos rosales del Jardín de los Fortunato.

— Sí, tienes razón ¿Qué nombre utilizarás?

— Pensaba en Luis.

— Me gusta, pero ¿será necesario que yo también cambie mi nombre?

— Prefiero que lo hagas, es mejor no correr riesgos — Mira a Amelia que veía las rosas y como algo natural termina completando su nuevo nombre — Luis Rosales, desde ahora tienes que llamarme siempre así.

— Es un excelente nombre, entonces yo seré Jazmín, como la flor aromática

Ya era tiempo de salir en la siguiente diligencia, lo bueno es que solo serían un par de horas hasta su destino, pero ya de solo subir al carro, Amelia regresa con los mareos y el malestar.

Mientras continuaban con su viaje, Víctor estaba absorto en sus pensamientos y su atención estaba puesta en sus padres, tenían que estar muy angustiados para ofrecer esa cantidad de dinero por su búsqueda. Pero ya era tarde, si hubieran tenido la amabilidad de escucharlo, esto nuca habría pasado.

Los enamorados llegaron a su destino al atardecer. Cuando Amelia baja del carro, siente que recuperaba fuerzas y algo le decía que este era su nuevo hogar. Percibe un fresco aroma a sal en el ambiente que ella no conocía, era el olor del mar, mezclado con pescado frito, y a pesar de sentir esa fragancia en el aire, aún no podía ver la playa.

Pronto sería de noche, así que esperaron en una plaza pública con sus bolsos a que oscurezca, para escuchar el aullido de las lobas y encontrar el burdel, esperando que ese sea su refugio hasta conseguir un mejor lugar. Víctor confiaba en que estas fueran buenas como lo dijo la anterior loba y cuidaran de ellos.

Ya era de noche y ambos estaban atentos a los sonidos del ambiente, hasta que sienten el primer aullido que rápidamente se acompañó de varios otros. Víctor toma la mano de Amelia y se dirigen a la fuente del sonido a toda prisa. Caminaron un par de calles, el sonido se sentía muy cercano a la costa, hasta que finalmente llegan, encontrándose con una enorme casona, con mujeres con pañoletas haciendo gestos desde las ventanas y aullando en dirección al puerto.

Amelia estaba impresionada de ver tal espectáculo que hacían aquellas mujeres que solo usaban ropa interior sin tener pudor y como algunos hombres llegaban prácticamente corriendo y entraban en el lugar. Víctor ya la había preparado para ver algo así y si esas mujeres eran como la señora que los despidió ese día en la carreta, todas debían de tener un buen corazón, así que no se intimidaría.

— Espérame aquí, entraré y hablaré con la loba principal, vendré pronto — le dice Víctor, mientras dejaba los bolsos a su lado — Quédate en las sombras, utiliza la capucha para ocultar tu rostro, trata de que nadie te vea.

Ella siente con la cabeza, pero quería acompañarlo, tenía miedo de estar sola o que Víctor no regresara.

Corriendo a toda prisa, Víctor llega al burdel y espera a que alguna mujer se le acerque. El interior del lugar estaba animado, varios hombres cantaban en la cantina y las mujeres reían. Pronto, una mujer joven de unos veinte años, de largo cabello castaño rojizo y de facciones bonita, se le acerca sonriente.

— Ven conmigo, eres muy apuesto, además que me gustan los muchachos como tú — dice la loba con picardía, se notaba que era una mujer risueña.

— Disculpa, pero estoy buscando a la encargada de este lugar — responde amablemente Víctor.

— Pero esa no te atenderá también como yo, además que está vieja y gorda — dice riendo la joven.

— No vengo por servicios, señorita, quiero alquilar un cuarto.

— Está bien, espera aquí, aunque conmigo lo habrías pasado muy bien.

La joven sale del lugar en busca de la loba principal, mientras Víctor miraba el burdel que era muy grande, quizás, al igual que en su ciudad natal.

Al cabo de un minuto, llega una mujer voluptuosa, con un largo y abultado cabello negro rizado que le llegaba hasta la cintura, su color de ojos eran verdes y sus facciones demostraban que tenía ascendencia gitana.

— Me dicen que me buscas porque quieres una habitación. Tengo las de arriba, tienen un valor de 10 céntimos, si quieres pensión serían 25 céntimos.

— Vengo acompañado, mi enamorada me está esperando afuera. Necesitamos un lugar donde quedarnos por un tiempo — dice Víctor de manera humilde.

— ¿Enamorada?... muéstramela — La Loba tenía una gran curiosidad, ya que el muchacho se veía de buena posición económica como para traer a una joven a un lugar así.

Víctor salen al exterior y corre en dirección donde Amelia para llevar los bolsos y regresar donde la Loba. Cuando se acercan al burdel, la mujer en la entrada los miraba expectante. Amelia, al llegar, la loba le retira la capucha para que pueda verla mejor. El asombro de la mujer fue notorio, al ver a una joven bonita, de grandes ojos celestes, que le miraba asustada, dándole una apariencia adorable, lo que provoca en la loba un instinto maternal lleno de ternura.

— Hola niña, cuéntame cómo es que llegaste aquí

Amelia no estaba segura de responderle a la mujer, así que mira a Víctor y este asiente con la cabeza para que le cuente su historia.

— Venimos desde la capital. Tuvimos que escapar porque nuestros padres nos comprometieron en matrimonio con otras personas, la boda de él habría sido hoy — responde Amelia resumiendo su condición en pocas palabras, pero la mujer comprende que son fugitivos.

— ¡Valla!, es una gran aventura. Vengan, tengo un lugar para ustedes.

La mujer lleva a la joven pareja por fuera del burdel, rodeando la casona, hasta llegar a la parte trasera, abre una puerta que da a un pequeño pasillo, hasta llegar a una segunda puerta, abriéndola e ingresan a una amplia habitación, que contenía una amplia cama, una mesa y dos sillas, un armario y una pequeña estufa.

— Esta habitación da a la cocina del burdel, es la más grande que tenemos aquí ¿Por cuántos días quieren quedarse? — pregunta la mujer.

Víctor saca los billetes que tenía en su bolsillo y retira $40.

— Todos los días que se pueda pagar con esto y pensión — dice Víctor entregando el dinero.

La mujer cuenta el dinero y le da una sonrisa a la muchacha.

— Pueden quedarse aquí por 6 meses, más la pensión.

— Espere, en conteo rápido por los dos, solo nos da para quedarnos por menos de 4 meses — dice Víctor pensando que la mujer no vio bien el dinero que le entregó.

— Sí, pero este dinero alcanza por 6 meses para los dos.

— Muchas gracias, señora  — dice Amelia, sonriéndole a la mujer en señal de real gratitud, lo que le produce una carcajada a la loba por su cortesía al hablarle.

— Gracias a ti por decirme señora, soy Ofelia, llámame por mi nombre

— Soy Luis y ella es Jazmín — Víctor se presenta con sus nombres falsos.

— Mañana pasen por la cocina y coman con nosotras, todas querrán conocer quiénes son nuestros nuevos inquilinos, al menos que les moleste relacionarse con mujeres del bajo mundo.

— No Ofelia... nos encantaría conocerlas — responde Amelia conservando sus modales.

— Bien... me retiro, les recomiendo que desde las ocho de la tarde, no ingresen a la cocina y cierren la puerta, ya que es el horario de funcionamiento del burdel, en especial para ti Jazmín, algún cliente puede aparecer y creer que eres una loba, es solo por precaución — Ofelia le entrega las llaves a Víctor y abre la puerta que comunicaba a la cocina.

— Recuerden, siempre cierren esta puerta — le da una última mirada a la joven de cabello dorado y se marcha, cerrando la puerta tras de ella.

Ya ambos al estar a solas, lanzan un suspiro de alivio, puesto que no esperaban que todo fuera tan sencillo.

— Encontramos un buen lugar, estaremos aquí hasta que consigamos una casa donde quedarnos — dice Víctor inspeccionando el lugar.

— Sí. Tenías razón, las lobas son amables, pero ahora solo me preocupa una sola cosa.

— ¿Qué es?

— Solo hay una cama — señala Amelia

Víctor le regala una sonrisa cariñosa y se acerca a ella.

— No te asustes por eso, ya te prometí que no te faltaría el respeto, todo lo demás lo dejaremos para nuestra noche de bodas.

Ambos estaban agotados, guardaron sus cosas en el armario y se recortaron en la cama. Ya cobijados por las mantas, Amelia no pudo tener tiempo para pensar en el pudor, puesto que apenas apoyó la cabeza en la almohada, el sueño la venció.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro