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Capítulo 119

Amelia había cabalgado por una pradera y llegó al lado del río donde se encontraba un enorme sauce. La brisa era fresca, pero no había frío o calor, solo sentía decepción en lo que ahora era su vida. Mira el reflejo en el agua y este le devolvía la mirada, una mujer con ojos llorosos, pálida y de aspecto corriente. Se recordaba que antes era tan feliz, no esperaba nada de nadie y sentía que estaba completa cuando Víctor le dijo hace casi 10 años que le quería. No era orgullosa, pero si muy ingenua, ahora en su mundo y por sus vivencias, quería que todo fuera como antes, más sencillo, sin pensar tanto en las circunstancias. Respira profundo y descansa bajo el sauce, escuchando como el agua corría, cierra los ojos y esperaba descansar.

No pasa mucho cuando Amelia siente el galope de un caballo, gira para ver quién era. Víctor se aproximaba en un caballo color café oscuro, esto le sorprendía, puesto que pensó jamás volver a verlo montado en un caballo.

— ¿Por qué me sigues?... ¿No entiendes que no quiero verte?

— Solo escucha lo que tengo que decir.

— Para que, todo lo que hablas son mentiras. Además, que no quiero escuchar cuanto me necesitas y cuánto me amas.

— No lo haré, solo necesito que aclaremos algunas cosas, con respecto a nuestro futuro y el de Sergio, ya que esta situación es insostenible.

Víctor tenía sus piernas afirmadas al caballo con cintas de cuero, las desabrocha como si fueran pequeños cinturones. Ya libre, baja con cuidado y se apoya en su caballo.

Amelia estaba sorprendida de lo que le decía Víctor, puesto que su mirada denotaba determinación y eso le asustaba.

— Bueno, habla.

Víctor da un suspiro y mira el río pensativo, luego vuelve a mirar a Amelia.

— Tienes razón, solo pienso en mí mismo, desde siempre, no quería que jugaras con Juan, porque te quería solo para mí, luego no quería perderte y por eso te propuse escapar. Con el tiempo y cuando estábamos en la Ciudad del Puerto, no quería regresar aquí y no quería que tuvieras contacto con tu familia para que no te alejarán de mí... trabaje, enferme y recupere, todo para que estuviéramos juntos...

Amelia aparta la mirada y mira el río, pero no dice nada. No podía seguir viéndolo, pues su mirada le delataba y le conmovía recordar sus primeros años juntos.

Víctor continúa hablando.

— Cuando regresamos, fue tan difícil para ti ser parte de este mundo, pero lo hiciste y siempre me sentí orgulloso de eso. Conseguí inversionistas y viajé para que mi padre también tenga la posibilidad de ser feliz con Celenia, pero en todo eso, siempre estabas tú conmigo. Luego llegó Sergio y no me importaba si teníamos más hijos, eso era solo un complemento a la vida que estaba pasando contigo. Regresé de la muerte por ti y en ese trance, me olvidé de lo que yo quería, porque ni yo sabía quién era y ahora estoy aquí, nuevamente obligándote a que me quieras, a que me sigas acompañando, porque mi vida gira en torno a ti. Pero, ya no puedo ser más egoísta, porque en verdad te amo con mi alma... y ahora quiero pensar en ti y en lo que tú quieres.

Las palabras que decía Víctor le llenaba de recuerdos a Amelia y estos se transformaron en emociones que guardaba en su pecho. Contiene el aliento cuando ve que este saca un documento del interior del bolso que traía en la montura y se los entrega para que ella pueda leerlo.

Los ojos de Víctor se llenan de lágrimas, ya que hacer esto le dolía y era imposible guardar su pesar.

— Te dejo libre, para que hagas lo que desees, si quieres marcharte con Sergio, hazlo, no te lo impediré. Es por eso que te entrego los documentos, para que sepas que he quitado hace tiempo la solicitud de custodia completa de nuestro hijo... ya todo terminó.

Amelia miraba los papeles, pero no los leía. Su nariz estaba congestionada y sin querer se escapa una lágrima y la seca rápidamente.

— ¿Es todo?... ¿Ya no habrá más presiones? — pregunta Amelia tratando de mantenerse firme.

— No. Puedes marcharte cuando quieras... ya sé que no me quieres y el único que es culpable de que ahora estemos separados, soy yo.

Comenzaba a caer una lluvia suave que cada vez aumentaba de intensidad y mojaba sus rostros, camuflado las lágrimas que brotaban en los ojos de ambos por el adiós. Antes lucharon para estar juntos y ahora tomaban como acuerdo el separarse como una solución a este conflicto.

Amelia sonríe de manera nerviosa y miraba en todas direcciones. Trataba de ocultar sus labios con sus dedos, ya que temblaban.

— Cuando quieras, puedes ver a Sergio, iré a la Ciudad del Puerto, nos quedaremos ahí. — informa Amelia.

Víctor lanza una risita sin que sus ojos dejen de derramar lágrimas.

— Recuerdo esa cama, como rechinaba y como se rompieron las maderas. Siempre me regañabas por no repararla como se debía y sacabas el argumento de los varillazos que me daba mi padre por ser desobediente...

— Sí, pero a pesar de todo era un buen lugar y éramos felices. Gracias Víctor, por todo, espero que puedas recuperarte y que tu ánimo no decaiga. Sé fuerte... no te dejes vencer otra vez.

Amelia no podía aguantarlo más y rompe en llanto mientras la lluvia caía sobre su cabeza, pero no pensaba en que se estaba mojando, ni siquiera en que su vestido pesaba por la absorción de agua

Víctor da un suspiro, puesto que su voz se quebraba.

— Cuando escapé contigo y trabajé para mantenernos, nuestros pequeños logros eran satisfactorios. No teníamos dinero, solo esfuerzo, muchas veces no sabíamos que comeríamos al día siguiente, pero no importaba nada, porque éramos ricos en amor. Amelia, yo en ese tiempo era tan feliz y quiero volver a serlo, quisiera volver el tiempo atrás.

— Yo también era feliz en aquella época. Pero ya tenemos mucha historia entre nosotros como para volver el tiempo atrás, eso es imposible.

— Pero si se puede volver a retomar donde lo dejamos. Amelia es verdad que soy egoísta, pero no puedo estar separado de ti y Sergio, así que abandonaré la empresa de carbón y viajaré a la Ciudad del Puerto. Pero no me malinterpretes. Buscaré una casa y viviré en ella, también un trabajo, no dependeré de la fortuna de mi padre, volveré a ser un asalariado.

— ¿Para qué harías eso? ¿Solo para estar cerca de Sergio?

— Sí, y también de ti.

— No hagas eso, en tu condición será muy difícil...

— Pero así te puedo demostrar que aún te sigo amando y esperaré pacientemente por ti, porque sé que me sigues queriendo, solo que se te ha olvidado cómo. No te presionaré, tampoco te molestaré, solo te cortejaré con paciencia, hasta que logre recuperar nuevamente tu corazón.

— No lo hagas... solo vivamos nuestras vidas y olvidemos lo demás.

— Aunque olvides nuestro amor, yo no puedo y hasta que permanezca en esta tierra, lo seguiré intentando, porque eres mi esposa y te amo tan intensamente como siempre, aunque tú ya no me quieras.

— ¡PERO SI TE QUIERO! — Grita Amelia ya sin poder aguantarlo más y sin parar de llorar. — Pero estoy tan herida y tengo miedo que cuando algo salga mal te vuelva a alejar de mí... porque yo te amo desde siempre y no me importa que era de mí si estaba contigo, tú me dabas fuerzas para superar mis penas y sufría al darme cuenta de que yo no era la fuerza que tú necesitabas para continuar con tu vida.

Víctor camina lentamente hasta llegar donde ella y abrazarla.

— La pena ya nunca más me alejará de ti. Era solo inseguridad que sentía, de que te cansarás de un inválido y encontrarás a alguien mejor que yo. Fui quien forzó la situación, por sentirme impotente. Perdóname por no creer más en nosotros.

Víctor toma el rostro de Amelia y le besa en los labios. Cada tanto suspiraban para calmar su pena, ya que ese beso era tan necesario para ambos como llorar y desahogar esa agonía que habían vivido en aquel tiempo.

El beso de un nuevo encuentro, pasó a ser tierno y calmado, luego a ser completamente lleno de complicidad. Ambos bebían el agua de la lluvia que caía sobre ellos en los labios del otro. Al abrazo que se daban era tan fuerte y apretado, como si quisieran volver a unirse como uno solo, ya que la separación sentimental los había dejado vacíos y ese espacio debían llenarlo nuevamente con la esencia del otro para ser como antes.

Este pensamiento fue tan fuerte, que inmediatamente cada uno desnuda al otro con desesperación. Tocarse y verse nuevamente les hacía recordar el erotismo y emoción que sintieron en su noche de bodas y cada caricia les recordaba algún momento especial vivido entre los dos.

Se habían recostado encima de sus prendas. Víctor no parecía que alguna vez tuvo algún accidente, puesto que había poseído a su esposa con tal agilidad, que recordaba al hombre que alguna vez fue.

Ambos no podían dejar de llorar y no sabían por qué, si ahora se sentían tan dichosos, volver a hacer el amor les estaba diciendo que ya todo lo malo había pasado y aquella lluvia que caía sobre ellos estaba limpiando esa tristeza.

— No me dejes... yo no podría vivir sin ti, eres como el aire que respiro — Víctor lloraba y besa a Amelia. No controlaba sus manos y recorrían el cuerpo de ella para hacer un mapa mental reconociéndola nuevamente.

— No... claro que no, pero tú no te vuelvas a ir. Me prometiste que nunca más me abandonarías.

— Ya estoy seguro de todo, y nunca me iré otra vez, ni física ni mental.

— Te amo y te extrañé.

— y yo a ti, mi dulce Amelia.

Continuaron en aquel prado al lado del río, sin importar si alguien los veía, moviendo sus cuerpos para entregarse consuelo, como si se tratara de una enfermedad que por fin tenía una cura.

Los esposos entraron por la puerta de atrás que conectaba los establos con la mansión. Estaban empapados y sus ropas estaban pesadas por la absorción de agua que, al caminar, dejaban charcos en el piso.

Víctor le habla a una sirvienta que estaba en el lugar.

— Preparen la tina con agua caliente, inmediatamente...

— Si señor... — la sirvienta se retira rápidamente para preparar el baño de sus patrones.

Amelia y Víctor suben a su habitación. Al ingresar a ella se desprenden nuevamente de sus ropas que estaban empapadas y la dejan en una esquina de la habitación. Nuevamente desnudos, se toman con desesperación y se sumergen en un beso profundo como sus sentimientos. Ambos se sentían débiles emocionalmente, por solo un minuto perderían toda su historia, todos sus sacrificios y lo que volvió a su amor en algo tan intenso.

— Nunca volveré a pensar en dejarte, la rabia me cegó, estoy tan arrepentida... — Amelia seguía besando a su esposo y tomaba de su rostro para acariciarlo y unir más su cuerpo al de él.

Víctor le daba pequeños besos en los labios sin dejar de sonreír

— Debemos dejar de pedir perdón, ya que no quiero ocupar el resto del día en ello.

Amelia arrastró a Víctor contra la pared para frotar su cuerpo con el de él, deseaba volver a hacerle el amor antes de entrar al cuarto de baño, pero no podían utilizar la cama, ya que ambos estaban húmedos por la lluvia y mojarían el colchón. Víctor, sin que su esposa le dijera algo, ya sabía lo que ella deseaba. Sin mucha dificultad hacen el amor de pie, mirándose a los ojos, de una manera calmada y tranquila, mientras escuchaban como las sirvientas al otro lado de la puerta, echaban cubetas de agua a la tina para su baño. Los esposos, al terminar, se abrazaban, tenían una extraña sensación de libertad que no podían expresar. Se volvían a mirar diciéndose tantas cosas sin decir una palabra, quizás eternamente sería así.

Ya en el cuarto de baño, ambos estaban en la tina, Amelia sentada delante de Víctor dándole la espalda, mientras él pasaba agua perfumada por sus hombros y le daba pequeños masajes por el cuello y esta disfrutaba de ese contacto, dejando caer su cabeza en el pecho de su esposo y este, le abrazaba y besaba su cabeza.

— Mi Amelia... mi dulce Amelia, al fin regresaste a mí.

— Y tú has regresado a mí, mi tierno príncipe.

Víctor acariciaba los hombros de su esposa y bajaba por sus brazos, mientras tenía su mejilla apoyada en la frente de ella

— Aún no sé, que es lo que quieres hacer — dice con un suspiro Víctor.

— ¿a qué te refieres?

— ¿Nos quedaremos aquí o quieres que regresemos a la ciudad del puerto?

Amelia lanza una risita nasal

— Quiero que regresemos a la ciudad del puerto, pero en un tiempo más, como unas vacaciones. Pero este, siempre será nuestro hogar.

— Aunque no lo creas, me habría gustado regresar y vivir solos, como una familia modesta como antes.

— Si te creo, sé que eres tú el que más quiere regresar, pero lo lamento, aquí están nuestros padres y amigos, además que Sergio ha sufrido mucho desde que se separó de Sebastián.

Salieron de la tina y se secaron con las toallas que estaban en una mesita. Sus cuerpos olían a rosas por las esencias que ocuparon en su baño y el agua caliente los relajó. Fueron nuevamente a su habitación y se recortaron en la cama, para nuevamente hacer el amor, cubiertos por las sábanas. Se mantenían relajado, besándose y disfrutando de ese momento de intimidad que les hacía surgir nuevamente burbujas en el vientre.

Se detienen al escuchar que alguien trataba de ingresar a la habitación, pero la puerta estaba cerrada con llave para no tener interrupciones. Nuevamente se movía el pomo de la puerta de manera rápida y escuchan una conversación.

— Pero mis padres no fueron a cenar y mamá no está en su habitación — dice Sergio.

— Venga conmigo, señorito, lo acompañaré a su habitación. No debe de molestar a su padre — responde una sirvienta.

— Pero quiero ver a mi papá... quizás mamá se fue y tenemos que ir a buscarla.

Los esposos se miraron y reían de manera callada. Se levantan rápidamente y se colocan sus camisones de dormir para abrir la puerta.

— ¿Qué pasa aquí? — pregunta Víctor al abrir la puerta. Sergio estaba afuera discutiendo con una sirvienta.

El pequeño mira sorprendido a su padre y corre para abrazarlo por sus piernas. Mira al interior de la habitación y ve a su madre.

— ¡Mamá!

El pequeño corre en dirección a su madre y salta para que ella lo levante. Frotaba su carita en su pecho, esto lo hacía cuando estaba triste o extrañaba a alguien, una forma para sentirla más cerca de él. Víctor cierra nuevamente la puerta y se dirige donde su familia.

— Mamá está aquí. Ella regresó a su habitación conmigo — informaba su padre.

— ¿De verdad? — Sergio miraba a su madre para saber si eso era cierto.

— Si amor... ahora volveré a dormir con tu padre.

Sergio sonreía muy alegre

— ¿Puedo dormir yo aquí?

— Pero tienes tu habitación, ya no eres un bebé.

— Solo por esta noche, quiero estar con ustedes.

Ambos padres sonríen y asienten con la cabeza. Sergio, cuando es bajado por su madre, quien lo tenía en brazos, corre a la cama y se cubre con las mantas.

La familia por primera vez después de mucho tiempo volvían a estar juntos, durmiendo abrazados. Esa noche les entregó un descanso reponedor que los haría despertar alegre al día siguiente.  

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