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Capítulo 116

El día en que llegaron a la mansión, todos se encontraban ahí, era la hora de almorzar y se había preparado un pequeño banquete para recibir a la familia y que todos esperaban, puedan reconstruir su relación.

Ese día se quería celebrar una pequeña fiesta con todos y es que se limaron aspereza entre los miembros de esta gran familia Fortunato, todos con el propósito de ayudar a mantener la unidad en la familia, es así que estaba los padres de Víctor, los de Amelia, el pequeño Sebastián, Jamal y Perla estaban esperando recibirlos.

Sergio entra corriendo a la mansión muy feliz y abraza a Sebastián, quien también estaba emocionado.

— Traje muchas cosas de la playa — decía Sergio.

— Vamos a ver a los caballos, Bonita y Blanco están esperando. — le invitaba Sebastián.

Agustín levanta a su nieto para abrazarlo.

— Muchacho, primero salúdame y luego van a visitar a los caballos

— Papá Agustín, abuelita, les extrañé.

— Nosotros a ti mi tesoro — respondía con una mirada dulce Celenia, besando su cabeza.

Teodoro reía al ver a su nieto y le pide a su consuegro poder tenerlo en los brazos.

— Muchacho, tienes que ayudarme a seguir construyendo la casita de juguete que querías.

— Sí, trate de hacer una con palitos, pero no resultó, me faltaba pegamento.

Todos reían de la alegría del pequeño y como hablaba de las grandes cosas que hizo en aquel periodo.

Víctor estaba feliz que toda la familia los estaba esperando y se acerca para saludarlos, quien inmediatamente fue recibido por Jamal y le daba palmadas en la espalda.

Todos reían y saludaban, hasta que miran sonrientes a Amelia para que se les una en aquella alegría, pero ella, no podía creer lo que veía, se sentía dolida y despreciada. Todos estaban aquí, pero todos se alejaron de una u otra manera y la abandonaron cuando ella necesitaba ayuda con Víctor y descaradamente, ahora actuaban como si fueran tan amigos como siempre. Se da la vuelta y toma su bolso para llevarlo a una de las habitaciones.

Todos quedan en silencio ante la actitud de Amelia, borrando sus sonrisas y sabían que ella necesitaría tiempo para sanar.

Los padres de Amelia y Perla, la van a buscar a una de las habitaciones que tomó como suya, para pedirle que baje.

— Amelia, todos estamos contentos que hayas tomado esta decisión y estés aquí ahora, tus suegros y amigos quieren verte. — dice Mariana, esperando que su hija olvide el rencor.

— Mamá, no me es fácil, hay personas ahí que me han hecho mucho daño, sobre todo Víctor. No puedo ser hipócrita y hacer como que todo está bien.

— Sí, es difícil, pero nadie espera que perdones todo rápidamente, solo que des una oportunidad para ser como alguna vez fuimos después de ese desafortunado accidente. — comenta Perla, que estaba en el umbral de la puerta de la habitación en donde se encontraba Amelia y sus padres.

La expresión de Amelia cambia al verla y su mirada se endurece, se acerca a ella para empujarla y que saliera fuera de la habitación.

— ¿Por qué crees que quiero escuchar lo que tú me digas?... no escuchaste lo que tenía que decirte, solo me culpaste y te fuiste deseándome lo peor, así que sale de aquí, no te creas con el derecho de decirme que hacer.

— Amelia, perdóname... quiero que hablemos de eso

Amelia cierra la puerta muy molesta, escuchando cómo Perla le seguía suplicando su perdón desde afuera de la habitación.

— Ese era el otro motivo por el que no quería regresar — responde malhumorada Amelia.

— Sé que estás muy enojada, pero mi hija nunca ha sido así. No eres grosera y espero que no lo seas — dice Teodoro dándole una mirada cariñosa.

— Quizás tenía que haberte escuchado papá, me habría ahorrado todas estas molestias.

— Solo queremos que mantengas tu matrimonio. Nosotros en el último periodo hemos vuelto a ver a Víctor y él se ha esforzado para volver a estar de pie, no fue fácil — contaba Mariana.

— Nadie puede quitar el gran esfuerzo que ha hecho, todos lo apoyamos diciéndole que sería todo mejor si se ponía de pie. También se disculpó con todos y nosotros aceptamos sus disculpas, pero con una advertencia.

— Papá. Él me quito la custodia de Sergio. Nunca pensé que él haría algo como eso, todo lo que hace es para demostrar que puede hacer lo que quiera y ahora espera que seamos nuevamente una familia.

Sus padres se miraban cómplices, querían hablar, pero no sabían cómo hacerlo.

— ¿Qué pasa? — pregunta Amelia al verlos incómodos.

— Amelia, él no quiere quitarte a Sergio, lo hizo solo para que regreses a casa. Sabía que, si te marchaste por tu hijo, regresarías por él. — contesta su madre.

— Así es. Él nos dijo su plan y nosotros le entendimos y apoyamos.

Amelia pensaba que sus padres estaban en su contra y quería tomar una actitud ofendida, pero rápidamente cambia de parecer. Ella era una mujer racional y comprende que fue una buena jugada de parte de su esposo. Como si fuera una araña, ella cayó en sus redes y entró al juego de un plan ya elaborado.

— Hija, vamos abajo. Tus suegros y los pequeños no tienen culpa en esto — insistía Mariana.

Amelia decide bajar con sus padres y almorzar con todos. Saluda a quienes estaban en el lugar, charla con sus suegros y lanzaba miradas de disgusto en dirección a Perla y Jamal, puesto que no deseaba hablarles a ellos o a Víctor.

— Papá, ¿vamos a ir a ver a los caballos después?... vamos con Sebastián — pide Sergio.

— Claro que sí.

— ¿Y puede él quedarse a dormir con nosotros?

— No veo porque no... — Víctor le sonreía a su hijo y se alegraba de verlo tan feliz

— Sí, está bien... pero creo que Sebastián no quiere quedarse — ríe Agustín

— Yo Si... — dice rápidamente Sebastián y salta muy contento de volver a estar con Sergio como antes.

Celenia les sonreía a los pequeños y luego mira a Amelia para saber si ella también se alegraba por los niños, pero se mantenía pensativa mirando el plato de sopa que tenía en frente. Ella levanta la vista y sus miradas se cruzan, así que Celenia le entrega una cálida sonrisa para que sepa que desde ahora todo sería mejor.

— Señora Celenia, usted una vez me lo advirtió y yo no le quise escuchar. — dice Amelia pensativa.

— ¿Qué cosa querida?

— Me advirtió que me alejará de esta familia, porque si tenía un hijo, ellos seguramente me lo quitarían... qué razón tenía.

Víctor se sentía amargado, pero su padre, que estaba a su lado, le presiona su mano para saber que contaba con su apoyo y además de que él debía tener más que claro, que su camino ahora no sería fácil.

Amelia se había levantado esa mañana, vistió a Sergio y acudieron al comedor para tomar desayuno. Al llegar, encuentran a Víctor esperándolos, pero este estaba nuevamente en una silla de ruedas.

— Buenos días — Víctor sonreía y acercaba su silla para saludar. Sergio llega inmediatamente para abrazarle.

— ¿Por qué sigues en silla? Pensaba que podías caminar o ¿solo fue una ilusión? — Amelia hablaba de manera apática tomando asiento en la mesa.

Víctor acerca su silla a la mesa para desayunar.

— Si puedo caminar, pero aún tengo mucho dolor en la espalda y piernas. Ocupo la silla para poder descansar, ya que no he estado tanto tiempo de pie luego que regresamos de la Ciudad del Puerto.

— Pero tienes tu opio para eso.

— Trato de no ocupar analgésicos. Ellos fueron lo que me alejaron de todos, los que me mantenían deprimido y me separó de ti.

Amelia ya estaba comiendo una tostada y no deseaba seguir hablando con él.

Víctor nuevamente trataba de hablar con Amelia, pero esta decidió caminar por el jardín a la espera de que llegarán sus suegros con Sebastián, ya que la silla de ruedas de Víctor no podía cruzar el pasto.

Cuando nuevamente todos se reunieron para el almuerzo, habían llegado también Perla y Jamal. Ambos deseaban hablar con Amelia para solucionar los problemas que podían tener, así que la van a buscar en los jardines.

— Amelia, necesito que me escuches — pide Amelia.

— ¿Así como tú me escuchaste? — Ella le daba una sonrisa burlona. Estaba cortando unas rosas, hincada en el pasto. Sus suegros estaban cerca, viendo jugar a los niños que corrían.

— Ella ya sabe lo que realmente ocurrió — informa Jamal.

— Lo lamento tanto, no pensaba que tú no sabías lo que pasaba, me sentía frustrada y enojada. Pero lo único que pensaba era sobre nuestra amistad — volvía a decir Perla que estaba al lado de Amelia y la miraba con un rostro suplicante, hincándose al lado de ella. — Te he extrañado, no me importa nada más que volvamos a ser amigas.

— ¿Por qué?... no me tenías confianza y ni siquiera pudiste creer en mí, o siquiera escuchaste lo que tenía que decir y ahora me pides que seamos nuevamente amigas.

— Yo sé que me dejé llevar por el momento, tú no tenías la culpa, te dañé y espero que me perdones. Eres más que una amiga, eres mi hermana, te quiero y espero que podamos seguir siendo el apoyo de la otra.

— Me viste sufrir con todas las cosas que me estaban pasando y tú solo te preocupaste de un hombre que no te quiere y no estaba interesado en ti. Me abandonaste cuando más necesitaba apoyo, ¿por qué crees que yo quiero una amistad como esa?

Perla estaba llorando, sabía que la había dañado, pero siempre pensaba que su amiga la perdonaría.

— Amelia, no me odies, solo fue un error...

— No te odio, estoy decepcionada y no te tengo confianza.

— Está bien, yo te entiendo. Quiero que sepas que ya no vivo aquí, me quedo en la mansión de Jamal, pero cuando tú quieras o me necesites, regresaré.

Perla mira a Jamal triste, ya que Amelia no dijo nada más. Se seca las lágrimas y se levanta para ir a dentro de la mansión, tenía mucha pena y quería desahogarse en un lugar donde no la vieran.

— Amelia, ya sé que estás enojada conmigo también, tu mirada no oculta nada. Pero quiero que sepas que yo no te traicioné como debes de pensar — dice Jamal que estaba tras de ella.

— Dejaste que Víctor me quitará a Sergio — responde Amelia sin emociones en su voz.

— Era para que regreses a la Capital, todos lo sabíamos, pero él va a anular ese juicio.

— Te agradezco por el dinero que me enviaste, pero sentí en tu carta que fue como una amenaza y que solo deseabas apoyar a Víctor.

— Los apoyo a los dos, puesto que les quiero a ambos. Con respecto al dinero, yo nunca te he enviado nada, eso lo hacía Víctor y me pedía que lo enviase con mi nombre, ya que sabía que, si el dinero provenía de él, probablemente lo enviarías de regreso.

— ¿Realmente nos apoyas a los dos? Tú sabías que no quería regresar porque este lugar me causa tristeza, pero, aun así, estas de su lado.

— Estoy con él desde que te marchaste, y sé por lo que está pasando, sé que ha cambiado y que es el hombre que estabas esperando.

— Le has ayudado mucho. Mi padre dice que tú lo apoyaste para su recuperación y gracias a ti es que se ha puesto de pie ¿Por qué te dedicaste a ayudarlo tanto?

— Porque es mi amigo, le quiero y espero que pueda volver a ser feliz.

Amelia se levanta y recoge las rosas y se acerca a Jamal.

— Yo creo que lo haces por culpa, para liberar tu consciencia. Es por eso que lo apoyas en todo y no porque creas que tiene las mejores intenciones o la razón.

Jamal le mira sorprendido ante lo que ella decía.

— No, lo hago porque de verdad espero que esté bien y recupere su salud.

— ¿Le has dicho sobre mí?... ¿Se lo comentaste? Acaso, ¿a él no le importa lo que paso entre nosotros?

Este siempre había sido un tema que Jamal trataba de omitir y no esperaba a que Amelia volviera a hablar de eso.

— En ese tiempo Víctor estaba enfermo, incluso me pidió que te lleve conmigo, que fueras mi esposa y que cuide de Sergio, porque él ya sabía desde antes mis sentimientos por ti.

Amelia miraba cómo Jamal estaba incómodo ante lo que le había dicho.

— Yo no le diré nada, porque nunca he hecho nada malo y no tengo nada que ocultar — responde Amelia y se retira del lugar para llevar las rosas al interior de la mansión.

Jamal estaba preocupado y es que de cierta manera Amelia tenía razón en algo, sentía culpa, puesto que había engañado la confianza de su amigo y esto le remordía la conciencia.

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