Amelia, al ver a su amigo, fue como una oleada de alegría y sin pensarlo, lo abraza dichosa y con esto, llegan todos los dolorosos recuerdos de lo sufrido después del accidente de su esposo y lo que ha perdido por ello. Sin controlarlo, llora clavando la cara en su pecho y este le abraza de manera dulce.
— Tío Jamal
Sergio deja la jarra de agua en la mesa y corre para abrazarlo.
Jamal reía de buena gana ante aquel recibimiento, se alegraba también de verlos. Amelia Reía y se secaba las lágrimas.
— Por favor pasa, llegaste justo a tiempo, ahora íbamos a cenar.
Hablaron esa noche de manera alegre. Jamal dejó su equipaje en un hotel cercano a la costa, pero Amelia insistía en que se debía quedar con ellos en esa casa, a lo que aceptó, así que debería recoger todo a la mañana siguiente.
— ¿Vendrá mi papá mañana a mi cumpleaños? — Preguntaba Sergio con su carita llena de ilusiones.
— Me temo que no, tu padre debe resolver algunas cosas con tu madre primero
El pequeño no ocultaba su tristeza al saber que su padre no vendría
— Yo creía que papá regresaría.
— Ya pronto lo verás, él está ansioso por verte, incluso te ha enviado un lindo regalo que te lo daré mañana.
— No quiero un regalo, quiero a mi papá.
A Amelia le lastimaba ver así a Sergio, pero aún era tan pequeño para entender todo lo que ocurrió.
— Ya es tarde mi amor, despídete de tío Jamal para que vayas a dormir.
Luego de hacer dormir a Sergio, los amigos se quedaron en la sala principal para conversar.
— Muchas gracias por el dinero que me envías, sin él habría tenido que trabajar nuevamente, pero ahora tengo mucho tiempo y Sergio no se siente tan solo — comenta Amelia bebiendo un vaso de limonada, sentada en la sala principal.
— No es nada. ¿Cómo has estado?
— Mucho mejor, ya más calmada. Desde hace mucho que no sentía esta paz.
— Amelia, el motivo de mi viaje, aparte de verte y de estar en el cumpleaños de Sergio, es que vengo a buscarte para que regresen a la mansión, con Víctor.
Amelia mira molesta en otra dirección.
— No regresaremos
— Entiendo que aún estés muy enojada con él, pero ha cambiado mucho. Podría decirte que es como el antiguo Víctor, pero mejor... ahora le puedes decir lo que sea y nunca se enoja por nada, ni siquiera cuando lo fastidio, es como si fuera su completa existencia, solo paz y...
Amelia le detiene, ya que no quería saber de su esposo.
— No insistas, ya no quiero verlo, de solo imaginarlo en su silla, con esa cara llena de odio y sus comentarios ácidos, solo tengo rechazo por él.
— Pero él ya no está en la silla. Ahora se ha logrado poner de pie. Aún no logra caminar sin apoyos, pero ya se mantiene por sí mismo. Él está haciendo esto, para demostrarles que está mejor y que quiere a su familia con él...
— Jama, puedes hablar sobre Víctor con Sergio si él te lo pregunta. Eres mi amigo y te aprecio, pero no quiero que vuelvas a hablarme de él.
— Lo sé, pero ya es momento de que se den una oportunidad y...
— Espero que sea tu visita agradable, pero si continúas con esto, solo puedo entender que no eres mi amigo y has venido solo para ser su mensajero.
— Lo lamento, solo deseaba que pudiesen reconstruir sus vidas.
Esa noche no volvieron a hablar sobre Víctor.
A la mañana siguiente, Amelia preparaba las cosas para ir al burdel con Sergio temprano, para hacer los preparativos y hornear el pastel. Jamal acudiría más tarde, para ir por sus pertenencias al Hotel e ir por los regalos de Sergio.
— ¿Estás segura? — pregunta Jamal sorprendido.
Amelia reía divertida después de dejar a su amigo en el hotel en la carreta que poseía.
— Sí, es verdad. No tienes que poner esa cara — ríe Amelia.
— ¿No es demasiado pequeño para que lo lleves a un burdel?
— Te veo ahí y te presentaré a mis amigas. Ve a dejar tus maletas en la casa y te esperamos.
Luego de despedirse, Amelia y Sergio llegaron al Burdel. Al pequeño le gustaba jugar con las lobas en aquella casona, ya que todas le hacían juegos o mimos y se sentía realmente querido, lo que le hacía menos difícil en no ver a sus parientes o a su padre.
Ya era la hora del almuerzo y casi todo estaba listo. El burdel por ese día cerraría, para que todas puedan disfrutar tranquilamente y que el cumpleañero no tenga que irse en mitad de su celebración.
Alguien toca a la puerta y acuden dos lobas para abrir y despachar a quien sea.
— Señor, hoy el burdel está cerrado
— Pero, podríamos hacer una excepción ante una pequeña solicitud — dice una loba joven y gordita al ver al hombre alto y apuesto que había tocado a la puerta.
— No, señoritas, vine para ver...
Las lobas le detienen.
— Ay, esperamos que no sea una solicitud muy pequeña — Reía una loba de edad media.
— No se preocupe, señor, yo le hago una atención. Venga conmigo, ¿Cuánto dinero trae?
— No señoritas, yo no... — vuelve a decir Jamal.
— No se haga problema por el dinero, venga conmigo, arreglaremos cuentas después — volvía a decir la loba gordita.
La loba que había abierto a la puerta detiene a su compañera.
— ¿Por qué te lo llevas?... el cliente es mío, estábamos haciendo el trato nosotros.
— Señoritas, tengo algunas cosas afuera, solo vengo... — trata de decir Jamal, pero las mujeres habían comenzado a discutir entre ellas y ya no lo escuchaban. Cada mujer sostenía uno de sus brazos y lo arrastraban al interior del burdel y cada quien lo quería llevar a su habitación.
— Yo hablé con él primero
— Pero él, estaba haciendo el trato contigo...
— Pero que va a querer estar contigo, si estás gorda...
— Pero yo le dije que lo atenderé gratis...
— Pero qué diablos pasa que se demoran tanto — dice Ofelia al llegar a la entrada. Cuando ve a aquel hombre que sus lobas llevan a la arrastra a las habitaciones, no puede ocultar su sonrisa y su voz es calmada y tierna. — Señor, no estamos atendiendo por hoy.
— Que vengo a ver a Sergio y Amelia. — Lo decía ya sin cortesía para que las mujeres dejen de clavar sus uñas en sus brazos.
— Usted debe ser el amigo de la familia, le estábamos esperando. Pase por aquí — le invita Ofelia, haciendo un gesto con la mano para que le acompañe.
Jamal se suelta del agarre de las mujeres y acomoda su chaqueta. Busca los obsequios que estaban afuera y regresa, pero las dos lobas que lo jalaba le estaban esperando.
— Ay que pena señor, disculpe, pensábamos que era un cliente.
— No hay de qué disculparse, señoritas — responde Jamal.
— Pero señor, como es parte de la familia, puede venir cuando quiera
— Sí... a los amigos no les cobramos — ríe coqueta la loba joven.
La fiesta de cumpleaños fue muy animada para todos, especialmente para las lobas, ya que era un regalo para la vista el tener a aquel apuesto hombre con ellas y cada una se esforzaba por darle alguna atención cortés, esto le causaba mucha gracia a Amelia, que se acerca a su amigo para susurrarle.
— Creo que has causado un gran revuelo con mis amigas.
— Ellas son muy amables... lamentablemente, no logro causar un revuelo en la mujer que me interesa.
Una loba se le acerca para ofrecerle a Jamal más vino especiado. Para Amelia el comentario que le dio su amigo fue como un pinchazo en el corazón, ya que se había olvidado de los sentimientos de este y volvía a sentir culpa y un dejo de lástima por él.
Jamal se estaba quedando unos días en casa de Amelia en la ciudad del puerto. Sergio disfrutaba de que su tío esté con él, ya que necesitaba aquella influencia masculina después de estar aquellos meses solo con mujeres, así que era quien le despertaba por las mañanas, para preguntarle qué harían ese día.
Repararon varias cosas en aquella casa y por la tarde eran visitados por las lobas. Amelia y Ofelia conversaban mientras comían pastelillos en la terraza de la casa, mirando cómo Sergio jugaba en la playa con Jamal y las lobas.
— ¿Así que ha venido para llevarte de regreso a la Capital?
— Sí, pero le dije que no regresaré
— Es lo que ya te dije una vez, debes solucionar ese problema con tu esposo. ¿Te ha escrito?
— Todas las semanas llega una carta de él, pero no le respondo.
— No seas testaruda, el odio no te lleva a nada.
— El amor tampoco, solo me dejó este vacío por tratar de insistir con alguien que no deseaba mi ayuda.
— Pero estaba enfermo, yo no sé cómo será vivir su vida ahora, pero si tenía tantos dolores como decía, creo que eso enloquece a cualquiera.
— Gracias Ofelia, pero te pediré que no te entrometas en esto.
— Solo tengo lástima, ustedes eran un cuento de hadas y ahora, nos ha dado tanta angustia saber que están distanciados.
— Bueno, eso es una lección para todos, no existen los cuentos de hadas.
— Creo que sí, solo que a menudo existen dificultades que superar. No llenes tu vida de amargura, no te queda...
Amelia recapacita sobre lo que le decía Ofelia, pero no sabía cómo perdonar o cómo superar el gran resentimiento que sentía.
Faltaba solo un par de días y Jamal debía retornar a la Capital.
Amelia limpiaba los últimos platos. Ya Sergio estaba acostado y Jamal le contaba una historia de su tierra para que pueda dormir. Al terminaba de limpiar su cocina, ve que Jamal abre la puerta trasera para que entre la brisa marina y así calmar el calor de ese verano. Toma dos vasos, le agrega un poco de licor de fresas y acompaña a su amigo a la terraza que daba a la playa.
— Ahora entiendo por qué te gusta este lugar — comenta Jamal mirando el paisaje a la luz de la luna.
— Es maravilloso, ahora entiendes por qué este lugar me trae tanta paz — Amelia le entrega el vaso a su amigo.
— Y buenos recuerdos también.
— A sí, fueron buenos tiempos, pero ya todos quedaron en mi memoria.
— Amelia, sé que no quieres hablar de esto, y para mí no es fácil decirlo — Jamal da un suspiro y la gira para que lo vea a los ojos — Debo darle una respuesta a Víctor cuando regrese, ¿Qué le digo?
— Que no regresaré con él. Viajaré en invierno para que pueda ver a Sergio. Dile también que no envíe más cartas, no las leo.
— ¿No quieres intentar recuperar lo que alguna vez tuvieron?
— No. Sé que es difícil de escucharlo, porque sé que le quieres, pero me desagrada, ya no tengo lindos recuerdos de él, ahora solo puedo pensar en lo malo.
— Pero cambiarás de parecer. Cuando le veas todo será mejor.
— No, lo nuestro ya se terminó. Mi amor por él a medida que pasaban los días, se fue sepultando, ahora solo me queda rencor.
Jamal miraba la copa de licor que tenía en sus manos y la deja a un lado, toma de los hombros de Amelia y se los presiona suavemente.
— Si esa es tu última palabra, entonces acepta mi amor, quédate conmigo...
Amelia le miraba de forma triste.
— Ay, Jamal, lo lamento tanto...
— No lo lamentes, quizás no me quieres de la misma manera que yo a ti, pero dame una oportunidad de hacer que te enamores de mí. Estoy seguro de que seríamos muy felices.
— Jamal, aunque así sea y si yo te quisiera, no puedo. Estoy casada y eso es un juramento que he hecho a Dios.
Jamal la abraza con fuerza y la acerca hacia su cuerpo.
— Eso quiere decir, que no puedes estar conmigo por tu religión, no porque no quieras.
— No, Jamal, no es solo eso.
— Dime que no me quieres y te aseguro que jamás volveré a insinuarme otra vez, cortaré mis esperanzas contigo y ya no te pediré que me ames.
Amelia sentía tanto dolor el verlo así, pero no podía darle esperanzas.
— Te quiero, pero no de forma romántica.
Jamal no se conformaba con eso y pensaba que ella tenía muchas dudas sobre esto, así que se acerca para besarla, pero ella aparta el rostro de manera suave. Entiende que los pensamientos románticos solo nacían de él y debería dejarlos hasta ahí.
— Lo entiendo, esta será la última vez que hablaré de esto contigo
— Perdona, siempre eres amable y te tengo en gran estima...
Jamal suelta el abrazo y le vuelve a mirar.
— No tienes que disculparte de nada, te agradezco que seas sincera y darme tan maravillosos sentimientos.
Jamal se dirige a la puerta para ingresar al interior de la casa. Amelia solo podía pensar que su corazón fue entregado completamente a un hombre que, ahora, ya no quería y sentía que su pasión se terminó.
Jamal se detiene, pero sin mirar hacia atrás vuelve a preguntar.
— Si me hubieras conocido a mi primero, antes que a Víctor, crees que yo habría tenido alguna oportunidad...
— Sí, definitivamente
— ¿No lo dices para hacer que me sienta mejor?
— No tengo por qué hacerlo, siempre he sido verdadera contigo y tú mereces al menos eso de mí. Te aseguro que, si te hubiera conocido primero, tú habrías sido el hombre para mí.
— Entonces, en otra vida... llegaré primero.
Luego de aquella charla, nunca más se hablaron de amor y este fue un juramento que mantuvo Jamal hasta sus últimos días.
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