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Capítulo 113

Amelia se levanta rápidamente del suelo y sale de la sala. Víctor le seguía, ya que la expresión que tenía, nunca antes la había visto en ella y esto lo asustaba.

— ¿Qué vas a hacer? Amelia, por favor, perdóname. No estaba pensando con claridad

Víctor la seguía afuera del pasillo mientras ella le gritaba al ama de llaves.

— CARMEN... CARMEN.

El Ama de llaves llega corriendo ante la urgencia de su señora.

— Diga usted señora

— Manda a uno de los sirvientes a buscar a Sergio a casa de mis suegros y que preparen un carruaje para mí... lleven maletas a mi habitación y otra a la de Sergio... ¡Rápido!

— Si señora — Carmen realiza una inclinación de cabeza y sale rápidamente a cumplir aquellas peticiones.

Víctor levantaba la vista mirando a su esposa y tomaba de las faldas de su vestido asustado.

— No Amelia... ¿Qué vas a hacer?

Amelia forcejea con Víctor para soltar su vestido, pero este tenía las manos selladas en sus faldas y no le dejaba caminar sin arrastrar su silla.

— ¡Ya suéltame! — grita furiosa.

— No Amelia, te lo suplico... perdóname. — La desesperación se apoderó de él y comienza a llorar del miedo que le daba en pensar lo que haría Amelia.

Paso un buen tiempo, hasta que Amelia logra zafarse y empuja la silla de Víctor, para subir por las escaleras, donde ya él no la podía seguir. Víctor andaba con su silla de un lado para otro esperando que Amelia baje.

Ya habían pasado media hora hasta que, nuevamente, ella aparece en compañía de otros sirvientes que traían maletas grandes de cuero.

Víctor se acerca a su esposa llorando y gimoteando.

— Amelia, estoy muy arrepentido por todo... pero me repondré si tú me ayudas.

Antes de que Víctor tome su falda, Amelia se aparta y agarra la parte trasera de la silla, llena de un resentimiento que no podía ocultar, comienza a guiarla nuevamente al salón donde Víctor acostumbraba a estar. Este detenía con las manos las ruedas para impedir ingresar ahí, mientras seguía gritando y suplicándole que no le abandone. No pudo aguantar por mucho ese forcejeo, ya que las manos se le estaban lastimando y Amelia suelta la silla para empujarla al interior con una patada, lo que le hizo avanzar a Víctor con violencia en aquella habitación. Cuando él se gira, una pequeña bolsa le golpea en la cara, abriéndose y derramando su contenido en su cabello, regazo y el resto en el suelo. Mira a su esposa que le lanzaba una mirada de completo odio.

— ahí tienes tu opio, para que te diviertas.

Víctor desplazaba su silla nuevamente donde ella, pero esta cierra la puerta rápidamente y le coloca llave para que ya no pueda salir. Él toma de la manilla de la puerta, pero al no poder abrirla golpea en repetidas oportunidades

— Amelia, por favor... te prometo que me levantaré, lo haré

Amelia mira con tono sombrío al ama de llaves que estaba a su lado.

— Que nadie abra esta puerta hasta que me marche, es una orden.

— Si señora. — Hace una inclinación de cabeza, pero seguía mirando aquella puerta, escuchando como el hombre que estaba en su interior seguía golpeando, gritaba y lloraba, suplicando a su esposa que ya no se encontraba ahí.

Amelia estaba afuera de la mansión indicando como quería que fueran las maletas, cuando ve llegar un carruaje que, al estacionar, salen de él sus suegros, su madre, Sebastián y Sergio.

Celenia se aproxima preocupada al ver que su nuera se estaba preparando para un viaje.

— Querida ¿Qué ha pasado?

— Nos preocupamos cuando el criado llegó diciendo que su señora llamó con urgencia a su hijo — se aproxima Agustín.

— Yo me voy, ya no lo soportaba más, no quiero verlo — informa Amelia con determinación.

— ¿Dónde está Víctor? — pregunta Celenia.

— Adentro

Celenia sube las escalinatas hasta llegar al interior de la mansión y buscar a su hijo.

— Hija, sé que esto ya te tiene cansada. Pero él es tu esposo... — intervenía Mariana.

— No madre, ya basta de eso. De seguir con él seguramente lo maltrataré, es mejor para él que yo me marché. — Mira a su hijo que le tenía abrazada las piernas del gusto que era verla, se agacha a su altura para hablarle de frente — Nos vamos de paseo a un lugar muy bonito, así que despídete de todos.

— ¿Vendrá papá?

— Después

Sergio sonríe feliz, ya que le gustaban los paseos como cuando viajaban a San Fermín.

— Lo lamento tanto Amelia, te dejamos sola, quizás esto no hubiera pasado si hubiéramos estado contigo — dice con amargura Agustín.

— No don Agustín, tarde o temprano Víctor nos colmaría la paciencia. Perdone, yo ya no puedo con él y ahora me interesa solo cuidar de mi hijo

— ¡AMELIA POR FAVOR, REGRESA! — Víctor gritaba desde la entrada de la mansión, Celenia lo había sacado de su encierro.

Sergio corre para abrazar a su padre y este lo toma con fuerza, a lo que el pequeño le habla dentro de su inocencia.

— No llores, papá. Nos vamos de paseo, cuando estés mejor, vienes con nosotros.

Agustín se dirige donde su hijo. En cuanto a Mariana, trata de hacer entrar en razón a su hija.

— No te vayas, Sergio necesita de su padre, además que míralo... está arrepentido, eso quiere decir que ya está mejor. Le has logrado dar un susto, ahora traten de ser una familia.

— No mamá, ya no quiero verlo... — Le grita a su hijo. — Sergio, ya es tarde, vámonos.

Víctor no soltaba el abrazo que mantenía con su hijo y lloraba en su hombro.

— No, no... quédate con papá

— Pero mamá me está llamando

Agustín le toma el hombro a Víctor.

— Ya Víctor, deja que se marchen.

— No papá, ayúdame... tienes que detener a Amelia. Dile que me perdoné y que estoy bien, no la dejen ir.

— Creo que lo mejor es que se vaya, también está cansada. Cuando estés mejor, ella va a regresar.

— Nosotros vamos a estar contigo, te ayudaremos — le aseguraba Celenia.

Víctor seguía negando con la cabeza. No podía creer lo que estaba pasando, Amelia lo estaba abandonado y se llevaba con ella a Sergio. Lo más triste de todo, era darse cuenta de que él fue el que lo provocó. Suelta a su hijo y ve cómo este corría donde su madre.

Al llegar Sergio con Amelia, esta lo hace ingresar al carruaje, se despiden de Mariana y sube también sin mirar a atrás.

Víctor se quedó en esa escalinata viendo cómo su familia se alejaba de él y en quizás cuanto tiempo los volvería a ver, solo sabía que ahora debía recoger los pedazos en lo que se transformó su vida.

Habían pasado casi 2 semanas desde que Amelia se marchó junto con Sergio. Cuando Jamal se entera de esto, regresa inmediatamente de la zona portuaria para visitar a Víctor.

Ahora Víctor estaba en otras zonas de la mansión, no precisamente en el salón donde siempre se mantuvo lamentándose por su condición. Cuando ve entrar a su amigo a aquella habitación y quien le regresaba su característica sonrisa, su alegría era inmensa.

— Pensé que ya no volverías

— Sí, debería marcharme. Me dijiste varias veces que me fuera cuando refunfuñabas.

— Y ¿Por qué has regresado?

— Porque ahora sé que estoy hablando con el verdadero Víctor, el que me obsequio su amistad y me invito a ser parte de su familia... y sé que ahora sé que me necesita.

Víctor estaba conmovido, ya que se sentía una persona que no merecía nada. Agacha la cabeza, puesto que no podía ocultar su sentir. Jamal se le acerca y le abraza a lo que no pudo aguantar su pesar, que explota en forma de un llanto ahogado. Cuando ya se sentía mejor, Jamal lo mantenía abrazado, pero ya podía hablar.

— Se fueron, todos se fueron, Amelia y Sergio...

— Sí, para todos fue difícil tratarte, especialmente para ellos.

— Ya no me queda nada.

Jamal se aparta para verlo y hablarle con seguridad.

— Eso no es verdad, ahora tienes que recuperarte e ir a buscarlos

— Amelia ya no me quiere. Sus ojos, nunca les he visto esa mirada de odio en ellos como esa vez. Ella jamás regresaría conmigo y lo peor de todo, es que le entiendo.

— Regresará, pero con lo que eres ahora no. Tienes que superar esto, dejar la depresión atrás, que fue lo que hizo que todos se alejarán y que te volvió en alguien huraño y agresivo. — Toma la silla de su amigo y la empuja para andar con él por un pasillo mientras seguían charlando.

— Creo que he expuesto todo el mal humor de mi vida en ese periodo. Eso no me trajo nada, al contrario, me quito todo. ¿A dónde me llevas?

— Vamos a recuperar a tu familia y para eso, lo harás demostrando que puedes levantarte, no solo en ánimo, sino que tus piernas puedan sostenerte.

Llegan a la sala donde estaban los implementos y barras para ejercitar sus piernas y volver a caminar. Jamal toma unos arneses y los amarra a su pecho, que eran los implementos con los que ayudaba a Víctor para hacer sus ejercicios.

— Vamos, te ayudaré... cuando te pongas de pie iré a buscar a Amelia y Sergio.

Víctor no se negó a intentarlo y dejo que su amigo le ayudara. Aquella tarde Víctor aguantó bastante y ya no se quejaba, puesto que, a pesar de tener dolores, nada era peor como ser abandonado por quienes le aman, así que siguió las órdenes de Jamal.

Durante ese y el resto de días, Jamal le acompañó para ayudarle en sus ejercicios y a medida que pasaban los días, otros que se alejaron, ahora también regresaban a la mansión.

~3 meses después. ~

En las costas de la Ciudad del Puerto. Amelia y Sergio ahora vivían en la antigua casa que tenían en aquel lugar y que tanto buenos momentos le trajo. Ella sabía que ese ambiente les ayudaría a recuperar la tranquilidad perdida.

Se encontraban Amelia con sus amigas mirando cómo Sergio y algunas de las lobas jugaban en el agua. El pequeño sonreía y traía conchitas en sus manos para entregárselo a su madre, que estaba sentada sobre las rocas.

— Toma...

— Oh, qué lindas. Busca más para que decoremos los jarrones con ellas.

— Sí...

Corre nuevamente al mar para jugar con el agua.

— Es tan grande y hermoso — comenta Ofelia que se encontraba al lado de Amelia.

— Sí, es un buen niño.

— Se parece mucho a Luis... ¿Sabes algo de él?

Las amigas se veían casi a diario, ya sea en su casa en la playa o en el burdel por las mañanas.

— No. Desde que lo dejé estoy más tranquila.

— Pero no más feliz.

— Soy feliz mientras Sergio esté bien

— Pero él pregunta por su padre, deberías cortar esa mentira, además que él vendrá a buscarlos en cualquier momento.

— No me digas eso, que me mortifica.

— Pero bueno. Pasemos a otro tema, mañana está todo listo para el cumpleaños de este apuesto hombre.

— Gracias, iremos temprano para que prepare el pastel.

Ofelia y las lobas se marchan esa tarde para preparar la apertura del burdel esa noche.

A la mañana siguiente sería la celebración del cumpleaños de Sergio y querían que fuera algo especial, para que el pequeño no sienta que su familia ya no estaba con él.

En aquellos meses, Jamal se había puesto en contacto con Amelia y le enviaba dinero mensualmente para que pueda mantenerse con Sergio sin preocuparse de trabajar y solo dedicarse a cuidar a su hijo y sanar heridas pasadas.

Ya en la casa, Amelia se encontraba en la cocina calentando en el horno una carne con patatas que había sobrado del almuerzo de ese día.

— Sergio, por favor, trae un poco de agua del pozo y déjalo en la jarra de la mesa.

— Si mamá...

Sale el pequeño corriendo al exterior de la casa con una jarra de metal en la mano.

Amelia siente tocar la puerta y va a ver. Era extraño que alguien venga al atardecer y podía ser algún vecino que pedía ayuda. Cuando abre, su corazón se detiene por el asombro.

— Hola, ¿Tendrá algo de cenar, mi querida Señora? — saluda un apuesto árabe.

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