Capítulo 111
La partida de Perla dejó a Amelia sumida en la desesperanza. Estaba también molesta con Jamal por no apoyarla y deposita toda su rabia en él. Lo busca en el despacho de Víctor que, al abrir de manera violenta, este se sobresalta.
— ¿Por qué no le dijiste nada a Perla?
Jamal estaba sorprendido ante ese arrebato de rabia de Amelia.
— ¿Qué querías que le dijera?
— Que se equivocó, que te vio con otra mujer que se parecía a mí. Que le dijeras la verdad.
Jamal estaba contrariado, nuevamente actuaba como si no pasará nada entre ellos. Entendía que quería dejar todo en secreto, pero ¿por qué actuaba de esa manera cuando estaban a solas?
— No sé... que responder a eso — Jamal baja la vista.
— Quiero que me ayudes a buscar a Perla y que le digamos que todo es mentira.
Amelia prefiere salir de aquel despacho, no deseaba pelear con el último apoyo que le quedaba, si Jamal decidía abandonar esa mansión, ya no le quedaría nada.
Amelia no cenó aquella noche, estaba angustiada y le dolía la cabeza de tanto pensar en distintas situaciones, así que se prepara para dormir y escapar de su realidad. Prepara nuevamente el doble de dosis de su medicamento y se recuesta en la cama.
Jamal miraba el techo de su habitación, mientras estaba recostado encima de la cama aquella noche. No entendía por qué Amelia lo seguía negando. Quizás el sentimiento de culpa que sentía no le dejaba avanzar y quizás él debía dejarla, ya que le lastimaba que actuará como una extraña al día siguiente. A pesar de esto, él no podía y no quería dejarla, era un hermoso e irresistible pecado, el sentirse amado por la mujer con quien solo fantaseaba y batallaba con su conciencia por hacerle esto a su amigo, pero cada vez se repetía lo mismo; "él no la quiere, por eso se está alejando de ella y ella me necesita".
Jamal nuevamente se levanta de la cama y acude a la cita de aquella noche. Probablemente Amelia no quiera verlo por la pelea con Perla, pero si ella estaba ahí esperándolo, él siempre llegaría a su encuentro. Por lo general, Amelia se encontraba en el salón Rosales o en los pasillos cercanos a este. Jamal abre la puerta del gran salón e ingresa.
— Pensé que no vendrías.
— Siempre vendré, aunque niegues de mí, yo siempre te querré — responde Jamal con voz suave.
Amelia sonríe y se acerca para abrazarlo.
— Claro que te quiero, eres mi dulce amor.
Las palabras de Amelia para Jamal, siempre le hacían sentir esperanzas y lo elevaban a momentos de gloriosa felicidad. Ya no le importaba si lo que ambos hacían estaba bien o mal.
— Dime... ¿De verdad me quiere?
— Claro que sí
Amelia se acerca para volver a besarle de manera tierna y a la vez apasionada. Jamal le presionaba con fuerza la cintura y la aproxima hacia él para poder sentir su cuerpo.
— No sabes cuánto sufro cuando actúas indiferente conmigo — suspira Jamal.
— Es que es difícil, tú me alejas... después de lo que paso en el accidente, ya no te reconozco, solo quiero que siempre seas tierno como lo eres ahora.
— Pero yo no he cambiado. Comprendo que para ti es difícil todo esto y que lo nuestro sea en secreto, pero también necesito que me quieras durante el día.
— Claro que si... porque siempre te he amado.
— ¿Te gustaría, venir a mi mansión? Ahí no tienes que preocuparte por nada y podemos ser solos los dos. Iremos por Sergio, sabes cuánto quiero a ese pequeño, no les haré faltar nada.
Amelia seguía soñando que aquel hombre que le hablaba era su esposo y se encontraban en la casa de la Ciudad del Puerto. Estaba feliz de pensar que Víctor le estaba diciendo que regresarán a su mansión en la Capital, para volver a ser una familia junto a Sergio, como lo eran antes.
— Sí, vámonos. — Amelia seguía dándole dulces besos y mordisquea los labios de su amante.
— ¿Cuándo?
— Por la mañana
— ¿Estás segura?... ¿No deseas arreglar algunos asuntos aquí antes?
— Mi mayor asunto es contigo, además de que Sergio nos debe de estar esperando.
Jamal estaba agitado y feliz, quizás se estaba ganando el infierno con esto, pero ya no quería pensar en los demás, solo tenía ilusiones de una vida feliz con la mujer que amaba y que por tanto tiempo fue su amor secreto.
— Entonces... mañana partiremos. Espero que no te arrepientas de esto.
— Claro que no mi dulce amor... aunque si hay algo quiero hacer antes de irme de aquí
— ¿Qué cosa es?
— Quiero que me hagas tuya y así poder despedirnos de este lugar dejando un buen recuerdo de nuestra última noche en este lugar.
Ambos se dirigieron a las habitaciones y habían entrado en la alcoba de Jamal. Amelia corre feliz a la cama para saltar en ella y revisar la cabecera.
— ¿Sigue rechinando la madera de esta cama? Espero que lo hayas reparado — Amelia lo decía por aquella cama vieja que tenían en su antigua casa y que alguna vez se rompieron las maderas y cayeron.
— Nunca ha sonado
Jamal no entendía lo que quería decir Amelia, pero muchas veces, cuando hablaban en la noche, algunas cosas no tenían sentido de lo que ella decía.
Amelia sale de la cama, riendo y se aproxima a Jamal para tomarle las manos y acercarse a él para besarle.
Jamal a pesar de desearlo, aún dudaba en continuar, pero Amelia era muy provocativa y lo arrastraba. Aquella tentación era irresistible y no podía dejar de besarla y acariciarla. Cuando llegaron a la cama, Amelia se quita el camisón y se recuesta desnuda, esto hizo que Jamal perdiera sus inhibiciones, puesto que, si ella no tenía dudas, él tampoco las tendría.
— Ven... tócame. Sabes que soy tuya — le invitaba y le tomaba las manos para guiarlas por su cuerpo.
Jamal tocaba y acariciaba aquel cuerpo, besaba su cuello y sentía cómo ella lo acariciaba, así que también él retira sus prendas para que pueda tocarlo y que descubra su desnudez.
— Ay Amelia, te aseguro que soy tuyo. No tienes que temer, después de esta noche, no necesitaré a nadie más que a ti.
Ella seguía acariciándose y Jamal estaba recostado al lado de ella para que sus cuerpos puedan frotarse, alargando el momento y aumentando la temperatura. Jamal pasaba suavemente sus dedos por los pechos de Amelia y bajaba por su abdomen hasta su femineidad, haciendo que ella libere un suave gemido.
— Ay Víctor
Jamal se sorprende al escucharla decir aquel nombre, pero trata de no darle importancia, puesto que debía de haberlo mencionado por costumbre.
— Amelia, te deseo... no te imaginas cuanto y por cuanto tiempo
— Yo también
La piel de él ardía y las caricias de Amelia le estaban estimulando, suspirando suavemente en su hombro, puesto que no era tímida en tocarlo.
— Ya no lo resisto, quiero hacerte mía
— Pero ya sabes que soy solo tuya y tú eres solo mío
Jamal se posiciona encima de ella, quería ver sus lindos gestos mientras le hiciera el amor, quería que este momento fuera siempre recordado para que ella nunca dude.
— Te amo
Amelia arqueaba la espalda esperando por él.
— Y yo te amo... mi dulce y tierno Víctor
La alegría de Jamal se esfuma cuando oye por segunda vez aquel nombre, esto le hería en su orgullo y se detiene para verla, pero ella seguía esperando.
— Di mi nombre
— ¿Por qué? — sonreía Amelia sin inmutarse.
— Necesito que lo digas
— Víctor
Jamal queda estupefacto, la mira sin poder creerlo.
— Nuevamente, di mi nombre
— Víctor, ¿qué?... ¿Se te ha olvidado? — Amelia reía divertida.
Jamal toma la lámpara de aceite que estaba en la mesita de noche y la acerca al rostro de Amelia. Podía notar que sus ojos al contacto con la luz no reaccionaban, sus pupilas se mantenían dilatadas. El darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, hizo las conexiones de todo lo vivido esas noches y los olvidos al día siguiente. Sentía cómo una fuerza violenta lo partía por la mitad, así debía de sentirse un corazón roto, perdió sus fuerzas y una tristeza como ninguna otra lo embargo, sintiéndose tan vacío, tan pequeño e insignificante.
Amelia se acerca a su esposo que estaba al borde de la cama y le pregunta preocupada.
— Mi amor, ¿qué pasa?
Jamal no podía vivir de esa ilusión, pero aún latía de manera tonta su corazón al escucharle que ella le decía amor. Pero él no lo era, ese amor no le correspondía a él recibirlo. Se controla y toma el papel que ella le estaba pidiendo interpretar, para que mantenga ese dulce sueño
— Querida... esta no es nuestra habitación, no podemos hacerlo aquí. Ven, vamos a la nuestra.
Jamal busca el camisón de Amelia y la vuelve a vestir. Él también se coloca sus prendas y le toma de una mano para llevarla a su habitación y que pueda descansar. Al estar en la puerta de la habitación de Amelia, Jamal la abre para que ingrese.
— No me importa donde estuviéramos, solo me importa si estoy contigo — sonreía Amelia de manera cariñosa.
— Lo sé, pero es mejor en nuestra recámara
Amelia le toma nuevamente la mano para invitarlo a ingresar, pero este la detiene, él mira aquella mano y besa sus dedos. Jamal se aproxima y como si fuera una despedida, vuelve a besarla, de manera calmada, como si quisiera recordar aquellos labios, puesto que sería la última vez que podría besarla de esa manera.
— Ven a la cama — pide Amelia.
— Ve tú, espérame ahí. Iré por algo y regresaré.
Jamal ve cómo Amelia se recostaba en la cama y él cierra la puerta. La tristeza que tenía era tan grande que su emoción se transformó en un dolor físico, como si fuera cubierto por miles de agujas que clavaban su piel, este debía ser su castigo por todos los pecados que cometió en su vida.
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