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Capítulo 109

Lo más difícil de la partida de Dorotea, era explicarles a los niños el concepto de muerte, puesto que la buscaban y no entendían por qué no la volverían a ver.

El funeral de Dorotea fue una tarde tranquila de primavera. Perla y Amelia estaban devastadas, fueron acompañadas por su círculo más cercano, y nuevamente todos estaban reunidos, a excepción de Víctor, quien no salió de la sala para despedir a su amiga.

Amelia estaba cansada de tratar de motivar y alegrar a su esposo, ya no sabía que más hacer y su ánimo decayó; temblaba y se sobresaltaba por nada, ya no controlaba sus nervios y constantemente estaba intranquila. Ahora, con la partida de Dorotea, no podía preocuparse por otros, tenía que ser fuerte por ella y por Sergio, pero, aun así, sentía que su vida estaba fuera de control.

Celenia se le acerca a su nuera que estaba sentada con su hijo en el amplio salón de reuniones luego del funeral, quien seguía llorando abrazando a Sergio. El niño tenía un rostro triste y su carita estaba apoyada en el hombro de su madre.

— Sergio, cariño... ve con Sebastián, tiene caramelos.

Sergio se aparta para ver a su madre, le seca las lágrimas con sus manitas y le besa las mejillas.

— No estés triste mamá.

— No mi amor, ve con Sebastián — responde Amelia con voz poco audible.

Sergio se baja de las rodillas de su madre y se marcha donde se encontraba Sebastián, quien inmediatamente le muestra algo que traía en los bolsillos.

— Querida Amelia, sabemos que estás cansada y queremos ayudarte — Celenia toma asiento al lado de su nuera.

La joven rubia se secaba las lágrimas y toma un sorbo de agua del vaso que tenía en la mesita de al lado.

— Ya no sé qué más hacer. Víctor no mejora y ahora Dorotea se ha ido. Siento que es tragedia tras tragedia.

— Déjanos a Sergio, solo por un tiempo... él está preocupado, ya que su padre no quiere verlo, Dorotea ahora no está y tu tristeza no se puede ocultar.

Agustín, que estaba al lado de su esposa, interviene para sumarse a la propuesta de Celenia.

— Solo será por un tiempo, regresará cuando tú lo digas y puedes venir a quedarte con nosotros las veces que quieras.

Amelia negaba con la cabeza.

— Él me necesita

— Claro que sí, pero los niños quieren ver a sus padres felices, una mentira lo hará más feliz que la realidad — insistía Agustín.

— Así es querida, Sebastián lo ayudará. Temo por Sergio, que se vuelva un niño triste con todo lo que está pasando.

Amelia aceptó, ya que tenían razón, la depresión de Víctor y su creciente angustia, solo arrastrarían a Sergio al mundo de la tristeza. Ahora debía preocuparse por el bien de su hijo y protegerlo incluso de ella misma y en este momento, no era la madre que él necesitaba.

Al día siguiente Jamal habla con sus amigas, ya que no podía retrasar más su viaje y debía marcharse ese día. Amelia y Perla hablaban en el salón Rosales y Jamal estaba preparando su viaje para partir.

— Me quedaré contigo — dice Perla.

— No Perla, ve con él

— No Amelia, tú me necesitas más. Además, que no me encuentro con ánimos de coquetear después de lo de Yoyi.

— Despreocúpate de nosotros, estaremos bien.

Perla mira el rostro de Amelia y nota que su expresión había cambiado en todo este tiempo, tenía ojeras y sus labios constantemente tenían una mueca triste.

— ¿Has dormido?

— Un poco, pero ya estoy acostumbrada

— ¿Desde cuándo que estás así?

— No lo sé, no puedo dormir porque tengo muchas ideas en la cabeza, sobre cómo ayudar a Víctor.

— Ya está todo listo, regresaré en cuatro días — Jamal ingresa en el salón para hablar con sus amigas.

Perla se levanta para despedirse y le da un abrazo.

— Viaja con tranquilidad, estaremos bien

Jamal mira a Perla y le presiona el mentón en forma de cariño.

— Traeré regalos, ¿qué te gustaría?... déjame adivinar, decoraciones para crear adornos para el cabello, has hablado de eso durante toda la semana.

— Solo regresa con bien, es lo único que quiero — dice Perla alegre.

Jamal besa la frente de Perla y se acerca a Amelia para darle un abrazo y sentía cómo ella lo presionaba con fuerza.

— A ti te traeré algo especial.

— No, no quiero nada, solo que regreses pronto, no sabes cuanta falta me vas a hacer

Amelia no lo aguanta más y rompe en llanto, clavando el rostro en el pecho de Jamal.

Perla y Jamal cruzan miradas, sabían que Amelia estaba débil emocionalmente y necesitaba todo el apoyo y amor que pudieran darle.

— Mi quería Amelia, pronto regresaré

Amelia se aparta abruptamente, se seca rápidamente los ojos y le da una sonrisa forzada a su amigo.

— No te preocupes, estoy bien. Ve y regresa sano y salvo, es lo único que pido. Voy a ver a Víctor.

Ven cómo Amelia sale de la sala sin mirar a atrás, esto dejo un pesar en Jamal e incluso pensaba que prefería perder ese barco y no abandonarle. Como si leyera sus pensamientos, Perla le frota el brazo y le da una sonrisa animosa, ya que presupuestaba lo que estaría pensando.

— No te preocupes, yo me quedaré con ella y le cuidaré

— Te lo agradezco.

***

El doctor Patrick acudió al control rutinario de Víctor y a petición de Perla, también le hizo un control de rutina a Amelia.

— Le dejaré un medicamento que le ayudará a dormir. También le recomiendo que tenga algún pasatiempo.

— Doctor, cuando duermo, a menudo sueño pesadillas y eso me hace despertar.

— ¿Me podría comentar que sueña?

— Casi siempre es lo mismo. Estamos de paseo en un lago de agua negras. Navegamos en un bote y Víctor cae en él, trato de rescatarlo, pero el agua es como alquitrán y lo succiona, trata de atraparme a mí también, pero en mi otra mano está mi hijo quien llora tratando de que regrese al bote y debo elegir a quien de los dos soltar y siempre termino dejando a Víctor, él grita y me dice del porqué no le ayudé

Patrick da un suspiro.

— El medicamento no le dará sueños, así que dormirá tranquilamente.

— Eso me alegra

— Con respecto a su sueño, es solo el reflejo del sentimiento de culpa que siente. Pero le diré algo, señora Fortunato, no depende de usted la condición de su esposo, ya ha hecho lo que ha podido y ahora debe preocuparse de usted, si cae en la tristeza, se hundirá como su esposo y todo será más difícil.

— Gracias doctor, yo tengo claro que no puedo caer en ello, pero es tan difícil.

— Lo sé

Patrick le da una cálida sonrisa y se marcha. Informa que pronto vendría para revisar su condición.

Ya Amelia no dormía con Víctor desde que él insistía constantemente en que quería dormir solo, ahora nuevamente se había trasladado a su antigua habitación en el segundo piso. Esa noche y a pesar de la indicación del médico, seguía sin poder dormir, ya era de madrugada y seguía avanzando las horas en su lectura de un libro que había sacado de la biblioteca, así que decide tomar nuevamente el medicamento y al cabo de unos minutos logra conciliar el sueño. Se suponía que el medicamento no debería hacerle soñar, pero lo hizo.

En aquel sueño, Amelia estaba en su antigua casa en la Ciudad del Puerto. Todos sus muebles estaban ahí, inclusos las sillas que Víctor había construido, estaba emocionada, ya que aquel lugar le daba hermosos recuerdos, solo que le costaba más avanzar por aquella casa. Al despertar en su cama, se sentía feliz, estaba más calmada y la noche fue reponedora.

Todas las noches Amelia había descansado y sus ojeras desaparecieron, ahora estaba más tranquila y pensaba más claramente.

— Te vez feliz — comenta Perla.

— Sí, me siento mejor. Pero tú te vez feliz, creo que es porque Jamal regresa hoy

Perla reía cubriendo sus labios

— Puede ser, también le he extrañado.

— ¿sigue tan encantador?

— Claro que sí, aunque con todo lo que ha pasado desde que Víctor tuvo el accidente, tenemos pocos encuentros nocturnos.

— Ya va a mejorar, yo estoy tratando de pensar que Víctor necesita recapacitar solo, cuando nos extrañe saldrá de esa sala y retomará sus ejercicios.

Las amigas charlaban caminado por el jardín, esperando la llegada de Jamal. Cuando ven ingresar su carruaje por los grandes portones de la entrada, ambas sonreían y fueron a su encuentro.

— No esperaba ver tantas caras alegres a mi regreso — Sonreía Jamal al bajar del carruaje y abraza a sus amigas.

— Ahora ya estamos todos — comenta feliz Amelia.

— Claro que sí, así que deja de pensar que nosotros te abandonaremos — Perla se lo decía a Amelia sonriendo, manteniendo el abrazo que tenía con Jamal.

— No me digas... Amelia ¿Sigues pensando en lo que decía esa gitana? — pregunta Jamal sorprendido.

— No... — Dice Amelia ocultando la risa

— Amelia, eres una niña muy mala, debería de nalguearte por seguir pensando en esas tonterías...

Jamal reía muy feliz mientras entraba a la mansión en compañía de sus amigas, abrazándolas a cada una con uno de sus brazos.

Esa tarde Jamal fue a visitar a Víctor para hablar con él en privado. Por la noche Amelia, Perla y Jamal cenaron en el comedor. Amelia se había retirado antes para ir a su habitación y dejar a solas a sus amigos, preparó su medicamento para conciliar el sueño, se recostó y esperaba volver a tener un hermoso sueño.

Nuevamente Amelia estaba en su casa en la Ciudad del Puerto, abría y cerraba puertas, nuevamente todas las habitaciones estaban vacías. Como si caminará por un pasillo muy largo, veía en el fondo una luz. Al llegar, estaba Víctor sentado en la mesa de la salita que tenía la chimenea, escribiendo algo en unos documentos. Era nuevamente el hombre que ella conocía, con su mirada serena y una leve sonrisa en los labios. Ella de manera calmada se le acerca y temía que esa imagen desapareciera, pero en cambio, él levanta la vista, le sonríe y habla.

— Pensé que descansabas

— Realmente estás aquí — decía emocionada.

— Claro que sí, no te dejaría.

— Te he extrañado. Todo ha sido tan difícil.

Víctor se levanta y se acerca para abrazarla y acariciar su espalda.

— Ya estoy aquí, no me marcharé, así que no te preocupes por nada.

Amelia lo abraza con fuerza y volvía a descansar en su pecho. Respiraba su aroma y volvía a sonreír.

— Te amo

Amelia levanta la vista y Víctor la miraba sorprendido y con una delicada sonrisa. Ella acaricia su mejilla y trata de alcanzarlo para besarle, pero Víctor aparta levemente el rostro mirándola interrogante.

— No creo que... sea correcto

— ¿Por qué no?... es que ¿no me quieres?

— Claro que sí

— Entonces no me sigas alejando más de ti. Esto me duele y necesito saber que me amas

— Te amo... Oh, Dios sabe cuánto te amo, pero... — Víctor mira en otra dirección sonrojado.

— Entonces nada más importa, solo tú y yo.

Amelia se alza para alcanzar sus labios y deposita en él un tierno beso lleno de sentimientos, ya que hace mucho que no había besado a su esposo y no podía dimensionar lo mucho que lo extrañaba.

Pronto el beso paso de ser tímido a totalmente correspondido y lleno de emoción, tan agradable y satisfactorio que ninguno de los dos deseaba que se terminase. Víctor la abrazaba con fuerza y Amelia podía sentir cómo el corazón de él estaba agitado.

— Amelia... ay Amelia — Decía suspirando y volvía a besarla.

Amelia nuevamente abre los ojos y estaba de regreso en su habitación, ya sabía que era solo un hermoso sueño, pero en vez de estar triste porque aquello no fue real, volvía a recordar cuanto amaba a Víctor. El fuego de su pasión aún no desaparecía y estaba segura de que Víctor debía de sentirse igual. Corre en camisón a la habitación del primer piso y entra para ver a su esposo. Cuando abre la puerta, Víctor la mira sorprendido.

— Debes de tocar cuando entras a una habitación, eso es de educación y cortesía. — Él lo decía al verla acercarse a su cama. Aún seguía recostado y solo hace un momento había despertado.

— Oh Víctor, tuve un sueño tan hermoso y tú estabas ahí

Amelia salta y entraba nuevamente a la cama con su esposo, cubriéndose con las mantas mientras sonreía.

— ¿A si?... ¿Dónde moría y te quedabas con todas mis propiedades?

Amelia no toma en cuenta las odiosas cosas que dice y seguía sonriendo.

— Soñé que estábamos en la casa de la Ciudad del Puerto y tú me volvías a querer y me besaban como lo solías hacer. No necesito nada más para ser feliz, solo un beso tierno que me regalen tus labios.

Víctor la mira con aquellos ojos desdeñosos, pensando que aquella mujer a su lado era un completo fastidio.

— Te besaré todo lo que quieras, si me das un poco de opio

— Pero Víctor, ya sabes que...

— Si no me das algo para el maldito dolor, ¿cómo quieres que sea romántico contigo?

Como una niña ingenua, Amelia fue a buscar un poco de opio con tal de volver a revivir un hermoso momento con su esposo.

Víctor toma el opio alegre y bebe agua, pasa un minuto en silencio, ya se sentía mucho mejor. Amelia se acerca alegre esperando un gesto amoroso de su parte y este cumple su promesa, dándole un corto beso en los labios y la aparta.

— Ya te besé, ahora puedes marcharte

— Pero Víctor, yo esperaba que fuéramos más cariñosos... como antes.

— ¿Qué quieres? ¿Que tengamos intimidad? No seas degenerada, ya te besé y si quiere más, trae mi medicina para que me haga cargo de ella. Te aseguro que, si haces eso, te dejaré hacer lo que quieras conmigo.

— Ay Víctor — Amelia negaba con la cabeza en forma de lástima y tenía una mirada melancólica.

— Entonces vete... no soporto verte siempre llorar.

Amelia se levanta y camina en dirección hacia la puerta, pero antes de salir, vuelve a mirar a su esposo, quien estaba haciendo sonar una campanilla, baja la cabeza al entender que nada había cambiado. Prefería dormir eternamente, ya que en sus sueños aún vivía el Víctor que la protegía,
la amaba y le hacía feliz.

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