Capítulo 59
El plan de Danilo había resultado, ya que al cabo de dos semanas de haber iniciado nuevamente el cortejo, Joaquina había aceptado su propuesta, siendo motivo de alegría para los Santander y los Fortunato.
Esa noche se celebra la petición de mano en el Palacio Fortunato, donde se daría la dote y se propondría la fecha de la boda, siendo de mutuo acuerdo el primer mes de primavera.
Ese día en particular, Eleonora había tenido un gran antojo por comer pasteles de crema, sentándole bien la cena de esa noche, puesto que, durante el postre, sirvieron varios aperitivos con crema.
—No comas tanto, te dolerá la barriga —le susurra de manera cariñosa Ishku, al ver que su mujer tomaba un quinto plato de tarta.
—Olvídalo Ishku, mira cuantos postres ha comido la mía —ríe Maximiliano desde el otro lado de la mesa, indicando a Luciana que agregaba salsa de limón a su postre.
—Qué fastidio, no soy yo la que lo pide, es mi niño —reclama Luciana.
—Claro amor mío, come todo lo que desees —ríe Maximiliano, acercándole otro plato de postre.
Eleonora aparta su plato, dando un suspiro y apartando su silla.
—¿Ocurre algo? ¿Te sientes mal? —pregunta preocupado Ishku.
—Me siento extraña, creo que deberíamos regresar a casa.
—Hija, quédense con nosotros aquí esta noche, ya es tarde. —dice Loreta, tomando de su mano, debido a que estaba sentada a su lado.
—Creo que iré a la habitación a descansar. No debí comer tantos dulces.
Eleonora se levanta, disculpándose con todos los que se encontraban en el lugar, siendo acompañada por Ishku, quien le sostenía por la cintura.
Al dar unos cuantos pasos por el comedor, un ruido de agua cayendo sorprenden a los que se despedían del joven matrimonio.
Eleonora levanta un poco sus faldas para ver que era ella quien había mojado el piso, temblándole las piernas al comprender que había roto fuente.
Todos en el acto se levantan para ayudar a la joven, a lo que Ishku le toma en sus brazos para llevarla hasta la habitación que tenían dispuesta para ellos.
Un médico y la partera habían sido llamados, pero el trabajo de parto no comenzó hasta la mañana.
Ahora en el Palacio Fortunato se celebraba otro acontecimiento, la espera de la llegada de su nuevo integrante.
Afuera de la habitación de Eleonora, su familia rezaba y se mantenían expectante, esperando que todo saliera bien.
Eleonora sudaba y apretaba los dientes ante el doloroso esfuerzo que era traer al mundo a su hijo. Ishku se mantenía a su lado, tomando de su mano para que pueda presionarla, mientras que Loreta le hablaba con voz suave, dándole ánimos en aquel angustioso momento.
Luego de casi media hora de iniciado el parto, afuera de la habitación en donde se encontraba Eleonora, se escucha el sonoro llanto de un recién nacido, a lo que los Fortunato aplaudían y se persignaban, agradeciéndole a Dios por aquel maravilloso regalo.
Luego de que el niño fuera limpiado, la partera se lo entrega a su padre, para que pueda verlo y ser llevado a la nueva madre.
Ishku se sentía temeroso de tener en sus manos aquella pequeña criatura que le miraba, sacando su lengua constantemente en busca del pecho. Con extremo cuidado, él camina donde su mujer, pensando que llevaba consigo una pequeña lámina de cristal, que era tan frágil, así como hermoso.
—Es tan bello, es perfecto... es mi bebé —lloraba Eleonora al tomar a su hijo, mientras su madre le descubría el pecho para que le ofreciera su primer alimento.
—Es nuestro hijo, y es perfecto, porque se parece a ti —decía con emoción Ishku.
Mientras el médico controla que el pequeño y su madre se encontraran bien, la partera aseaba y preparaba a Eleonora para recibir las visitas.
—Ishku. —le llama Loreta —Es tradicional que el padre presente a su hijo a los que están esperando afuera.
—Tengo miedo de llevarlo.
—No lo tengas. Ese bebé siempre estará seguro con su padre. —Responde Eleonora con una sonrisa, entregándoselo.
Ishku nuevamente toma aquel pequeño cubierto en paños, apoyándolo sobre su pecho, y caminando hasta la salida, siendo Loreta quien lo ayuda para abrir la puerta.
Todos quedan expectantes al ver a aquel hombre tan alto, llevando a un recién nacido que se veía mucho más pequeño de lo quera.
—Les presento a mi hijo, es un varón, está sano y es hermoso —anuncia Ishku.
Todos se agolpan para ver al pequeño, que gorgojeaba, abriendo levemente sus ojos, ya que la luz le molestaba.
—Es tan lindo, realmente es adorable. —dice Emelina.
—Es perfecto, es un bebé robusto y de buen porte —comenta Sebastián, orgulloso al ver a su nieto.
—¡Ah! Pero qué maravilla. Ha sacado lo mejor de ambos —sonríe alegre Luciana, acariciando su propio vientre al tener tanta expectación por su propio hijo.
Todos ingresan nuevamente a la habitación, para saludar a Eleonora y felicitarla, entregándole nuevamente a su hijo, para que descanse al lado de su madre.
—Felicidades, ahora ya nada te dará más satisfacción que tener a tu hijo. —comenta Maximiliano al estar Ishku alejado del centro de atención.
—Es verdad, nunca he sentido algo tan propio como ese pequeño, creo que es lo único que puedo decir que es completamente mío.
—Vendrán muchas más satisfacciones. Ahora te puedes sentir orgulloso, ya que tienes un nuevo título, ser padre.
—Y usted pronto tendrá esta misma alegría. Espero que estemos presentes para compartir con ustedes de ese momento.
Sergio traía unas copas de licor, siendo acompañado por Sebastián.
—Que hacen aquí parloteo, sin beber. Esta noche tomaremos hasta emborrachar.
—Sabes que no soy bueno para el licor Sergio. —comenta el Conde.
—Ya lo sé, pero debemos celebrar y acompañar la alegría del nuevo padre y abuelo. Salud por ello.
—¡Salud! —dicen al unísono los hombres que estaban ahí.
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