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Capítulo 5

Eleonora les contó a sus amigos lo que Carlos le dijo sobre los planes secretos de su padre de enviarla a España, a lo que ellos le aseguraban, que solo lo decía para atemorizarla, puesto que don Sebastián, jamás dejaría sola a su hija. A pesar de eso, Eleonora tenía miedo de que algo como aquello pudiera pasar, ya que, en varias oportunidades, el señor Fortunato le hacía mención de que la escuela de sus tíos era prestigiosa y sería una buena idea continuar sus estudios en compañía de sus primos.

Una tarde soleada, Eleonora se encontraba con su madre en el salón de té, que era el más fresco de aquella gran mansión, merendando postres de frutas.

—Estás muy callada ¿Pasa algo? —pregunta Loreta a su hija.

—Es que no quiero ir a la cena de los Carrera, su hijo me provoca desagrado, y sé que nos invitan con el propósito de un compromiso —responde Eleonora afligida.

—Lo sé, a mí tampoco me gustan esas personas, pero es la diplomacia que debemos cumplir por los negocios de tu padre.

—Estaba pensando, en que podríamos visitar la aldea de los Chahiwas.

—Hace poco que visitamos su aldea, ya sabes que no podemos ir tan seguidos.

—Pero, les extraño...

—Ves a tus amigos en la escuela, ¿Por qué les extrañarías?

—No es lo mismo, no tenemos privacidad para charlar

—¿Privacidad? Y ¿qué necesitan hablar que sea tan privado? —pregunta Loreta ocultando una pequeña risita.

—Cosas... solo de nuestras cosas...

—¿Qué tipo de cosas? Nunca antes hablaste de privacidad con tus amigos, quiero saber que es lo tan importante que tienen que hablar.

—No es nada, no importa... solo son tonterías.

Loreta sirve una taza de té, sin dejar de observar a su hija, que se había encogido en su silla con una actitud avergonzada. Sabía que ella ocultaba algo y debía de ser relevante, puesto que siempre acudía a ella para hablarle sobre sus preocupaciones, y era extraño que ahora no supiera cómo hacerlo.

—Podríamos invitar a Esther y María a merendar el próximo viernes, y podemos extender la invitación a tus amigos ¿Qué te parece?

—Eso sería fabuloso —da un respingo alegre en su silla —Pero, papá podría molestarse.

—Hablaré con él, no le molestará. Pero solo invitaremos a Magdalena, para que así puedan hablar de sus secretos sin ser interrumpidas por los muchachos.

—No mamá, quiero ver a Aarón para... bueno... —Eleonora se detiene al dejar escapar eso, ya que hablo sin pensar.

Loreta comienza a reír al lograr sacarle a su hija el secreto que ocultaba.

—¿Por qué Aarón? ¿Qué secreto tienen ustedes? —Mira como su hija se sonrojaba hasta las orejas y volvía a encogerse en la silla —Bueno, creo que bonitos secretos tendrá él detrás de esos grandes ojos negros. Puedes decirme, sabes que puedes contarme de lo que sea.

Eleonora se muerde los labios y presiona sus manos, hasta que explota en un ataque de sinceridad, acercándose a la silla de su madre, para agacharse en sus faldas y abrazar sus piernas, mientras le miraba con los ojos brillantes y una sonrisa alegre.

—Mamá, me gusta Aarón. Él es están tierno y cariñoso, siempre está preocupado por mí. Me confesó que también le gusto y ahora solo quiero verlo para estar con él.

—¿Por qué no me sorprende? —Sonreía con dulzura Loreta al ver tan emocionada a su hija —También me agrada, es de buen corazón y tiene ojos lindos.

—Ah mamá, se siente tan bonito querer así. —Eleonora apoya la mejilla en las faldas de su madre, sintiendo cómo ella acariciaba su cabello.

—Entonces, el viernes les invitaremos y tus amigos podrán venir, así podrán charlar de sus temas privado —Loreta toma de las manos de su hija y las jala para que se levante —Pero prométeme que se comportaran, no quiero que arruines la confianza que tenemos por estar jugando con aquel muchacho en algún rincón de la casa.

—Lo prometo. Mamá, eres la mejor en todo el mundo. —Eleonora volvía a abrazar a su madre, sintiendo cómo ella reía.

Eleonora sabía que para su madre era difícil el invitar a los Chahiwas a la mansión, ya que podía crear alguna discusión con su padre, pero ella siempre era buena y se había vuelto en su mayor confidente, puesto que le tenía plena confianza, debido a que su madre siempre le aconsejaba y orientaba, con el propósito de guiarla en la vida que estaba iniciando, siendo demasiado permisiva para el gusto de don Sebastián Fortunato.

***

El viernes en la tarde, Esther y María, en compañía de sus hijos e Isaac, acudieron a la mansión Fortunato, al ser invitados por la señora Loreta. Todos estaban vestidos con sus mejores ropas, que por lo general usaban para acudir a misa los domingos.

Luego de beber limonadas frías y comer pastel de frutas, Eleonora pide autorización a su madre para retirarse con sus amigos a uno de los salones.

—¿Tu padre no está en casa? —pregunta Aarón, mientras subía por las escaleras en compañía del resto.

—Llegará al anochecer.

—¿Y tu hermano? —pregunta Magdalena.

—Vendrá más tarde.

—Él es atractivo, pero le tengo miedo. ¿Por qué no es bueno como tú? —Magdalena se frotaba inconscientemente el codo que tenía el raspón que le provocó Carlos.

—Porque todos los "Awa" son iguales —responde Isaac.

—Juguemos a algo —propone Eleonora para desviar el tema y les invita a pasar a una sala.

—Yo prefiero ir abajo y comer más tarta —responde de Isaac, acercándose a una ventana, mirando cómo las mujeres seguían charlando en los patios sentadas en la mesita del jardín.

—Ya dijo la señora Loreta que te dará pastel para que lleves a casa —comenta Aarón.

—Juguemos a las escondidas. Aquí hay muchas habitaciones donde esconderse. Pero no ingresen a la habitación con la puerta de roble rojo, esa es la alcoba de mis padres.

—Pero, ¿no tendremos problemas por estar escondiéndonos en las habitaciones? Alguien podría molestarse —pregunta Aarón.

—No, porque las sirvientas están abajo, y mi madre nos autorizó estar aquí. Yo seré la primera en contar.

Ya sin miedo, los jóvenes comenzaron a jugar, riendo y dando pequeños gritos al hacerlo, corriendo por los pasillos del piso superior. Este era la oportunidad que estaban esperando Eleonora y Aarón, para poder tener un momento a solas, a lo que la pelirroja arrastra a su novio a una de las habitaciones que tenía un gran armario, cuando le tocaba contar a Magdalena.

—Nadie nos encontrará aquí, este armario tiene un seguro por dentro —susurra Eleonora al cerrar las puertas de aquel armario, para luego abrazar a Aarón por la cintura y besarlo. —Te dije que encontraría la manera de poder estar juntos.

—Yo también. Te prometo que estudiaré mucho y luego trabajaré, ganaré dinero y tendré una casa en la ciudad. Le demostraré a tu padre que puedo darte una vida sin preocupaciones.

—Estás diciendo, ¿qué piensas en nosotros como un matrimonio?

—Hem... sé que me estoy apresurado porque aún soy un chiquillo, y no debería de hacer planes, ya que recién somos novios, pero mis sentimientos son maduros y tomo nuestra relación con seriedad. Perdón si te incomoda mi confesión.

—Por el contrario, estoy emocionada porque no imaginaba que me querías tanto, y voy a esperar lo que haga falta para estar contigo.

Ambos guardan silencio cuando escuchan entrar a Magdalena ingresar en la habitación y buscar en ella, tratando de abrir el armario, pero al notar que estaba cerrado, se retira del lugar para buscar en otra parte.

—Me preocupa que a pesar de lo que haga, tu padre no me acepte por ser indio.

—Papá es bueno y eso no pasará.

—¿De verdad? Si es así, entonces ¿Por qué debemos marcharnos antes de que él llegue?

Aquello toma por sorpresa a Eleonora, quien guarda silencio buscando alguna excusa que dar, pero ya sabía que era inútil, así que Aarón vuelve a hablar.

—Yo sé que todo esto es solo una ilusión, así que no te preocupes por el futuro, yo siempre te querré a pesar de lo que pase.

—No es una ilusión, yo iré a donde tú vayas, así que no tengas miedo.

—Si es así, entonces podré seguir soñando, si me prometes que no son solo palabras vacías.

—No lo son, te lo prometo —Eleonora se estira para volver a besarlo, mientras él la abrazaba con fuerza, lo que la deja sin aliento —Debemos salir, o se preguntaran porque no aparecemos.

—Solo un poco más, luego regresaremos —Susurra Aarón manteniendo el abrazo, buscando los labios de Eleonora en la oscuridad del armario.

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